Mi regalo

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La película había terminado con un trágico final, a veces pienso que los finales tristes son lo más real del mundo, pues el para siempre no existe debido a que nadie puede superar a la muerte. Richard y yo subimos a mí habitación cerrando la puerta con seguro, ya estaba un poco tarde y la luz que entraba por la ventana no era mucha, era el momento adecuado para lo que tenía planeado hacer, él esperaba ansioso por mi regalo, tenía curiosidad por saber de qué se trataba y yo estaba el triple de nerviosa.

Richard se sentó en la cama y yo me paré al frente de él, por un minuto el silencio reinaba la habitación, ninguno mencionaba palabra alguna y el único sonido en el lugar era nuestras respiraciones. Con cuidado y lentitud, empecé a bajar el cierre de mi vestido hasta la parte baja de mi espalda, después empecé a bajarlo de mis hombros haciendo que cayera al suelo rápidamente, quedando semi desnuda al frente de él.

—Yo soy tu regalo, Richard — dije con voz suave. Podía notar el asombro en sus ojos.

—¿Estás segura de ésto Luci? — susurró levantándose de la cama, acercándose a mí.

—Estoy más que segura, tú eres la persona con la que deseo estar siempre — musité con mi mano en la parte trasera del sostén.

—Permíteme.

Las manos de Richard pasaron por toda mi espalda con un suave toque, tomaron mi sostén y ágilmente lo quitó, mis senos no muy grandes quedaron expuestos ante sus ojos hambrientos llenos de lujuria. Entre sus grandes manos tomó mis senos apretándolos con delicadeza y suavidad, era la primera vez que un chico me tocaba y no podía negar lo bien que se sentía, sus labios envolvieron los míos con necesidad, era la primera vez que lo hacía con tanto dedicación y precisión, amaba sus besos y más cuando eran así.

Me tomó de la cintura y me fue llevando lentamente hacia la cama, yo caminaba de espaldas aferrada al cuello y a los labios de Richard, sentía mis pezones erectos y sensibles, la parte baja de mí ya se encontraba húmeda mojando la fina tela de las bragas. Lo siguiente que sentí fue la suavidad del colchón blando en mi espalda, Richard se posicionó encima de mí sin soltar todo su peso, sus besos húmedos los dejaba por todo mi cuello mordiendolo con delicadeza, haciéndome perder la cordura.

—Eres la mujer más bella que he visto — mencionó acariciando mis pezones duros, yo solté un leve jadeo como respuesta a sus toques. — me encantas Luci.

Con mis manos torpes y temblorosas, empecé a desabrochar los botones de su camisa, su cuerpo tal y como me gustaba, ya empezaba a quedar desnudo ante de mis ojos, de algo estaba segura, jamás me arrepentiría de lo que estaba a apunto de hacer.

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