Capítulo 16.

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Cuando Doyoung recibe esa llamada, esa sola llamada, es cuando se da cuenta de que el pronóstico del clima es de lluvia tempestuosa junto donde su corazón intenta escampar de la anterior llovizna.

Él solo se apresura a tomar un taxi después de que se despide de su cachorro, quien no puede oler su preocupación pero sin duda es capaz de notar el pecho firme de su madre intentando mantener la calma, intentando convencerse de que las cosas están bien y es solo él siendo tan paranoico como la vida le ha enseñado a ser.

Donghyuck se queda en silencio durante todo el trayecto, incapaz de soltar la mano húmeda del pelinegro ni siquiera cuando están por bajar del auto. Él se encarga de arroparlo con su aroma, intentando transmitir todas esas cosas que no puede decir porque su boca es una lápida donde descansan los restos de las palabras de aliento que hace tanto tiempo murieron, inútiles, frágiles e incapaces de reconfortar a dos omegas que hace mucho perdiendo entre la hierba el papel donde estaba anotado el significado de la palabra esperanza.

-Tranquilo -murmura cuando llegan a la recepción antes de decir las palabras que tienen que usar para poder llegar a su destino.

Pero Doyoung no le escucha. Doyoung se ha encerrado en una bola de acero que no permite que el sonido entre a ese lugar en el que se reconforta, acurrucado con la ignorancia susurrando cosas que lo mantiene feliz.

-El señor Taeil los espera en la habitación de interrogatorios C.

Con eso, ambos se abren paso con sus manos unidas. La música del ascensor termina siendo una tortura para el omega más alto, cuyo pie no deja de moverse sobre el suelo creando este hirritante sonido que provoca una mirada de soslayo de parte de la otra persona que está junto a ellos en la cabina.

La campanilla avisando que han llegado a su piso es lo único que Doyoung puede entender entre los susurros de Donghyuck y las palabras de la persona que habla por teléfono.

Cuando sale del lugar, el aroma del hombre que ha sido tan amable con él durante todo el proceso le llenan las fosas nasales. Y después de barrer el pasillo, blanco y tétrico, con la mirada, encuentra al hombre sentado con su mano sobre su vientre hinchado.

-Taeil -Le llama, haciéndolo abrir los ojos para que sus miradas se encuentren.

Al no recibir una sonrisa tibia como lo ha hecho las últimas dos veces, Doyoung confirma que nada de lo que tiene para decirle es algo bueno.

Por su mente pasan tantas ideas sin concretar que todo parece un sueño miserable.

-Doyoung -dice el omega con un suspiro de alivio. Al ver las manos unidas de Doyoung y Donghyuck, ladea ligeramente la cabeza con sus ojos llenándose de pena-. Debes entrar tú solo primero.

Ellos se miran, lo hacen sin decir nada porque es absolutamente innecesario después de que sus ojos están llenos de todo lo que el otro tiene que saber.

Donghyuck asiente y tiene una sonrisa tan pequeña que parece falsa. Doyoung está seguro de que no lo es, su compañero sería demasiado incapaz de darle un falso aliento alguna vez.

-Está bien. Yo, yo te espero aquí sentado -murmura con el pecho arrugado y el alma escabulléndose entre sus dedos como arena.

Cuando sus manos se sueltan, Doyoung siente la mitad de su corazón quedarse en el pasillo que no conduce a ningún lugar. Quizás es su nueva manera de cuidar al omega.

Taeil se sienta primero, deja su mano sobre la mesa y mira a Doyoung con una expresión indescifrable en su rostro. Él es así, Doyoung lo sabe, pero el sentimiento amargo le consume de todas formas.

-Gracias por venir, Doyoung -dice el omega primero que él, como si intentara cortar la tensión con una tijera sin punta.

-¿Por qué me han llamado con tanta urgencia? -pregunta Doyoung ahorrándose los saludos y formalidades que ahora mismo son lo que menos le preocupa.

Taeil parece no estar sorprendido por el recibimiento, parece que ha estado listo para esto en primer lugar.

-Voy a ser lo más directo posible, ¿está bien?

-Por favor -murmura con rapidez.

El hombre toma una bocanada de aire antes de abrir la carpeta que descansa sobre la mesa y tomar de allí una fotografía del tamaño de la mitad de la palma del omega, estando cubierta por una bolsa plástica. La entiende hacia Doyoung, tomándola con casi miedo.

-¿Reconoces a esta persona? -pregunta con sencillez.

Él ha estado practicando para esto, Doyoung está convencido.

El omega ve la fotografía. Su expresión desconfiada se va casi de inmediato y su mirada se ablanda cuando se da cuenta de quién se trata.

-Es mi, es una foto de mi hermana cuando, cuando era pequeña -murmura con una sonrisa naciendo en sus labios.

-¿Cuál es su nombre? -pregunta. Doyoung eleva su mirada boscosa e intenta ocultar todo eso que no le provoca que Taeil conozca.

-Kim Sooyoung.

Taeil asiente. Toma otra fotografía envuelta en otra bolsa transparente, con el número siete puesto con marcador negro.

-¿Es esta misma persona?

Doyoung sonríe con ilusión. Es preciosa, es la misma cara luciendo más adulta, tiene la misma sonrisa del omega y viste con un vestido negro que luce precioso en su piel pálida, de pie en medio del campo de flores que Doyoung conoce.

-Ella es... Es Sooyoung, sí -confirma con la emoción palpada en cada sílaba-. ¿De dónde han sacado esto? -dice mirando a Taeil-, ¿encontraron a mi hermana? ¿Dónde está?

El omega toma ambas fotografías de las manos de Doyoung. Él quiere negarse, guardarlas en su bolsillo y decirle que él merece tenerlas porque esa es su hermana que no ha visto en años y que definitivamente no es justo que se le arrebate la única imagen actual de ella porque aún no la ha grabado en su mente.

-Esta fotografía fue tomada de un álbum de fotos que encontramos en la mansión de Jungsu -comienza el omega, Doyoung puede saborear la precaución en su voz-. En una habitación, la que creemos que Jungsu compartía con Dohyun, estaba un álbum repleto de fotos de esta misma jovencita.

Doyoung frunce el ceño cuando se da cuenta de que no están en la misma línea.

-¿Y Sooyoung? -insiste. Doyoung intenta no dejar salir la desesperanza-. ¿Dónde está ella?

Taeil pasa saliva y apenas mueve las cejas, es un movimiento tan precario que resulta ser un milagro que Doyoung lo note.

-Doyoung...

-¿Dónde está?

Es la exhalación del omega embarazado lo que provoca que el corazón de Doyoung se paralice por lo que parece ser menos de un segundo. Pero sucede, tan corto que casi no es importante.

-Siguiendo las indicaciones del diario de Jungsu, Doyoung, encontramos una tumba.

Su expresión se derrumba. Es solo... no lo entiende.

-¿Qué? -Logra formular sin siquiera saber cómo lo ha logrado.

-La necropsia que le hicieron al cadáver allí encontrado, quiero decir... -Taeil aclara su garganta con cuidado-. El ADN del cadáver coincidía con los mechones de cabello encontrados en el álbum.

-No entiendo, Taeil.

Apenas Doyoung se da cuenta que su voz se ha apagado, convirtiéndose en un murmullo descuidado con sus cuerdas vocales exigiendo fuerza para poder hacer llegar sus palabras con la claridad que necesitan.

-Doyoung... -duda-. Doyoung, el cadáver encontrado coincide con las muestras de tu hermana.

Hay algo que le envuelve y Doyoung no sabe lo que es. Es tan espeso que nubla su visión y la rechaza de inmediato, siendo demasiado tarde para él.

Él parpadea tan lento, como si estuviese en cámara lenta. Su visión comienza a arder, sus pestañas tocan sus ojeras cuando cierra los ojos para parpadear y la luz de la habitación le provoca ceguera al abrirlos.

No hay aire a su alrededor. Todo se ha esfumado y de repente está él solo en la habitación vacía, sentado sobre la nada mirando algo completamente inexistente.

(-¿Mamá? -Le llamó con cuidado en un susurro bajo.

Intentó restarle importancia a las marcas en su cuerpo, pero el dolor se hacía cada vez más insoportable con cada respiración.

-¿Qué, Doyoung? -respondió él con ese tono tan amargo que envolvió su voz el último año. En el fondo, Doyoung sabía que no era más que una máscara y que su madre había sido remplazada, porque el hombre que lo crió nunca se hubiera atrevido a hablarle de esa manera.

La mirada del omega frente a él lo marcó con el odio y la envidia que solo un alma sucia podía tener.

-¿Por qué no puedo ver a Sooyoung? -preguntó con el miedo picando en su garganta.

Dohyun frunció el ceño y dejó que el cigarro entre sus labios abandonara su lugar.

-Porque tú eres horrible, Doyoung, y Sooyoung no tiene por qué lidiar contigo, ella tiene un trato especial aquí.

Doyoung, con el rostro perlado y difuso, demasiado confundido como lo estaría cualquier niño de once años al escuchar las palabras más terroríficas salir de la boca del hombre que le dio la vida, parpadeó sin entender.

-Jungsu dice que yo soy bonito, mamá -dijo con cuidado.

No era mentira. Jungsu le dijo un par de veces que tenía un rostro tan bonito que ella podría hacer mucho dinero con él. Dohyun no lo entendió, y meses después tampoco lo hizo. Para él era casi imposible imaginar cómo alguien podría ganar dinero con una cara.

-Ella te mintió -escupió sus palabras con molestia-. Eres espantoso y tu hermana no puede estar junto a ti, podría contagiarse.

Doyoung, con el corazón apagado y la respiración lenta, dejó la habitación de su madre y se fue hacia la suya porque hacía mucho había aprendido que las batallas con su madre que podía ganar, eran esas que evitaba.

Entró a su habitación, esa a la que iba una persona cada día, tal vez cada dos, para hacerle las cosas más horribles que nunca imaginó ni en su peor pesadilla. Encontró su cama arreglada, como se encargaba de dejarla cada vez que sus visitantes abandonaban su habitación, y solo se acostó sobre la colcha y cerró los ojos contando hasta cien.

Cuando despertó de nuevo, la luna estaba en lo más alto del cielo (Doyoung se encargó de asegurarse viendo por la ventana cerrada), y se dispuso a abandonar su habitación cuando dedujo que a esa hora no habría nadie despierto vagando en ese pasillo que no tenía más que su habitación y la de dos omegas varones unos cuantos años mayores que él.

Entonces, con sus pies descalzos puestos en puntillas (las mismas que hacía antes de lanzarse algún clavado en su academia de natación años atrás) se encaminó hasta esa habitación donde había visto a su pequeña hermana ser arrastrada, tirada del cabello mientras ella tenía esta mueca de dolor en su rostro sin siquiera abrir la boca para quejarse porque ella nunca se quejaba. Doyoung la había enseñado, él le dijo todo lo que debía hacer para que nadie le pegase en ese lugar mucho antes de que de repente la alejaran de su lado.

Con su pequeño corazón armando un alboroto terrible en su pecho, Doyoung tomó el pomo y lo giró. La puerta abrió y él apenas esbozó una sonrisa real en días.

Entrando a la habitación, se encontró con el lugar completamente a oscuras. No había más que el ruido de una respiración lenta en algún punto que Doyoung no supo ver.

-¿Sooyoung? -llamó con sumo cuidado. Su voz apenas siento un hilo finito en la habitación-. ¿Soo? ¿Estás aquí?

El sonido de unas mantas siendo removidas fue lo que escuchó antes de que la luz iluminara la habitación, y antes de levantar alguna sospecha; cerró la puerta detrás de él justo después de notar los cabellos negros de su hermana.

-¿Doyoung? -preguntó ella con su voz rasposa y una mano en su ojo-. ¿Doie?

Doyoung sonrió. Él en serio detestaba ese apodo cuando alguien más se lo decía, pero después de semanas sin escucharlo, definitivamente amó cuando su hermana lo dijo.

-Hola, Soo -dijo en otro susurro.

La niña, con un rostro casi idéntico al de Doyoung y una mata de rizos negros, también sonrió.

-Creí que te habías olvidado de mí, Doie -murmuró.

Doyoung sonrió aún más amplio.

-¿Cómo puedo olvidarme de mi fastidiosa hermana?

Después de esa noche, Doyoung le prometió volver a la siguiente. La hizo prometer no decirle a mamá o a la novia de mamá, y ella aceptó sin siquiera rechistar.

Durante las noches siguientes Doyoung fue demasiado cuidadoso con sus preguntas. Algún "¿Jungsu te ha obligado a hacer cosas que no quieres, Soo?" se escabullía de vez en cuando, y Doyoung en silencio suspiraba cuando la respuesta era no.

Siempre era no, incluso cuando "¿alguien más viene a tu habitación?" o "¿alguna vez alguien ha tocado tus partes íntimas, Sooyoung?". Y la respuesta negativa devolvía la tranquilidad al corazón de Doyoung.

Ella solo decía "solo fue malo un señor que me tiró del pelo un día que me encontró cortando las orquídeas del jardín, y desde que le dije a mamá no lo he vuelto a ver". Y eso, de alguna manera, reconfortaba al omega.

Cuando Sooyoung cumplió nueve años, el tres de septiembre, Doyoung robó un panecillo de la cocina (probablemente el alfa cocinero se dio cuenta de ello, pero no dijo nada) y lo llevó hasta la habitación de su hermana.

Después de eso, Sooyoung no durmió en su habitación por primera vez desde que llegaron a aquel lugar que parecía una casa embrujada a los ojos de Doyoung. Cuando a la noche siguiente encontró a su hermana dormida con un moretón en su brazo, lloró en silencio sin querer despertarla, a sabiendas que necesitaba descansar para todo lo que vendría después, sin saber siquiera si las noches se convertirían en las pesadillas de su hermana.

Al pasar los años el pequeño omega que se hacía cada vez mayor no faltó ninguna noche, excepto aquellas en las que Sooyoung no estaba, o en las que él mismo recibía algún visitante.

Cuando Doyoung decidió escapar, nunca imaginó que a Sooyoung la visitaría alguien esa misma noche, y pasó lunas enteras llorando junto a Donghyuck por haber dejado a su hermana sin remedio alguno.)

-Doyoung... -Le llama el omega, sacándolo de su ensueño, esa pesadilla tan horrible que parece nunca querer dejarlo ir-. Doyoung.

Él parpadea y en medio del acto deja ir las lágrimas que se han alojado en su mirada sin él darse cuenta. Y si es honesto consigo mismo, Doyoung no se ha dado cuenta de nada de lo que ha ocurrido en los últimos minutos.

-¿Es-estás, estás seguro, Taeil? -pregunta con su voz tan temblorosa como sus manos mismas se encuentran.

Cuando el omega asiente, Doyoung cierra los ojos con pesadez.

-Los forenses arrojaron en sus exámenes que su cuerpo tenía alrededor de un mes enterrado.

Doyoung le mira, le dirige esa mirada tan cargada de odio y agonía que creyó jamás en su vida experimentar. Y es que ni juntando todo el dolor que ha pasado los últimos años de su vida podría igualar el dolor que en su pecho se instala como una bala dispuesta a asesinar su miocardio.

-¿Por, por qué? -cuestiona, sus lágrimas sintiéndose como espigas en sus mejillas papilas-. ¿Por qué?

Sus preguntas, él lo sabe, no tienen respuesta.

-No lo sé, Doyoung -dice con la sinceridad impregnada en su voz. Apenas el omega se da cuenta que el hombre está tomando su mano como el apoyo silencioso que él necesita-. Cuando viniste hace dos días quería hablarte de esto, pero creí que sería mejor para ti si tenía el resultado forense en la mano.

El espasmo que cubre su cuerpo es casi bochornoso. Sus hombros se mueven sin que él pueda controlarlo y su nariz comienza a gotear, su cuerpo buscando alguna manera de liberar toda la tristeza que tiene pegada en las paredes de su alma.

-¿Quién lo, lo hizo? -A esta altura, tanto Taeil como Doyoung están demasiado impresionados que que el muchacho de ojos verdes tenga aún la fuerza para hablar.

El omega, con su vientre más abultado, hace una mueca con sus labios. Doyoung sabe lo que dirá.

-Jungsu y Dohyun se encargaron de asesinar a la mayoría de los omegas que estaban allí cuando se dieron cuenta de que no tenían escapatoria al tenerlos rodeados -dice con cuidado, Doyoung no quiere ni imaginar lo frágil que luce ahora-. Las personas de seguridad de la casa, quiero decir. Todos alfas, ellos contaron como tenían órdenes de acabar con tantos omegas como pudiesen en alguna situación como esa.

Doyoung niega con la cabeza.

-Sooyoung era alfa -comienza sin permitir que su voz tiemble con eso, liberando toda su frustración con cada sílaba, terminando impresionado él mismo por no flaquear-, ella era una minita de oro para Jungsu, quien la exhibía como una alfa domada.

Taeil, quien se ha mantenido con su careta en todo momento, se permite parpadear con rapidez para eliminar alguna posibilidad de que sus lágrimas se acumulen.

-Eso lo sabemos, Doyoung, pero...

-Fue enterrada -interrumpe. Su mano tomando tan fuerte como puede a la del omega, quien no parece siquiera inmutarse por ello-. Ella fue enterrada, no fue asesinada ese mismo día.

La molestia en su voz es solo una pequeña cucharada de todo lo que su pecho esconde.

-Los forenses no pueden determinar el día exacto de su asesinato, Doyoung.

Él lo sabe, por supuesto que sí. Doyoung imagina que solo pudieron encontrar retazos de piel y huesos sobre la tierra de ese jardín donde él mismo plantó flores algunas veces en su intento de escapar de la realidad en donde estaba sumergido.

Doyoung frunce su ceño, él ya está derrotado.

Al salir de las cuatro paredes que le asfixian, con su corazón tan acelerado que no puede escuchar más allá de su pecho.

Frente a él, por un segundo que parece eterno y un poco más, solo ve los ojos de su hermana. Su hermana, aquella que no ha visto en años y que no volverá a ver más nunca.

Con rencor, Doyoung toma el último recuerdo de ella, con sus ojos verdes palpados con el temor que unas manos sucias tallaron con tanto esmero, toma su voz que había estado atesorando con tanto recelo en su corazón de hielo, toma sus manos que han de sentirse frías (es que ni siquiera existen, solo es un costal de huesos que los ratones han roído) y se despide con un último aliento.

La risa de la niña, que al día de hoy sería una mujer de veinte años, llena los oídos de Doyoung como si de mil pájaros se tratasen. Llega a su mente el recuerdo del último cumpleaños feliz que cantó para ella, a sus catorce otoños, cuando solo sonreía en las noches que su hermano llegaba ojeroso y con algo robado de la cocina.

-Mañana nos iremos, Soo, por fin nos iremos de aquí -Le había dicho en su inocencia.

Ella había iluminado sus ojos, se veían tan dorados como toda una buena alfa. Era preciosa, Doyoung se quedó con ese recuerdo.

-¿En serio? -preguntó, ilusionada como ninguna-. ¿Y si algo sale mal? -susurró.

-Todo saldrá bien, te lo prometo -aseguró Doyoung con la sonrisa más preciosa que había podido crear en años.

Le duele tanto en el pecho el haber roto su promesa, aquella que con tanto cuidado se encargó de cumplir hasta el último segundo.

-¿Dónde está Sooyoung? -preguntó esa noche hacia Donghyuck, con los ojos tan abiertos como nunca. Él esperaba ver a su hermana allí, ellos lo habían planeado todo por tanto tiempo, meses anotando sobre la madera del suelo ese patrón que tenían los guardias para vigilar cada metro de la mansión.

Cuando Donghyuck le dio esa mirada achocolatada, llena de desconcierto y temor, Doyoung supo que en sus manos no había una sola herramienta que los ayudara en esto.

Y los gritos, esos que fueron tan horribles, le persiguen otra vez.

-¡Vamos, vamos, Doyoung, vámonos!

-¡¿Sooyoung?! -Estaba casi seguro de que su voz abandonaría su cuerpo después de eso.

-¡Doyoung, nos están alcanzando! ¡Nos van a matar!

Qué iba a saber el Doyoung de diecisiete años que eso iba a desear años después, cuando el recuerdo de su hermana fuera arrebatada de la manera más terrible que alguna vez podría imaginar.

-¡Doyoung! -llama. La voz se escucha tan cercana que el omega no puede distinguir la realidad de su sueño.

Sueño. Ojalá todo fuese un sueño.

-Doyoung, respira, por favor.

Lo hace. Obedece porque se le han robado toda la energía y las ganas de protestar. Doyoung acata la orden que no sabe de dónde viene y es cuando siente las lágrimas empapando su rostro herido.

Los brazos de alguien se envuelven alrededor de él, y es pura inercia cuando Doyoung mueve sus extremidades para atrapar al desconocido y permitirse llorar sobre la tela de un pecho ajeno.

Aspira con cuidado y suspira cuando el aroma a playa le llena hasta lo más profundo de su corazón. Es Donghyuck.

-Doyoung, mírame, por favor -pide en un susurro. Doyoung por fin ha dejado de gritar.

Le resulta tan complicado abrir sus párpados para encontrarse con los ojos expectantes de Donghyuck, pero lo logra cuando está por rendirse. Todo lo que puede ver es una piel conocida borrosa por las lágrimas que caen y otras más las reemplazan con rapidez casi violenta.

-So-Soo -dice entre lágrimas-. Sooyoung. Dohyun, Jungsu, ellos, ellos...

Donghyuck no necesita más. Asiente con la cabeza y abraza con fuerza el cuerpo frío de su amigo. Ellos están en medio de ese pasillo donde Doyoung dejó a Donghyuck con una sonrisa en su rostro, y ahora parece tan, tan lejano.

-Lo sé -murmura Donghyuck de vuelta-. Ya lo sé.

Doyoung deja que sus lágrimas martillen en su piel otra vez, y se da por vencido.

Con lo que queda de su fuerza, piensa en Kenai, quien está solo, desprotegido, alejado de Doyoung. Es algo que simplemente no puede permitir más y se aferra a Donghyuck porque necesita a su hijo cerca, quiere cuidarlo él mismo y no descuidarlo ni por un segundo porque es lo único suyo que queda con vida y no podría seguir viviendo si se lo arrebatan.

El hada helada en su vuelo inerte cae al vacío disfrazada de omega. Envuelve en sus alas al cachorro más frágil y le besa en sus cabellos finos, hebras negras que cualquiera mataría por tomar, y promete con una lágrima de cristal que le protegerá de aquellos monstruos hasta que su corazón se canse de latir, hasta que su amor se extinga y el último mar se seque.

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