Capítulo 89

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

“Pregúntale a tu niño interior qué desea y dáselo.”

—Alejandro Jodorowsky.

Nunca pensé que regresaría a este lugar.

Muy pocas cosas han cambiado desde la última vez que estuve aquí...

Respiro hondo y me preparo para lo que haré a continuación.

Analizo la entrada. Un niño disfrazado de Peter Pan junto a un hombre vestido como el Capitán Garfio reciben a los visitantes.

Aquí comenzó todo.

Aquí nació mi sueño.

Vine aquí con el objetivo de recordar. Con la esperanza de que, tal vez, esta visita me ayude a reconectar con esa parte de mí que dejé olvidada.

Con mi niña interior.

Con Sueño.

Solo así podré sanar mis heridas...

No lo pienso dos veces. Me acerco a la entrada para hacer la fila y, cuando finalmente llega mi turno, el niño me dice con mucho entusiasmo:

—¡Sea bienvenida, señorita! ¿Está preparada para sumergirse en esta gran aventura? —me pregunta con las manos en las caderas y una sonrisa ladina.

Se me escapa una risita.

—Sí. Estoy preparada, muchacho.

Entonces, desenvaina una espada que llevaba consigo y, más veloz que un rayo, me la acerca a la garganta en actitud amenazadora.

Grito, aterrada.

—¡Me alegra oírlo! —exclama él, divertido.

—¡Peter! —le reprende el hombre para después arrebatarle la espada de la mano. Me mira y me dedica una sonrisa tranquilizadora—. No se preocupe, señorita. Es artificial.

Dejo escapar un suspiro.

¡Menudo susto! ¡Aún no estoy preparada para morir!

—¡Hey, tú! —se queja el niño, intentando recuperar su espada. En vano.

—¿Cuántas veces te he dicho que no puedes asustar así a los visitantes, muchachito impulsivo? —le reprocha Garfio, jalándole una oreja.

Él chilla.

—¡Pues perdón, papá!

Uy.

«¿Son padre e hijo?».

—Está bien. Como sea. Ya pasó. —musita el adulto y luego resopla—. ¿Su ticket, señorita? —me pregunta después.

Sus ojos azules me transmiten confianza, a diferencia de los del niño, que parecen... ¡fulminarme!

—Eh... Claro, aquí está. —Se lo entrego, aún sobresaltada.

Él lo guarda en una pequeña caja y después me entrega un papelito perfectamente decorado.

—Puede pasar.

—¡Que disfrute del espectáculo! —me dice el niño.

—Gracias. —Le sonrío—. Y te recomiendo controlar tus instintos, Peter Pan. —Le guiño un ojo.

Él se sonroja y me dice por lo bajo:

—Lo intentaré.

☏ ━━━━━━━❆━━━━━━━ ☏

Cuando entro al salón principal, una oleada de nostalgia sacude mi cuerpo.

Leo lo que está escrito en el papelito que me entregó el hombre.

“¡La segunda estrella a la derecha y directo hacia el amanecer!”

Sigo la indicación y elijo el camino que conduce a la derecha. Del techo pende una lámpara en forma de estrella brillante y, detrás de ella, hay otra más pequeña.

Cierro los ojos y vuelvo a respirar para calmar mis nervios.

Sueño me mira, expectante, mientras me extiende la mano. Sus alas aún parecen débiles y su ropa sigue manchada de tierra. También tiene los brazos lastimados, al igual que las piernas.

—¿Me ayudarás a levantarme? Sin ti no podré hacerlo —me dice en voz baja.

Titubeo mientras miro su pequeña mano y después la analizo a ella. La sonrisa esperanzadora que decora su rostro me confirma que todo estará bien.

«Solo necesita mi ayuda...».

—Te ayudaré. —Agarro sus dos manos con fuerza y la ayudo a levantarse.

Al ponerse de pie, sus piernas flaquean. Sé que pronto caerá al suelo, por lo que rodeo su cintura con mis brazos para evitar que se haga más daño.

Ella se apoya en mí, aliviada.

—Gracias...

—¿Qué te pasó? —le pregunto con voz rota—. ¿Quién te hizo esto?

Sonríe con tristeza.

—Tú.

Entonces, lo entiendo.

«Yo le hice esto».

Mis ojos se llenan de lágrimas.

—Lo siento tanto... —Niego con la cabeza, arrepentida.

—Mis alas perdieron fuerza y terminé cayéndome porque ya no podía volar. El golpe fue muy duro...

—¿Por qué perdieron fuerza?

Creo que ya lo sé...

—Porque dejaste de soñar —me responde y clava sus ojos cristalizados en los míos—. Dejaste de creer en nosotras...

Se me encoge el pecho.

—¿Hay alguna forma de arreglarlo?

Ella asiente con la cabeza.

—Mis alas se curarán solo si crees en su fuerza.

—Yo... aún no estoy preparada. No sé si pueda... —comienzo a decir, avergonzada.

—No importa. Para empezar, conozco algo que puede aliviar un poco mi dolor —me dice Sueño, pensativa.

—¿Qué es? Quiero ayudarte...

«Necesito ayudarte».

Ayudarnos.

—Está ahí. —Señala la elegante cortina roja que hay frente a nosotras.

—¿Ahí...?

—Al otro lado del telón —confiesa—. ¿Vamos?

 Y es entonces cuando me percato de que nos encontramos en un escenario.

«¿Qué hay al otro lado del telón?».

Un hormigueo en mi estómago me advierte que intentar entrar ahí puede ser peligroso. No sé qué pueda encontrarme.

«Aprende a disfrutar la incertidumbre».

¿A esto se refería mi abuela?

Si no lo hago, nunca lo sabré, y tal vez luego me arrepienta de no haberlo intentado. Y si lo hago, las consecuencias pueden ser tanto buenas como malas...

Al notar que estoy dudando, Sueño me dice con seguridad:

—No temas. Recuerda que los tesoros, casi siempre, se esconden en las cuevas más oscuras.

Asiento con la cabeza.

Es un riesgo, sí, pero si decido hacerlo, quizá la recompensa sea mayor...

—¿A la de tres? —La voz infantil de Sueño está cargada de ilusión.

¿Cómo negarme? Le he hecho tanto daño... Es lo mínimo que puedo hacer por ella.

—Está bien. Vamos. —Le dedico una sonrisa nerviosa.

Tomadas de las manos, comenzamos a contar en voz baja:

—Uno... dos...

Abro los ojos.

«Recuerda que el viaje más largo comienza con un solo paso y que nuestros errores no nos definen. Nadie merece ser víctima de su pasado», me había dicho Hiroko.

E impulsada por una euforia repentina, comienzo a caminar hacia mi próximo destino mientras susurro:

—Hola de nuevo, Compañía Nunca Jamás.

«Tres».

      Y con un pasado ansioso por ser sanado, un futuro completamente incierto y un sueño pendiente, la chica se adentró en la cueva del tesoro. Una cueva que conocía a la perfección, pero había olvidado. No obstante, a medida que avanzaba, recordaba. Se ilusionaba con cada maravilla descubierta como si fuese la primera vez. Ella no lo sabía, no tenía cómo saberlo; pero poco a poco, sus ojos comenzaron a brillar...

      Como se suponía que debían brillar los ojos.

      «Crecer no significa olvidar».

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro