chapter one

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Peter Mellark observó la puerta de la casa de las Everdeen frente a él. Una pequeña canasta estaba en sus manos, dos hogazas calientes de pan al interior.

Semanalmente, cada miércoles Peter dejaba dos hogazas de pan en una canasta en casa de Katniss Everdeen.

Peter iba al instituto con Katniss, se había enamorado de ella pero además de que no tenía el valor para decirle, era sabido que ella tenía algo con Gale Hawthorne. Peter no conocía a Gale, por lo que no tenía el corazón para juzgarlo u odiarlo.

Pero tomó la decisión de dejarle hogazas de pan en su puerta desde ese día lluvioso.

Peter vió a Katniss Everdeen apoyada en un árbol, estaba más pálida de lo normal y estaba sentada en el lodo bajo la lluvia.

Peter mostró una expresión preocupada e inmediatamente después vió a Peeta. El mellizo suspiró rendido.

─Sabes cómo se pondrá mamá. ─Peter asintió. ─No estará feliz.

─¿Cuando lo está? Además mírala. ─Peter apuntó hacia fuera. ─Va a morir si sigue así, no puedo observar solamente.

Peeta asintió. Peter sonrió y se acercó al horno, subiendo el volumen de este al máximo.

─Si se entera de que...

─No se enterará si no le dices. ─Interrumpió Peter a su hermano.

─Sabes que jamás lo haría.

Pronto el olor a quemado inundó las fosas nasales de ambos muchachos. La madre de los mellizos entró rápidamente a la cocina.

─¿!Que hicieron!? ─Exclamó escandalizada. Trató de sacar el pan del horno, quemándose un poco en el proceso.

El pan tenía notables quemaduras. La mujer volteó a verlos a ambos. Luego tomó el rodillo.

─¿!Quién fue el inepto que dejó que el pan se quemara cuando específicamente pedí que estuvieran al pendiente!? ─Peter sintió su corazón latir rápidamente antes de decir con la voz temblorosa:

─Yo lo hice. ─Confesó Peter. Su madre rápidamente se acercó a él.

Colocó el pan caliente contra su pecho, Peter sintió como sus manos y pecho se quemaban, sin embargo, no se atrevió a apartar la mirada de su furiosa madre.

Y luego el rodillo estampó contra su ojo. Luego otra y otra vez. Peeta observó toda la interacción escandalizado.

─Mamá no es...

─¡Cállate mocoso! ─Gritó la mujer, haciendo que ambos saltaran en su lugar. ─¡Lárgate de aquí!

Peter asintió, con la mano en el ojo. Poco a poco sintiendo como se hinchaba.

Peeta, muy a su pesar, se fue.

La mujer le jaló del cabello, sacándolo hacia afuera y gritándole sin parar.

─¡Mocoso inútil... ─Comenzó, pero Peter no la escuchó. Ahora tenía que supuestamente tirar el pan a los cerdos.

Después de unos segundos, su ojo ya se había hinchado mucho y tenía un color rojo fuerte pasando a amarillento.

Observó a la muchacha que todavía seguía sentada y apoyada en el árbol. Ella también lo miraba a él.

Y fue cuando Peter hizo caso omiso a su madre y se acercó con las dos hogazas de pan a ella. A Katniss.

Cuando estuvo frente a ella se agachó para quedar a su altura y le sonrió dulcemente.

─Ten. ─Dijo Peter sin importar si se mojaba bajo la lluvia. ─Están algo quemados pero es mejor que nada.

La muchacha jadea y los toma rápidamente, mordiendo con rapidez y frenesí. Luego lo mira y Peter sabe que está profundamente agradecida.

Luego, Peter se voltea para ir al interior de su casa. Con la fija mirada de Katniss en su espalda.

Peter tocó la puerta, dejó la cesta en el suelo y luego salió corriendo y se ocultó tras un árbol. La última vez que quiso ser generoso y dar la cara Katniss le devolvió el pan y cerró la puerta en su cara.

Observó como Primrose abría la puerta y recibía la canasta. Al ver el contenido de esta, sonrió emocionada. Su sonrisa hizo sonreír a Peter.

─¡Katniss! ─Llamó la niña. Cerró la puerta tras ella.

Katniss aceptaba sus regalos porque ya sabía quién se los daba. Sin embargo, ella seguía sin volverlo a mirar. Peter no sabía si era por la vergüenza o porque aún no confiaba en él para acercarsele.

Sea como sea, tenía que irse y rápido. Está tarde sería la cosecha y no faltaba mucho para esto.

La cosecha era un evento anual organizado para elegir a los participantes que irán a los juegos del hambre.

Los de su distrito jamás volvían.

Si bien Peter no había tenido la necesidad de pedir teselas, siempre había tenido miedo de salir seleccionado. Sabía que de ser así, jamás volvería.

¿Y si era seleccionado hoy? O peor ¿Y si Peeta era seleccionado hoy?

Peter sacudido la cabeza y se repitió en la cabeza: "se positivo, no pasará" como su papá le había dicho.

Pero todo el camino a casa pensó en eso.

••••

Peter tenía puesta una camisa azul y unos pantalones color beige, su cabello estaba peinado hacia atrás. Él está junto a Peeta.

La plaza se va llenando, y se vuelve más claustrofóbica conforme llega la gente. A pesar de su tamaño, no es lo bastante grande para dar cabida a toda la población del Distrito 12, que es de unos ocho mil habitantes.

Los que llegan los últimos tienen que quedarse en las calles adyacentes, desde donde podrán ver el acontecimiento en las pantallas, ya que el Estado lo televisa en directo.

Ambos se miraron sumamente nerviosos. Dos de las tres sillas que yacen en el escenario están ocupadas por el alcalde Undersee (el padre de Madge, un hombre alto de calva incipiente) y Effie Trinket, la acompañante del Distrito 12, recién llegada del Capitolio, con su aterradora sonrisa blanca, el pelo rosáceo y un traje verde primavera.

Peter observa como los dos murmuran entre sí y miran con preocupación el asiento vacío. Justo cuando el reloj da las dos, el alcalde sube al podio y empieza a leer. Es la misma historia de todos los años, en la que habla de la creación de Panem, el país que se levantó de las cenizas de un lugar antes llamado Norteamérica.

Enumera la lista de desastres, las sequías, las tormentas, los incendios, los mares que subieron y se tragaron gran parte de la tierra, y la brutal guerra por hacerse con los pocos recursos que quedaron. El resultado fue Panem, un reluciente Capitolio rodeado por trece distritos, que llevó la paz y la prosperidad a sus ciudadanos.

Entonces llegaron los días oscuros, la rebelión de los distritos contra el Capitolio. Derrotaron a
doce de ellos y aniquilaron al decimotercero. El Tratado de la Traición nos dió unas nuevas leyes para garantizar la paz y, como recordatorio anual de que los Días Oscuros no deben volver a repetirse, nos dio también los Juegos del Hambre.

Las reglas de los Juegos del Hambre son sencillas: en castigo por la rebelión, cada uno de los doce distritos debe entregar a un chico y una chica, llamados tributos, para que participen. Los veinticuatro tributos se encierran en un enorme estadio al aire libre en la que puede haber
cualquier cosa, desde un desierto abrasador hasta un páramo helado.

Una vez dentro, los competidores tienen que luchar a muerte durante un periodo de varias semanas; el que quede vivo, gana.

Coger a los chicos de los distritos y obligarlos a matarse entre ellos mientras los demás observan; así les recuerda el Capitolio que están completamente a su merced, y que tendrían muy pocas posibilidades de sobrevivir a otra rebelión.

Para que resulte humillante además de una tortura, el Capitolio exige que se trate a los Juegos del Hambre como una festividad, un acontecimiento deportivo en el que los distritos compiten entre sí. Al último tributo vivo se le recompensa con una vida fácil, y su distrito recibe premios, sobre todo comida.

El Capitolio regala cereales y aceite al distrito ganador durante todo el año, e incluso algunos manjares como azúcar,
mientras el resto de la gente lucha por no morir de hambre.

─Es el momento de arrepentirse, y también de dar gracias ─Recita el alcalde.

Después lee la lista de los habitantes del Distrito 12 que han ganado en anteriores ediciones. En setenta y cuatro años se han tenido exactamente dos, y sólo uno sigue vivo: Haymitch Abernathy, un barrigón de mediana edad que, en estos momentos, aparece berreando algo ininteligible, se tambalea en el escenario y se deja caer sobre la tercera silla.

Peter sabe que está borracho, y mucho. La multitud responde con su aplauso protocolario, pero el hombre está aturdido e intenta darle un gran abrazo a Effie Trinket, que apenas consigue zafarse.

El alcalde parece angustiado. Como todo se televisa en directo, ahora mismo el Distrito 12 es el hazmerreír de Panem, y él lo sabe. Peter se da un manotazo mental ante esto. El alcalde intenta devolver rápidamente la atención a la cosecha presentando a Effie Trinket.

La mujer, tan alegre y vivaracha como siempre, sube a trote ligero alpodio y saluda con su habitual:

─¡Felices Juegos del Hambre! ¡Y que la suerte esté siempre de su lado! ─Exclama la mujer, Peter rueda los ojos.

Esa frase lo irrita, sabe que el Capitolio se burla de ellos. La suerte nunca está de su lado. Todos lo saben.

─¡Las damas primero! ─Dice Effie, acercándose a la urna en dónde están todos los posibles nombres de las tributas femeninas. ─¡Primrose Everdeen!

El corazón de Peter cae a sus pies. Prim... Prim fue seleccionada. Se supone que era su primer año. Y Katniss jamás le dejaría pedir teselas.

Fue el primer año de Prim y aún así fue seleccionada. ¿Que quitaba que él o Peeta no serían seleccionados?

─¡Prim! ─El grito estrangulado sale de la garganta de Katniss y los músculos vuelven a reaccionar. ─¡Prim! ─Vuelve a gritar Everdeen.

Todos se apartan del camino de Katniss y justo cuando la pequeña Everdeen estaba a punto de pisar el escenario, su hermana mayor la pone detrás de su cuerpo.

─¡Me presento voluntaria! ─Gritó, con voz ahogada─. ¡Me presento voluntaria como tributo!

Y el corazón de Peter oficialmente casi se detuvo. Katniss Everdeen iba a ir a los juegos del hambre.

¿Que se supone que iba a hacer ahora? Todo lo que atravesó Peter fue un estado de shock. Lo único que lo sacó de su ensoñación fueron las palabras de Effie Trinket.

─¡Peeta Mellark! ─Exclamó la mujer frente al micrófono. Peter reaccionó rápidamente, abrazando a Peeta con fuerza para que no avanzara.

─¡No! ─Dijo aferrándose a él y luego sintió las lágrimas correr por sus mejillas. ─¡No, Peeta! ¡No!

Peter repitió las palabras una y otra vez, sintiendo la mirada de su padre en su espalda.

Y cuando la gente se apartó, supo que los agentes de la paz le arrebataran a su hermano de los brazos, brazos en los que Peeta lloraba cual niño pequeño.

─¡Me ofrezco como tributo! ─Exclamó Peter cuando sintió las firmes manos de los agentes de la paz tratando de apartarlos. ─¡Me ofrezco como tributo!

Los agentes de la paz detuvieron a Peeta cuando trató de negarse. Sin embargo, su padre llegó corriendo y Peeta lo único que pudo hacer fue fundirse en sus brazos mientras veía a su hermano en estado de shock subir al escenario.

Su hermano, el hermano que lo amaba tanto como para morir por él.

Peeta sollozó fundiendo su cabeza en el pecho de su papá.

••••

Peter estaba llorando abrazado a su padre. Su querido padre, el único ser con el que se sentía a salvo aparte de Peeta.

Aún sabiendo que fue seleccionado, Peter se seguía sintiendo seguro en los brazos de su papá y él hacía todo lo posible para reconfortarle.

Peter soltó a su padre para abrazar a su hermano.

─Eres fuerte hijo. Más fuerte de lo que crees. Podrás lograrlo, yo lo sé. ─Colocó una mano en el hombro de su hijo para luego unirse al abrazo.

Su madre y sus otros hermanos veían todo desde un rincón.

─Por fin el distrito 12 tendrá a otro vencedor después de... Haymitch. ─Peter sabía que su mamá no se refería a él, si no a Katniss.

Peter solamente se fundió el abrazo de su hermano antes de que un agente de la paz indicara que todos debían irse. Peeta se despidió una vez más, con un abrazo y un beso en la frente a su hermano.

─Yo creo en ti. Siempre creeré en ti. ─Le susurró antes de irse.

Cuando Peter salió, las cámaras apuntaban a su rostro lloroso. El se sintió demasiado avergonzado, lo que lo hizo llorar más.

Tiene que quedarse unos minutos en la puerta del tren, las cámaras engullen sus imágenes; después les dejan entrar al vagón y las puertas se cierran piadosamente detrás de ellos. El tren empieza a moverse de inmediato.

Al principio, la velocidad les deja sin aliento. Obviamente, nunca habían estado en un tren, ya que está prohibido viajar de un distrito a otro, salvo que se trate de tareas aprobadas por el Estado.

En el caso de su distrito, se limita básicamente al transporte de carbón, aunque no estén en un tren de mercancías normal, sino en uno de los modelos de alta velocidad del Capitolio, que alcanza una media de cuatrocientos kilómetros por hora. El viaje les llevará menos de un día.

El tren de los tributos es aún más elegante que la habitación del Edificio de Justicia. Cada uno tiene su propio alojamiento, compuesto por un dormitorio, un vestidor y un baño privado con agua corriente caliente y fría.

Hay cajones llenos de ropa bonita, y Haymitch le le dice vagamente a Peter que haga lo que quiera, que se ponga lo que quiera, que todo está a su disposición. Luego se va diciendo que quiere tomar una siesta.

El muchacho procede a darse una ducha de agua caliente mientras se enjuaga el cabello, usando el shampoo que se haya en el baño. Se hidrata la piel y cuando sale de la ducha se peina el cabello en su característica forma de honguito.

Se coloca una camisa rosa y unos pantalones celestes. Luego sale directo al comedor que le fue mostrado por Effie anteriormente.

Se sienta ahí mirando la mesa y los utensilios elegantes que hay en ella. Silba sorprendido y tomando un tenedor que parece hecho del material más fino que ha visto.

De pronto, entran Effie y Katniss al comedor. Peter observa a esta última de arriba a abajo con fascinación. La camisa verde que trae puesta combina con sus grises ojos.

─¿Dónde está Haymitch? ─Pregunta Effie alegre.

─La última vez que lo vi me dijo que iba a echarse una siesta ─Responde Peter.

─Bueno, ha sido un día agotador ─Comenta ella,
aliviada por la ausencia de Haymitch.

La cena sigue su curso: una espesa sopa de zanahorias, ensalada verde, chuletas de cordero y puré de patatas, queso y fruta, y una tarta de
chocolate.

Effie Trinket se pasa toda la comida recordando que deben dejar espacio, porque quedan más cosas, pero ambos se atiborran, porque nunca habían visto una comida así, tan buena y abundante, y porque probablemente lo mejor que pueden hacer hasta que empiecen los
juegos es ganar unos cuantos kilos.

─Por lo menos tienen buenos modales ─Dice Effie, mientras terminaron el segundo plato--. La pareja del año pasado se lo comía todo con las manos, como un par de salvajes. Consiguieron revolverme las tripas.

Peter frunce el ceño ante la respuesta de Effie. Los tributos del año pasado eran dos chicos que jamás tuvieron las condiciones suficientes para comer.

Katniss comienza a comer desordenadamente y con las manos para molestar a Effie. Peter sonríe y hace lo mismo. Katniss se voltea a él y le sonríe muy levemente.

Peter se sonrojó fuertemente y desvió la mirada. Luego ambos se dedican a observar la ceremonia de elecciones de otros tributos.

Peter observa horrorizado como una niña del distrito 11 de tan solo doce años es elegida y que al momento de pedir voluntarios, nadie se ofrece.

Effie Trinket está disgustada por el estado de su peluca.

─Su mentor tiene mucho que aprender sobre la presentación y el comportamiento en la televisión.

─Estaba borracho ─Responde Peter, riéndose de forma inesperada ─Se emborracha todos los años.

─Todos los días ─Añade Katniss, sin poder reprimir una sonrisita.

Effie hace que parezca como si Haymitch tuviese malos modales que pudieran corregirse con unos cuantos consejos suyos.

─Sí, qué raro que les parezca tan divertido a los dos. Ya saben que su mentor es el contacto con el mundo exterior en estos juegos, el que los aconsejará, les conseguirá patrocinadores y organizará la entrega de cualquier regalo ¡Haymitch puede suponer la diferencia entre la vida y la muerte! ─Les reclama Effie alterada.

En ese preciso momento, Haymitch entra tambaleándose en el compartimento. Peter suspira y niega con la cabeza.

─¿Me he perdido la cena? ─Pregunta, arrastrando las palabras. Después vomita en la cara alfombra y se cae encima de la porquería.

─¡Sigan riéndose! ─Exclama Effie Trinket; acto seguido se levanta de un salto, rodea el charco de vómito subida a sus zapatos puntiagudos y
sale de la habitación. Peter bufa.

─Creo que el tinte el afecta la cabeza. ─Es lo único que dice Peter.

Durante unos instantes, Peter y Katniss asimilan la escena de su mentor intentando levantarse del charco de porquería resbaladiza que ha soltado su estómago. El hedor a vómito y alcohol puro hace que se les revuelvan las tripas. Se miran; está claro que Haymitch no es gran cosa, pero Effie Trinket tiene razón en algo: una vez en el estadio, sólo lo tendrán a él.

Como si llegaran a algún tipo de acuerdo silencioso, Peter y Katniss lo agarran por los brazos y lo ayudan a levantarse.

─¿He tropezado? ─Pregunta Haymitch ─Huele mal. ─Se limpia la nariz con la mano y se mancha la cara de vómito. Peter hace una mueca de asco.

─Vamos a llevarte a tu cuarto para limpiarte un poco ─Dice Peter.

Lo llevan de vuelta a su compartimento medio a empujones, medio a rastras. Como no pueden dejarlo sobre la colcha bordada, lo meten
en la bañera y encendemos la ducha; él apenas se entera.

─No pasa nada ─Le dice Peter a Katniss─Yo me encargo yo.

Katniss no puede evitar sentirse un poco agradecida, ya que lo que menos le apetece en el mundo es desnudar a Haymitch, limpiarle la porquería del pelo del pecho y meterlo en la cama.

─Bueno, puedo enviar a una de las personas del Capitolio a ayudarte si quieres. ─Le dice, porque hay varias en el tren. Cocinan para ellos, les sirven y vigilan; cuidarlos es su trabajo.

─No, no las quiero. ─Se niega Peter. ─Pero gracias de todos modos. ─Katniss se retira a su habitación con la mirada llena de admiración e ilusión de Peter sobre ella.

─De verdad me gusta mucho esa chica. ─Suspira y se recuesta contra las baldosas del baño. Luego mira a un borracho medio conciente Haymitch. ─Me gusta muchísimo, Haymitch.

Haymitch murmura algo y Peter sabe que es su señal para brindarle de sus cuidados.

─Vamos a darte una ducha, hueles asqueroso. ─Peter arruga su nariz, pero tiene dos cosas en mente.

Los juegos del hambre y Katniss Everdeen. Lo estaban volviendo loco.

Solamente llevaba unas pocas horas cerca de ella y ya sentía que podía desfallecer en el suelo. Lo estaba volviendo loco, Katniss Everdeen lo volvía tremendamente loco.

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