Sandy y Karen eran mejores amigas desde el jardín de infancia.  Hicieron todo juntos, desde jugar hasta ir a la misma universidad.  Pero cuando Sandy recibió una oferta de trabajo en otro estado, supieron que su amistad tendría que cambiar.

—¡¿Te ​​estas yendo?! —la pregunta se dice en estado de shock, así como de incredulidad.
—¡Sí! Recibí una oferta de trabajo como asistente de gerente en uno de los mejores hoteles—, explica Sandy, con una sonrisa en su rostro. Sus ojos están llenos de felicidad y esperanza que poco a poco se está desvaneciendo del rostro de Karen.
—Lo siento, Sandy, es solo...—, comienza Karen, tratando de pensar en una respuesta.
—¿Qué es? —Sandy le preguntó—. ¿No quieres que me vaya? —Karen sacude la cabeza vigorosamente, haciendo que su largo cabello color chocolate vuele sobre sus hombros.
Sandy se acerca a ella, tomando sus manos entre las suyas. —¡Todo estará bien! Te lo prometo. Vendré a visitarte siempre que pueda. Podemos chatear por video, ya sabes.

Las lágrimas comienzan a fluir por el rostro de Karen nuevamente.  —Te amo más que a nada en el mundo.
—Yo también te amo. Más que a nada en esta vida, incluso. —ella deja escapar un suspiro y cierra los ojos.  —Pero es mi sueño. No puedo renunciar a él. Sin embargo, estaré bien, aún encontrarás a alguien que te ame como yo, si no más. —Sandy aseguró.
—¡Sí, claro! ¿Quién va a estar allí cuando pase por otro dolor de corazón? ¡Eh! ¿Quién te animará cuando te des un atracón de helados cuando te sientas mal? Te conozco, Sandy Cantú. Si no me llamas al menos una vez a la semana, te estaré llamando hasta que respondas. —Karen dijo entre sollozos.
—Lo sé, lo sé.  —Sandy tiró de Karen para abrazarla—. Te voy a echar de menos.  —Karen correspondió al abrazo mientras rozaba con sus dedos el cabello rubio ceniza de Sandy.
—Yo también te voy a extrañar.