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Yo me ahogo en botellas con vinagre.
Es la metáfora perfecta
para mi escepticismo y los aires de grandeza
que se llenan con acciones sutiles
al presumir mi escasa originalidad.

Y mis ganas de vivir
son perpendiculares a mi pereza.
Entre ellos se forma un nudo
y la vaguedad de mis ideas
no me lleva a ninguna parte.

¿Y qué si la rima se volvió asonante?
En mi mente hay pura fantasía discordante.
Nunca me había
preocupado tanto por mi identidad
y cada vez que me veo al espejo
solo surje un "¿dónde estás?".
Mi reflejo me miente,
ese no soy yo.
Si abro mis labios más me pierdo.

No sé dónde estoy.
No recuerdo
todos mis nombres
y el que más se repite
es el que menos me corresponde.
Algo tan frágil y dulce,
no, no me pertenece.
Quiero algo que refleje la crueldad,
aunque no sea cruel en realidad.

Me gusta estar perdido
y no saber dónde encontrarme.
Entre más me deprimo,
menos socializo
y más pienso.

¿De esto podré sacar una gráfica?
Todo lo aprendido es desechable.
Mis recuerdos son relativos,
entre más vivo me siento
las ganas de vivir se van extinguiendo.

Soy un humano frágil,
una niña de cartón;
aunque las lágrimas se sequen,
ya habrán causado un daño.

Y prefiero que me digan
"niña, niña.
Eres tan inmadura como una niña"
antes de aceptar mi realidad.
Mi mente es tan ambigua...

Nunca me ha gustado hablar de mí,
soy una persona callada.
Me considero fácil de entender,
sólo si has conocido todas mis metáforas.
Nadie ha podido hacerlo...
porque he borrado todos mis recuerdos
al publicar cada uno de estos versos.

No, no la necesito a ella.
Lo contrario al amor
podrá ser la indiferencia,
pero tanta insistencia
me ha llevado a odiarla.

La falta de emociones no es mala,
solo te vuelve más objetivo.
Y al ser objetivo te vuelves cruel
porque ya no piensas lo mismo
que ellos.

¿Merezco un castigo?
Mis recuerdos
están bloqueados
y no intento
recuperarlos.

Ellos dicen que he cambiado
pero lo cierto es que
«sigo cambiando»
y aunque sea débil,
esto no tiene que ser malo.

Pero lo malo y lo bueno
no caben en la balanza social,
son conceptos abstractos
que nadie nunca ha logrado descifrar
de forma exacta.

(I'm just a girl
with
mommy issues).

¿Y qué sentido tiene difundir esto
si nadie, nunca, me entenderá?
Tan sólo soy un espectro,
ahogándose en una botella con vinagre
que sueña con dragones y fantasmas.

Soy el dueño del circo de ratas,
la niña malcriada que vaga
por el sombrío mundo
de las miradas humanas
buscando
«razones para encontrar
su razón».

No lo entiendo.
Leo todo esto y no lo entiendo.
Las respuestas están al borde
del acantilado formado
por mi diminuta nariz.
No lo sé, quizás las piedras
han dejado huecos y mis tragedias
se han escapado de la caja de cartón.

¿Y quién soy yo
para definirme a mi mismo?
Si lo que fuí antes es mi ahora,
y lo que soy ahora será mi después.
¡No lo entiendo!

Porque entre «ser o no ser»
yo elijo tan solo vivir sufriendo,
porque morir me resulta patético.

Aunque la muerte,
ay, la divina muerte,
me tiene enamorado
de su fascinante tristeza.

Quiero vivir en un cementerio...
¿Realmente les doy miedo?
Las palabras que digo me resultan...
tan frágiles.
Quizás el acantilado también miente,
quizás el psicólogo solo asiente
ante los problemas presentados
y luego te dice «así suele ser la gente».

Si esto es la normalidad
prefiero morir internamente.
La duda aquí es:
¿seré capaz de imaginar mi propio funeral?
No quiero invitar a las personas
y solo
dejaré que mi consciencia se pudra
luego de fallecer
entre sobredosis de moral.

Quizás el propósito de seguir vivo
es estar en paz con los recuerdos.
Pero yo
estoy
sin
recuerdos.

Y mi identidad se contagia fácil de las modas,
y el «¿quién soy?» se pierde entre las olas
del señorito mar
y los versos que, perdidos,
se fueron con el viento.

Quizás sólo soy otro esclavo del tiempo
y mi único propósito es seguir viviendo
hasta que el oxígeno consuma mi cuerpo.
Hasta que el oxígeno envenene mi cuerpo.

Mi consciencia es desechable
y mis pensamientos
son irreales.
Estas fantasías ambiguas
se quedarán en prosas residuales.

Mis ideas quedarán tatuadas en los versos
que nadie, ¡nunca!, resolverá.
Así como los laberintos y lagunas
que al resto ahogarán, de forma similar
a la corona de papel que guardo
en el bolsillo izquierdo del pantalón.

(Mi poesía mejora cuando divago)

Y la vaguedad de mis palabras sobresale
entre esta abulia dominada
únicamente por versos vagos.
Sin enfuerzo ni trayectoria,
mi propósito no es la gloria.
Moriré y seré
olvidado por la historia.

He perdido el sentido nuevamente...

Soy sólo otro escritor decadente,
un dios omnipotente
encerrado entre virtuales papeles.
He convertido el agua en vinagre;
así se explica la acidez inevitable.

Y finalizaré esta metáfora
con un ensordecedor deseo de muerte.
Un deseo de morir internamente,
deseo de ser hiriente
en medio de letras frágiles.

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