Adelanto del Capítulo Cuatro de Marvel Apocalipsis Spidy'scut

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¿Qué hace un hombre de leyes? ¿Un hombre de justicia? ¿En un mundo desolado? Un mundo lleno de anarquía en su estado más puro. Un mundo donde cada individuo hace lo que quiere. Matar. Violar. Cometer los actos más impuros e impensables sin un castigo. Un hombre de fe en una ciudad que no hace más que recordarle que el progreso y el futuro, no fueron más que el sueño de algún pobre idiota, el cual cometió el acto ignorante de creer en el bien común. Que las layes. La visión. La moral. La ética. Que todo llevaría a la humanidad a un mundo mucho más puro del que le toco vivir. Y saber, que aquel idiota, fue él. ¿Qué hace un hombre así?, ¿en un mundo así? La respuesta es más sencilla y obvia. Si no se ha colgado, o pegado un tiro. Lo que hace es caminar. Viajar por las carreteras fantasmas en busca de auxiliar al que lo necesite. Defender a aquellos pobres vestigios inocentes que han quedado en aquel mundo tan bruto. Steve Rogers, el que alguna vez se enorgulleció de ser el Capitán América; vagaba solo por las calles. Su famoso traje lleno de estrellas y colores; era remplazado por una remera negra de manga larga, unos pantalones y botas militares. Su flamante escudo que siempre lo acompañaba, símbolo del ideal más puro; había sido remplazado por una mochila verde oscuro, llena de latas, una que otra pistola, y una sola ametralladora sobresaliente de la parte de arriba. Teniendo también en una funda puesta en su lado derecho del muslo, un cuchillo del mismo rango que su vestidura. Su rostro el cual reflejaba confianza, esperanza; un líder. Ahora, estaba cubierto por una barba y un pelo desarreglado. Siempre caminando. Siempre agotado. Los días se habían vuelto una repetición del anterior. Y aquel preciso día, que se encontraba trastabillando al caminar, era señal de su rogado fin. No porque estuviera herido, hambriento o sediento. Era porque se había quedado sin propósito. Y su cuerpo, era el que ya quería parar. Pero Steve no iba a parar, él iba a seguir caminando. Incluso cuando un muerto viviente—representación de la humanidad—, quiso interponerse; terminó por caer cuando Rogers solo se irguió un poco a su derecha. Él escuchaba los aullidos del muerto, gateando en busca de su carne. «¿Quién eres» se preguntó en su mente.
«Nadie» se respondió. «¿Quién eras» volvió a preguntar. «Un soldado» aseguró, en un amargo recuerdo.

—¡Corran! —el gritó de un hombre masculino; no muy lejano lo saco de su trance.

Alguien necesitaba ayuda. Y como lo haría en antaño. Como lo hace ahora. Se encaminó hacia el origen del grito. Este mundo le quito amigos, familia y un sueño. Pero jamás. Jamás podría quitarle el quién era él. ¿Y quién era él? Un idiota

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