Prólogo

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Siempre había creído que la suerte no estaba de mi lado, que todas las cosas que me pasaban era porque mi torpeza y malas decisiones lo provocaban, incluso llegue a pensar que pude haber hecho algo realmente terrible en mi antigua vida.

Estaba muy equivocado.

—Jimin... Por favor –Murmuró aquel chico tratando de encontrar una manera de huir de mí.

—Es tarde, demasiado tarde.

—Tú... ¡Tú no quieres hacer esto!

Su mirada reflejaba miedo, el mismo miedo que yo le tenía desde hace poco, jamás pensé que este sentimiento de poder podría gustarme tanto, ni que verlo suplicar me generaría una gran satisfacción.

—Escúchame, sé que haber tratado de sep...

—Shh –lo interrumpí con una sonrisa.

A él no le quedo de otra más que hacerme caso.

—Así está mejor.

Miré alrededor, no parecía haber ni un alma por aquí, era el lugar perfecto para esconderse, nadie podría haberlo encontrado, ni siquiera yo, de no ser por la ayuda de aquella persona que lo odiaba incluso más que yo.

—Fuiste muy listo –Reconocí—, pero yo lo fui mucho más.

Sentí una fuerte ventisca y luego alguien me tocó el hombro, suspiré, y me hice a un lado para que el recién llegado encarara al idiota que juró protegerme con su vida, sentía las emociones de ambos a la perfección, aun no terminaba de acostumbrarme a eso.

—No tenemos mucho tiempo, precioso.

Lo miré mal.

—Creí que te había quedado claro las cosas.

—Oh vamos, no seas amargado –se burló y dirigió su mirada al chico que seguía sin poder hablar—, vamos a divertirnos un poco con él, déjalo maldecirme.

Negué con la cabeza aburrida y miré en dirección al idiota durante unos segundos, este seguía suplicándome con la mirada, tal vez... ¡No, concéntrate! No podía olvidar todo lo que me hizo pasar.

—Dime, ¿Hay algo que quieras decir? –Pregunte con un falso tono de cariño.

—¡Estas enfermo! –fue lo primero que soltó mirando a mi acompañante.

—Corrección, estamos enfermos –Miró en mi dirección—, no tenemos mucho tiempo.

Asentí y tomé del cuello al tipo que trataba de alejarse de mí, pero no podía, sabía que si daba un paso en falso todos lo pagarían muy caro.

—¿Por qué eres tan lindo? –Pregunte haciendo presión en mi agarre.

Él se desmayó a los pocos segundos.

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