𝐢. THE MAN IN A SUIT

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· 。゚☆: *.☽
A F T E R  D A R K 

· 。゚୧ ⋆. 𝗧𝗛𝗘 𝗠𝗔𝗡 𝗜𝗡 𝗔 𝗦𝗨𝗜𝗧. ₊˚.༄
ACTO UNO ━━━ CAPÍTULO UNO,
¿quiere jugar a un juego conmigo?

꒰* TW:
ligero smut y palabras vulgares *꒱


𝓟ark Ji-Yoo siempre se ha considerado a sí misma como inteligente, más que lista. ¿La diferencia? No es mucha. Pero le gustaría pensar que es bastante.

Pero ahora mismo, no estaba precisamente en sus cabales.

Ji-Yoo estaba sentada en una estación de tren, esperando a que llegara el siguiente tren, ya que había perdido el anterior porque un carterista le había robado la cartera. No entendía por qué seguía allí, de todas formas no tenía dinero para el tren.

Habría ido andando a casa, ya que no estaba tan lejos, pero estaba cansada.

Ji-Yoo estaba hablando por teléfono cuando alguien se sentó a su lado, movió los ojos para mirarlo. Era un hombre bastante guapo, llevaba un traje elegante y un maletín.

Rápidamente apartó los ojos de él cuando este volvió la cabeza hacia ella. El hombre se inclinó para hablarle.

—Hola, señorita. ¿Puedo hablar con usted?

Ji-Yoo giró la cabeza hacia él, sorprendida. ¿Por qué querría este hombre extremadamente guapo hablar con ella, de entre toda la gente?

—Eh. . .  ya está hablando conmigo, así que supongo que sí.

El hombre le dedicó una pequeña sonrisa.

—¿Quiere jugar a un juego conmigo?

Normalmente, habría dicho que no y se habría marchado por todo eso del "peligro con los desconocidos", pero tenía curiosidad. Además, no tenía nada que perder en ese momento.

—Depende de a qué juego —respondió Ji-Yoo, lo que hizo que el hombre del traje sonriera, haciendo que Ji-Yoo tragara saliva ya que le daba un poco de miedo. Sexi pero espeluznante. . eh.

Abrió su maletín y se lo mostró, Ji-Yoo apagó su teléfono cuando vio el contenido de la maleta.

Tenía un fajo de diez mil wones coreanos y dos fajos de sesenta mil, así como dos papeles de colores doblados en cuadrados.

Ji-Yoo estuvo tentada de no alargar la mano y coger el dinero, pero se contuvo inmediatamente. Eso sería medianamente irrespetuoso, pero de verdad quería el dinero.

—¿Está familiarizada con el ddakji? —preguntó él mientras levantaba un cuadrado azul y otro rojo. Ji-Yoo se limitó a asentir como respuesta, conociendo muy bien el juego—. Juegue unas rondas de ddakji conmigo —ofreció—. Y cada vez que gane, le daré 100,000 wones.

Ji-Yoo entrecerró los ojos.

—¿Y si usted gana?

Su sonrisa espeluznante creció.

—Entonces deberá pagarme la misma cantidad.

—Pero yo no tengo 100.000 wones.

—Entonces, en lugar de que me pague dinero, recibirá una bofetada.

«¿Una bofetada en el culo por cada vez que pierda?», Ji-Yoo reflexionó en su cabeza. «No, Ji-Yoo, eso está mal. ¡Es un desconocido! Pero uno que está muy bueno.»

Ji-Yoo suspiró en derrota.

—Bien. Jugaré con usted.

—¿Rojo o azul? —le tendió los dos cuadrados con una sonrisa de satisfacción en la cara.

«Te maldigo por ser tan sexi, espeluznante hombre trajeado.»

Ji-Yoo siempre amó el color rojo, era su color favorito. Pero siendo la zorra estúpida que es, cogió el azul.

Los dos se levantaron, él colocó el cuadrado rojo en el suelo y Ji-Yoo respiró hondo. Levantó su brazo en el aire y lo lanzó, sólo para que no volteara el de él.

—¡Maldita sea! —maldijo.

El señor Sexi recogió el cuadrado rojo y le hizo un gesto para que se alejara, ella obedeció y vio cómo lo tiraba al suelo, volcando el suyo.

Incluso si ella perdió, él se veía extremadamente caliente mientras ganaba.

Ji-Yoo giró la cabeza hacia él, sólo para descubrir que ya la estaba mirando.

—¿Por qué me mira de esa...? —fue cortada por la mano de él haciendo contacto con su mejilla, lo que la hizo terminar en el suelo.

Ella definitivamente no se esperaba eso.

—¡¿Qué cojones, tío?! —se levantó rápidamente—. ¡Pensé que querías abofetear mi culo, no mi cara!

Ji-Yoo se burló cuando él sólo se río lentamente. Tomó con rabia el cuadrado azul.

—Otra ronda.

Bofetada. Bofetada. Otra bofetada. Bofetada. Bofetada. Una vez más, otra jodida bofetada en la cara.

Resopló y se levantó, ahora con la mejilla extremadamente roja.

—Sabe, creo que me gustaría más que me diera una bofetada en el culo en vez de en la cara. Podría doler menos.

Como el hombre no contestó ni reaccionó, Ji-Yoo lo fulminó con la mirada mientras lanzaba el cuadrado azul, y como cada vez que lo lanzaba, su cuadrado rojo no se volteó.

—¡Joder!

La gente que pasaba por allí los miraba con confusión al ver que un hombre de mediana edad abofeteaba a una mujer joven en la cara.

El hombre del traje cogió su cuadrado y lo lanzó, y por supuesto, como cada vez que lo lanzaba, su cuadrado azul se volteó. Ji-Yoo apretó la mandíbula y se enfrentó a él, preparándose para otra bofetada.

La sonrisilla en su cara no desapareció en ningún momento, lo que la irritó mucho.

—Sabe, en realidad me siento mal por usted.

Ella parpadeó, extrañada.

—¿De verdad?

Él asintió y dio un paso hacia ella.

—¿Qué tal si cambiamos el castigo, hm?

—Dios, sí. Estoy muy cansada de recibir bofetadas —suspiró aliviada Ji-Yoo—. ¿Qué tiene en mente? Por favor, no elija algo peor que recibir una bofetada porque ya he tenido suficiente.

—Creo que le gustará el pago que se me ha ocurrido —se acercó aún más a ella, estaban a pocos centímetros de un beso.

Espera. ¿Iba a besarla?

Parece que su suposición era correcta, ya que él se inclinó y unió sus labios a los suyos, envolviéndola en un beso. Él se apartó primero y dio un paso atrás, esbozando una sonrisa burlona ante su expresión de estupefacción.

Ji-Yoo había tenido algunos novios antes, pero ninguno de ellos podía compararse con el beso que le acaba de dar este hombre. Aunque haya sido corto y no tuviera sentido, fue sin duda el mejor beso de su vida.

—Eh. . . —Ji-Yoo se quedó sin palabras, no podía creer que la acabara de besar.

Sin embargo, tenía razón. Efectivamente, eso le gustaba más que recibir una bofetada.

Durante todo el tiempo después de eso, Ji-Yoo evitó el contacto visual con él. Aunque, a diferencia de la primera vez, Ji-Yoo le correspondió el beso cada vez que él la besaba cuando ganaba, que era todo el tiempo.

Hubo una vez en la que los dos se pusieron tan cachondos en el beso que él llegó al punto de quitarse la chaqueta del traje. Pero, por fin entró en razón y lo detuvo antes de que se desnudara por completo.

Ji-Yoo se lamió los labios hinchados y cerró los ojos, lanzando el cuadrado con todas sus fuerzas. Cuando abrió los ojos, su boca se abrió de golpe.

Volteó su cuadrado, ganó.

Ji-Yoo gritó de felicidad y saltó arriba y abajo, el hombre aplaudió su éxito.

—¡Oh, Dios mío, he ganado! ¿Ha visto eso? ¡Le he ganado! —Ji-Yoo sonrió. Fue a agarrarle la cara y a besarle, pero la paró extendiendo su mano hacia ella. Miró hacia abajo y su sonrisa cayó ligeramente al ver el dinero.

Estaba tan concentrada en ganar que se había olvidado del dinero.

—Oh —susurró Ji-Yoo mientras tomaba los billetes de su mano—. El dinero.

Ji-Yoo se acercó al banco y se sentó, contando el dinero con una pequeña sonrisa en la cara. Aunque no recibiera más besos de él, tenía el dinero, y eso era algo bueno.

—Sabe —empezó—, hay una manera de ganar mucho más dinero.

—¿Esto implica también recibir una bofetada en la cara o un beso en los labios? —preguntó JI-Yoo en broma, lo que hizo reír al hombre.

—Ajá, probablemente no —se levantó y se puso delante de ella. Ji-Yoo levantó las cejas al verlo, ¿iba a besarla otra vez?

»Señorita Ji-Yoo.

Ji-Yoo se puso de pie y lo miró escandalizada.

—¿Cómo sabe mi nombre? Nunca le dije mi nombre.

—Su nombre, Park Ji-Yoo. 20 años. Fue a la Universidad Nacional de Seúl, pero lo dejó cuando su madre Cho Ji-hae falleció, lo que ocurrió hace dos años. Trabajaba en una heladería pero la despidieron hace unos días. Intenta contactar con su padre pero él no sabe que existe. Debe casi 500 millones de wones coreanos al banco.

Ji-Yoo se quedó boquiabierta, acababa de decir toda su biografía allí mismo.

—¿Cómo sabe eso? —le preguntó pero él no respondió—. ¡Acosador! ¡Déjeme en paz! —le gritó Ji-Yoo pero a él no le importó.

Justo cuando ella estaba a punto de alejarse, el hombre sacó una tarjeta del bolsillo de su traje.

—No nos quedan muchos huecos libres.

Ji-Yoo cogió la tarjeta de mala gana y la inspeccionó. Era una tarjeta marrón con tres formas: un círculo, un triángulo y un cuadrado. Al darle la vuelta, vio unos números; un número de teléfono.

¿Acaba de darle su número?

—Piénselo.

Los ojos de Ji-Yoo le siguieron mientras se alejaba de ella y entraba en el tren, se giró para mirarla y le guiñó un ojo justo cuando se cerraron las puertas.

Volvió a sentarse en el banco y miró el dinero que tenía en las manos, desviando la mirada hacia la tarjeta. Como es una chica curiosa, Ji-Yoo sacó su teléfono y marcó el número.

Esperó hasta que la persona al otro lado contestó.

Hola. ¿Quién llama?

—Hola. Soy la chica con la que jugaste hace unos minutos, me diste esta tarjeta con un número —respondió Ji-Yoo, rebotando la pierna mientras miraba la estación de tren, pensando en cómo había vuelto a perder el tren.

¿Desea participar en el juego? Si desea participar, por favor, diga su nombre y fecha de nacimiento.

Oh, si sólo Ji-Yoo no hubiera respondido a esa pregunta, entonces quizás no habría muerto.

𝓙i-Yoo esperó en la dirección que le indicaron. Bajó la mirada a su teléfono.

—Deberían estar aquí en cualquier momento. . .

En ese preciso instante, una furgoneta negra de aspecto sospechosa se detuvo frente a ella. La ventanilla del asiento del copiloto se bajó y alguien con un mono rojo y una máscara negra con un triángulo blanco estaba sentado en el asiento del conductor.

—¿Señorita Park Ji-Yoo? —preguntó el hombre enmascarado.

Ji-Yoo se acercó a la furgoneta.

—Eh, sí. Soy yo.

—¿Contraseña?

Tragó saliva y se movió incómoda, tal vez esto era una mala idea.

—Luz roja, luz verde.

La puerta del coche se abrió y Ji-Yoo fue a entrar, pero se detuvo al ver que había un montón de gente durmiendo dentro. Decidió no cuestionarlo y tomó el único asiento disponible.

Antes de que pudiera decir o hacer nada, un extraño gas escapó por los lados del coche y empezó a tener sueño. Lo siguiente que supo fue, que se desmayó.

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