Cuatro: Pesadillas y cicatrices

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            Luego del apocalipsis, pocas cosas habían conseguido interesarle lo suficiente a Jake como para despertar emociones en él.

Era tan drástico que incluso las creía muertas, sin embargo, al tratarse de Sunghoon y los dos pequeños salía natural, tanto, que a veces lo asustaba y lo hacía sentir mareado. Sin embargo, no le disgustaba. Tener emociones era lo que lo mantenía vivo y lo sacaba de ese pozo donde él mismo se había hundido tras el fallecimiento de Jeonghan y la desaparición de Maki.

Aunque ojalá pudiese borrar todas las huellas que el pasado dejó tatuadas en su alma y cuerpo.

Cicatrices profundas que marcaron su ser para siempre. Jake se despertaba en más de una ocasión sudando frío, jadeando en busca de aire o gritando.

Pero era lo normal, estaba acostumbrado a ello, empero, no contó con que Sunghoon trataría de sacarlo de su tormenta de pesadillas durante una noche lluviosa. Jake se despertó sudando y con sus manos rodeando el cuello pálido.

Sintió su corazón punzar al realizarse de lo que estaba haciendo. Se halló tan sumido en los recuerdos y su dolor que lo único que había querido era defenderse, sin saber qué detrás se encontraba lo único que comenzaba a darle sentido a su mundo.

Se alejó tan rápido como pudo, como si el contacto quemara. Sunghoon trató de tranquilizarlo, sin embargo, él no podía dejar de reprocharse lo que había hecho.

Pudo haberlo lastimado de gravedad.
Pudo haberlo matado.
Unos segundos más y de verdad pudo haberlo matado.

Las palabras asesino y monstruo no dejaron de reproducirse en su mente luego del incidente, por lo que hizo lo único que mejor le salía: huir, dejando a un Sunghoon confundido y molesto.

Luego del tiempo que llevaban juntos, Sunghoon había notado muchas cosas en Jake, como la sombra que parecía rodearlo a diario y la enorme carga que llevaba en su espalda.

Trató de ver más allá. Quería que Jake se abriera con él pero no era fácil de hacer. Parecía temerle tanto a algo que se le hacía imposible el sincerarse del todo.

Quizás también se siente un poco frustrado ante la cama vacía que lo saluda todas las noches.

Desde el incidente, Jake decidió que era buena idea dormir separados (sin consultar su opinión, claro estaba o se habría negado rotundamente). Se encontraba frustrado aunque no lo quisiera admitir, se había acostumbrado tanto a la compañía de Jake que no tenerla resultaba extraño. Tampoco lo miraba y ni hablar de roces o besos como aquel que compartieron en el viejo automóvil semanas atrás.

Parecía que habían retrocedido cinco pasos luego de haber avanzado dos.

Api —Hikaru balbuceó en busca de su atención. Sunghoon dejó de inmediato la libreta y los lápices para tomar al pequeño en brazos.

—¿Qué sucede, Karu?

El niñito agitó sus alitas, mirando a los costados en busca de algo o alguien. Soltó un suspiro, dándole un intento de sonrisa a su hijo.

—Jake está algo indispuesto, cariño.

Hikaru pareció no comprender porque abultó sus mejillas y sus enormes y resplandecientes ojos platinados lo miraron con insistencia.

—Jake no se siente bien en este momento, pero pronto se recuperará, ¿sí? —prometió, sin saber si en verdad Jake dejaría de huir de ellos en algún momento —. Mientras tanto, es hora de la siesta, pequeño polluelo. Busquemos a tu hermano para arroparlos a los dos.

Hikaru no puso ninguna resistencia cuando Sunghoon le tendió su manta favorita y permitió que lo llevara en brazos hasta la habitación de arriba. Jo ya se había adelantado y descansaba en completa calma abrazando su fiel lobo azul, así que el pequeño de alas se acurrucó a su lado y esperó a que Sunghoon los cubriera con la manta.

El frío en el exterior era intenso, así que se encargó de arroparlos bien, no pudiendo evitar el orientar sus pensamientos hacia el hombre con el que compartía espacio.

Jake estaba durmiendo en el cobertizo desde que la temporada invernal comenzó. ¿Sería lo suficientemente cálido para que no pasara frío?

—¿Papá...?

Sacudió su cabeza, obligándose a reaccionar.

—Vuelve a dormir, Jo.

Jo asintió, tallando uno de sus ojos.

—¿Por qué papá Jake ya no nos quiere?

—¿Por qué crees eso, pequeño?

El resplandor miró las placas colgando de su cuello y luego a la ventana que daba al cobertizo.

—Ya no juega con nosotros. Tampoco quiere abrazarnos —Sunghoon se mordió el labio —. Tampoco a ti. ¿Se pelearon?

Jo era un niño listo y Sunghoon lo sabía. Se daba cuenta de muchas cosas a su alrededor y aquellas que no entendía del todo no temía cuestionarlas. Debió suponer que en algún punto se daría cuenta del extraño comportamiento de Jake y comenzaría a hacer preguntas.

Tocó la frente del resplandor con su índice, devolviéndolo a la cama y pellizcando la punta de su nariz, obteniendo en respuesta una risita.

—Papá Jake solo está un poco estresado, Jo. Pero pronto volverá a ser el mismo, solo debemos darle algo de espacio para que maneje esa emoción, ¿de acuerdo? No tiene nada que ver con ustedes así que no crean que son los culpables, ¿está bien?

El niño asintió, recibiendo la caricia y el beso en su cabello de parte de su padre segundos después y cerró sus ojitos, no tardando mucho en caer dormido junto a su hermano.

Sunghoon se levantó luego de apagar las luces. Hace un año Jake había traído las piezas de un generador eléctrico que desmanteló de una tienda a cinco horas de dónde vivían y entre los dos lo instalaron, así que ya no empleaban tantas velas, únicamente para guiarse cuando los helicópteros de FALL hacían rondas durante las noches.

Desde que Hikaru dejó de alimentarse de la fórmula en polvo y comenzó a consumir cosas sólidas, Jake ya no tenía motivos para salir tan seguido, solo cuando los suministros esenciales que no podían producir en el huerto o cazar en el bosque estaban por acabarse. Así que se veían seguido, hasta que se volvió algo indispensable.

Cubrió sus alas con uno de los enormes abrigos aventados a un costado de la puerta (Jake siempre le reclamaba su desorden, pues a pesar de ser muy independiente y fuerte como para sobrevivir solo junto a los niños, sí resultaba un poco caótico en organización) y salió en dirección al cobertizo, metiendo sus manos a los bolsillos y tiritando tras una oleada de aire frío que golpeó su rostro.

—¿Cómo se le ocurre? Está helado aquí —masculló, atrancando la puerta luego de ingresar.

Buscó a Jake por todo el cobertizo, sintiendo su corazón latir con un poco más de fuerza al encontrarse con el automóvil donde se habían besado (también donde se enteró que era un guardián, pero la mente de Sunghoon solo puede recordar el contacto entre sus labios).

Halló a Jake hasta el fondo del lugar, encontrándolo agachado. Tenía el torso descubierto y le daba la espalda, por lo que fue inevitable el notar el par de enormes cicatrices sobre el área de sus omóplatos. Dos gruesas líneas que iban desde la parte superior hasta la zona del ángulo inferior.

—¿Jake...?

—No deberías estar aquí.

Ni siquiera lo miró. Solo escupió sus palabras con una frialdad casi tan intensa como el clima gélido del exterior.

«Paciencia, Sunghoon. No puedes ahorcarlo, Jo y Hikaru lo necesitan».

Tenía tantas dudas. «¿Estás bien?» quería soltar, aunque le parecía una pésima opción al igual que preguntar sobre las heridas en su espalda que parecían bastante antiguas.

El militar siguió con lo suyo, dándole en todo momento la espalda y pareciendo normal, pero Sunghoon sabía que no se encontraba bien o eso quería creer. Con tantos cambios en Jake ya no se sentía tan seguro de ser capaz de manejarlo.

Él era sencillo: un simple chico que tuvo que madurar antes de tiempo para criar a su hermano. No existía nada más relevante en su historia fuera del hecho de que poseía un par de enormes alas en la espalda. A diferencia de Jake, quien parecía tener más y más capas a medida que cavaba.

—Hikaru y Jo creen que ya no los quieres —dijo directo, al parecer dando en el clavo porque detuvo sus movimientos. Vio la forma en la que cada uno de sus músculos se tensó y se imaginó que tal vez tenía el ceño fruncido pues no le costó notar que siempre hacía ese gesto al pensar.

—No sé por qué creen eso.

—Tal vez porque su papá no quiere ni verlos —susurró con ironía.

—Es mejor así.

—Oh, por... ¡Te necesitan! Son niños y para ellos tú eres su papá. Te quieren a ti —exclamó, perdiendo los estribos por unos instantes —. ¿Por qué actúas así? ¿Es por lo que pasó?

Jake apretó sus puños. Cuando se dio la vuelta, Sunghoon notó que se encontraba limpiando una pistola.

—Sí, es justo eso, Sunghoon. ¡Pude haberte matado!

Dos enormes círculos oscuros rodeaban sus ojos junto a las bolsas marcadas. Evidencia clara de que no había dormido como era debido en un buen tiempo. Si era honesto, él tampoco había conseguido conciliar del todo el sueño durante esas semanas.

—Pero no lo hiciste.

Jake no titubeó.

—Aún puedo hacerlo. En cualquier noche puedo tener otra pesadilla, tal vez tomaré el arma bajo la almohada y ahí terminaría todo para ti.

Sin embargo, Sunghoon no tembló.

—No tengo miedo, tampoco te tengo miedo.

Que Jake lo haya atacado durante su pesadilla no fue su culpa. Él había tratado de despertarlo aún conociendo los riesgos porque le partía el corazón escucharlo gritando y hasta llorando. No pudo quedarse de brazos cruzados, aceptó las consecuencias y jamás le cargó la responsabilidad a Jake.

Por desgracia, Jake pensaba distinto.

—No quiero herirte ni tampoco a ellos —musitó, dejando el arma descargada sobre una de las mesas de trabajo —. Me sentiría horrible si lo hago, porque eso significaría que soy igual a aquellos que los odian.

Sin poder contenerse más, corrió hacia él, rodeando su cuerpo con sus brazos de inmediato. Jake se tensó, sin embargo, no hizo por apartarlo. El alivio instantáneo que invadió su corazón ante el abrazo fue tan cálido que se halló a sí mismo deseando que no llegara a su fin.

—No lo harás, sé que jamás lo harás —tuvo que agacharse a fin de rozar su nariz contra el cuello del militar, dejando después un suave beso en la piel morena —. No sé lo que ocurrió en tu pasado y créeme que a veces odio no saberlo, porque siento que no te conozco... Pero cuando te miro a los ojos es como si supera todo.

—No te gustará lo que encuentres.

—Soy consciente de que me lo advertiste en más de una ocasión, pero sin importar lo que te hayas visto obligado a hacer, mi perspectiva sobre ti no cambiará porque sé es que no eres igual a las fuerzas armadas, Jake. Cualquier otro soldado no se habría siquiera molestado en mirar a un resplandor y tú, Jake Sim, salvaste a uno.

—Y dejé morir a muchos —confesó en un hilo de voz. Un nudo asfixiante se formó en su garganta y las lágrimas se acumularon en sus ojos, obstruyendo su visión —. Recuerdo cada una de sus caras. Sus ojos suplicando ayuda cuando... —su habla se cortó.

—Está bien, no tienes que decirlo.

Sorbió su nariz, alzando la cabeza para conectar sus ojos. Sunghoon se encontró con el azul atormentado brillando dolorosamente.

—Lo hice porque quería recuperarlo —su mandíbula tembló —creí que podría, pero fue demasiado tarde. Me tardé demasiado. Jeonghan me pidió salvarlo y le fallé.

Sunghoon acarició sus mejillas con sus pulgares, limpiando algunas lágrimas que resbalaban por su rostro.

—Lo siento mucho.

Jake negó, dejando caer su cabeza contra su pecho.

—Mi única maldita responsabilidad y fallé. Soy un guardián que no pudo cuidar de su resplandor.

No pudo proteger a su hermanito. Llegó demasiado tarde y no lo salvó. Maki estaba muerto y todo era su culpa.

El único labor de un guardián era proteger a sus resplandores, así que si fracasaban, perdían toda esperanza y deseos de continuar.

Sunghoon se mordió el labio, aguantando el temblor de su mandíbula al tener sospechas de las cicatrices en su espalda.

—Tal vez no haga la diferencia, pero nos salvaste a Jo y a mí. Si no nos hubieras ayudado ese día ni siquiera estaríamos aquí hoy.

Tardó unos minutos para que terminara escuchando una risa seca.

Cómo olvidarlo. Ese día lo castigaron tanto que terminó con el rostro hinchado y ambas piernas fracturadas.

Tenía solo quince años, pero a FALL no le importaba. La edad era lo de menos y quedaba demostrado al no titubear con los resplandores, incluso si algunos de ellos eran solo unos recién nacidos.

—Nos salvaste, Jake. Eres nuestro héroe —Jake esbozó una sonrisa cansada, sintiéndose relajado con la sensación de los dedos de Sunghoon explorando su piel —. Nuestro guardián.

El militar lo observó avergonzado.

—No sé si siga siéndolo, ya no tengo mis alas.

Su voz salía en un susurro y debido a la cercanía, sentían el aliento del contrario rozar con su rostro.

—No las necesitas. Eres un guardián con o sin ellas.

Jake alzó una ceja.

—Claro.

Sunghoon imitó su gesto, soltándolo para ir a tomar un par de prendas y arrojárselas al rostro. Para su infortunio, Jake consiguió atraparlas en el aire.

—No conozco la forma en la que funcione, hasta hace un tiempo creía que yo era una especie de resplandor. Luego de lo que me explicaste todo se volvió más claro —Jake lo miró de arriba a abajo, esperando que hablara —eres el guardián de Jo y Hikaru, también el mío.

—Un guardián para otro guardián.

—¡No te burles! —le asestó un pequeño golpe que consiguió sacarle una risa —. Estoy siendo sincero.

Jake tiró de su mano, deshaciendo su postura de brazos cruzados y lo hizo colocar sus manos detrás de su cuello.

—Gracias.

Podía significar muchas cosas, pero en ese instante, Sunghoon decidió tomarlo como algo positivo, un «gracias por recordármelo». Asumiendo que ya lo supiera, claro.

—Ahora salgamos de aquí que me estoy congelando. ¿Cómo es que andabas sin camiseta?

—No quería ensuciar mi camiseta favorita.

—Ya, claro —murmuró irónico. Ahora fue el turno de Jake de propinarle un suave golpe que lo hizo sonreír —. Vamos a casa, los niños te están esperando.

«A casa». Las palabras dichas por el guardián sonaban tan bien que hicieron a su corazón llenarse de calidez.

No sabía si merecía tenerlo. Tampoco creía ser digno del cariño y aprecio de Sunghoon y los niños. Pero de alguna manera ya se lo había ganado.

Hará todo lo que esté en sus manos y hasta más, con tal de no perder todo ese amor.

Porque son todo lo que lo han mantenido con vida estos años.

—Buenas noches, Jake.

Alzó su cabeza, encontrándose con los ojos miel resplandeciendo entre la penumbra. Por la ventana se colaba un débil rayo de luna, el cual daba justo en la espalda de Sunghoon creando la ilusión de irradiar luz.

«Como un ángel».

Afuera la nieve comenzaba a caer, la primera noche nevada de muchas aumentando el frío invernal con rapidez. Sin embargo, dentro de ese cuarto y estando entre el calor de las sábanas y lleno del alivio de tener a los niños sanos y salvos, Jake no podía sentirse más cálido.

—Buenas noches, mi ángel.

Sunghoon sonrió, recibiendo el beso de Jake y abrazando a los resplandores a su pecho.

Sintió una de las manos del militar posarse en su cintura mientras que la otra fue a su cuello para unir sus frentes.

Esa noche, Jake no tuvo ninguna pesadilla. Ni tampoco en todas las que le siguieron.



Tal parece que actualizar cada mes se volverá una costumbre. Amo escribir y adoro esta historia, sin embargo, luchar con la ansiedad y la depresión me vuelve un poco difícil este asunto de actualizar seguido, sumándole el hecho de que soy un virgo perfeccionista que depende emocionalmente de la validación académica sobreviviendo a la universidad.

En fin, quizás cambie los gráficos de mis fanfics, traigo esa espinita desde hace rato pero no sé cuando podré hacerlo (o si realmente terminaré haciéndolo). En mi cabeza no creo cambiar mucho los de este fic, solo sería mejorar el photopainting pero ya veremos.

Creo que eso es todo. Spoiler chiquito, tal vez cierto personaje cofcofJungwoncofcof salga en el siguiente capítulo.

Nos vemos, esperemos que sea antes del siguiente mes.

Gracias por leer<3.

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