Almas Gemelas Navideñas

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Buenos Aires, Argentina

Trabajo en la empresa publicitaria de mi abuelo desde que me recibí y hoy me toca laburar hasta la tarde.

Hace calor y el aire acondicionado dejó de funcionar desde hace una semana atrás, el calor que tengo es insoportable, la ropa se me pega y no doy abasto en tomar agua en grandes cantidades.

Hoy 25 a la noche tengo una fiesta navideña y quedo en llevar a alguien, porque mis compañeros de oficina me suelen molestar con que nunca presento a alguien. Mi error fue decir que iba a presentarselos cuando ni por asomo tengo una pareja. Así que, no sé qué carajos voy a hacer porque ya no puedo seguirles mintiendo o que mi pareja no va a venir. Voy a quedar como una ridícula.

—Alma... ¿al final vas a presentarnos a tu novio? —Me pregunta una compañera.

—¿Qué? —Me giro para mirarla—, sí, hoy a la noche lo conocerán.

—Más te vale, porque siempre nos decís que tiene otro compromiso y estamos pensando en que es mentira lo que nos decís.

—Yo lo llevo, las anteriores veces no pudo venir, no es que no tenga novio.

Mi compañera se ríe y sigue con lo suyo.

El horario laboral se termina y yo acomodo el escritorio donde trabajo, agarro mi cartera para salir de aquel horno, para entrar a otro, la calle. El viento caluroso hace que mi piel se vuelva sudorosa y pegajosa.

El calor me está poniendo de mal humor y peor lo potencia mi falta de novio de turno navideño, miro una vidriera con artículos navideños y sigo de largo hasta llegar a mi departamento. El reloj marca las siete de la tarde y la fiesta es a las nueve de la noche, ni por casualidad voy a encontrar a esa persona perfecta y que me encantaría tener. Miro el Papá Noel que tengo sobre la mesa y le imploro;

—Papá Noel, te pido por favor —junto mis manos como rezando—, un regalito de Navidad, sé que ya tuve un par, pero me encantaría, que me resuelvas este temita para esta noche, no importa cómo sea. Pero lo necesito, ya me da vergüenza ir a la fiesta sin novio como las anteriores veces.

Lo miro fijo, frunzo el ceño y me rio sola pensando que estoy re loca hablando con un adorno navideño.

Busco algo para comer mientras hago tiempo para elegir la ropa que voy a usar, ya estoy resignada, voy a tener que decirles otra vez a mis compañeros del laburo que el novio imaginario no puede llegar porque trabaja en el exterior. Más risa me da cuando lo pienso e imagino las caras de mis colegas.

Echo una carcajada y en el momento que me la echo tocan el timbre. Abro más los ojos cuando escucho el segundo timbrazo.

Dejo la pilcha sobre la cama y me acerco a la puerta, miro por la mirilla y me doy vuelta aplastando la espalda contra esta. Quedo sorprendida, era hermoso. Alguien que no conocía estaba tocando el timbre de mi departamento.

Me armo de valor y pregunto quién es;

—Soy el vecino del piso de arriba, departamento 7.

Acomodandome un poco, me giro y le abro. Caigo redonda al piso de la impresión que me da. El hombre no sabe qué hacer y para no dejarme como ridícula en el piso me ayuda a que me levante.

—¿Estás bien? —Me pregunta con mucha amabilidad.

—Sí, me bajó la presión seguramente con el calor que hace —exagero y le miento.

—Está pesadito el día —me sonríe y me acompaña al sillón—. ¿Estás mejor?

—Sí, ya me siento mejor —le respondo y lo miro de nuevo—, qué perfecto —hablo sin medir mis palabras.

—¿Qué dijiste? —Frunce el ceño.

—Nada, digo qué perfecto papelón que hice —sonrío—, me parece raro que seas mi vecino, no te vi nunca.

—Soy nuevo, me mudé hoy, casi recién y no conozco nada del barrio.

—¿Tenés ocupada la noche?

—No, estoy esperando a que me digas las palabras mágicas.

—¿Qué palabras mágicas? —Le pregunto asustada, levantándome del sillón como un resorte.

—Vos sabes de qué hablo. ¿No te parece mucha casualidad que aparezca hoy en tu puerta?

—Y me da miedo también, ni siquiera te conozco. Te apareciste como por arte de magia frente a mi puerta como si buscabas algo o a alguien —vuelvo a unir las cejas sin entender del todo lo que me está pasando.

—No me conoces tanto, pero intuís algo. ¿O no?

No sé qué responderle, me da miedo e intriga al mismo tiempo, hasta que me acuerdo de lo que le pedí a la figura de Papá Noel que está sobre la mesa de la cocina y una sensación de incredulidad me embarga.

—¿No crees en la magia de la Navidad?

—Sí, pero, ¿vos cómo me conoces? ¿O sos un chanta?

—Me llegó un mensaje de texto de un número desconocido diciendo que la piba del piso de abajo, del departamento 7 necesitaba una pequeña ayuda.

—No sé de lo que hablás.

El vecino al que todavía no sé su nombre saca su celular y me muestra el mensaje.

—¿Y cómo te llamas?

—Uriel... ¿Lo enviaste vos o no? —Me miente.

—Imposible, me parece que vos me estás bolaceando.

—Bueno, estoy acá. No tengo nada que hacer y me gusta ayudar a las personas. Supongo que estás en un bardo.

—Bueno... no es un bardo en sí... Mira, sé que esto es re raro, pero dentro de una hora tengo que ir con alguien a una fiesta navideña que se hace en la oficina donde trabajo. Queda en Capital Federal.

—Te acompaño.

—Ese no sería el tema principal... les dije que tenía novio y que lo iba a presentar hoy.

—Te puedo seguir el juego, no me molesta ayudarte. Alguien me mandó el mensaje para que te ayude. Así que, lo haré.

—Vas a tener que comerte los chistes que te van a hacer, algunos son sarpados.

—No importa, me la banco, yo también puedo tirar dardos —me dijo guiñandome un ojo.

Siento el sofocón de golpe y mis cachetes arden. Arden por cómo me guiña el ojo y en cómo me mira también.

—Vestite, te espero acá.

Voy a mi pieza, cierro la puerta e intento calmarme.

Uriel está en la cocina mirando con atención todo a su alrededor y baja la vista hacia el Papá Noel de la mesa, lo levanta para pispearlo.

—Creo que vos me trajiste hasta acá por alguna otra razón también —habla en voz baja para que solo escuchara el adorno.

Un nuevo mensaje de texto le llega al hombre y este lo lee.

Hacele acordar lo que significa la Navidad.

Salgo de la pieza después de intentar tranquilizarme, tengo un vestido corto y un par de sandalias, no me puse casi nada de maquillaje y tengo un rodete, y un par de aros.

—Estás muy linda.

—Gracias —me pongo colorada por su piropo.

—¿No te acordás quién soy?

—La verdad es que no.

—Te lo cuento mientras nos vamos a esa fiesta navideña.

—No tengo auto, iba a ir en bondi.

—Yo sí tengo.

Salimos del departamento y bajamos con el ascensor. Él abre la puerta de entrada del edificio y me lleva hasta su auto. Como todo un caballero me abre la puerta del copiloto y entro. Una sensación de nervios y de que no sé lo que va a pasar me invaden de nuevo. Presiento que algo sucederá, pero no lo puedo deducir.

Uriel entra para manejar y le indico donde trabajo, me da la sensación de que conoce el lugar porque antes que le diga cómo entrar a la empresa activa el botón y la reja se abre.

—¿Quién sos? —Le pregunto, esta vez mirándolo con atención—, chabón te estoy preguntando. ¿Quién sos? No me creo un pomo lo que me estuviste chamuyando antes.

—Soy quien salvaste ayer por la tarde cuando se estaba por caer una heladera encima de mi cabeza y... el nuevo director de arte de la empresa.

—¿Mi jefe?

—Sí, algo así y amigo de tu abuelo.

—¿Cómo es que sos amigo de mi abuelo? —Vuelvo a preguntarle, esta vez ya bajados del auto.

—Tu abuelo es el dueño de todo esto... El anterior director de arte era amigo de él, mi papá.

—Ah, ya me doy cuenta. ¿Y armó todo esto para qué? No entiendo la farsa ni lo que quiso hacer con esto —le digo poniéndome un poco irritada—. Me siento una tarada, le estoy hablando a mi jefe de arte como si lo conozco de toda la vida, qué chiste ridículo.

—¿No crees en la magia de la Navidad?

—Dejé de creer en la magia navideña cuando me quedé sin padres.

—Tenés un abuelo que te quiere mucho, él siempre me habla de vos y siento que te conozco.

—Él nunca me habló de vos.

—Bueno, en ese caso me presenté yo frente a vos —sonríe y la boca de mi estómago siente miles de mariposas volar descontroladas.

—¿A quién le mandaba los correos electrónicos? ¿A vos? —El hombre asiente.

—Pero siempre supiste mi apellido y no mi nombre.

—¿Tu verdadero nombre es Uriel?

—Sí.

Me apoyo contra la puerta del copiloto que está cerrada y siento como mis ojos se empañan, estoy a punto del llanto y Uriel se acerca para agarrarme de las manos.

—¿Qué tenés? ¿Por qué lloras? ¿No crees lo que te estoy diciendo? ¿No crees que esto es real?

—¿Por qué quiso que aparezcas ahora?

—¿Tu abuelo? —Me pregunta mirándome a los ojos y le asiento con la cabeza.

—Porque te quiere, porque sabe que no podés quedarte sola y triste toda tu vida, sabe que no te gustan estas fechas desde ese día y por eso cuando me contó lo que te estaba pasando yo me ofrecí a darte el empujón que necesitas, Alma.

Seco mis lágrimas y le muestro lo que tengo colgado en la cadena, un ángel.

—¿Será casualidad todo esto? —Le cuestiono y él sonríe.

Uriel entiende mi comentario y asiente.

—Yo creo en esas cosas mágicas y vos tenés que empezar a creerlas también porque no estás sola, tenés a tu abuelo y ahora, aunque te cueste creerlo me tenés a mí. No te digo que seamos pareja porque ninguno de los dos se conoce realmente, aunque tu abuelo me habló siempre de vos, pero siento que algo te conozco.

—Pero, sos mi jefe —me pongo incómoda.

—No soy tu jefe como tal.

—¿Ah no? —Le pregunto enfatizando las palabras—. Sos a quien le mandaba los correos, me siento tonta.

—El dueño verdadero es tu abuelo. Y tenés que sacarte ese prejuicio del jefe y la empleada.

—Cuando sepan mis compañeros de trabajo que llegué con el director de arte, me van a tratar de trepadora.

—El dueño es tu abuelo. Deja de pensar pavadas y disfruta, Alma.

—Está bien, pero siento que te estoy obligando a participar de algo que capaz no querés.

—No seas tonta, vamos —me toma de la mano para caminar a su lado.

Uriel y yo entramos a la oficina donde se realiza la fiesta, en el ambiente se respira Navidad y algunos de mis colegas ya están alegres, pero siguen tomando fernet con coca-cola mientras bailan con sus piernas de gelatinas y algunas de mis compañeras comen sanguchitos de miga y otras sanguchitos de vitel toné. La música de fondo es de cumbia y otras canciones latinas. Marta, mi compañera del área de diseño apenas me ve, codea a la otra que tiene al lado.

—¡Al fin llegas! —grita y se acerca a nosotros dos—. ¿Y este bombonazo? ¿Es tu novio?

—Sí, les dije que iba a traerlo.

—Parece sacado de una revista de modelos.

—Obvio que es perfecto —les contesto con firmeza—, pero siempre se reían pensando que mi novio no existía.

—Bueno, perdonanos —me dijo y tanto ella como la otra compañera de trabajo se miran y se ríen delante de mí.

—¿Quiénes son estas dos? —pregunta Uriel con seriedad.

—Mis compañeras de trabajo, son del área de diseño.

—Ah... del mismo departamento —escucho que dice y sonríe de lado—, ¿por qué se ríen? ¿Su compañera no puede tener un novio como yo? —Les cuestiona y yo abro más los ojos y lo miro.

—Por supuesto que sí, pero ella es tan... rara que nos cuesta creer que se consiguió a alguien como vos —contesta la otra.

—No tiene porqué vociferar a los cuatro vientos qué clase de novio tiene y se supone que este mes es uno festivo, donde mucha gente debería cambiar de actitud y no ser tan malas compañeras —Uriel le tira dardos en vez de palabras.

—Sí, claro que sí.

—¿Querés fernet, birra u otra cosa para tomar? —Trato de cortar la conversación que se estaba poniendo tensa.

—Fernet.

Busco un plato descartable y pongo dos sanguchitos de vitel toné y le doy un vaso a él con el fernet con cola que pide. Yo me agarro un vaso con coca-cola.

La reunión festiva sigue, algunos compañeros ya casi están en otro planeta, otros bailan y las chicas se quedan charlando entre ellas, Uriel se queda conmigo, no sé si por obligación o porque le gusto en cierto modo. Intento pensar que es lo segundo, pero la conciencia me carcome en pensar que todo esto es una truchada y empiezo a buchonear la mentira.

—No tengo novio —es lo único que digo y lo más claro para que casi todos los que tienen las neuronas conectadas todavía me escuchen—. A Uriel lo conocí hace cuatro horas atrás —este cierra los ojos sabiendo que voy a contar todo—, jamás tuve novio, pero parece que todos insisten en que lo tenga como si es una competencia para ver a quien traigo, porque creen que no califico para tener un novio decente.

—Si este no es tu novio, ¿quién es entonces? —Marta levanta una ceja y pregunta con altanería.

—Uriel Villalba, director de arte de esta hermosa empresa publicitaria. Me ofreció el puesto el director general y dueño de todo esto. Soy amigo de la señorita. Y vine porque se me antojó.

Me giro y salgo al balcón que tiene la oficina, el papelón es tremendo, siento vergüenza por todos y por mí misma, pero más por Uriel que se tiene que bancar todo este teatro.

Uriel sale también y me gira para que quede frente a él, sin decirme algo agacha su cabeza para darme un beso en los labios, le sigo el juego, ya no sé lo que es, si es juego o verdad, lo siento sincero y dejo que me siga besando. Se separa de mí y me observa, sus ojos refulgen como dos preciosos zafiros, el color lo contrasta con el pelo negro que tiene, es hermoso, me sonríe y él solo me da la respuesta que estaba necesitando...

—Mi alma gemela en la noche de Navidad.

🎄🎄🎄

Laburo: Trabajo                            Pilcha: Ropa                       Chanta: Mentiroso

Bolaceando: Mintiendo            Bardo: Lío                            Sarpados: Desubicados

Banco: Soporto/Aguanto         Cachetes: Mejillas            Pispearlo: Echarle un vistazo

Pieza: Habitación                        Rodete: Moño/Chunguito

Piba: Chica                                    Aros: Aretes                                    Bondi: Autobús                

Manejar: Conducir                    Chabón: Muchacho                    

Chamuyando: Hablar para convencer/Mentir

Bombonazo: Bombón               Fernet: Aperitivo con alcohol (es el Fernet Branca)

Birra: Cerveza                                Tomar: Beber                    Buchonear: Decir la verdad

Bancar: Aguantar/Soportar/Apoyar a alguien         

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