Capítulo 23.

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Los próximos días, después de la revelación que Máni le hizo a Darius, se quedó pensando en lo que pudo haber sido de su vida si Eidar siguiera vivo. ¿Se hubieran llevado bien? ¿Eidar lo hubiese protegido? No dejaba de preguntarse y cuestionar sus propias decisiones, su propia personalidad.

    Cuando regresaron al mundo élfico en Svartalfheim, decidió someterse al duro entrenamiento que los guerreros más fuertes de Alfheim practicaron para ser los mejores. Elentari aceptó darle su tiempo para pensar con la condición de avisarle a Caranthir todo el tiempo sobre dónde iba a estar y lo hizo, fue obediente en todo momento.

    Al menos una semana se quedó en Alfheim antes de juntar el valor suficiente para acercarse a la fuente de agua principal de la plaza. Según las palabras de Darius, es una figura a tamaño real de Eidar que decora el centro, el agua sale de sus manos extendidas hacia adelante, como si te ofreciera un abrazo; su cuerpo está cubierto por una túnica real de color blanco y una tela negra que cae sobre sus hombros con las runas grabadas. Dijo que hasta en los tiempos actuales los elfos siguen dejando flores en la fuente.

    —En memoria de Eidar, hijo de Surtur e hijo de Elentari. Gracias por ser nuestra luz en la oscuridad —leyó Darius en la placa del suelo y apretó la mandíbula con celos—. ¿Si eras tan bueno por qué te moriste? Idiota.

    —Sin su muerte, tú no estarías aquí, Darius.

    El príncipe se dio la vuelta cuando escuchó la voz calmada de su tío e hizo una reverencia respetuosa. Sintió vergüenza de ser escuchado por alguien más, pero no se retractó. Miró los ojos fríos de Caranthir, su mirada era difícil de leer. Siempre le costó entender a su tío; sabía que era el mejor amigo de Surtur y que Elentari lo amaba, que todos lo hacían porque era un excelente rey y más encima, un elfo fiel a los suyos. Pero ¿le era fiel a Darius también? ¿Lo veía como un reemplazo de Eidar?

    —No es justo, su Majestad —dijo Darius, mirando la figura de Eidar de nuevo—. Todos lo aman, pero ¿a mí? Solo recibo reverencias forzadas, sonrisas vacías y simples comentarios. ¡Soy el príncipe Darius! ¡Soy el heredero de Svartalfheim! Mis padres son...

    —Ese es tu error, Darius. —Caranthir lo interrumpió con su voz calmada todavía y luego lo miró impasible, hurgando en su interior a través de sus ojos— Tu hermano se ganó el respeto y el amor de todos con méritos propios. Exprimió su depresión para convertirla en fortaleza, ¿tienes idea de su historia acaso?

    —Su Majestad, con todo respeto, Eidar no es mi hermano. —Darius hizo una mueca de desagrado— No lo conozco.

    —Lo conoces. —El rey sonrió apenas cuando vio el rostro confundido de su sobrino— Una parte de él está en tus padres, les cambió la vida, sobre todo a Surtur, pero eres muy joven para entender la realidad. No te concentres en guardar rencor a tu hermano, Darius, porque si él estuviera vivo te amaría con su vida por el simple hecho de ser tú.

    El príncipe sintió que su corazón se encogió un poco y se llevó la mano al pecho para intentar calmar su propia sangre, evitó que fluyera con tanta rapidez porque le dolía y tenía miedo. Mirar la imagen de alguien tan importante como Eidar no solo le causaba envidia y miedo, también sentía un poco de calor en su interior frío. ¿Tenía sentido extrañar a alguien que nunca conoció? Porque eso era ese pequeño calor, la añoranza de algo que nunca tuvo, pero que podría haber tenido.

     Bajó la mirada hasta la placa y en un movimiento involuntario pero sutil tiró de sus labios hacia abajo, sintió un pequeño temblor y frunció el ceño cuando sus ojos empezaron a picarle. ¿Por qué sentía dolor si nada lo lastimó? Un suspiro salió de sus labios y se tapó la boca.

    —¿Por qué me duele tanto? —preguntó con temblor.

    Caranthir inclinó su cabeza hacia el costado izquierdo, miró la placa conmemorativa y de reojo le prestó atención a su sobrino. Agarró su hombro con un tacto suave, su piel pálida casi brillaba a comparación del grisáceo Darius.

    El príncipe se apartó las lágrimas con la manga de su camisa blanca, dejando una pequeña evidencia negra, y miró a los guardias élficos que estaban parados a dos metros de distancia, sus miradas estaban fijas en el rey y no en él. Darius no era importante para ellos ni significaba una amenaza.

    —Te quitaron un hermano, Darius, no olvides eso —dijo su tío. Con su dedo índice levantó la mandíbula de Darius—. No entrenes para ser un guerrero más en mis tropas, entrena para proteger a tu madre como lo hizo Eidar y para destruir a tus enemigos. No olvides jamás que fueron los jotnar quieres mataron a Eidar.

    —Me quitaron un hermano —repitió y su mano derecha tembló bajo la manga suave—. Le quitaron un hijo a mis padres y te quitaron un sobrino. Quitaron a Eidar del mundo.

    —Recuerda mis palabras, sobrino. Si Eidar estuviera vivo te amaría, te protegería y serías todo para él. Su tesoro más preciado.

    Tú y yo lo sabemos gracias a Surtur, pero en ese momento Darius no tenía idea de que Eidar no creció con hermanos que lo aprecien cuando era niño, sino hasta muchos años después, y él no quería cometer esos errores nunca. Hubiera cuidado a Darius y buscaría su comodidad sobre todas las cosas, lo acompañaría a cada paso y sería su soporte para continuar. Sería el hermano que nunca pudo tener y que, lamentablemente, Darius tampoco.

    —Quiero ser el mejor —murmuró el príncipe y miró fijamente los ojos de su tío, resistiendo la tentación de desviar la mirada—. ¿Puede enseñarme, Su Majestad? Usted ha educado a mi padre y es uno de los mejores.

    —¿Uno? ¿A quién más ves? —Caranthir entrecerró los ojos con sospecha.

    —Mis tíos oscuros —contestó y apretó la mandíbula al pensar en ellos—. Malevjörn ahora es la mano derecha de mi padre y ha demostrado una lealtad real por mis padres, además de haberme cuidado. He visto su poder y la forma en que manipula su propio cuerpo para hacer y deshacer como quiere.
    »Ryndíh, a diferencia, me causa malos pensamientos y creo que es malo. Sé que tiene muchas diferencias con mi familia y ni siquiera quiere que lo llame tío, pero va más allá de eso. Desde niño no puedo verlo sin sentir que está haciendo algo realmente malo a nuestras espaldas, alto está planeando y nos costará la vida a todos, Su Majestad —dijo, bajando la voz—. Creo que alteró los pergaminos que mi madre envió a Asgard hace dos días. Lo vi con ellos en la mano, pero me dijeron que solo los envió por orden de mi madre.

    —Darius, ¿qué estarías dispuesto a hacer si Ryndíh representa una amenaza para tu familia y para tu mundo? —preguntó Caranthir. Con un gesto suave pasó sus manos por las mejillas de Darius, compartiendo una sensación de calidez mientras el césped de la plaza creció un poco bajo sus pies.

    Los ojos grises del ljósálfar lo cautivaron y por largos segundos, Darius olvidó todo a su alrededor e incluso a sí mismo, no había nada más que aquella mirada de luz cegadora, cuyos párpados caían suavemente en una expresión relajada, abandonando cualquier sentimiento de descontrol. Caranthir usó su rostro para manipular a su sobrino, del mismo modo en que manipuló a todos los demás.

    —Mientras yo exista para impedirlo, Su Majestad, ninguna amenaza perdurará.

    —Es bueno oír eso —dijo una voz grave y un poco ronca a sus espaldas.

    Caranthir levantó la mirada con una sonrisa suave al reconocer ese tono serio y Darius se dio la vuelta con rapidez para mirarlo. Surtur se acercó sin hacer ruido con sus pasos, enseñando las cicatrices nuevas en su torso desnudo, mientras se rascaba la nuca e hizo una mueca de cansancio, sus ojos se mantuvieron entrecerrados debido a la cantidad de luz que golpeó su rostro.

    —Su Majestad —saludó Darius a su padre, mirándolo con admiración y sorpresa. En el fondo, pensaba que nunca volvería a verlo.

    —Darius —murmuró, bajando la mirada. Su hijo llegaba a la altura de su cuello—. Mi reina dijo que estabas aquí. Tengo algo para ti.

    Surtur relajó la mirada al sentir a Caranthir estrechando de forma amistosa su hombro y con la mano derecha señaló las sombras de un árbol cercano. De ellas emergió algo deforme hasta adoptar la forma de un lobo grande y gris, su cuerpo parecía humear bajo la luz del sol y sus ojos eran de un intenso color azul, sin pupilas en el medio. Se acercó con cautela hasta Surtur y miró directo a los ojos de Darius.

    —Lo creé a partir de Ehwaz y Sowelu.

    El príncipe desvió su atención del lobo a su padre y de nuevo a la sombra, así varias veces, confundido y un poco aterrado. La criatura era más grande que un lobo normal, diez centímetros menos que Darius midiendo un metro, setenta y ocho.

     —¿Tienes nombre? —preguntó Darius y sintió un escalofrío al conectar de nuevo con la mirada de la sombra. El lobo negó moviendo la cabeza— Serás Ansgar.

    —Lanza de dios —tradujo Caranthir con curiosidad. El rey Blanco miró a Surtur de manera cómplice—. ¿Gustas pasar a tomar algo de sangre, Surtur?

     El rey oscuro miró de reojo con cierto interés y vio a Darius acariciando al animal para comprender cómo se sentía, si desaparecía o si era traspasable.

    —Los ljósálfar no comen animales, ¿cómo tienes sangre? —preguntó ronco, mirándolo a los ojos. Caranthir sonrió con malicia y arrugó la nariz— No es animal —murmuró en voz baja, comprendiendo y sonrió también para enseñar sus dientes afilados.

     El rey Blanco ensanchó su sonrisa con fingida inocencia. Surtur se inclinó hacia adelante para acariciar la espalda de su hijo, aunque el tacto no fue realmente agradable para los dos.

    —Darius, ¿por qué no le enseñas Alfheim a Ansgar mientras me pongo al día con tu tío? —preguntó, escondiendo el tono autoritario en su voz.

     Su mirada fue suficiente para que el príncipe obedeciera sin quejarse ni hacer preguntas y Caranthir le hizo una señal a dos elfos para que se mantuvieran cerca de ellos para cuidarlos de cualquier cosa. 

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