Capítulo 29.

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

El alma atormentada que reside en Ansgar sintió el mismo miedo y dolor que sufrió cuando fue muerto por su propio padre cuando todavía era un humano, uno como yo. ¿Habré conocido a Ansgar cuando él todavía vivía? No lo sé, pero lo conozco ahora. Al menos mientras sigo vivo y no sé qué pensar, tal vez para ti no es la gran cosa porque solo te lo cuento y no lo has vivido. Espero que cuando leas todo esto ellos ya no estén, que todos estemos muertos, menos tú. Yo soy cómplice. Terminé siendo uno.

   Ansgar retrocedió bajo las sombras del gran árbol cuyas raíces partían la tierra y empezaron a crecer cuando las vibraciones de Surtur chocaron contra los poderes de Thor. El lobo quiso ayudar, pero no podía avanzar hacia la luz. Estático y aterrado, vio al dios Freyr cargar a Elentari entre sus brazos mientras se dirigía al punto más iluminado de la plaza principal.

   Alrededor de ellos se formó casi un escudo de ulfhednar que se lanzaban mutuamente las cabezas de los dverger, riéndose como si aquello fuese un simple juego de cacería inocente, como si haber destrozado el cuerpo de más de diez enanos fuese algo de lo que estar orgulloso. Ansgar olió la sangre y las lágrimas que los enanos soltaban aún estando separados de su torso. Uno dvergr hizo contacto visual con Ansgar en el momento en que un ulfhednr le atravesó el pecho con su hacha de guerra y lo partió a la mitad, la sangre marrón tiñó el verde césped. Los gritos se agudizaron y todo se volvió lejano.

   Levantó la mirada hacia Freyr de nuevo cuando se quedó quieto y acarició el rostro de Elentari hasta que ella despertó. No peleó para bajarse, respiró profundo y reconoció aquel aroma dulce del dios.

   —Min herre —saludó la reina con voz suave. No tenía miedo, no con él. Grave error.

   —Mi más perfecta descendiente —susurró el dios—. ¿Qué has hecho, min måne? —preguntó, sin dejar de acariciar su mejilla.

   ¿Sabes lo que significan esas palabras? Ansgar fue testigo de lo que realmente sucedió y Surtur confirmó el hecho. Aquellas palabras tienen un significado que solo un ente usó con ella, en el Yggdrasil solo uno le decía 'mi Luna' a Elentari.

   Y si no lo entendiste aún, déjame decirte que ella sí. Reaccionó de manera violenta para que Freyr la soltara y cayó en el barro, su vestido quedó manchado, además de mojado. En palabras de Surtur, su reina nunca fue amiga de la suciedad, pero en ese momento nada importó, ni siquiera la suciedad aferrándose a sus brazos o su cuello.

   —Elentari, nuestra querida Luna... Espero que hayas disfrutado tu dosis de luz —dijo Freyr, acercándose un paso—. Es hora de recibir la consecuencia de tus actos.

   —Hva snakker du om, min herre? —preguntó la reina con preocupación. Se levantó del barro con las manos levantadas mientras absorbía las partículas de luz sobre ellos, sus palmas fueron envueltas por un tono verde— No puede desconfiar de mí, no después de haber dedicado mi vida a seguir sus palabras y entregar tres hijos bajo su sello.

   —Eidar fue bien recibido desde el primer día, pero los otros dos... Luz mía, en la sangre de Darius corre el dominio de los oscuros y la destrucción, no está la fortaleza de nuestra magia en él —contestó. Arrugó la nariz y dio otro paso más adelante—. ¿Y tu tercer hijo? ¿Te refieres a ese lamentable lobo que antes fue humano? Eso no es más que una sombra de lo que solía ser, no lo consideres parte de ti. Del Ginnungagap ha nacido y allí volverá cuando hayamos terminado con esto.

   —Esto no es justo, Freyr. ¡Somos inocentes, ha sido Ryndíh quien provocó esto! Nosotros no hemos hecho nada en contra de ustedes, ¡el castigo lo merece Ryndíh Tyresson, un dökkálfr.

  —¿Sabes por qué existen los elfos oscuros, mi bella luz favorita? Porque yo creé a los elfos de luz y se reprodujeron con esos malditos gusanos de tierra. ¡Mezclaron la luz con la oscuridad de los enanos y nacieron las aberraciones oscuras! —gritó. Freyr cerró las manos en puños y la tierra comenzó a temblar peor. Ansgar salió de las sombras para pararse delante de Elentari—. Márchate, lobo imbécil. Permitiste que la destrucción te atara a una familia que será reducida a cenizas. ¿Acaso quieres perderte en el vacío otra vez?

   Ansgar enterró las garras en el barro y a medida que cargó su gruñido, las sombras se acercaron a él para hacerlo ver más grande. Elentari unió las manos y creó una espada corta de luz cuando las separó. Respiró profundo por última vez y concentró sus oídos para sentir únicamente a Freyr, buscó el silencio de todo lo demás y perdió en su cabeza, en algún rincón, el sonido de la sangre salpicando, la lluvia, los gritos y todo lo que representaba la guerra.

   —La primera vez que estuve en una guerra peleé con valentía y quedé ciega —dijo en voz alta y levantó la cabeza—, la segunda vez me paralizó el miedo y perdí un hijo, pero ahora moriré si es necesario. Moriré peleando por la justicia que me corresponde.

   Freyr asintió en silencio antes de hacer varios clones de sí mismo, formó un círculo para encerrarlos y Ansgar se preparó para cualquier cosa, la probabilidad de morir en el proceso era mínima, casi nula, para él. Elentari era un caso diferente, ella tenía el mayor riesgo y lo sabían.
La reina no podía pedirle ayuda a Máni y reclamar el poder de la luna porque él la entregó a Freyr, lo supo cuando el vanir la llamó Luna. El único inventor de aquel apodo era la misma luna en persona, su padre, su primer amor. Máni, el dios de la luz nocturna, traicionó esa noche a Elentari y a todas sus hijas, a todas las elfos nocturnas.

   Hizo uso de su elemento mágico, el viento, para mantenerse en pie e intentar estar a la par del vanir, aunque su poder no fuese comparable. Su poder uniéndose al descontrol del poder de Surtur con la tierra y la lluvia provocada por Thor hizo que la situación se complique para más de uno, tanto elfos como los enemigos de afuera caían por el desplazamiento violento de la tierra y los gusanos escondidos de la tierra salieron, convulsionaron y adoptaron una deformidad viscosa hasta convertirse en dverger sucios, pero preparados para la batalla. Corrieron desnudos hasta los ulfhednar, dispuestos a levantar las armas de sus antecesores y vengarlos.

    Los animales del Bosque Oscuro salieron lentamente y dejaron ver sus ojos morados en medio de la oscuridad, corrieron en diferentes caminos y sus almas se disolvieron para ser absorbidos por los elfos y darles más ayuda, eligieron su propio bando cuando los árboles fueron lastimados por culpa de hachas y espadas asgardianas, algunos animales fueron muertos por los troncos enormes que cayeron encima por culpa del Mjölnir de Thor. 

   —¿Dejarás que la oscuridad se una a tu luz, Elentari? ¿Ese es tu camino? —preguntaron los Freyr al unísono, creando un coro con la voz que alguna vez fue respetada por todos los elfos— Si yo hubiese impedido que los jotnar te dejaran ciega, ¿estarías aquí ahora o estarías gobernando Alfheim? Porque allí es donde pertenece tu alma. Nunca debiste cruzarte con un oscuro.

    Ansgar ladró cuando escuchó sus palabras y se sumaron a la guerra, aunque la batalla era en ese pequeño círculo de clones y falsas ilusiones. Elentari hizo desaparecer a cada cuerpo de agua que se acercaba a ella, concentró sus sentidos únicamente en Freyr hasta dar con el verdadero de nuevo. Ansgar miró a la reina por última vez antes de emitir un segundo ladrido hacia las sombras de los árboles que los rodeaban.

    Las mismas fueron corriendo a velocidades inhumanas hasta llegar a Surtur, formaron un tornado de líquidos viscosos y explotaron contra los cuerpos de los asgardianos enemigos, estos cayeron mientras intentaban quitarse a las sombras del rostro, completamente confundidos por el ataque inesperado y el rey arrugó el ceño también confundido. Una de las sombras se materializó para caminar hasta él.

   Desvió la mirada hacia donde señaló y casi vomitó su propia alma cuando vio a Elentari peleando con Freyr, el dios tenía una clara ventaja sobre ella mientras Ansgar se encargó de los vanir que se acercaron para ayudar en la ejecución. La alarma de peligro en el cuerpo de Surtur fue inmediata.

   —¡Freyr! —gritó gutural, lleno de odio. Su mirada se enfocó en el dios mientras corría hacia ellos— ¡Freyr! —repitió, intentando distraerlo de algún modo.

   Su mente se volvió borrosa de un momento a otro, no sabía si fue por la lluvia o si fueron lágrimas o quizás ambas, pero le costó poder ver. La sangre en su cuerpo comenzó a fluir más rápido al igual que los latidos de su corazón, completamente acelerado por el terror de perder a su esposa, y no pudo tragar saliva por el nudo que se le formó. Se le secó la garganta.

   —¡No la lastimes! —gritó con la voz desgarrada, apenas audible entre tantos gritos de guerra.

    Surtur creció sin el amor de sus padres, luchó contra los intentos de homicidios de sus hermanos y vio morir a su hijo, pero nada de eso se comparaba con esa situación. Elentari era todo en su mundo, lo único que podía sostenerlo. Había aprendido a amarla, así como aprendió a depender de ella y la sola idea de que le quitaran a su amor, su esposa, a su maravillosa reina, lo hizo colapsar.

   Ante la torpeza que adoptó su cuerpo terminó cayéndose en el barro y la tierra mojada atrapó sus piernas. Hizo un esfuerzo desesperado y errático para levantarse, el descontrol en sí mismo causó que su poder elemental se desprendiera de sus órdenes y un pequeño alud le cayó encima, además de arrastrar a los vanir y elfos que estaban detrás suyo. Perdió de vista a Elentari.

    Gritó de impotencia al sentirse como un completo estúpido por estar luchando contra barro porque no podía levantarse y no fue hasta que la mano de Decius tocó su espalda que pudo quedarse quieto. Su viejo amigo absorbió su angustia y desespero, Surtur se levantó mientras se limpiaba la suciedad de los ojos. 

   —Rance fue por Elentari —murmuró el elfo sin dejar de acariciarle la espalda—. Respira, Surtur. Si no te sales de control no podrás ayudarla.

    —¿Por qué no estás cuidando a mi hijo? —preguntó enojado. Miró a su alrededor, Darius estaba siendo protegido por Malevjörn—. ¡Voy a destruir la vida entera si algo le pasa a mi familia! —gritó a nadie en particular.

   Corrieron hacia Elentari, más adelante iba Rance, casi por alcanzarla. Esquivaron hachas voladoras, cuerpos de asgardianos siendo arrojados contra árboles, flechas mal disparadas y algunos poderes de hielo que pudieron haberlos matado.

    —¡Rance detente! —ordenó Decius de repente.

    Detrás de Elentari vieron a Máni, apareció desde la luz para abrazarla por la espalda, y absorber toda su energía mágica. Ansgar aulló de forma extraña y dolorosa cuando las luces también lo tomaron preso y la reina dejó caer sus brazos de manera débil. Su cabeza fue hacia atrás para apoyarse en el pecho del dios.

   —¿Por qué me abandonas, padre? —preguntó ella en voz baja.

   Decius se congeló en el lugar y dejó escapar un alarido ensordecedor, llamó la atención de muchos elfos, incluyendo a Darius y Malevjörn quienes también miraron con horror. Frente a todos, Rance logró interponerse entre Elentari y Freyr, y recibió todo el impacto de la espada en su garganta... O casi todo. El dios atravesó a los dos.

    Seguido de Decius, gritó el príncipe Darius. La palabra "mamá" quedó grabada en la cabeza de Surtur exactamente como la pronunció su hijo y un escalofrío invadió su cuerpo. Él no se detuvo. No se quedó a convulsionar de sufrimiento como su amigo y consiguió tirarse sobre el dios vanir.

    Lo atrapó de manera violenta, cortó la piel de su cuello con sus uñas y le mordió la mejilla izquierda hasta arrancarle un trozo considerable de piel. Máni se deshizo en cuanto lo vio y Ansgar pudo levantarse de nuevo. El lobo intentó morder el cuerpo de Rance para impedir que se convirtiera en una luz verde, en su alma, pero desapareció tan pronto logró tenerlo.

   —¡Levántate, Elentari! —ordenó Surtur, cegado por la ira.

   Freyr lo empujó a un costado y desapareció, dejó la mancha de un arcoíris en el césped.

   —¡Rance! —gritó Decius mientras la saliva le caía sin detenerse y sus ojos no podían abrirse porque le ardían.

   —¡Te dije que te levantes! —dijo Surtur llorando. Se acercó al cuerpo de Elentari— Sé que te dije que jamás sería tu rey, que tú serás siempre mi reina, pero ahora... Por favor, hazme caso y levántate —pidió de nuevo, arrodillándose a su lado.

    Elentari lo miró con lágrimas celestes ensuciando su hermoso rostro y le regaló una pequeña sonrisa, de esas que tanto amaba él. Levantó su mano, cuya piel se estaba destellando, y le tocó el rostro. El tacto fue más suave de lo normal porque en ese instante fue desapareciendo.

    —No me hagas esto... —La voz de Surtur perdió todo rastro de ira y pasó a la tristeza completa. Apenas podía pronunciar las palabras sin querer vomitar—. Todavía no tuvimos una princesa.

   Era insoportable ver cómo su esposa desaparecía entre sus brazos. Respiró profundo para guardar su aroma para siempre en sus recuerdos y la sangre de su reina se manchó por culpa de las lágrimas negras que no podía controlar. Ya no podía guardarlo más tiempo, se quebró por completo.

   No la soltó. La abrazó como la primera vez, con miedo de hacerla desaparecer.

   —Te amo —susurró Elentari y su mano fue lo primero en desaparecer, luego siguieron sus piernas—. Te estaré esperando.

   —Te amo —contestó—, pero no iré a dónde tú vas.

   Aquellas palabras fueron claras y entendidas por ambos. Surtur no sería bien recibido en aquel lugar hermoso y pacífico donde Elentari se reencontró con Eidar. No. Surtur sería condenado por todo lo que hizo después.

    —Te amo —repitieron al unísono.

   No logró besarla por última vez porque la vio convertirse en una resplandeciente luz de color aqua como alguna vez lo fueron sus lindos ojos. Surtur dejó salir de su cuerpo un sonido que nadie escuchó nunca, tal vez fue un alarido o una palabra inentendible, pero no sonó como él, sonó de un modo que todos sintieron terror. El mundo enteró tembló otra vez y las montañas de Svartalfheim despertaron. Con su dolor, los gigantes que llevaban mil años durmiendo, despertaron para pisar a los invasores.

   Atrapó a Elentari entre sus dedos y convirtió su bella luz en oscuridad, las sombras se juntaron a su alrededor para apoderarse de su color y se tragó a lo que segundos antes fue su esposa.

   —Mátenlos a todos —ordenó serio.

   Las lágrimas continuaron saliendo, pero las sombras del Ginnungagap obedecieron y sin control alguno causaron una nueva masacre. Una masacre que firmó la nueva era.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro