Once

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Capítulo 11: Te elijo a ti.




            Sunghoon observó a Hikaru depositar el ramo de flores sobre aquella lápida grabada con letra cursiva. Le dio una suave sonrisa a su hijito seguido de un beso en su frente.

—¿Quieres bajar a decirle feliz día de las madres a mamá? —Preguntó. Hikaru asintió así que Sunghoon lo colocó en el suelo, acomodando un poco su diminuto saco azul antes de dejarlo acercarse al pie de la lápida y empezar a susurrarle cosas.

Le hizo una seña con su cabeza a Jake para que se acercara, tomando su mano una vez que el silfo estuvo cerca y guiando ambas palmas al bolsillo de su abrigo.

—Gracias por acompañarnos.

Jake le regaló una sonrisa.

—No necesitas agradecerme. A dónde quiera que tú vayas yo iré siempre que me desees ahí.

Sunghoon escondió su rostro en el hombro del silfo.

—Si sigues diciendo esas cosas no resistiré y querré besarte.

Jake observó de reojo a Hikaru, notándolo distraído en acomodar las flores sobre la piedra gris así que aprovechó para tomar el mentón del hombre y plasmar un rápido beso en sus labios, provocando que sus mejillas se pintaran de rojo y su corazón latiera con fuerza. El silfo le sonrió travieso y le guiñó un ojo.

—Te besaré mejor cuando estemos en casa.

El rojo en su rostro solo incrementó. Quiso darle un pequeño golpe en el pecho, sin embargo, el rubio ya había huido de su agarre entre risas.

—¡Karu, mira! ¡Algodones de dulce! ¿Quieres uno?

El niño afirmó con una sonrisa y tras ser alzado por Jake, ambos corrieron para atrapar al vendedor que iba pasando en un carrito. Sunghoon soltó un par de risas. Su pecho se sentía tan cálido cada que Jake estaba cerca y la relación con sus hijos parecía estar mejorando bastante o por lo menos con Hikaru, pues con Jo las cosas eran un poco complicadas, su adolescencia mágica y las fechas lo tenían muy sensible y habían tenido un par de roces en los últimos días.

Sabía que debía decirle, pero por más que trataba no encontraba la forma de hacer que sonara menos doloroso. ¿Cómo le confesaba a su hijo que esa madre a la que tanto insistía en buscar lo había abandonado cuando era un niñito? Comprende que fue difícil para Rei, ambos eran jóvenes y ella manifestó en más de una ocasión que no estaba lista para tal responsabilidad, por desgracia, acabó cediendo a la presión de sus padres para dar a luz, los cuales le dieron la espalda en cuanto Jo nació.

No supo cómo manejarlo y con la depresión postparto, todo empeoró cuando empezó a sentir rechazo a su propio hijo. Miraba a su esposo, a su hogar y al niño entre sus brazos y llegaba a su pecho la desoladora sensación de que esa no era la vida que había querido para sí misma.

Si tan solo lo hubiesen hablado. Sunghoon la habría entendido, incluso en más de una ocasión le ofreció hacerse cargo de Jo sólo y ella siempre negaba. Él la entendía pues de cierto modo compartía la misma sensación, antes de que Jo naciera su meta era llegar a las olimpiadas como patinador artístico, sin embargo, en el presente solo quería darle lo mejor a su hijo. Le habría destrozado el corazón pues uno de sus planes a futuro era formar una familia, pero si ella quería seguir por su cuenta la apoyaría.

Sin embargo, nunca le dijo nada y un día desapareció, solo dejando un mensaje de texto y abandonando a su hijo en un parque de diversiones.

La entiende, aunque lo que le hizo a Jo ese día jamás se lo podrá perdonar, porque generó una horrible herida en su niño que hasta la fecha no puede sanar.

Alzó su mano, delineando con las yemas de sus dedos las prolijas letras del grabado. El «Park Kazuha» era algo que nunca se iría de su mente, porque ella no solo fue su esposa, sino también su mejor amiga.

—Hola, Zuha —susurró, soltando un suspiro segundos después. Un año atrás estaría de rodillas llorando desconsolado, ahora, estando ahí, de pie, se sentía tan diferente —. Feliz día de las madres, bonita —sonrió, posando su palma sobre la piedra.

La extrañaba, su presencia y sus cálidos abrazos junto a sus palabras comprensivas que parecían descifrar algo que en ese instante él todavía no podía entender o más bien, se obligaba a ignorar. Extrañaba a esa amiga y compañera que le dio hermosos momentos y un precioso pequeño de ojitos azules.

—Espero que no te moleste que haya traído a Jake. Es un hombre bueno, te lo juro —balbuceó, aunque luego terminó frunciendo el ceño —. Bueno, en realidad es un silfo. El punto es que es bueno con Hikaru y Jo.

Inhaló profundo y después exhaló. Su corazón latía tan rápido que lo escuchaba hasta sus oídos y sus mejillas no abandonaban su coloración rojiza.

—Lo que quiero decirte es: gracias —soltó, sintiendo una gran liberación abrirse paso en su pecho —. Suena a despedida y en parte creo que lo es. Seguiré viniendo porque sé que Hikaru querrá honrar tu memoria y Jo también, cuando se le pase su crisis adolescente. Sin embargo, es momento de que yo siga adelante.

» Muchas gracias por todos los momentos que me permitiste pasar a tu lado, no solo fuiste mi esposa, sino también mi mejor amiga. Siempre me tuviste paciencia y supiste entender algo que yo traté de negar por mucho tiempo. Aún estoy tratando de entenderme y me enorgullece decirte que ya no lo escondo bajo la alfombra y el hombre de ahí, ese de cabellos rubios y sonrisa brillante me está ayudando con eso.

Cuidaré bien de Hikaru, te lo prometo. Me ahogué muchísimo tiempo en los recuerdos del pasado que no me di cuenta de lo mucho que él y Jo me necesitaban. Soy un poco tonto, sin embargo, ya abrí los ojos y no volveré a cerrarlos nunca más.

Creo que Jake es el indicado, así que confío en que tú también pienses lo mismo. ¿Sería mucho atrevimiento si te pido tu bendición? Lo siento, es que no imagino a otro hombre en mi vida que no sea él, ni a nadie más, si te soy sincero.

Sigue cuidando de Karu desde allá, por favor. Yo me aseguraré de que él tenga aquí todo lo que necesita y hasta más.

Ya no lloraba, tan solo sentía alivio. Sabía que Kazuha lo estaba cuidando desde algún lado, tal vez sonriendo con orgullo de verlo levantarse y empezar a caminar hacia adelante o eso anhelaba con todo su corazón.

Le sonrió a su hijo y al silfo quienes recién llegaban sosteniendo un par de dulces.

—Quiero pensar que han comprado uno para mí también.

—Ikeu comido —Hikaru lo acusó. Jake abrió su boca indignado y Sunghoon miró al silfo.

—Así que Jake se comió mi algodón de azúcar —Hikaru afirmó con seguridad pese a que los restos de dulce alrededor de su boquita indicaban otra cosa —. Deberíamos llevar uno para Jo —opinó. El niño estuvo de acuerdo y bajo la vigilancia de su padre y la del silfo, fue él solito a comprar dos de esas nubecitas dulces que tanto le gustaban.

Estuvo por hablar, sin embargo, el timbre de su teléfono sonando en su bolsillo lo hizo sacar el aparato, sintiéndose confundido cuando apreció el nombre de su amigo aparecer en la pantalla. Contestó con algo de inquietud.

—¿Soobin? ¿Ocurrió...?

—¡Sunghoon! ¡Te juro que solo me distraje un momento! —Exclamó, yendo de un lado a otro por la sala del departamento mientras mordía su pulgar.

Compartió un breve vistazo con Jake, quien pareció leer su inquietud y se colocó detrás de su espalda, apoyando sus palmas sobre sus hombros. Sunghoon colocó el celular en altavoz.

—¿Qué sucedió, Soobin?

Lamentándose, confesó: —Jo se escapó, Sunghoon. Se escapó y no tengo idea de a dónde fue. Ya lo busqué por todo el complejo y le pregunté a los vecinos y nadie lo vio. Su mochila no está y se llevó varias de sus cosas.

Sunghoon apretó el aparato entre su palma, sintiendo sus manos temblar. Por favor que no sea lo que está pensando.

—Vamos para allá.

Soobin murmuró una suave afirmativa antes de colgar. Se sentía tan culpable, ¡solo se había distraído unos segundos para hacer la cena! Jo era tan escurridizo.

—Le diré a Layla que nos ayude a buscarlo junto a algunos animales, así podremos cubrir más terreno —Jake dijo y Sunghoon le agradeció en un susurro.

Que alguien le diga que su hijo no fue a buscar a su madre, porque si era así, no podría protegerlo más de obtener un gran corazón roto.











Jo acomodó una vez más el gorrito de lana azul que cubría su cabeza. No hacía tanto frío como para usarlo, sin embargo, con el asunto de sus recientes detalles mágicos, sentir la tela presionando su cabeza le daba cierta seguridad de que nadie más que él sabía lo que se encontraban ahí.

Le había tomado algo de tiempo, para su bendición, él era insistente y luego de sobornar a uno de sus compañeros de la escuela que era hijo de un oficial de policía, consiguió hacer que se metiera a la base de datos hasta sacar la dirección actual de su madre. Sabía que era ella, la edad coincidía y, además, era el mismo nombre que había visto en sus documentos de registro. Había vuelto a su nombre de soltera luego del divorcio con su padre y vivía solo a media hora en tren de Lakveria.

Estaba muy nervioso. No había visto a su madre desde que tenía seis y no sabía que reacción tendría. ¿Lo habría extrañado? ¿Estaría feliz de verlo? ¿Ambos llorarían y se abrazarían tal como en las películas?

Limpió sus palmas sudorosas en su chaqueta de mezclilla y tocó de una vez por todas el timbre, mordiendo sus labios con inquietud una vez que escuchó pasos al interior y la tentación de correr despavorido lo invadió, sin embargo, se obligó a colocarse recto y no huir. Había batallado mucho y peleado con su padre varias veces para llegar hasta ahí, sin contar que se metió a su oficina sin permiso y revisó sus documentos.

—¿Sí?

La mujer que abrió la puerta llevaba el cabello oscuro atado en un moño alto y sostenía a un niño entre sus brazos, quizás tenía la misma edad que su hermanito menor.

No supo que decir con exactitud.

—¿Puedo ayudarte en algo?

Ahí, reaccionó.

—Yo... ¿No me recuerdas? —Susurró, sintiéndose débil y pequeño ante el ceño fruncido de la mujer. Sabía que se trataba de ella, era la misma de sus recuerdos, tal vez con un poco de años encima, pero era ella.

Su madre suspiró.

—Escucha, niño. No tengo tiempo para bromas. Si quieres dinero ve y consíguelo a otro lado...

—Soy Jo, Park Jo —la interrumpió, apretando sus puños y mordiendo su labio inferior. Ella se quedó en silencio unos instantes, hasta que el mismo niño en sus brazos tiró de su blusa para llamar su atención.

—Mami, ¿Quién es? —Preguntó el pequeño. Ella lo miró con pánico y después se dirigió al niño.

—No es nadie, cariño —le sonrió, bajándolo al suelo y empujándolo suave de vuelta a la casa —. ¿Por qué no vas con tus hermanos y juegan un rato? ¿Eh?

El niño asintió y corrió emocionado escaleras arriba. Jo pudo ver al interior una fotografía ubicada sobre una de las mesas mostrando a más pequeños, un niño y una niña, además del que acababa de ver.

Salió de su ensoñación cuando ella lo tomó del brazo y cerró la puerta detrás de ellos. Caminó siguiéndola, hasta que doblaron la esquina de la calle y ahí ella se detuvo y por fin lo miró fijo.

—¿Tu padre te envió?

Jo parpadeó incrédulo.

—¿Qué? No.

«Ni siquiera sabe que estoy aquí hablando contigo» se contuvo de decir.

—Vine por mi cuenta —aseguró, presionando entre sus dedos las correas de su mochila oscura.

Empezaba a creer que no debió haberla buscado.

Ella pareció no estar muy convencida, sin embargo, no insistió más.

—Estás muy grande, ¿cuántos años tienes? ¿Trece?

Jo apretó sus labios.

—Tengo quince.

—Ah.

Bien, era bastante incómodo.

—Tienes familia —soltó y ella afirmó pese a que había hablado más para sí mismo —. Tienes otra familia —enfatizó.

Su madre suspiró.

—Escucha, Jo...

—¿Alguna vez me extrañaste?

Ella se mantuvo en silencio, solo lo miraba y eso lo exasperaba. ¿Por qué no decía nada? ¿Por qué no lo abrazaba y lloraba diciendo que lo extrañó a montones y que nunca deseó irse?

¿Siquiera ella lo quiso alguna vez?

Sintiendo unas ganas inmensas de soltarse a llorar, se obligó a mantenerse firme y preguntó; —¿Por qué te fuiste? Fue por mi papá, ¿Verdad?

Su madre extendió su mano hacia él con claras intenciones de tocar su hombro, sin embargo, justo antes de hacerlo, retrocedió y acabó por abrazarse a sí misma.

—Escucha, Jo. Cuando naciste ambos éramos muy jóvenes y yo... Yo no estaba lista para una responsabilidad tan grande —a cada palabra soltada, sentía como su corazoncito se reducía a añicos —. Sí lo entiendes, ¿Verdad?

—Entonces, en el parque de diversiones...

—Lo siento, Jo.

Tensó su mandíbula y desvió su mirada.

—Pero estás bien, ¿No? Quiero decir, ¡Mírate! Estás tan alto.

Soltó una débil risa. Sí, estaba bien debido a su abuela y sus tíos y aunque lo quisiera negar, gracias a su padre.

—Nunca ibas a volver —no fue una pregunta, fue una afirmación.

Negó para sí mismo cuando no hubo más que silencio. Una parte suya quería creer que era una mentira, que los últimos minutos no eran reales, por desgracia, no existía forma de negarlo. Su madre tenía otra familia, otros hijos y era muy probable que también un marido. Había hecho su vida y se olvidó de él, como si fuera un error cualquiera que podía guardar en una gaveta y encerrar bajo llave.

—¡Mamá! —Se escuchó a una niña gritar desde la casa. La mujer se sobresaltó y le observó apenada, Jo ni siquiera quiso devolverle la mirada. Suspiró y rápido sacó un papel que había envuelto con especial dedicación y cautela y se lo tendió.

—¿Esto que es?

Jo se alzó de hombros.

—Feliz día de las madres, supongo. Ya no me importa.

Ese retrato ya no tenía importancia para él. Ni siquiera debió haberlo hecho.

—Jo —trató de llamarlo, sin embargo, el adolescente ya se había dado media vuelta y echado a correr avenida abajo, desapareciendo de su vista y de su vida. Jo no quería volver a saber más de ella.

Era tan tonto. ¡Todo el tiempo creyó lo incorrecto! Se aferró a la idea de que su madre lo quería y se llenó de ilusiones, cuando la realidad era que ella jamás lo quiso. Ahí entendió porque su padre nunca le habló de ella o lo dejó verla. Tal vez incluso ni siquiera sabía en dónde encontrarla.

Cruzó una calle transitada y se escondió entre unos callejones cuando una punzada en su cabeza lo azotó, algunas personas se volteaban a mirarlo, aunque ni siquiera le preocupaba. Las lágrimas se escurrían sin control por sus mejillas y pudo distinguir de reojo las puntas de sus astas comenzando a asomarse a través de la tela del gorro. Sus emociones estaban fuera de control, quería llorar por horas y a la vez maldecir todo, sin embargo, lo que más quería era un estúpido abrazo. Un abrazo tan fuerte que lo hiciera sentir acogido.

Apretó entre sus puños la tela de su chaqueta. Había quedado atrapado entre dos edificios y no podía salir, no sin volver a tomar el control de su velo para ocultar sus cuernos y por más que lo intentaba no podía, frustrándose más y soltando lágrimas gruesas.

Tal vez era su culpa, si no fuera tan él quizás su madre lo habría querido. Ni siquiera su padre lo aguantaba y por eso estaban peleando siempre, de seguro tampoco lo quería y por eso nunca se encontraba en casa.

Miró su reflejo en una de las ventanas traseras del edificio. Las largas astas sobresalían de su cabello, recordándole lo raro que era y eso acabó por exasperarlo.

Apretó una de sus astas con su diestra. Sus ojitos estaban empañados, por lo que su propia imagen lucía borrosa para él. Si no tuviera esas cosas, si no fuese él y tan solo fuera normal, tal vez así podría ser querido.

Tiró de su cuerno, llenándose al instante de un dolor abismal. Las lágrimas de tristeza fueron reemplazadas por gruesos lagrimones de dolor, sin embargo, por más que tiraba de ellos no cedían o quizás estaba reteniendo su fuerza por miedo.

Estaba asustado, no quería lastimarse, pero no sabía que más hacer.

¿Es que nadie podía amarlo tal cual era?

—¡Jo!

Una voz conocida llegó a sus oídos, haciéndolo dar un brinquito y voltear a los alrededores intentando encontrar de dónde venía. Se puso de pie, ignorando el dolor de su cabeza y un suspiro se escapó de sus labios cuando Sim Jake se posó en la entrada del callejón con Layla a sus pies, la rara criatura que Jo continúa llamando cabra.

Cuando el silfo lo vio, su gesto preocupado pareció cambiar a uno repleto de alivio y sin perder el tiempo, se metió al estrecho espacio y sin darle oportunidad de hablar o reaccionar, lo envolvió con sus brazos y le dio un fuerte apretón.

—Por todas las hadas, que alivio que estés bien —susurró, posando una mano en su cabeza y peinando su cabellito con calma.

Jo tenía sus párpados abiertos con sorpresa, aunque poco a poco sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas y para cuando fue consciente, ya estaba llorando a rienda suelta, balbuceando y aferrándose al saco de Jake.

—Ni siquiera se acordaba de mí —consiguió decir entre hipidos —. Todo este tiempo creí que me recordaría, pensé que... Pensé que si algún día nos reencontrábamos a ella le daría gusto. Qué idiota fui.

Sim sintió su corazón doler. Sunghoon ya le había confesado a dónde creía que había ido su hijo y tras lo que Soobin le contó durante el año nuevo, se hace una idea de lo que sucedió.

—No es tu culpa, Jo.

Sin embargo, el adolescente negó.

—¿Acaso hay algo malo en mí?

—Por supuesto que no, tú eres un niño maravilloso y cualquiera puede verlo.

Jo soltó una risa seca. No había rastro de burla, solo cansancio y dolor.

—Si eso fuera cierto, mi mamá no se hubiera ido. Todo el tiempo pensé que había sido culpa de mi papá, pero ¿Y si en realidad fui yo el problema?

Jake negó horrorizado y separándose para mirarlo a los ojos, dijo; —Lo que pasó con tu mamá no fue tu culpa y jamás lo será, Jo. Ella tomó su decisión muy independiente de ti, tú no tenías la culpa. Eras solo un niño pequeño.

—Me duele —susurró, quebrándose de nuevo delante del silfo —. Solo pido que alguien me quiera, ¿Es mucho eso? ¿Tan difícil soy de amar?

Su carita estaba empapada de lágrimas y sus ojitos grises reflejaban todo el dolor que estaba sintiendo. Jake se sintió tan frustrado y molesto con aquellos que le hicieron creer al adolescente que no era querido.

Lamiéndose los labios, habló.

—Sé que tal vez lo que deseas es el amor de tu mamá y en serio lamento no poder hacer nada para dártelo, más si miras a tu alrededor, te darás cuenta de que tu papá te ama por completo tal y como eres, también Hikaru, tu abuela y tus tíos y además de ellos, estoy yo —aseguró. Su voz sonaba firme, aunque cálida a la vez, solo como Jake sabía ser —. Tú más que nadie mereces ser amado, Jo. Sé que en este momento duele mucho, pero si me dejas tomar tu mano y llevarte a casa, te enseñaré que ya tienes una familia que te ama tal y como eres.

Jake buscó sus manitas y les dio un suave apretón.

—Eres amado, Jo. Tu familia te ama. Tu verdadera familia.

Jo sorbió su naricita, aunque terminó volviendo a llorar cuando el silfo le sonrió.

—No quiero que te vayas.

Jake lo atrajo a su pecho, haciéndolo sentir pequeñito, mas no le incomodó, tan solo, estaba... bien.

—Entonces no me iré, Jo.

Abultó sus labios.

—Hablo en serio. Estoy cansado de que me abandonen, tú no te vayas, por favor. Sé que no soy nadie para ti, pero...

Te quiero. Pensó en decir, aunque retrocedió a los últimos segundos.

Jake lo interrumpió.

—Hey, no vuelvas a decir eso, ¿Sí? Por supuesto que eres alguien para mí —lo reprendió con suavidad, luego le regaló otra diminuta sonrisa —. No los dejaré, ni a ti, ni a tu papá, ni a Hikaru. Somos una familia ahora, solo si tú lo quieres.

Jake los elegía a ellos.

Los ojitos de Jo brillaron entre los restos de lágrimas.

—Sí quiero.

Y ellos lo elegían a él.

Una familia, siempre tuvo una familia y se estaba expandiendo. Creyó que no pertenecía porque no sabía toda la verdad, sin embargo, ahora veía con claridad.

Ya sabía a dónde pertenecía.

—¡Oh, por Dios! ¿Estás bien, Jo? —Fue lo primero que escuchó de su padre en cuanto Sunghoon apareció en el callejón. Él no respondió, se quedó viéndolo en silencio, en parte arrepentido por cómo había actuado muchas veces con él, empero, cuando consiguió reaccionar su primer instinto fue correr hacia él y abrazarlo, hundiendo su carita en su pecho.

Sunghoon se sorprendió cuando fue consciente de que su rebelde y revoltoso hijo lo estaba abrazando, incluso así, correspondió el gesto, peinando el cabello oscuro de su niño y sonriendo pequeñito por los cuernos que le hacían cosquillas en la piel.

Una vez que sintió los brazos de su padre y los de Jake rodeándolo por petición suya, se sintió protegido.

Se sintió querido.

Se sintió amado.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro