Violación

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Fui hacia la puerta y toqué unas cuantas veces, no sabría cuál iba a hacer la reacción de Mía, ella guardaba en su conciencia la felicidad de mi muerte, tal vez se sorprendería y lloraría sin consuelo o probablemente no haría nada y solo reiría. Pasaron unos segundos y la puerta se abrió dejando ver a una Mía un poco arreglada ¿Cuándo se había arreglado tanto? Llevaba una falda corta negra y un top rojo, en sus pies llevaba unos tacones negros altos acompañados con unos lazos al rededor de sus piernas.

—Vaya, vaya, vaya, miren no más quién está por aquí. — sonrió con superioridad — así que te hiciste la muerta ¿Para qué? ¿Para atrapar de nuevo a Richard? Que estúpida.

—Richard está muerto, igual que yo — susurré con una pequeña sonrisa traviesa — ahora será tu turno.

—Ay Lucí — soltó una carcajada — que graciosa eres, si viniste para reclamar a tu macho déjame decirte que él ahora es mío.

—Y dime ¿Por qué te gusta tanto? — pregunté tratando de pensar en una muerte a su gusto.

—¿De verdad quieres saber? — asentí — me gusta como me lo hace cada vez que yo quiera.

En un movimiento rápido até sus manos y pies, en su boca puse una cinta evitando algún grito o súplica de ayuda, ella parecía un poco asustada, pero trataba de mantenerse firme ante la situación. Salí de la casa con Mía al hombro, ésta trataba de zafarse golpeandome con sus manos atadas, pero por más que lo hiciera yo no la iba a soltar; Por otra parte, en mi mente ya rondaba la idea con la que Mía iba a hacer asesinada, tal vez era algo asqueroso y bajo, pero la vergüenza y pena no tenían cabida en mi corazón.

Subí al auto de Mía y la puse en la cajuela de éste, conduje hasta un lugar un tanto deshabitado por personas normales, para ser más específica aquí solo convivía gente loca con trastornos múltiples en sus cerebros y no quería ni pensar lo que le harían a Mía. Cuando la saqué de la cajuela ella empezó a gritar y a jadear mientras lloraba regando su fino maquillaje, pero la cinta evitaba que sus palabras sonarán muy suaves e incoherentes, la tomé de sus piernas y la arrastré hasta dentro del manicomio, nadie me podía ver así que solo se concentraron en Mía, los trabajadores no estaban debido a que era fin de semana, solo era Mía y ellos.

—No me dejes aquí — suplicó después de que quitara la cinta de sus labios. — éstos hombres me van a lastimar.

—¿No te gustaba Richard solo por sus encuentros íntimos? Pues aquí tendrás muchos.

Los hombres locos y desquiciados empezaron a acercarse a Mía, ésta aterrorizada solo lloraba y gritaba por ayuda. Aquellos hombres empezaron a rasgar su ropa desesperadamente hasta el punto de dejarla desnuda ante sus ojos, con mirada lujuriosa empezaron a violarla sucesivamente haciendo caso omiso al dolor que ella sentía en ese momento, para evitar una vista asquerosa decidí irme y volver al amanecer, para ese entonces probablemente Mía estaría muerta. 

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