∞Capítulo 3∞

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Yo siempre he tenido pasión por los detalles, por los pequeños acontecimientos, casi invisibles, que hay a nuestro alrededor. Observar a la gente te enseña muchas cosas.

-Marc Levy.


Samantha.


Me pongo lo primero que encuentro en el armario. No me preocupo en escoger conjunto, nunca lo hago. Mi look es desaliñado e informal, una estética grunge total. El descuido es mi forma de vestir, aunque irónicamente cuido mi aspecto para que se vea de esta manera.

Me peino sentada frente al espejo del tocador pasando la plancha onduladora por todos mis mechones. Tengo el cabello poco más largo de los hombros, así que acabo pronto de moldear mi melena en forma de zigzag. Casi siempre me hago este peinado tan común en la década de los noventa. Me gustan estas ondas finas y pequeñas, porque dan volumen y brillo. Me da igual que ya no esté a la moda, yo no sigo el último grito, sigo mi propio estilo.

Cuando acabo de prepararme guardo mis cosas en mi pequeña mochila de tachuelas. Meto un libro, mi teléfono móvil y mi Walkman WN 101 de Sony de color rojo metalizado, que me regalaron mis padres en mi cumpleaños. También guardo un casete al azar que cojo de la estantería de casetes encima de la cajonera. Esta vez le tocó a Radiohead, el álbum de Pablo Honey de 1993. Miro la caratula con aprobación antes de guardarlo.

<<El azar tiene buen gusto.>>

Amo las cosas de los noventa. Nací en el año equivocado. Debería de haber nacido antes, a mediados de los ochenta para vivir con total plenitud los años noventa, pero ni si quiera tuve el honor de nacer en 1999 como consolación.

¡Ah! Y no puedo olvidar lo más importante, mi inhalador. Rápidamente lo cojo de encima de la mesita de noche y lo guardo también. Tengo asma de nacimiento y me puede dar un ataque en cualquier momento. Es un rollo.

Salgo de la habitación y bajo las escaleras deprisa. La mochila salta a mi espalda con cada escalón que bajo y las cosas repiquetean en su interior. No va muy cargada, pero me falta una última cosa para completar el equipo.

Voy a la cocina y saco de la nevera una pequeña botella de agua fría que meto en la mochila para no deshidratarme. Es un requisito esencial para salir, la única manera de sobrevivir fuera.

Salgo de la cocina y en el salón veo a mis padres preparados para salir. Mamá guarda su cartera en el bolso apoyado en el brazo del sofá y papá la espera cerca de la entrada.

—¿Vas a salir? —me pregunta papá interesado.

—Sí —le contesto escueta.

—¿Con Rachel y Alex? —me pregunta mamá esperanzada mientras cierra el bolso.

—No, solo voy a pasear a Ascot Hills —aclaro encaminándose hacia la puerta.

—Tanta soledad no es buena, Sam, deberías pasar más tiempo con tus amigos —me dice papá.

Resoplo.

Rachel y Alex solo son conocidos con los que entablo pequeñas conversaciones y a veces me hacen compañía cuando se me pegan. No los he visto mucho en vacaciones a pesar de vivir en el mismo barrio, siempre los evito. No son tontos, se deben dar por aludidos, cualquiera se daría cuenta.

—Sí, Sam, tendrías que salir más con tus amigos, son buenos chicos —dice mi madre colgándose el bolso al hombro.

Me encojo de hombros.

Odio que se refieran a ellos como mis amigos. Amistad es una palabra que implica demasiado con unas personas a las que prefiero evitar en medida de lo posible, pero me quedo en silencio. No quiero entrar en discusiones sobre lo que son o no son.

Mis padres se dan por vencidos por hoy. No me dicen nada más sobre Rachel y Alex, aunque sé que otro día volverán a intentar convencerme, puede que mañana, pero no lo conseguirán. Saben que soy una chica un poco peculiar y, en el fondo, están preocupados por mí, aunque no lo digan. Les gustaría que cambiara.

Y cambiaría más pronto que tarde... Y llegaría más allá de lo que debería...

—Bueno, nosotros vamos al centro, así que lleva llaves —me dice papá.

Abro la mano mostrándole las llaves tintineantes. Siempre las llevo conmigo, no tiene falta de decírmelo.

—Y no las pierdas —me advierte mamá.

-Ya...

Los tres sabemos a qué viene ese aviso. En una ocasión las perdí, fue hace unos meses ¿Dónde habrán terminado esas llaves que nunca más encontré? Es un gran misterio, decidieron huir de mí. Papá tuvo que cambiar la cerradura por precaución.

Abro la puerta y salgo. Al instante se nota el cambio de temperatura del frescor del aire acondicionado de dentro al calor de fuera. Acabo de entrar a un horno.

Detrás salen mis padres directos al coche que está delante del portón del garaje mientras me guardo las llaves en el bolsillo del pantalón corto. De ahí no escaparán.

—Si quieres te acercamos —se ofrece papá abriendo la puerta de conductor.

Mmm... Es una oferta tentadora, así me ahorraría un camino de ida a pie por las colinosas calles de El Sereno bajo el sol abrasador. Dudo un momento, pero opto por ir sola, no los quiero desviar, bastante tiempo tendrán que perder en el tráfico de las autopistas.

—No hace falta —contesto mientras mi madre sube al asiento de copiloto.

—Está bien, así haces ejercicio —me dice mi padre sentándose frente al volante y cerrando la puerta tras él.

Arranca el coche y maniobra saliendo a la carretera. Antes de ponerse en marcha cuesta abajo se despiden de mí con la mano y yo me despido de ellos de la misma manera mientras se alejan hasta desaparecer tras girar la esquina.

Saco el Walkman de la mochila, le inserto el casete de Radiohead y me pongo los auriculares Wesc a juego en las orejas apartando mi cabello hacia atrás como si fuera una diadema. Pulso el botón de play y se comienza a reproducir You con tranquilos acordes de guitarra eléctrica. Esta canción es una de mis preferidas de la banda, tiene una letra y una melodía preciosa.

https://youtu.be/m9S7_maP1G0

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*Nota:* coloco el vídeo porque me gusta más esta versión que no pude encontrar en Spotify. Este sonido es más profundo y da el ambiente que quiero transmitir.

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Acompañada de mi música, echo a caminar calle abajo directa a Ascot Hills exhibiendo con orgullo el Walkman enganchado al bolsillo del pantalón.

No voy andando por el gusto de dar un paseo por el vecindario. Hace unos meses que saqué el carnet de conducir y podría ir en mi coche de no ser porque no hay donde aparcar.

Camino con el paisaje distante de los rascacielos de frente, están perfectamente enmarcados al final de la carretera. Desde aquí parecen diminutos, pero su tamaño es tan considerable que asoman imponentes por encima de los tejados, las copas de los árboles y las innumerables palmeras.

No sé por qué... Pero me siento observada. Tengo la impresión de que alguien me está mirando fijamente, vigilando cada uno de los movimientos que hago como un depredador a la caza...

Me detengo extrañada y miro alrededor buscando una explicación. No hay nadie en la calle, solo estoy yo. Qué raro... Igual es paranoia mía.

Entonces lo descubro. Al pasar la mirada por la casa de enfrente veo al hijo de los nuevos vecinos tras una ventana de la planta superior. Tiene un cigarrillo en la boca y no lleva camisa. Casi me caigo de la sorpresa en cuanto me doy cuenta de que me está observando con unos prismáticos.

—¿¡Pero quééé...!?

Lo miro atónita y un escalofrío recorre mi cuerpo a pesar del bochorno.

<<¿De verdad me está mirando a mí? Puede que no.>>

Vuelvo a mirar a ambos lados de la calle para asegurarme, pero sigue tan vacía como en el primer vistazo que eché. Definitivamente es a mí a quien mira.


"And I could never run away from you"

(Y yo nunca podría escapar de ti)


Nunca. La canción estaba contando por sí misma un hecho de mi futuro. Ni si quiera la estaba escuchando, no le prestaba la más mínima atención, solo le miraba a Él.

Frunzo el ceño y entorno los ojos. Es entonces cuando ese chico parece darse cuenta de que lo pillé. Baja los prismáticos haciendo una mueca y corre la cortina rápido desapareciendo tras la tela, como si quien hubiera estado espiando hubiera sido yo y no él.

Aunque no lo pueda ver sigo mirando estupefacta su ventana durante unos segundos. Lo que me faltaba, tener uno de esos vecinos que se dedican a cotillear la vida de los demás para entretenerse. Tendré cuidado cuando me desnude en mi habitación. Espera... ¿Y si ya me vio? Hace dos tres que se mudó y pudo haber visto de todo.

Las neuronas de mi cerebro empiezan a trabajar a la velocidad de la luz recaudando los recuerdos de las cosas más vergonzosas que hice en los dos últimos días en mi cuarto. Cantar Alive de Pearl Jam a grito pelado usando el peine como micrófono con la música a todo trapo, además de bailar como un pato mareado, moviendo la cabeza y agitando el cabello a lo loco, saltando desenfrenada y meneando las extremidades en todas direcciones sumergida por completo en la canción... Por no contar las veces que me vestí y me desvestí.

De solo pensarlo me ruborizo de pudor y me avergüenzo de la cantidad de cosas ridículas que ese chico me pudo haber visto hacer. Seguro que se recreó de mi espectáculo privado partiéndose de risa a costa mía.

Me autoconvenzo de lo contrario. Quizá me esté engañando, pero prefiero eso a aceptar esa posible verdad tan embarazosa. Juro que la próxima vez que lo pesque lo denuncio porque esto es denunciable ¿No? Es un delito, y si no lo es debería de serlo.

Le doy la espalda a esa casa y camino abrazándome a mí misma por instinto, como una forma de protegerme de la mirada indiscreta de ese acosador.

Volteo la vista atrás en numerosas ocasiones para asegurarme de que no aprovecha a mirarme otra vez, pero no ha vuelto a la ventana, permanece oculto más allá de la cortina.

Cuando doblo la esquina me siento a salvo de sus ojos acechantes.



Odio las cuestas del barrio, me fatigo de solo caminar. Bajarlas no me importa, hasta me gusta el impulso que me dan, lo malo es subirlas. No entiendo a quién se le ocurrió la brillante idea de construir una comunidad entre estos cerros. Es cierto que gracias a eso tenemos unas vistas inigualables de Los Ángeles, pero preferiría vivir en un lugar más llano y cómodo en el que andar, lo demás es secundario. En Searles Valley no tenía este problema, el suelo es literalmente recto.

Deben de rondar cerca de cuarenta grados, lo que me puede provocar un ataque de asma si camino muy rápido, así que para prevenirlo camino lenta y pausadamente. Me siento como un zombie de la serie de The Walking Dead. Solo me falta gruñir y cojear un poco.

Las pocas personas con las que me cruzo también van calmosos y sin prisa, como muertos vivientes. En esta parte de Los Ángeles la vida es distinta, la gente vive tranquila. El tiempo pasa más lento conforme uno se aleja del ajetreo del centro, donde el tiempo se acelera y la gente vive deprisa. Son dos mundos totalmente distintos en un mismo sitio.

Me adentro en una calle y más allá veo a Rachel y Alex, dos de las pocas personas de fuera de mi familia con las que hablo y me relaciono regularmente de forma superficial. Lo más parecido que tengo a unos amigos, pero no lo son, no los considero de esa manera, aunque ellos a mi sí.

El cabello de Rachel es largo y rubio claro. Sus grandes ojos grises azulados son lo que más resalta en su rostro angelical. Es muy guapa, tanto que si fuera un chico o lesbiana me enamoraría de ella.

Los padres de Alex son de México, pero él nació en California. Tiene los ojos castaño oscuro, al igual que su melena lisa a ras del hombro y su piel tiene un ligero bronceado natural. No está mal, me podría gustar, pero ya está cogido.

Les encanta el Rock, es algo que se ve con solo mirarlos, siempre llevan camisas de bandas. Rachel lleva una blanca de Pink Floyd atada a un lado de su cintura enseñando el ombligo y Alex una de AC/DC negra.

Frunzo el ceño al ver a Rachel agachada echando aceite en la acera.

<<Pero... ¿Por qué hace eso?>>

De pie, Alex sujeta un huevo. Entonces ya sé lo que van a hacer y suelto una pequeña risa.

—Toma, Alex, sujétala —dice Rachel dándole la botella de aceite que intercambia por el huevo.

Pero él la posa de pie en el suelo.

—Espera a que caliente para echarlo.

El perfecto inglés de Alex con acento americano le hace parecer estadounidense de pura cepa aunque todos sus antepasados sean mexicanos.

Levanta la vista y se percata de mi presencia.

—Eh, mira, es Sam —le dice Alex señalando en mi dirección.

Rachel gira la cabeza hacia mí. Los dos sonríen y me saludan con efusión. Yo les devuelvo el saludo acercándome, aunque no tan animada como ellos.

—¡Ven, Sam! —dice Rachel haciendo una seña con la mano -Vamos a freír un huevo -me dice entusiasmada.

—Vamos, apúrate —me alienta Alex.

Pero sigo caminando al mismo paso, no tengo ganas de ir más rápido. Hace demasiado calor para eso. Mientras me aproximo me quito los auriculares y los dejo colgando del cuello.

—Vagaaa —me llama Alex ahuecando las manos alrededor de la boca.

—Ya voy, ya voy... —saco la lengua fingiendo agotamiento.

Simulo caminar con dificultad, como si mi cuerpo pesara demasiado y me costara un gran esfuerzo moverme haciendo que se rían de mi exageración.

Cuando llego Rachel permanece agachada, Alex se sienta en el suelo y yo estoy de pie delante de ellos. Los tres miramos atentos cómo la mancha de aceite se disemina y crece.

Solo me quedo porque tengo curiosidad por saber cómo sale. Me fijo en la inclinación de la calle. Esto no puede salir bien de ninguna manera.

—No sé cómo saldrá, eh -les aviso.

—Shhh, cállate, Sam, no seas gafe —dice Rachel haciendo un aspaviento con la mano hacia mí.

Levanto las manos con inocencia sellando los labios.

Desvío la mirada a Alex. No sé cómo aguanta sentado en el suelo, el asfalto está tan caliente que quema, desprende calor como una estufa.

Rachel se inclina hacia delante para ver mejor el aceite y entrecierra los ojos, como si fijándose más pudiera percibir si ya está caliente.

—Humm... Creo que todavía no está caliente -duda.

—Tiene que estarlo porque yo me estoy quemando el culo ¡Me estoy achicharrandooo!

Rachel y yo nos reímos en una sonora carcajada. Alex es gracioso. Él sigue hablando.

-Si mi culo está frito el aceite también -dice levantándose y sacudiendo con cara de dolor la parte trasera del pantalón con las manos.

Alex no es que sea muy alto, pero con su metro setentaitantos me saca casi veinticinco centímetros y le llego a la altura del hombro, aunque cualquier chico puede parecer alto a mi lado, incluso alguien que no llegue al metro setenta.

Ándale, hazlo ya, venga, ándale wey ¿A qué esperas? —le dice en español con un actuado acento mexicano.

Me doblo de risa carcajeándome con más fuerza.

—Vale, vale, ya voy, tranquilo —dice Rachel entre risas.

Cuando se calma le da a la cáscara unos suaves golpes contra el bordillo de la acera y la abre sobre el aceite. El huevo cae en el centro, pero se empieza a resbalar por la bajada de la calle.

—Mierda... Se resbala —se queja.

—Justo lo que me imaginaba...

Intenta mantener el huevo sobre el aceite y se ayuda de la pared de la cáscara para empujarlo con cuidado al centro del charco y no despega el cascarón, lo deja ahí para que no se mueva. Alex se ríe.

Tras unos segundos Rachel aleja la cáscara fiándose de que el huevo se quede quieto y lo está, pero dura poco hasta que se vuelve a deslizar como si tuviera vida propia. Rápido se apresura a su rescate. Lo detiene con la cáscara y lo guía de nuevo a su lugar.

—Me parece que no va a funcionar.

Niego con la cabeza dándole la razón.

—Paciencia, Alex, no pasó ni un minuto —le dice sujetando la cáscara contra la yema para conservar el huevo en su sitio.

—No... Si no lo decía por eso...

Entiendo a qué se refiere, pero Rachel parece que no. Retira la cáscara y se pone en pie mirando el huevo alerta, pero sigue estático en el aceite. Ha logrado lo imposible.

Los segundos pasan mientras miramos al huevo. Su superficie brilla a la luz del sol, pero no se ve ningún cambio en él, está igual desde que se abrió el cascarón.

—Nah, Rach, esto no funciona.

—¡Mira, mira! —exclama de repente señalando al huevo con el dedo índice —¡Sísísí! —dice emocionada.

—¿Qué? —pregunta él agachándose con interés para verlo mejor.

—¡Se hace, se hace! —festeja dando unos saltitos.

—Yo no veo nada —dice volviendo a ponerse en pie.

—¡Que sí, que sí! —insiste.

—Ni yo —reconozco —Será un espejismo por el calor —bromeo.

—Será —dice Alex en una risa ligera y contenida.

—¡Estáis ciegos! —dice dando un pisotón al suelo con indignación.

Me agacho un poco apoyando las manos en las rodillas para verlo mejor y veo que la transparencia del huevo se está tornando ligeramente blanqueada. Puede que sí funcione.

—¡Sí, se está haciendo! —digo ilusionada.

—Pues yo sigo sin ver nada.

—Porque necesitas gafas —le dice Rachel.

—Yo veo perfectamente.

Las dos miramos a Alex con escepticismo, pero no decimos nada. Él se percata.

—Que no veo mal —defiende.

Una vez más el huevo se escurre y Rachel reacciona rápido agachándose para salvarlo.

—Jo... —protesta volviendo a impulsarlo hacia arriba con la cáscara, pero esta vez la yema se rompe sin querer y se desparrama —¡Noooo! ¡Nooo! —grita empujándolo bruscamente un par de veces más en el aceite.

Y pasó lo inevitable a pesar de todos los intentos porque no sucediera. No tuvieron mejor idea que hacerlo en la cuesta de su calle en vez de ir a otra parte.

—¡Ahora tenemos huevos revueltos! —ríe Alex.

Me uno a sus risas divertida.

Rachel se levanta dejando caer la cascara al suelo.

—No... —lamenta mirando con tristeza cómo el huevo roto se desplaza cuesta abajo en una masa amarillenta.

—Acéptalo cariño, ya murió. Te acompaño en el sentimiento —le dice poniendo una mano sobre su hombro y dándole un corto beso de consolación en los labios.

Son novios. Llevan juntos desde los catorce años.

—Era mejor en un sitio plano —les digo en cuando paro de reírme.

—¿¡Ves!? Si es que se lo dije, pero no me hizo caso —protesta.

—Teníamos que haber llamado a Nerdoneitor para que nos ayudara.

—¡Pero si esto no tiene ninguna ciencia! —le replica dándole una patada a la cáscara en su dirección.

Alex se ríe levantando uno de sus pies para esquivarla, pero tropieza con la botella de aceite y la vuelca. Para colmo está abierta y su contenido se derrama por la acera formando un río que cae hacia abajo siguiendo el ángulo del pavimento.

—¡Mierda, el aceite! -dice anticipándose a Alex para recogerla —Te dije que la sujetaras para que no pasara esto -le reprocha enroscando la tapa.

Se hace la enfadada, pero en realidad no lo está. Nunca los vi enfadados ni discutiendo, a veces lo hacen de broma, solo por variar un poco. Se llevan muy bien. Si la perfección existiera diría que son la pareja perfecta.

—Lo siento -se disculpa —¿Cogemos otro y lo intentamos en otro lado? —propone.

—¿Pero qué dices? Si mi madre se entera me mata.

—No tiene por qué —le dice con mirada pícara.

—Se dará cuenta... Además no quiero malgastar otro huevo. Hagamos otra cosa.

—Vamos a la piscina —sugiere.

—¡Sí, es buena idea! ¿Te vienes con nosotros, Sam?

No estaba preparada para esa invitación, me pilló con la guardia baja. Ni si quiera sé nadar, pero no lo saben, nunca se lo dije. En realidad apenas saben nada de mí, cómo todos. Ellos saben poco, los demás no saben nada. Los únicos que me conocen en la ciudad son mis padres, nadie más.

—Eeh... Paso, voy a Ascot Hills.

—Ven, nos lo pasaremos bien -me intenta convencer Alex.

Abro la boca, pero no me da tiempo a emitir sonido cuando Rachel se adelanta a hablar.

—Si es por el bañador no pasa nada, te presto uno.

—No... Es que, no me apetece -me excuso.

No quiero quedarme más tiempo con ellos, ya estuve bastante. Creo que he batido un récord de permanencia y solo por averiguar cómo acababa el difunto huevo.

—Vale... Para otro día entonces —dice tratando de disimular la desilusión.

Ya tendría que estar acostumbrada, siempre rechazo sus invitaciones, sea para lo que sea, pero no se rinde. En cambio, Alex no le da importancia, ya aceptó todas mis negativas.

—Sí, claro... —digo aunque no pretenda venir ningún día.

Alex coge a Rachel de la mano.

—Venga, vamos —la apremia con una dulce sonrisa.

Ella le devuelve la sonrisa y los dos echan a correr juntos hacia el jardín trasero de la casa de enfrente ¿Cómo pueden correr de esa manera con el calor que hace sin morir en el intento?

Alex coge a Rachel en brazos de improviso. Ella da un pequeño grito de sorpresa y después se ríe. Los miro desde la acera y deseo que alguien haga lo mismo conmigo.

—¡Adiós, Sam! —se despide alzando la botella de aceite.

—Adiós... —digo alzando un poco la mano.

—Nos vemos —me dice Alex antes de desaparecer de mi vista con Rachel.

Tras esa despedida retomo mi camino calle arriba hacia Ascot Hills.

Recuerdo que una vez mis amigos y yo en pleno verano de Searles Valley con la temperatura rozando los cincuenta grados estábamos tan aburridos que freímos un huevo en la calle. A nosotros nos salió. El huevo se fritó y hasta se llegó a quemar.

Echo de menos aquellos tiempos. Ya estoy como los ancianos, hablando de aquellos tiempos... ¿Qué será de mis amigos? ¿También me recuerdan como yo los recuerdo a ellos o me habrán olvidado? No lo sé, no lo puedo saber. Nunca más hemos vuelto a Searles Valley, no tenemos nada por lo que regresar. Posiblemente me hayan olvidado, pero yo no me olvidé de ellos, los echo de menos, aunque solo fuera para para aburrirnos de forma colectiva.



Dejo atrás las casas del barrio y me adentro a los senderos terrosos entre montecitos de Ascot Hills. Es un área sin urbanizar, un oasis en medio de la ciudad que está al oeste de El Sereno. Hay más personas paseando, algunos con sus perros, otros contemplan el paisaje sentados en el prado.

Me desvío de la senda y avanzo sobre la hierba reseca hacia mi rincón de siempre, un resistente roble centenario que seguramente presenció la ciudad crecer desde sus comienzos.

Me resguardo bajo la sombra del árbol y oteo el paisaje. Desde este saliente se ve todo el barrio y lugares circundantes. Reconozco mi calle y mi casa. Más allá Los Ángeles se extiende llana con ondulaciones localizadas en barrios colinosos como este y los rascacielos emergen en medio de la llanura.

En mis auriculares suena Creep, de Radiohead. Escucho el estribillo y siento la música.


"But I'm a creep, I'm a Weirdo.

What the hell am I doing here?

I don't belong here..."

(Pero soy raro, soy un bicho raro/ ¿Qué diablos estoy haciendo aquí?/ Yo no pertenezco aquí...)


La letra me llega al alma. Nunca había reparado en ella y ahora que analizo sus palabras me identifico con los versos... Describen lo que siento.

Soy rara, los demás me ven como un bicho raro, no concuerdo con la gente y tampoco pertenezco aquí. Me siento la pieza sobrante de un puzle en el que no encontré un lugar donde encajar. A pesar de la aburrida vida de Searles Valley tenía mi sitio, pero lo he perdido, ya no tengo hueco en ningún lado, no soy de ninguna parte.

Miro la ciudad. Tan grande... Casi infinita y aún no hallé mi sitio ¿Acaso no hay espacio para mí? Donde lo hay no quiero estar...

Me descuelgo la mochila de los hombros y me dejo caer echada sobre la hierba mirando los pedazos de cielo entre hojas y ramas. Cierro los ojos y me centro en la canción disfrutando de este silencio lleno de música.



Me voy de Ascot Hills cuando la tarde comienza a morir después de haber pasado varias horas leyendo con Radiohead cantando a mis oídos. Recorro el mismo camino de vuelta a casa bajo un cielo que va apagando gradualmente.

Sigue haciendo tanto calor que el poco viento que sopla es cálido, pero la noche ayudará a paliar esta sensación térmica.

Asciendo la pendiente de mi calle con el paisaje de los rascacielos a mi espalda. Camino con ligereza movida por el calor y la necesidad de refugiarme en la frescura de casa cuanto antes. Conforme más cerca estoy camino más rápido ansiando techarme de la luz del sol y ponerme bajo el protector techo de mi casa. Creo que tengo instintos vampíricos.

Instintivamente subo la mirada a la ventana superior de la casa de enfrente desde donde el vecino me estaba espiando, pero no le veo. La cortina sigue echada, puede que no la haya movido desde que la cerró.

Quizá no volvió a espiar a nadie más y eso hace que me pregunte si solo me quería espiar a mí ¿Pero por qué? ¿Qué interés especial podría tener en mí precisamente? ¿Quién en su sano juicio iba a querer entretenerse observando mi aburrida vida? Solo otra persona que tenga una vida aburrida, más que la mía incluso, pero eso es imposible.



Después de cenar con mis padres subo a mi habitación y abro la ventana para disfrutar de la brisa nocturna. Para mi sorpresa me encuentro con el nuevo vecino. Está fumando a la ventana de su cuarto.

Él estaba distraído mirando el paisaje de los rascacielos iluminados a lo lejos, pero ahora me mira a mí, como si yo le pareciera más interesante y nuestras miradas se encuentran directas.

El calor me inunda la cara y enrojezco al recordar todo lo que pudo ver ese asqueroso pervertido desde los lentes de sus prismáticos.

Antes de que aparte la vista, es él quien la aparta con una ligera sonrisa dibujada en sus labios finos.

<<¿Por qué sonríe?>> me pregunto desconcertada.

Puede que haya visto mi rubor.

—Ay, no... —susurro llevándome las manos a mis calurosas mejillas.

A los pocos segundos vuelve a fijar sus ojos en los míos y no soy capaz de sostener su mirada, pero cuando la voy a apartar él exhala el humo entre los labios y me saluda con un leve movimiento de cabeza.

Me sorprendo y por un momento me quedo sin reaccionar. Primero me hace un corte de manga y se ríe de mí, después se dedica a espiarme y ahora, como si nada de lo anterior hubiera pasado, me saluda. No entiendo su comportamiento, es extraño y desconcertante. Que alguien me dé un manual para entender su trastorno mental. Quizá sea bipolar.

Tras unos segundos de confusión debatiendo qué hacer, reacciono. Corro la cortina para privarle de mirarme sin devolverle el saludo ni por educación y contengo la tentación de enseñarle el dedo corazón de vuelta. No quiero que me vea después de saber que me espía.

—¡Eeh! —lo escucho quejarse —¡Maleducada! —me espeta.

No parece decirlo en serio ni enfadado. Sin verle la cara no soy capaz de averiguarlo, pero tampoco quiero asomarme para comprobarlo, cuanto menos lo vea, mejor.

—¡Pero mira quién fue a hablar! —me quejo tan alto que puede ser que me haya escuchado.

A través de la transparencia de la cortina puedo ver cómo tira la colilla y se resguarda farfullando algo que no entiendo, pero lo ignoro, me da igual lo que piense, lo que diga... Me da igual todo.

No me siento mal de haber hecho esto por su singular forma de saludarme la primera vez, aunque fuera de broma, en realidad es un alivio, pero aún me quedaron ganas de hacer más contra ese mirón

La calidez que se concentró en mi rostro se empieza a enfriar y la rojez de mis mejillas se mitiga paulatinamente. No me vuelvo a asomar aunque él no esté. No me quiero arriesgar a verlo sin querer y sé que lo tendré que volver a ver. Es imposible evitarlo viviendo delante. Todos los días le veo y lo seguiré viendo, aunque no quiera.

***

Evan espía a Sam :O ¿Qué verá tan interesante en ella? A saber todo lo que habrá visto... Pero ella no se quedará de brazos cruzados ante un vecino pervertido :P

¿Qué os parecen Rachel y Alex? Son simpáticos ¿Verdad? :) ¿Por qué Sam no querrá estar con ellos? :/

Este capítulo fue largo, espero que lo hayáis disfrutado^^

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