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Capítulo 14

Comprando las rosquillas de siempre, Hazel subió a su apartamento con cierto alivio. Haciendo malabares con su café, su bolso y con su abrigo colgando del pliegue del brazo, cualquier esfuerzo por mantener el equilibrio fue en vano; el vaso fue directo al piso de madera.

— ¡Mierda! ¿Por qué tenías que caerte justo allí? ― se quejó mirando el líquido oscuro diseminado sobre la superficie lustrosa.

Maldiciendo su infortunio, corrió hacia la cocina en busca de un trapo húmedo para que la mancha no arruinara el parqué; lamentablemente, las gotas esparcidas por doquier, incluido el tapizado de su sofá, no saldrían fácilmente.

Contó hasta diez, luego hasta treinta y siguió hasta alcanzar los cincuenta. Necesitaba una buena clase de yoga que la pusiera en estado zen.

Masticando compulsivamente la rosquilla, lo único que se había salvado de la caída, presionó el botón de la contestadora encontrando dos mensajes de su amiga Kalsey. Ambos, en tono desesperado, deseaban dar con ella.

"¿Quién en esta época sale de su casa sin su móvil?", la regañaba la abogada. Lo cierto es que estaba sin batería.

Teléfono en mano, dispuesta a llamar a su amiga, se sentó en el piso junto a la mancha pegajosa y persistente.

— ¿Estás comiendo mientras platicas conmigo?¿Acaso no te han enseñado buenos modales? ― bufó entre risas ―. ¡No puedo creer que consumas carbohidratos y para colmo, no tengas un gramo de grasa! ― la letrada envidió a la distancia y luego, pasó a lo importante ―. Estuve tratando de localizarte porque hay un interesado en tu editorial.

— ¿Ya? ¿Tan rápido? ― casi se atraganta con el último trozo de rosquilla.

— Como te he dicho, primero quise ofrecerla dentro de mis contactos. Tengo algunos conocidos que hasta no hace mucho tiempo atrás buscaban expandir sus horizontes con la literatura para niños ― Hazel sonrió de lado. Asesorándose con expertos en medicina, pediatras y psicopedagogos, había logrado poner en el top ten de ventas en Reino Unido su primer libro infantil, el cual trataba sobre los trastornos de los niños al momento de dormir y el modo en que las pesadillas los perturbaban. A través de cuentos y relatos que les permitieran conciliar el sueño y crear una rutina en torno al descanso, había causado verdadera revolución en los padres modernos.

— Esa es una buena señal. Significa que alguien vio el potencial en lo que escribo y en lo que se hace en "Nutmeg" ― mencionó el nombre de su editorial, asociado al pequeño perro que las hermanas Daugherty tenían en Brighton cuando eran niñas.

— En realidad, no es que estuvieran tan interesados en el trabajo de tu editorial, sino que están a la caza de una firma que les sea barata y tenga gente idónea.

— Espera, espera... ¿estás diciendo que lo que buscan es mano de obra económica?¡Eso será una negociación desleal!

— Hazel, te sugiero que al menos escuches su propuesta. Puede que sea fructífero para la firma. Además, quizá sea el único modo en que tus empleados podamos seguir trabajando...― ese fue un golpe duro y bajo, pero entendible. La editora buscó serenarse, concediéndole el punto ―. Verás, estuve hablando con un colega que también es asesor dentro de una importante firma que, además, busca escritores. Es una buena oportunidad, piénsalo. Tenemos hasta mañana para decidir si viajamos o no a Birmingham.

— ¿Birmingham?

— Sí, Birmingham.

— Pensé que no nos moveríamos de Londres...― se quejó.

— Estamos a solo dos horas de automóvil, ¿acaso no confías en mi pericia al volante?

— No es eso, es que...no sé...pensé en ofrecernos a editoriales como Penguin Random House ― era pretenciosa, ambas lo sabían.

— Amiga, prometo no defraudarte. Permíteme manejar las cosas a mi modo, ¿no es lo que querías, que me encargase de todo?

— Sí...es cierto...

— Entonces, ¿les digo que estamos abiertos a una propuesta?

— Seee ― desinflándose como un globo, el primer gran paso estaba dado y eso, la aterraba.

***

Kevin había demorado más de veinte minutos en tratar de convencer al cabezota de su amigo que considerase la idea.

— Pedirán un precio exorbitante. No estoy dispuesto a continuar regalando mi dinero.

— No es un regalo, es una inversión. La operatoria es sencilla, sin riesgos: adquieres una editorial pequeña, con un grupo de gente que sabe lo que hace y problema solucionado. No tienes que preocuparte por andar haciendo una selección de personal que te haga perder tiempo.

— Si se trata de gente idónea, ¿por qué no les va bien?

— Porque a veces se necesita una cuota de suerte que no todos tienen. La mayoría de los mortales no tiene padres con una fortuna como la tuya ― touché―. Vamos, Evan, admite que es una buena opción, aunque no se te haya ocurrido a ti. He calado hondo en tu orgullo, lo sé, pero dame este voto de fe ― el empresario frunció cada centímetro de su rostro, haciendo cálculos mentales.

— ¿De dónde es la firma?

— Se trata de una editorial independiente de Londres. La dueña es una joven escritora que se mantuvo al tope de las ventas años atrás por haber escrito un libro infantil sobre el sueño y las pesadillas ― Evan ladeó la cabeza, aflojando tensiones. Quizás, le haría bien leerlo para lidiar con las suyas ―. No ha logrado el mismo éxito con el resto de sus publicaciones, en su mayoría, de divulgación científico pediátrica.

— No sé si sea redituable, nosotros manejamos otra clase de público.

— ¿Por qué no intentar algo distinto, Evan? Audrey se está llevando a muchos de los buenos, necesitas renovarte, mostrarle que estás vivo y que sigues teniendo buen ojo para los negocios ― el rubio presionó su pelota antiestrés con furia. Estuvo a punto de explotarla.

Frente al enorme ventanal de su oficina, miró hacia los canales característicos de la zona, la llovizna casi eterna, el tumulto en las calles y el tránsito de hora punta. Efectivamente, no era descabellado el razonamiento de Kevin.

Evitando dejarse llevar por un tonto sentimiento de revanchismo hacia Audrey, asumió que la estrategia de abrir el juego en esa dirección podía ser exitoso.

— Creo que estamos en condiciones de negociar ― finalmente tomó la sesuda decisión ―. Ponte en contacto con esta gente, dale plazo hasta mañana para una respuesta y convócalos a una reunión para los próximos dos días.

— Me alegra que tomes el toro por las astas.

— No quiero que se conozcan mis cartas antes de jugar, manejemos todo con discreción. Aun sospecho que pueda haber quedado algún topo aquí dentro.

— ¿No estás un poco paranoico?

— Nunca estuve más lúcido en toda mi vida.

***

Expectante por la respuesta que podía obtener de la editorial londinense, Evan llegó a su casa sorteando el tráfico con velocidad; debía llamar a su psicólogo y concertar una visita en cuanto tuviera organizada su agenda.

Sus ataques de ira y malhumor no eran cosas de las que estaba orgulloso; tomar medicación no estaba en sus planes.

Evan sentía un fuerte dolor de cabeza; las migrañas no habían desaparecido desde sus veinte años, cuando tuvo aquel desagradable accidente que lo marcaría de por vida.

— ¡Con que por fin apareces! ― Oliver se sonrió, sabiendo que su paciente era como el viento: iba y venía de golpe, un día soplaba fuerte y al otro, apenas susurraba. Estaba acostumbrado a lidiar con almas perturbadas, emocionalmente quebradas. No lo juzgaba, sino que conjuntamente, hacía más de una década que buscaban un camino que le llevara sosiego a sus días.

— Estuve ocupado.

— No sé por qué no me sorprende ― lejos de regañarlo, lo arengó a continuar con su relato ―. ¿Qué es eso que te mantiene lo suficientemente atareado que abandonas a tu psicólogo, así como así? ― que fuese gracioso le agrada a Evan: la capacidad que tenía de hacerlo sentir cómodo no era un detalle menor.

Poniendo el altavoz, comenzó a quitarse la ropa y la exigencia de toda la jornada laboral. Quedando en calzoncillos, puso a llenar la bañera para continuar la plática telefónica más relajadamente.

— Hace cuatro días firmé el divorcio. Legalmente, soy un hombre soltero.

— Te felicito, eso significa un gran avance. ¿Cómo te sientes al respecto?

— No siento...nada.

— ¿Nada? No solo se tienen sentimientos de felicidad o tristeza, Evan, existen los grises. Puedes sentirte aliviado, incómodo, incluso raro.

— Siento que me he quitado un peso de encima, pero es inevitable pensar en que he perdido mucho tiempo con alguien a la que solo le importó mi fortuna. Estoy...desilusionado ― ambos se conformaron con la respuesta. Él supo describirse a la perfección.

— Eso es reversible. Pero lo profundizaremos luego; en cambio, quiero saber cómo te sientes con respecto a ella, a Audrey.

— La sigo odiando ― resumió para disgusto de Oliver Thompson.

— El odio es un sentimiento despiadado y oscuro, tú no eres una persona así.

— Ah, ¿no? ¿Está seguro de ello?

— Evan, no mezclemos las cosas. Estamos hablando de Audrey y lo que ella despierta en ti ahora que ya no deben seguir peleando por dinero y bienes ― Evan finalmente entró a la bañera, disfrutando del agua templada y deliciosa. Pasando sendos brazos por fuera de la loza, mantuvo el teléfono a distancia conectándose mediante auriculares ―. Dime, ¿qué sentimientos te unen a tu ex esposa ahora que ya no hay vínculo legal entre ustedes? Y no menciones la palabra odio nuevamente, esfuérzate por responder algo mejor ― el empresario se rio de lado, dispuesto a cooperar.

— Siento...¿lástima?

— Explícate.

Evan inspiró profundo y exhaló del mismo modo.

— Ella siempre ha sido la buena en esta historia, la que soportaba mis pesadillas, mis jaquecas y mi mal genio. Se amoldaba a mis planes sin objeciones, lo daba todo de sí para complacerme. En todos los aspectos ― no dudó en decirlo, después de todo, su psicólogo lo conocía como la palma de su mano ―. Todo cambió para cuando nos casamos. Ella dejó de soportarme.

— No puedes juzgarla por no ser lineal en sus sentimientos.

— No, Oliver, ella nunca había sido realmente así, ella montó un personaje para lograr su cometido a posteriori: mi riqueza.

— ¿Y eso cómo se relacionaría con este sentimiento de lástima que expresas?

— Que nunca ha luchado por conseguir algo por mérito propio; de hecho, fundará una nueva editorial con muchos de mis empleados.

— Caray, eso si que no me lo esperaba.

— Prometió destruirme y llevar a la quiebra a "Ad Eternum".

— ¿Ha sido textual?

— Demasiado para mi gusto.

— ¿Y tú qué actitud tomaste en ese momento?

— Maldecirla y salir corriendo antes de comenzar a gritar barbaridades.

— Ya veo...¡muy conciliador de tu parte! ― dijo sabiendo que era una situación desgastante para su paciente.

Por muchos años, Evan no solo había tenido que lidiar con el accidente que protagonizaría junto a sus amigos, sino que, además, no podría superar que su novia de toda la vida, amiga y confidente, se transformara en la bruja de Blancanieves apenas pasada la noche de bodas.

Atravesando un largo y difícil proceso judicial que los llevaría a la firma definitiva del divorcio, él no se mostraba tan libre como ameritaba la situación.

— La pelea con Audrey era el combustible que tu vida utilizaba para seguir adelante ― reflexionó el profesional del otro lado de la línea. Evan le pidió que ampliara su concepto ―. Desde hace quince años que estás sumido en una relación con ella. Y hablo en presente porque hasta hoy, tu cabeza la continúa teniendo viva ― el rubio se reacomodó en la tina, atento ―. Verás, existe un hilo invisible que une a las personas. Tú, aun sostienes mantienes el lazo. En un principio, porque eras su novio y te sentías a gusto con su "antigua Audrey". Luego, al casarte con ella, profundizaste esa relación, proyectaste una vida a su lado. Cuando las cosas se tornaron insostenibles, el hilo dejó de ser un lazo continuo sino que comenzó a formar un tenso nudo. Pues ahora, es el momento de cortar el hilo, sin importar en qué tramo está ese nudo. Si continúas enfurecido con ella, si sigues atento a sus proyectos y berrinches, nunca podrás ser capaz de ver más allá de Audrey. Debes aprender a dejarla ir, te aseguro que es reconfortante ― y realmente lo era, como esa conversación. Fue entonces, que Evan le habló sobre sus nuevos proyectos.

— Kevin me ha propuesto comprar una pequeña editorial con pocos empleados, lo cual me permitirá contratar personal calificado, sin mucho esfuerzo. Gente que conoce del tema, ¿me entiende?

— Por supuesto que sí y creo que es una brillante idea ― Evan roló los ojos, le parecía estar escuchando a su amigo ―. ¿Y cómo vas con eso? ¿Te entusiasma?

— Cuando me lo propuso lo desestimé de plano; me parecía un proceso costoso. Es probable que esa gente estuviera a la espera de una mejora salarial que yo no estaba dispuesto a negociar. Pero me convenció de que lo que necesito ganar es tiempo: adiestrar empleados nuevos, hacerle ganar rodaje profesional a personas no calificadas, puede ser contraproducente. La editorial se ha presentado en quiebra, es probable que acepte una baja oferta, incluso.

— Debes tener cuidado con eso.

— ¿En qué aspecto?

— La gente no es un número y ya. A las personas hay que valorarlas por su contenido humano y académico. Es lógico que peleen por conseguir un salario digno independientemente de la oferta que le hagas al dueño de la firma por el "paquete" completo.

— Entiendo...entiendo...

— ¿Y qué es lo que te produce miedo? ¿Por qué noto un dejo de duda en tu voz? ― le leyó sus intenciones.

— No quiero fracasar, otra vez.

— Deja de pensar que las cosas que salen mal son fracasos, Evan. Las cosas malas también pueden ser buenas; de todo podemos obtener un aprendizaje. Todos tenemos una misión en esta vida, la tuya, quizás, sea lidiar con el éxito, con la envidia ajena, con el poder incluso, con la frustración ― el dueño de "Ad Eternum" tragó fuerte, nunca se lo había planteado de ese modo ―. Tómalo como un punto de partida, aprovéchate de las ventajas de este nuevo negocio. Dime, ¿en qué te beneficiaría comprar esta editorial?

— Contratar personal calificado de inmediato, cubrir puestos importantes que se fueron junto a Audrey, apuntar hacia una clase de público particular al que jamás habíamos tenido en cuenta.

— ¿Eso no es maravilloso?

— Pues...creo que es un gran golpe de efecto.

— ¿Y eso no te estimula?

— Si.

— ¡Entonces demuéstraselo a tu tono, hombre! ― el terapeuta le sacó una carcajada contra su voluntad, pero estaba en lo cierto ―. Ahora dime, ¿hace cuánto que no invitas a una mujer a cenar? Y no hablo de llevarla la cama para tener sexo casual, Evan ― le ahorró la respuesta rápida. Hacía mucho tiempo que no se permitía disfrutar de los placeres simples de la vida.

Realmente no recordaba si después de su esposa alguien más había dejado el calor de su cuerpo impregnado en sus sábanas por más de una noche seguida.

— Han transcurrido casi tres años desde que dejaste de compartir una proyectos y una idea de familia con tu ex pareja, es momento de pensar en ti. Eres joven, atleta, apuesto, sano...debes quitarte el velo que nubla tus ojos. Permítete ser feliz, deja ya de castigarte por lo que pasó y de lo que ya no hay marcha atrás.

Evan admitió que Thompson estaba en lo correcto, pero aun le costaba procesarlo.

— Detállame, ¿qué es lo que te gustaría encontrar en una mujer? ― Oliver fue inteligente, sacándolo de la zona de confort, le planteaba un enfoque distinto al mismo tema. Poco hablaba Evan de las cosas que le agradaban más allá del impacto visual. Desde el fin de su relación con Audrey, nunca había pensado en la posibilidad de formalizar y volver a enamorarse. Le parecía una posibilidad lejana e incluso, intangible.

— Quisiera no fuera una estafadora emocional, una desvergonzada ventajera ― mirando un punto fijo en el azulejo del baño, buscaba describir lo opuesto a su ex ―. Me agradaría salir con una mujer que sea divertida, que no tema equivocarse en público y que pelee por lo suyo. Una mujer con valores, íntegra. Una mujer con la que pueda hablar con apenas mirarnos... ¿peco de pretencioso? ― dejando la pregunta flotando por el aire, su psicólogo recogió la duda.

— En absoluto, si eso es lo que crees que te hará feliz, pues búscalo y ya. Nadie puede garantizar que lo encuentres, pero el camino hasta conseguirlo, es interesante ― cerró el dilema y hablando de temas menores que no representaron mayor carga emocional, Evan agradeció haber llamado a ese gran licenciado que le hacía tan bien a su vida.


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Nutmeg: en inglés, nuez moscada.

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