Parte Única

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PARTE ÚNICA

*Recordatorios: Las partes escritas en cursivas, pertenecen a los diálogos en los que Penny rompe la cuarta pared para hablarte a ti, el lector.
*Advertencias: Este OS incluye lenguaje vulgar, contenido sexual explícito, mención de alcohol y una comedia terrible. PENNY tiene un SENTIDO DEL HUMOR un poco pesado, sé que no es del agrado de todos, inclusive algunas de las cosas que escribí, pues no son de mi agrado PERO... PENNY ES UN PERSONAJE, tiene su propia personalidad y todo.









ACTO I
EL ASCENSOR

"No vayas a llegar tarde a la recepción de la boda, Fleabag" fue lo único que su hermana mayor le pidió, era lo único que estaba bajo su responsabilidad ese día y ya estaba estropeándolo. No le pidieron llevar los anillos, o las aras, ni siquiera le pidieron hacer una lectura a la hora de la ceremonia... Sólo llegar temprano. Pero, ¿por qué tenía que ser tan temprano? ¡Diez de la mañana era un horario inhumano! Faltaban 15 minutos para entonces y el estúpido despertador nunca sonó.

Se despertó de golpe pensando que ya había quedado mal con su mejor amiga, con su hermana mayor y con sus padres, fue un respiro para ella saber que aún tenía unos minutos. Definitivamente no los suficientes para ducharse pero, un poco de shampoo seco controlaría su sucio cabello desordenado, o al menos eso esperaba ella... Tal vez si enredaba los rojizos mechones de pelo en un moño sobre su cabeza, parecerían un elaborado peinado de salón, ¿no? De esos en los que el crepé domina sobre cualquier cosa...

Su boca se sentía reseca, el desagradable sabor en su paladar jugaba entre su lengua. Aún podía saborear el amargo sabor de las bebidas de la noche anterior, en combinación con la terrible resaca del día siguiente. Y tal vez también tenía que ver el hecho de que al legar a su habitación de hotel, cayó rendida sobre la cama y ni siquiera se molestó en lavar sus dientes.

Una aspirina y un buen trago de agua serían suficientes para actuar un poco más decente en público. Después de un trago pesado al abandonado vaso lleno con ese líquido transparentoso pudo deducir que no era agua...
Era vodka. Un trago más no le hará daño a nadie.

Ahora sí se sentía mucho mejor, definitivamente muchísimo mejor, no podía negarlo. Se paró frente al espejo, colocándose el vestido verde albahaca que su mejor amiga había elegido como el color designado para sus damas de honor. Se observó detenidamente, cada pequeño detalle de su aspecto reflejado en el espejo. Su postura un poco encorvada, su marco incómodamente alto y flacucho, sus brazos largos sin moldear. Su desordenado cabello ahora yacía en un moño sobre su cabeza, el color cobrizo del mismo hacía contraste contra el vestido verde y ella sólo podía pensar en una única cosa...
Luzco como la princesa Fiona.

Después notó otra cosa... Era, en teoría, importante... Podía verlo con claridad a través de las aperturas laterales de la falda de su vestido largo... Había olvidado depilarse las piernas, estúpidos vellos corporales, estúpido estándar de mujeres lampiñas. Se dirigió hacia el baño para tomar el rastrillo, subió una piernas sobre el tocador y empezó a depilarse en seco.
Soy una pésima feminista, ¿eh?

Ya era suficiente, estaba definitivamente lista para salir a la vida real y hacer lo que sea que un adulto común y corriente con estabilidad mental hace en las bodas... No ser el centro de atención, no arruinarle el día a los novios. ¿Qué tan difícil podría ser? Lo último que quería ese día era escuchar a Maggie llamándola "Fleabag" frente a todos y recibiendo la mirada de desaprobación de sus padres, o hacer a Lana llorar por estropear su vida y que no quiera volverla a ver en su vida. Sí, no podía ser muy difícil.

Corrió con zapatos de tacón en las manos por el largo pasillo del hotel, sus pies descalzos se hundía en el pasillo tapizado en alfombra suave. Sentía la áspera tela del costoso vestido golpear la piel sensible y recién depilada de sus piernas. Bingo, apenas dos personas estaban entrando al ascensor, un hombre de traje y una niña de unos ¿seis, siete años? En vestido rojo. Probablemente también iban a la recepción de la boda de Lana y Alberto. No iba tan tarde como pensaba. Alcanzó a abordar el ascensor, poniéndose ahí dentro los zapatos de tacón.

Apenas alzó la mirada para ver quién era el hombre que le hacía compañía en esos instantes... Ben Barnes. Actor. Lo conocía. Y la niña era tan igual a él, dos gotas de agua, una fiel copia de su rostro. La misma expresión facial, los mismos ojos obscuros que se llevaban toda la atención, inclusive tenía un lunar similar debajo del ojo al igual que el hombre. ¿Por qué a niña le resultaba peculiarmente familiar?

—¿Es tu hija?— preguntó imprudentemente la pelirroja, haciendo que la pequeña se soltara en una carcajada. El británico sólo se quedó en silencio, observándola severamente.

—Es mi hermana menor, Penny— dijo sin siquiera parpadear—. Ya nos habían presentado una vez, ya sabes, mi hermana y la tuya trabajaron juntas en una película— la mujer sólo se quedó en silencio, como si realmente no supiera de qué hablaba el castaño—. No lo recuerdas, ¿cierto, Penny?

No, la verdad es que no, estoy muy ebria como para recordar siquiera quién carajos es Penny.
—¡Claro que sí!— mintió exaltada, sin recordar el momento en el que había conocido a la niña, realmente lo ignoraba por completo, sólo podía recordar cuando conocía a Ben. No podían culparla cuando era imposible olvidar un rostro así de atractivo.

—Mi nombre es Elizabeth— la niña dijo, su dulce voz derritió por un segundo el corazón de la mujer. Se sintió un poco cruel por no haberla recordado, seguro que cuando la conoció estaba tan ocupada fantaseando con su hermano... Así como lo hacía en ese mismo instante en lugar de prestarle atención a la adorable y cordial presentación de la menor—. Eli Barnes.

—Sí, lo sé— mintió.

Dejando caer el delicado peso de su menudo cuerpo, Penny se encontraba recargada en la esquina del ascensor, suspiró, ¿por qué estaba tan aburrida? Apenas vio su propio reflejo en el espejo de cuerpo completo en el elevador, ¿realmente lucía tan mal? Sonrió mostrando los dientes y cómo lo sospechaba, tenía labial rojo ensuciando todos sus dientes. En su defensa el labial no lucía tan mal además, apenas se lo había logrado poner entre sus manos temblorosas antes de salir de la habitación. Utilizó su dedo índice para tallarse los dientes, limpiándolos.

La niña frente a ella, que ahora sabía era la hermana menor de Ben, la observaba divertida, no podía evitar reír ante las graciosísimas caras que Penny hacía frente al espejo. La pelirroja lo notó en el reflejo, exagerando inclusive aún más sus expresiones... Abría los ojos enormes, forzaba su barbilla para formar una papada, sacaba la lengua.
Fue entonces cuando Elizabeth Barnes soltó una carcajada sonora, sin embargo, la mirada de su hermano seguía distraída en la nada; casi como si apropósito intentara ignorar a Penny, y todo lo que se le relacionara.
Já, me ignora. Estoy casi segura de que le gustó.

—Ya veo por qué le gustas a mi hermano— admitió al dejar que sus carcajadas cesaran—. ¡Eres divertida!

Se los dije.

—Elizabeth— finalmente habló el británico, su tono de voz no se escuchaba muy contento con la menor, casi reprendiéndola con sólo mencionar su nombre.




ACTO II
LA RECEPCIÓN

—Eso fue muy bajo,— Penny exclamó, no se molestó en moderar su volumen de voz, así como su familia no se molestó en moderar su ineptitud— y vean quién se los está diciendo.
—¿Saben esas veces cuando su familia les suplica por lo que más aman que se comporten en público porque bueno, tienden a ser el centro de atención por ser las reinas del drama, pero saben que no puede ser así porque es la boda de su mejor amiga y no quieren que las echen de la fiesta? ¿Pero a su familia para qué no les importa el extra esfuerzo que ponen por comportarse y aprovechan para ser unos grandísimos imbéciles? Sí, yo también las entiendo...

Se levantó de su asiento, sus delgadas manos temblaban en coraje al sostener el sobre de papel. No podía creer que realmente estaban haciéndole esa estúpida broma de pésimo gusto en la boda de su mejor amiga y aún tuvieran la audacia de obligarla a comportarse. Sus larguchos dedos se dejaron guiar por el instinto, trozando el papel en más pedacitos diminutos de los que alcanzaba a contar con la mirada.

—¡Sí, Fleabag! ¡Vamos!— respondió de la misma manera Howard, el triste error de esposo que tenía su hermana mayor, Maggie— ¡Haz esto sobre ti! Cómo sueles hacerlo cada jodida vez.— soltó aquello último en una sola respiración, su voz obscurecida combinaba con la fría mirada con la que fulminaba a la menor.

—¿Sabes qué, Howard?— contuvo todo de sí misma para no meterle un puñetazo en el rostro de nueva cuenta, tal y como lo había hecho hacía unos meses atrás, en una situación similar en la que el hombre había colmado su casi inexistente paciencia. Respiró profundamente, alzando su dedo media en el aire, restregándoselo en el rostro—. Vete al carajo, y tú también papá. ¡Váyanse al carajo! Y tú, mamá, y tú, Maggie igual.
—¿Qué opinan? ¿Lo hice bien?

Penny únicamente se limitó a tomar su vaso medio vacío en su mano derecha (el cuál hasta el momento había servido solamente con agua... pero ahora después de ese pequeño inconveniente y mal rato, tendría que compensarlo con otras cosas), alzó la cabeza y se dirigió fingiendo indignación hasta la barra. Y no era que no estaba indignada, no, era sólo que la mayoría del tiempo, no era la mejor en demostrar cuándo estaba molesta. Siempre era la alegre y graciosa Penny, siempre el comentario más inadecuado y gracioso, siempre ella.

A mala gana, estrelló el vaso de cristal contra la barra, en un fallido intento de dejarlo ahí, sólo terminó rompiéndolo. Los diminutos pedacitos de cristal y la mínima de cantidad de agua que llenaba el vaso, explotaron sobre la barra, atrayendo la atención de todos quienes estaban alrededor. Se giró hacia atrás, para ver la reacción de su familia. Sólo vio a su padre negando con la cabeza, intentando no soltar una carcajada y cubriendo su rostro. ¡No se suponía que era gracioso! ¡Expresó su enojo contra ellos en un vaso de cristal!
Uno de los chicos detrás de la barra se apresuró con un trapo para limpiar por ella el enorme desastre que había dejado.

—Supongo que tú pagarás por eso, ¿no?— una voz masculina interfirió en su momento, era Ben Barnes, y no sabía por qué, pero realmente Penny estaba sorprendida.

—Supones mal— respondió la pelirroja muy segura, con una apenas visible sonrisa en sus labios—... Bueno tal vez, sí, tu mirada ya me está haciéndome sentir culpable.

—No sé de que hablas— soltó una carcajada el británico, abriendo sus obscuros ojos, haciendo reír de igual manera a la escocesa—. ¿Esta mirada?

—No, ya sabes...— se quedó por un instante en silencio, temía que sus pensamientos se empezaran a escapar por sus labios—. Esa que me hace querer tomarte por las mejillas y besarte.

—¿Qué?— el hombre extrañado alzó la ceja derecha, esperando a que ella diera una respuesta.

—Olvídalo— negó ella son la cabeza, esperando a que le pasaran un vaso nuevo, el cual ahora no tenía ganas de romper... A menos que Ben la hiciera enojar y ella estuviera muy ebria—. Hey— buscó la manera de cambiar el tema de conversación cuanto antes—, ¿y Eli? ¿Ya la perdiste?

Él volvió a reír, Penny no entendía cómo podía ser tan simple con su sentido del humor, sentía que podía decir cualquier cosa ahora, la más estúpida de todas, y él solamente se soltaría a carcajadas.
Público fácil.

—No— respondió Barnes, negando con la cabeza después de haberle dado un pesado sorbo a su trago, distrayéndose al ver al mesero servir el de la mujer. Whisky, solo, en las rocas... Una mujer escocesa después de todo—. Estaba cansada de todo el día y quiso irse a dormir.

—Oh— respondió ella con cierto deje de ternura en su expresión, recordando cuando ella era pequeña y veía a los demás niños quedarse dormidos en las fiestas y bodas, ella siempre prefería bailar y hacer travesuras hasta el final—. Te quedaste sin pareja entonces, ¿eh? ¿Estás solín solito?

—No realmente— negó él con la cabeza—, Eli venía por parte de Lana, yo vengo como invitado de Alberto. Somos buenos amigos.— le comentó, eso sí era algo que Penny ignoraba por completo.

—Entonces tú vienes por parte del novio y tu hermana de la novia, ¡es gracioso!— recalcó ella para no sentirse que había entendido mal, después de darle el primer amargo trago a su vaso— ¿De dónde conoces a Alberto? Si es que puedo preguntar.

—¡Westworld! Trabajamos juntos las dos primeras temporadas. ¿Y tú? ¿Tú vienes sola?— le cuestionó, al realmente no tener idea de si Penny había llegado sin acompañante— ¿O no soy tan afortunado?

—De hecho terminé con mi novio en el viaje hacia acá y lo desinvité de la boda— informó con completa naturalidad, como si no se tratara de nada. Ben la observó perplejo y en silencio, no se veía con intensión alguna de hacer comentarios al respecto. Ante esto, Penny intervino rápidamente—. ¡Es broma! No invité a nadie de primera instancia.— mintió.
En realidad sí, terminé con mi novio en camino acá. Pero para ser justos, nunca me gustó, sólo estaba con él porque le agradaba a mis padres, quería que al menos aprobaran alguna de mis decisiones. En el avión tuve una revelación... No iba a fingir amar a un hombre sólo para que mis padres me aceptaran. No podía hacerme eso a mí misma... Además el idiota decía que no tenía ningún detalle con él y "parecía que no lo amaba", ¿no era muy obvio? ¡Después gritó en el aeropuerto que veo demasiado porno! Imbécil... ¿Ven? Les dije que soy una mala feminista. Les contó todo a mis padres a mis espaldas y entonces tuvieron la estupenda idea de regarme un cupón para ir a terapia, inclusive tuvieron la audacia de colocarlo dentro de un bonito sobre. Aún más inteligente fue cuando decidieron entregarme el cupón para la terapia en medio de la cena... Por eso... Ya saben, actué como actué.

—Entonces estoy de suerte— rió por lo bajo, entreteniéndose en menear el trago en su vaso old fashion. Inclusive bajo las engañosas luces nocturnas del bar montado en medio del gigantesco jardín del hotel, Penny podía notar cómo las mejillas del hombre se sonrojaban al intentar lanzar alguna clase de comentario coqueto—. ¿Puedo preguntar qué fue lo que te hizo enojar? Ya sabes... Sólo llegaste a la barra y estrellaste tu vaso de cristal contra la superficie.

—No estaba enojada— renegó ella en forma de broma, sabía que muy en el fondo sí lo estaba—. De hecho el vaso fue accidental. Pero si te interesa, mis padres y hermana creyeron que era oportuno regalarme un cupón para ir a terapia en medio de la cena de boda de mi mejor amiga— musitó la última palabra como si aquello fuera algo malo... Lo era para Penny, ella creía que ir a terapia equivalía a darle la razón a su familia y admitir que algo estaba mal con ella—. Todo porque conté un estúpido chiste poco apropiado en voz alta.

—¿Será apropiado que desee escuchar ese chiste ahora?— mofó para sí mismo, dándole un último trago a su bebida, sólo para dejar el vaso vacío sobre la barra, recargándose en la misma para regalarle una sonrisa a la pelirroja.

Penny rió inclusive antes de contar el chiste, realmente era bobo y sin mucha gracia, pero para ella era realmente divertido y único. Podría decir que era su chiste favorito, ese que siempre sacaba en público y recibía comúnmente sólo dos reacciones: Reían a carcajadas o le ignoraban por su vulgaridad y se escondían en un cambio incómodo de tema.

—Bueno— suspiró antes de iniciar—, estaban Marie-Jeanne y su novio, Tom, conversando con nosotros y... Realmente no sé cómo surgió esto en la conversación, pero ella dijo que llevaba ropa interior negra— la risa le empezaba a ganar, tenía que parar a tomar aire y respirar profundamente antes de seguir—. ¿Sabes qué dicen de las mujeres con ropa interior negra, amor?
Oh Dios, realmente soy una vulgar.

—¿No, amor?— repitió eso él mismo... Amor... No debía de sorprenderlos, ambos eran británicos, aunque si bien, era una expresión más propia de los ingleses. No podía dejar de sentirse enternecido por escucharla llamarlo así—. ¿Qué dicen de las chicas que llevan ropa interior negra?

—Dicen que siempre están listas para un entierro.— finalizó su dichoso chiste, a lo que el hombre respondió rompiendo en una sonora carcajada. Justo la reacción que Penny realmente esperaba.

—¿Segura que el chiste no termina en nosotros dos asistiendo a un entierro en tu habitación de hotel?— murmuró provocativamente sobre su oreja, acariciando los sueltos mechones cobrizos con sus labios entreabiertos.

—Tengo ropa interior negra.— mintió.




ACTO III
LA HABITACIÓN

Sus mejillas sonrojadas combinaban con los labios rojos que enmarcaban su pálido rostro de porcelana, su desordenado cabello hacía juego con los despeinados mechones castaños del británico, que ella misma se había encargado de halar. Sobre los labios masculinos aún quedaba la estampa del labial rojo de la mujer, corrido casi hasta llegar a su frondosa barba. Ambos estaban de pie, avergonzados en el pasillo del hotel, mientras que la ama de llaves llegaba a abrir la puerta por ellos.
Olvidé la tarjeta llave dentro de mi habitación, no pudimos entrar y bueno... Nos cortó la inspiración.

La mujer de no más de 50 años, lo observaba fijamente después de que la puerta de la habitación de Penny era abierta para que ambos pasaran, agradeciendo de la manera más incomoda posible. Negaba la mujer con la cabeza, abriéndose paso de regreso hacia el pasillo, antes de desaparecer con la distancia.

—¿Dónde estábamos?— preguntó el hombre seductoramente, acercándose hacia los labios de la fémina, respirando pesadamente, sin juntarlos finalmente. Dejó que la tensión entre ambas bocas se construyera en el ardor de la atmósfera que regresaba después de su leve interrupción—. Creo que estábamos en la parte en la que nos cansábamos de besarnos y nos metíamos en los pantalones del otro.

—Bueno— susurró la mujer en el mismo tono, sin quitarle los ojos de encima, se dedicó a deshacer el botón de los pantalones del traje de Ben. Junto con esa acción, él dejó caer el saco de su traje hacia el suelo, dedicándose a desabrochar los botones de su camiseta tan rápido como su agilidad se lo permitió—, en teoría no puedes meterte en mis pantalones, porque bueno, traigo vestido.
Maldita sea, me alegro de haberme depilado las piernas esta mañana.

Entre besos húmedos, una incómoda anécdota de Penny fallando dos veces de ponerle el condón a Ben, caricias, cambios de posiciones, un primer orgasmo gracias a un oral también... O como Penny lo definiría ahora "El mejor maldito oral que cualquier mujer haya podido recibir en la existencia de la humanidad". La pelirroja terminó por darla la espalda al hombre, sentía la firme mano del hombre acariciando su clítoris sin cuidado alguno, era exactamente lo que ella esperaba: No quería que tuvieran miedo de tocarla, una mujer no podía romperse de sentir placer, eso era lo que ella buscaba... Placer.

Se dejó guiar por su tacto, sus torpes manos guiándola sin poder ver bien lo que tocaba. Su extendida mano delgada alcanzó entonces a palpar sobre el erecto miembro del hombre, cubierto por el látex, apenas la punta golpeaba el trasero de Penny. Sus deshinibidos movimientos no hacían más que construir la anticipación del hombre de finalmente clavarse dentro de ella.

Y así fue cuando finalmente lo logró, ella no pudo contener el gemido que estalló desde lo más profundo de su garganta al sentirlo dentro de ella. Sintió el brazo izquierdo del hombre abrazarla por el hombre, ella se sujeto de ahí para sentirlo más cerca, lo quería más cerca, tan cerca como fuera posible. Tan cerca, inclusive más que en ese momento, en el que su mano derecha jugaba con su clítoris, la izquierda con uno de sus senos, mientras que se movía en su interior. Sus labios besando suavemente su cuello y barbilla, sólo deleitado por los agudos alaridos de placer.

Tan cerca como Penny nunca antes había deseado a ningún hombre antes, tan cerca que no sólo se tratara de la cama, del sexo, tan cerca que fuera mas bien desnudarse en alma y no en cuerpo solamente. Tan cerca que no podía ya hablar más de un orgasmo pero... Tan cerca en el que Ben simplemente se salió de ella, retirando su polla en un segundo y recostándose, ella en seguida, junto a él.

Aquí es cuando estoy asustada. Aquí es cuando uno de los dos se da cuenta que el sexo ya no es tan divertido como creíamos que algo de "una sola noche" sería, porque aquí nos dimos cuenta de que nos enamoramos el uno del otro.

—Lo siento— susurró el hombre, recostándose sobre su brazo para verla de frente, ella imitó sus acciones—. Pero...

—Creo que me enamoré de ti.— respondió ella, interrumpiéndole antes de que pudiera decir cualquier cosa. Quería ser la primera en decirlo.

—Estoy enamorado de ti.



EL FINAL

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