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¡VIVA LAS VEGAS!

¡Gente por doquier!, ¡alcohol!, ¡dinero! ¡Y Put....!, bueno, de todo un poco.

La gente reía casi sin sentido y por todo, se oían como las máquinas sonaban en sus distintos juegos, el dinero pasab por decenas de de manos y todos parecían felices.

En el fondo de uno de los tantos bares, un joven pálido, pelo negro y ojos gatunos, llevaba su cuarto vaso de whisky, brindando por su desgracia, serio, muy serio, pero con ganas de beber hasta que saliera el sol. Quería olvidar cuan idiota fue en creer en el amor.

En su borrachera no notó que un precioso chico, vestido de blanco de pies a cabezas, rubio y de mejillas abultadas como sus labios, se había sentado a su lado, pidiendo vodka.
Su presencia fue notada cuando comenzó a reír... ¿Pero quien reía así?, ¿que ser maravilloso podía tener musica en su risa?, ¿cómo había pasado de dolerle el alma a sentir una calma que se extendía por todo su ser?

Yoongi giró su cabeza observando al joven rubio que estaba sentado junto a él, y aunque él mismo estaba ebrio, no estaba lo suficiente como para no notar la pequeña borrachera del chico risas.

Sonrió.

—¿De qué te ríes tanto?

Jimin lo miró y sonrió hasta que sus ojos desaparecieron formando doa medialunitas.

—Tu inglés es raro—respondió el rubio.

—No tanto como el tuyo—contraatacó Yoongi.

Se miraron unos segundos y comenzaron a reír como locos.

—Soy de Daegu.

—Soy de Busan.

Ambos hablaron en su coreano natal. ¡Menuda coincidencia!... ¿Verdad?

—Brindo por el desamor, y río por mi desgracia—explicó el mas joven de los dos.

Yoongi lo observó unos segundos mordiendose su labio inferior.

—Pues brindamos juntos, invito esta ronda. El amor apesta...

—El amor apesta.

El camarero les sirvió una ronda más,  llevaba trabajando allí 10 años, sabia perfectamente como terminarían la noche esos dos, así lo hizo notar cuando agchando su mirada, negó con la cabeza y sonrío.

El de pelo negro bebió medio vaso de golpe, degustando la bebida.

—Y dime angelito, ¿cuál es tu historia?

—¿Angelito? — preguntó mirándose así mismo.

—¿Te has visto? Con esa ropa y esa carita, hasta dudo que seas real o un verdadero ángel que bajó compadeciendose de mi desgracia.

Casi se atragantó con vodka al oír aquellas palabras, sonrojándose aún mas de lo que el alcohol lo hacía.

—Te daré el beneficio de la duda, de que es el whisky quien habla. Pero te lo cuento sí, ¿ves algo en mi cabeza?—
Dijo agachandola, Yoongi frunció el ceño sin comprender, Jimin rió. —¿no los ves?, cuernos amigo mío, cuernos...

El pálido asintió con pena, terminado su bebida de otro trago

—La cosa es que llevaba unos años con Minho, y no tuve mejor idea que pedirle matrimonio esta noche , por eso me vestí así, y resulta que llevaba dos años acostándose con...una mujer....

—Y a ti quién te manda meterte con un bi...

—Nunca me lo dijo...

—Vaya, pues lo siento mucho...y por que entiendo...te acabas de enterar—Jimin asintió y Yoongi pidió otra ronda.

—¿Y cuál es tu historia, gatito?— agradeció con un gesto la nueva ronda.

—¡Oye!, ¡mas respeto!, ¿cómo que gatito? —expresó haciendose el ofendido, todo el ofendido que una borrachera podía dejarle.

—Jajajajajajajajajaja— y ahí estaba nuevamente esa risa armoniosa que lo hacía estremecer, no pudo evitar echarle un mirada mas que sugestiva de arriba abajo. Apetitoso.

—Pueeeees... Soobin...

—¡Oh!, ¡eres gay como yo!, ¡qué divertido!  Jajajajajajaja— quizás y era el alcohol que hablaba por Jimin.

—Pues sí, soy gay —sonrió—con Soobin llevamos también unos años. El año pasado, creí que el mejor regalo que podía hacerle, era entregarle mi vida y pedirle matrimonio...dijo que no. Pudimos superarlo, y cuando pensé que podíamos con el mundo con nuestro amor... — tomó aire.

—Volviste a pedirle su mano.

Yoongi asintió.

—...Y dijo que no... —volvió a hablar Jimin.

El mayor agachó su mirada hacia sus zapatos, asintiendo, a ojos del rubio, parecía un niño pequeño que había perdido su mascota, a Jimin se le partió el corazón.

No lo pensó, de hecho le salió del alma, él era así...se puso de pie, estiró sus brazos y rodeó con ellos el cuerpo de Yoongi, acariciando su espalda.

Lejos de sorprenderse, el mayor se dejó proteger, destensó su cuerpo y se dejó llevar.

Al cabo de unos largos segundos, cortaron su abrazo, aunque no se separaron en demasía.

Las miradas de amabas se estudiaban con lentitud y detalle, las manitas de Jimin se aferraban a la camisa por los hombris y los dedos de Yoongi se afirmaban en la alineada cintura del menor.







Quizás fuera el acohol, quizás sus almas llorando. Quizás sus corazones rotos aclamado por un poco de amor, quizás las estrellas alineadas en el momento y lugar exacto.

Fuera lo que fuera, ahora era una lucha apasionada la que mantenían, sus lenguas se enredaban entre sí, los labios dejaban escapar chasquidos que se perdían en el bullicio del lugar.

Yoongi y Jimin se entregaban a los besos, sin culpa, ebrios y calientes.



Repartieron besos en la ruleta, mientras en su inconsciencia y borrosa realidad, abrazados en todo momento ganaron una pequeña fortuna.



Se comieron sus bocas en cada rincón del casino y rieron como locos en su ya incontable ronda de bebidas.


Las estrellas los observaban y ellos a las estrellas cuando decidieron salir a tomar aunque sea un poco aire, sonrientes por la travesura que se habían atrevido cometer.











Y no saben a quien se le ocurrió, ni que fue lo que los motivo, si la rabia, la tristeza, el alcohol, la calentura o que, como el camarero sabía, algo especial había entre ellos.
O quizás la cogorza que llevaban encima que estaban mas ciegos que otra cosa, nadie podría decir como llegaron hasta allí.

Pero ahí estaban. Yoongi lo veía como su ángel de la guarda, que no tenia pensado devolver y lo convertiría en su ángel caído, con sus ropas blancos impoluto, su pelo rubio que brillaba hasta encandilarlo y esos labios que llamaba a cometer cualquier tipo de pecado.
Jimin se felicitaba así mismo por el hombre que sujetaba sus manos, tan varoniles, su cabello negro azabache que eclipsaba sus pensamientos, esos ojos tan gatunos que llevaba a crear en su mente las ideas mas lujuriosas y una sonrisa ladina que hacía bombear su corazón tan rápido como jamás creyó que podía suceder.

Y el hombre vestido de Elvis que estaba por decir aquellas solemnes palabras, junto a los dos testigos, veían a dos jovenes que no sabían ni como se sostenían de pie, con sus ropas hechas un desastre, pelos que necesitaban una ducha urgente y sonrisas desencajadas, pero ya estaban mas que acostumbrados a ver ese tipo de cosas.

Nadie los sacaba de esa burbuja etílica que habian formado sólo para ellos y se besaron como nunca luego de oír...

—Los declaro marido y esposo, pueden besarse.

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