¿Sensible?

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-¿Cómo estaba?

-Feliz.

-¿Tanto se le notaba?

-Oh, sí. Tenía una sonrisa que le llegaba hasta las orejas.

Estaba otra vez, como casi siempre solía, en la ventana de la habitación de Sigit. Tenía un caramelo en mi boca, que saboreaba mientras recordaba a Kayla.

Era tan extraño para mí recordar a alguien solo por su voz. El corazón de Kayla siempre sonaba diferente y su olor cambiaba cada vez que me encontraba con ella. Tanto como su actitud, era una cosa imposible de definir para mí. Era solo una voz y varios recuerdos. No podía definirla de otra forma y eso me intrigaba aún más.

-¿Vas a seguir preguntando por Kayla o me vas a ayudar a estudiar?- Sigit me causaba risa cada vez que hacía esa pregunta, sobre todo porque últimamente la hacía muy a menudo.

-La tercera pregunta la tenías bien.

-¿Ah? ¿Estabas escuchando entonces?

-¿Qué tal si le pides su número? De seguro que a ti te lo da.

-¿Otra vez? ¿Podrías dejar a Kayla por un segundo?

-No, tengo una cita con ella el sábado.

-¡¿Qué?!- escuché el sonido sobre la mesa.

-Oye, ten más cuidado, ese es mi móvil.- su típica reacción al estar sorprendido por algo es soltar lo que tenga en ese momento en las manos.

-¿Era por eso que Kayla estaba feliz?

-Sí, era por eso.- metí el caramelo en mi boca tras hablar mientras disfrutaba de la brisa desde la ventana.

-No pareces muy feliz por eso.- se cruzó de brazos y resopló pensativo.

-Solo la estoy poniendo a prueba.

-¿Y qué pasará? Estás jugando con sus sentimientos.

-Nunca dije que estuviera haciendo eso.- me puse serio al responder.

-Entonces, ¿también te gusta?

-¿Gustarme?- lo medité por unos segundos y después sonreí.- Digamos que me da algo de curiosidad.

Escuché un sonido proveniente de la puerta y salté fuera de la ventana. Me quedé cerca y apoyado en la pared, fuera de la vista de quien estuviera dentro del cuarto de Sigit.

En efecto alguien había entrado, era su madre y le preguntaba por su estudio. Debo agradecer lo buen amigo que es Sigit al ocultar mi presencia siempre que voy, aunque parecía que la charla duraría más de lo esperado.

Salté a la calle y comencé a caminar hacia el orfanato, pero una extraña presencia me hizo cambiar el rumbo.

¿Serían los matones de antes? No estaba seguro, pero no dejaría que se acercaran al orfanato. Fui en dirección contraria siguiendo las presencias aquellas. ¿Tres? No, eran cuatro. Al menos supervisarlos desde un lugar prudente.

¡No, me vieron! Pasaré como si nada. ¿Qué es eso que tienen? Un objeto… es grande, pero no sé que es.

-Ya está, ponlo.- fue un susurro y lo último que pude escuchar antes de que un chirriante sonido fuera reproducido.

El objeto era una bocina de gran tamaño. Ese sonido me había desorientado por completo y me dejó con los oídos adoloridos. Todo estaba difuso y no podía ubicarme. Me cubrí con las manos las orejas asegurándome de dejar colgado el bastón de mi muñeca. Si me sentía tan perdido lo iba a necesitar para regresar.

¿Esos tipos? No… no parecían seguir ahí. ¡Argh! Ese molesto ruido. No otra vez. Solo quería entrar en la sala de música. Siquiera supe si mis hermanos me hablaban, solo quería llegar y quedarme ahí encerrado hasta que el aturdimiento se pasara.

La puerta. Por fin, silencio, nadie cerca, solo el suelo y estas calladas paredes.

Una cita… ¿Qué debía hacer? Vestirme bien o arreglarme no serviría de nada. ¿Qué podía hacer entonces para que una cita con Elios fuera diferente a lo que habían sido nuestros encuentros anteriores? Nada, no se me ocurría nada. Tal vez un perfume más llamativo. Era lo único que se me pasaba por la mente y que fuera notorio para él.

Caí en cuenta de lo difícil que sería la vida si no se puede ver. No saber que hay a tu alrededor o a dónde vas. Si hay algún peligro cerca o si ya estás en casa. Nada, solo oscuridad. Elios solo tenía oscuridad a su alrededor. Así era su mundo.

Y aún así sonreía de esa manera tan natural y confiada. Era tan seguro de sí mismo y de lo que hacía. Con esa orgullosa expresión que me hacía fruncir el ceño cada vez que la veía. Era extraño, Elios era un ciego extraño. A veces lo parecía y a veces no. Y aún me intrigaba no conocer ni el resto de su número y su rostro por completo.

Pero… igual debía pensarlo seriamente. Elios era alguien peculiar, pero era noble de corazón. Me molestaba, me irritaba, me hacía enojar, pero no tenía forma de odiarlo por más que lo intentara. Pero… ¿merecía yo ser esa persona de la cual fuera de la mano por la vida?

¿Pensaba él así de mí o solo estaba jugando conmigo?

<<Probarte.>>

Cierto, eso fue lo que me dijo. Me estaba probando. No sentía lo mismo. Entonces… ¿qué sentido tenía ir a esta absurda cita de prueba? No significaba nada a menos que… a menos que Elios no tuviera el valor de decir que sentía algo por mí también.

No, eso era imposible. Con lo directo que es Elios, algo así lo hubiera dicho ya. O tal vez yo no lo conocía lo suficiente para saber cómo se sentía con respecto a mí. Como fuera, iba a tener la oportunidad de conocer una faceta romántica suya (o algo parecido a eso), así que debía darle una oportunidad de abrirse conmigo.

-¡Mamá!- me apresuré donde ella se encontraba.- ¿Me prestas tu perfume de jazmín para el sábado?

Sip, estaba entusiasmada y solo quería esperar lo mejor de aquel encuentro entre Elios y yo.

¿Qué podría salir mal?

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