Capítulo 75

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Luego de unos minutos, miro el reloj de pared.

¡Una hora!

Después de comernos las galletas, charlamos sobre películas. Descubrí que a Celeste le encanta la saga de Barbie. ¡Ojalá algún día podamos hacer maratón! Por otro lado, Ian es amante de las películas de acción, pero también adora la comedia. Le recomiendo la película que vi con mi abuela.

—Aylin, ¿tu abuela ya habrá despertado? —me pregunta él.

—Tal vez. Iré a ver.

Asiente con la cabeza.

Al llegar al piso de arriba, noto que la puerta que da acceso a la habitación de mi Abu permanece igual que antes.

«Lasañas, esto es muy raro».

Me asomo.

Sigue acostada en la misma posición.

¡Madre mía! Sabía que mi abuela tenía el sueño profundo, pero se parece a Aurora de La Bella Durmiente.

«¿Qué hago?».

No quiero despertarla, pero estoy empezando a inquietarme.

¿Le habrá sucedido algo?

«No, Aylin. Tranquila, solo está durmiendo...».

Aun así, me adentro en la habitación y me acerco a ella, encorvándome un poco para analizarla.

Duerme plácidamente, pues una sonrisa decora su rostro.

Me pregunto qué estará soñando...

—Abuela —la llamo casi en un susurro.

No reacciona.

Psss. Abuela, no quiero despertarte, pero tenemos visita —le informo, alzando la voz.

Mentira. Quiero que se despierte para comprobar que se encuentra bien.

—¿Abuela?

Nada.

Le doy golpecitos en el hombro para que reaccione, pero tampoco funciona.

Intensifico el toque.

—Abuela.

La sacudo con delicadeza mientras la sigo llamando, pero no abre los ojos.

Con cuidado la coloco en posición horizontal y hago lo primero que se me ocurre: verificar si su corazón sigue latiendo.

Acerco la oreja a su pecho, pero no escucho nada.

«No...».

La miro. Está pálida.

«¿Se habrá desmayado?».

Agarro su muñeca e intento tomarle el pulso.

¡Nada! Tampoco escucho nada.

«No puede ser...».

«No, no, no...».

—¡Abuela! —la llamo a gritos.

Mi cuerpo se tensa con una sacudida.

Mi abuela no está bien.

Con las palpitaciones de mi corazón resonándome dentro de la cabeza, bajo los escaleras como una flecha.

No, mi abuela no está... No puede ser. Solo está durmiendo. Durmiendo.
Eso intento creer.

Cuando regreso a la sala, Ian y Celeste me miran, preocupados.

No me había percatado de que estoy llorando.

—¿Qué sucede, Aylin? —me pregunta Ian con urgencia. Se acerca a mí.

—Mi abuela... —susurro.

Esto es un chiste de mal gusto. Mi abuela está bromeando. Tiene que ser una cámara oculta...

«Por favor, que sea una cámara oculta».

—¿Qué le sucede a Anastasia, Aylin? —Ian me mira, expectante.

Aterrada y entre sollozos, le digo:

—No despierta.

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