Veintisiete

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Natasha acariciaba la planicie de su vientre sobre la tela sedosa de su camisón, con una preocupación que hacía notar en su rostro tenso.

Una semana después de lo sucedido en el baile, ella y Steve apenas habían cruzado palabras; no más que para el asunto de las invitaciones, las visitas domiciliarias y por supuesto dirigirse el saludo.

Natasha no estaba segura de haber pensado lo suficiente, si bien Steve se casaría con ella se planteaba cientos de veces si era correcto, acertado. «Si la querría lo suficiente». Porque ella lo hacía, verdaderamente. Pero todo bailaba sobre una cuerda floja.

—¿Nat? ¿Nat?—Sharon alargaba las vocales en su nombre escondida tras el vestidor en la habitación.

—Lo siento, ¿Decías?—espabiló, hallando la sonrisa de su amiga. Sharon llevaba las cejas elevadas, casi sugiriendo algo.

—No me digas que andabas pensando en tu noche de bodas. —soltó la carcajada.

«Eso fue cruel». Sabía lo nerviosa que estaba como para agregarle más pimienta al asunto.

—Claro que no, boba...Solo...estoy pensando en La boda. Hoy. Y apenas siento que tengo todo bajo control. Voy a vomitar de las ansias.

Sharon se acercó, sintiendo una ternura maternal hacia Natasha, rodeándola con su brazo por los hombros y acariciando su cabeza llena de risos rubios ordenados con gracia y simpleza en un elegante recogido. La miró a través del espejo de su tocador, orgullosa y con lágrimas surcándole los ojos.

—Cariño, solo piensa en todas las personas allá afuera, personas que te adoran, Natasha. No sé si alguna vez soñaste con este momento o cuántas veces soñaste que te casarías con Steve—rió nostálgica—; posiblemente muchas en este último mes. Tal vez las cosas no resultaron como las planeaste, porque ningún detalle es perfecto siempre. Lo único que te pido es que mires dos meses atrás.

—Mi vida era muy distinta, Sharon. Mi mundo giraba alrededor de mi padre.

—No sabías que empeoraría, ni que la ley caería sobre ti, era incierto el regreso de Steve y el matrimonio no estaba en tus planes. Ahora solo fíjate en esa enorme evolución en un muy corto tiempo. Eres libre y nunca te faltará amor. Winnie te adora como una madre; creo que aún sigue dirigiendo a algunos floristas ahí abajo—rodó los ojos con gracia—, Barnes es ese hermano mayor que nunca tuviste, la señorita Maximoff fue tan amable al dejar que conserves tu trabajo y ahora por ayudar a que te veas más hermosa que cualquier otro día, Steve está ahí afuera esperándote; ese hombre te adora con cada fibra de su ser, Natasha.

La novia evitaba parpadear a toda costa o las lágrimas correrían por sus mejillas una vez más en el día.

—Te olvidaste de alguien importante.

Sharon frunció el ceño y pestañeó desconcertada.

—No, recuerdo haber contado mentalmente.

—Tu. Faltas tú, despistada. Sola hubiera muerto de la angustia, no hubiera podido sobrellevar la carga, ni hubiese tenido a quién me diera ánimos en tiempos oscuros. Para mí es importante que estés aquí a mi lado en el que se supone es el día más importante de mi vida.

—Es el día más importante de tu vida, boba—se aferró a su amiga con todas sus fuerzas—, te deseo suerte. Sabes que siempre estaré ahí. Y ellos también; Iván, Sarah, tu madre...Los llevas en el corazón, estarán en cada pequeño paso que des hacia tu destino.

—¿Y cuándo será tu turno? No me contaste nunca como fue que regresaste a casa, ¿Te llevó Sam?

—Oh...él—suspiró—, sí. También me ha traído flores...Margaritas. Ha sido muy lindo de su parte. Es solo que siento que tiene, siempre tuvo...a otra persona en mente, Nat. No yo, yo a lo mejor fui una especie de premio consuelo.

—¿Qué tonterías estás diciendo?—negó, girándose para poder verla a los ojos.

—Es que el día de la ceremonia él bailó con una chica muy elegante, se veía tan absorto en ella, la miraba con esos ojos con los que nunca nadie me miraría—Sharon evitó a Natasha, caminando en círculos por toda la habitación—, incluso pareció que tenían algo. No importa que se haya disculpado, me sentí como esa segunda opción. La opción que todos desechan si encuentran algo mejor.

—No, claro que no—Natasha se puso en pie, compartiendo un abrazo—. Si hizo eso es un idiota, pero tú no eres una segunda opción. Y si tuvo el valor de ir y disculparse, quizá haya algo más que no ha podido explicarte aún. Parece que debemos aprender a mirar las cosas de todos los ángulos, he tenido una larga semana para pensar en ello.

—Sí, Barnes y la señorita Maximoff se encargaron de entretenerme...por un rato. Ellos hacen una linda pareja, ¿Sabes? No creí que él pudiera ser un romántico o confiar en alguien más que en sí mismo en asuntos del corazón—se burló—. Además, el señor Stark se había ofrecido amablemente a enseñarme a bailar. Fue extraño, pero fue un buen aliado—sonrió recordando—, un gesto que no me esperé de su parte. Al parecer tiene un lado amable muy lindo cuando quiere.

—¿El señor Stark?— sonrió—Me encantaría oír eso...

—Oh, pues...

—¡Hora del maquillaje! Lamento llegar tarde, Howard estuvo muy ocupado toda la mañana con la paquetería, o eso fue lo que me dijo, y quiso que le ayudara. Pero ya estoy aquí, lista para arreglar a la hermosa novia.

Wanda irrumpió en la habitación con su jovial alegría, haciéndolas saltar en sus lugares.

—Entonces, yo debo ir a vestirme ya. Estaré aquí dentro de una hora.—Sharon avisó, saliendo de la habitación y dejando a su mejor amiga en manos de Wanda.

Natasha observó su rostro el espejo; estaba tratando de descifrarse a sí misma. Se sentía extraña al saber que iba a arrojarse a lo desconocido, aunque no por ello la idea le desagradaba. Quizá solo estaba asustada. «¿Era acaso lo que sentía toda novia antes de caminar hacia al altar? ¿Lo sentiría Steve también?»

Sus ojos se bordearon de una fina capa de lágrimas; había emoción en ellos, la hacían ver...distinta. Recordó que se mantuvo al margen con Steve, sin embargo su cuerpo era un recipiente de emociones y estas querían liberarse y rodearlo cada vez que lo observaba trabajar en su jardín todas las noches.

Sabía que él no quería que lo viese hasta que estuviera listo. Tenía toda la lógica. Por eso Winnie se ofreció a prestarles su jardín; era algo más pequeño, pero muy acogedor. Todos sus amigos cabían en él a la perfección. No esperaba más, ni menos.

—¿Por qué lloras?—Wanda preguntó cautelosa, con una mirada compasiva.

Natasha negó con la cabeza baja, secándose las esquinas de los ojos con el pañuelo que dejó sobre el tocador.

—Solo estoy algo nostálgica. No es nada.

—Siempre me pregunté que se sentiría todo esto...casarte con la persona que amas, saber en tu corazón que es el adecuado. Las mariposas, el vértigo, el ansia, la euforia. Papá nunca me habló de su boda con mamá; la única vez que se refirió a ello solo me dijo que se veía hermosa. Que la amaba más que a nada. Pero soy una curiosa—sonrió—, así que se lo pregunté a la madre de Howard. Ella me dijo que una vez que estás ahí es como si no pudieras ver a nadie más que a quien te espera del otro lado, y aun así conocer a la perfección las expresiones de todo aquel que te rodea, escuchar incluso el mínimo suspiro. Tienes miedo de tropezar, tus manos tiemblan y que tu corazón palpita muy fuerte. Pero la felicidad que te invade en ese instante te hace vibrar. Y cuando por fin llegas junto a él sabes que el recorrido valió la pena. Debe ser...muy romántico.

Las mejillas de Wanda enrojecieron furiosamente y comenzó a buscar en su bolsa de maquillaje para disimular su expresión apenada.

—Bueno, si he de ser honesta...Hace mucho tiempo no veía a James con tanto entusiasmo. Es como si le hubiera devuelto la chispa que le hacía falta a su vida.

Wanda había empezado a colocar el maquillaje de Natasha, cuando de pronto su mano se detuvo y la pluma dejó de dar toques sobre la piel de la novia. El rostro de Wanda se tensó; su sonrisa se volvió moderada, su ceño estaba ligeramente fruncido y parecía tomar respiraciones pausadas; casi imperceptibles. Natasha creyó haber dicho algo malo.

—Oh, señorita Maximoff, no quise ser entrometida. Es que usted y James se llevan tan bien que...

—James es encantador. Es un buen hombre. Me gusta—Natasha notó su congoja como si hubiera algo más que dejaba las cosas inconclusas—, y me gustaría poder hallar algo como lo que tú tienes, sentir que alguien—«él»— también me ama de la manera en que el capitán y tú se aman. Puedo verlo en sus ojos cuando te mira; él solo resplandece. Es asombroso. Pero basta de hablar de lo que yo quiero, es tu gran día. Debes lucir radiante.

Natasha asintió y sacó del cajón del tocador unos pequeños pendientes de plata con una piedra azul en el centro, resaltaban el tono pálido de su piel, le recordaban a los ojos de Steve; profundos como el océano.

—Son hermosos. Dicen que las novias siempre deben tener algo azul.

—Y algo viejo—suspiró Natasha—. Winnie me los ha obsequiado. Mi madre lamentablemente no habría podido, creo que es lo más conmovedor que alguien ha hecho por mí.

—Steve va a desmayarse en el altar.

—Espero que sea luego de decir el sí.—mordió su labio nerviosa.

—¿Y tú? ¿Estás lista para decir el sí?

Natasha la miró a través del reflejo en el espejo cuando Wanda se colocó tras de ella; acariciando su hombro.

|||

Más tarde, Natasha estaba en la misma posición frente al espejo, sin embargo usaba su vestido de novia. Sedoso y largo caía sobre ella marcando su figura. La pieza era simple y exquisita. Pensó por un momento que no se encontraba en su propia piel. Que no era ella. Estaba maravillada con la perfección del bordado de encaje, sintiendo su relieve en las yemas de sus dedos.

Se miraba tan diferente, tan cambiada, tan...elegante y distinguida. Pero seguía siendo la misma por dentro, la misma que Steve siempre le aseguró querer.

Decir "Sí" sonaba tan complejo ahora que la tenía de una pieza, se le estaba cerrando la garganta y comenzaba a doler. «¿Qué sucedía si nada era lo que parecía? ¿Qué si eran demasiados obstáculos los que no quiso ver antes por miedo a romper su burbuja?».

Todo le llegó como una avalancha y lo único que sabía era que extrañaba a su padre con cada fibra de su ser y deseaba con todas sus fuerzas que ocurriese un milagro y estuviera justo ahí, a su lado; más eso era imposible. Tal vez las cosas habrían tomado un ritmo diferente de no ser por su enfermedad, tal vez aún más trágico de no ser por Steve...

—¿Natasha?—Winnie tocó la puerta con insistencia—. Querida, James te está esperando afuera. ¿Estás vestida ya?

Ella tomó una honda respiración y colocó su mejor sonrisa.

—Adelante.

—¡Oh, cielo!—chilló la mujer debido a la emoción al abrir la puerta y encontrarse cara a cara con la novia—Te ves perfecta. Demonios, dije que no lloraría—abanicó su rostro, evitando soltar las lágrimas—. Querida...él es tan afortunado por tenerte.

Winnie rodeó a Natasha, aplacando su nerviosismo. La joven se aferró a la mujer con toda la fuerza que mantenía firme su pequeño y menudo cuerpo.

—Tranquila, tranquila niña—susurró Winnie. Sé que aún tienes dudas. Yo las tuve en su momento. Es aterrador...Pero él te adora, Natasha. Solo entrégate sin miedo. Toma su mano con fuerza y no mires atrás.

Natasha asintió firme y bajó junto a ella las escaleras, el ramo de camelias rosas en sus manos y una sonrisa radiante cuando encontró a James al final aguardando con el brazo extendido hacia ella.

Estaba a punto de suceder, estaba a punto de dejar su pasado atrás para formar una nueva vida junto a Steve.

—Eres la novia más hermosa que he visto, Nat.

—Soy la única novia que has visto, James.

—¿Y? las demás pueden estar bien, pero no tan bien como tú.

—¿Y Rebecca?

—Bueno, puedo hacer esa pequeña excepción.

—¿Y tu esposa?

—No,no,no...Aún no llegamos a ese extremo. Estoy yendo despacio. Wanda...

—Wanda te está esperando afuera.— dijo con diversión.

James le sonrió cómplice.

—¿Puedo pedirte un favor antes de hacer esto?

—Lo que sea.

—Ya lo has mantenido con vida hasta ahora, Nat...Sé que no es así como esperabas que esto, el día más feliz e importante de tu vida, sucediera de esta manera. Pero por favor, no rompas su corazón. Sé paciente, él es un hombre; pero es tan sensible como un niño. Eres lo más importante en su vida. No hay otra persona sobre esta tierra que lo conozca mejor que tú.

Los ojos de James se fijaron en los suyos, implorándole que se mantuviera firme en su decisión. Era su modo de decirle que no podía solo huir si las cosas se volvían difíciles...

Natasha había pasado toda la tarde del día anterior escribiendo sus votos, y a esas alturas, prometiéndole a su amigo que no se haría a un costado, supo que quizá no los necesitaría.

—Muero de miedo, James. — susurró.

—Él lloró por dos horas en su habitación pensando que podría arruinarlo antes de colocarse el traje—río él—, el tipo está deshecho, tienes que darle tregua. Todo irá bien Nat, lo prometo.

—No deberíamos hacer esperar a todos, entonces.

James y Natasha caminaron hasta el jardín trasero de la casa Barnes; las flores en grandes jarrones decoraban extremos de la larga alfombra por la que ella caminaría, los adornos de cristal en las mesas resplandecían con la puesta del sol esa tarde de verano, él estaba de espaldas; imponente y ansioso, todos los invitados se pusieron en pie cuando comenzó la marcha nupcial. Sharon le cuidaba las espaldas como su dama de honor.

Ya no había marcha atrás.

Cuando Natasha, aun temblando, avanzó del brazo de James, el mundo dejó de girar por un segundo.

Steve giró de repente, ojos azules incapaces de apartarse de los de ella; brillantes y cargados de anhelo. Natasha olvidó como dar otro paso, había olvidado por completo el accidente que le había llevado a sumergirse en su terquedad. Tan pronto como iba a acercándose a él, su pecho latía con el triple de fuerza.

Apretó el brazo de James, quien rió por lo bajo.

Steve se veía tan apuesto con su traje de capitán, radiante, el rubio de su cabello se aclaraba con los finos rayos dorados del ocaso.

James tomó la mano derecha de Natasha y miró a Steve con una expresión pícara, que pronto se tornó mortal.

—Espero que la cuides con tu vida, Rogers. Porque por más que vayas a convertirte en su esposo y seas mi mejor amigo, ninguna de las dos cosas me impide darte una paliza. Te entrego lo más valioso que tenemos. Solo ámala, Steve.

Tan pronto como James lo advirtió, fue a su posición tras Steve, así como Sharon fue tras Natasha.

Steve había jurado hacerlo desde el momento en que la conoció, y cuando sintieron el roce se sus pieles cálidas al tocarse las manos se aferraron con fuerza el uno al otro, con esa fe ciega de siempre. Él le guiñó un ojo antes de que el sacerdote comenzara a dar sus palabras y los invitados tomaran asiento otra vez.

Natasha apenas pudo concentrarse en lo que este dijo, repasaba más bien cada cosa que estaba a punto de decir ella. Solo cuando este terminó pudo notar el rostro enrojecido y la sonrisa nerviosa de Steve.

«Los votos, por supuesto».

—Capitán Rogers...

Había una voz en la cabeza de Steve que decía "Hazlo". Estaba tan petrificado en su lugar que no recordaba la primera frase con la que empezaba su pequeño discurso.

—Supongo que...Describir a Natasha ha sido mi tarea más difícil. Hay días en los que me encuentro solo en mi sofá pensando si me lanzará una cuchara en la cabeza cuando estemos más ancianos el día en que no le dé la razón. Sucede que siempre la tiene. Es mucho más inteligente y madura que yo en muchos aspectos. Siempre la admiré por eso...Pero también puede ser sorprendentemente dulce, encantadora, talentosa; nunca borraré de mi mente la primera vez que la oí cantar. A lo largo de mi vida he pasado por tantas cosas, una de las más dolorosas fue ir a la guerra y no saber si volvería; sin embargo recordar que ella estaba en casa, aguardando por mí era un motivo por el cual levantarme cada mañana. Natasha está en mi cabeza todo el tiempo, incluso cuando no debería estar pensando en ella, está ahí. Ha sido mi amiga, mi confidente, mi más grande alentadora. Tengo tanta suerte de tenerte, de que te quedes a mi lado; a este pobre soldado sin pena ni gloria. A cambio prometo hacerte feliz y adorarte incondicionalmente, eternamente—Steve la acercó, tomando ambas manos y casi murmurando: —Nada de lo que acabo de decir se acerca siquiera a lo perfecta que eres o lo que siento cuando estoy a tu lado. Es, simplemente, inefable. Eres mágica, Nat...Y mis padres e Iván estarían felices de saber que hemos llegado hasta aquí. Ahora el futuro depende de nosotros.

Él podía notar como Natasha se estremecía, le regaló una mirada conmovida y una sonrisa deslumbrante. Ella hizo que experimentara la dicha; pura y plena. No intentó leerla esa vez, podía ver las emociones surcando su rostro; la felicidad, sobre todas ellas.

Tomó el anillo y lo colocó en su dedo con cuidado, lo deslizó lentamente asimilando que esa alianza era para siempre. Esa era la mejor parte...

Natasha tragó con fuerza en el momento en que el metal acarició su fino dedo. Se sentía tan transparente y vulnerable. Tuvo que respirar hondo y ser hacer uso de su valor o lloraría a mares frente a todos y eso a Wanda no le fascinaría. Con lo mucho que le tomó maquillarla.

—Yo...—se aclaró la garganta, esta estaba reseca—.Yo...Hubo un tiempo en el que creía que el amor romántico era cosa de los libros de poesía y las novelas, quiero decir, soy capaz de sentir amor; más no de recibirlo. No esperaba al príncipe desde mi balcón, para empezar, ni siquiera tenía un balcón—rió—. Me conociste sin absolutamente nada que ofrecer más que mi compañía. Por alguna razón quisiste conocer a la niñita que vivía en el viejo departamento arriba del tuyo, supongo que desde ese momento me prometí mantenerme firme a tu lado, soldado. Estoy fascinada por ti y todas tus facetas, siempre me has parecido una persona digna de admirar; resiliente, defendiendo todo aquello merecedor de su respeto, íntegro. Te agradezco por quererme tal y como soy; incluso siendo el triple de terca que tú, el mal genio, y los chistes malos.

—Y yo te agradezco por querer a este desastre.— él murmuró, guiñándole un ojo con complicidad.

Natasha lo miró con seriedad, como si lo que estuviese a punto de decir fuera lo más significativo que alguna vez hubiera considerado expresar. Apenas se concentró en los suspiros y llantos de fondo.

—Deseo tanto que cada persona tenga la maravillosa oportunidad de conocer otros mundos además del propio, esa pequeña parte que nos hace únicos y donde solo caben nuestros pensamientos, lo que nos hace felices. Conocer a una persona que los haga sentir plenos, alguien en quien confiar, alguien que no va a juzgarte, alguien que te ame por lo que eres. Algo como lo que sé que nosotros tenemos. Steve, estoy feliz de convertirme en tu esposa, y prometo estar a tu lado hasta que mi corazón deje de latir. Quiero vivir junto a ti el Sueño Americano; dulce e inquietante. Estamos a ciegas a partir de este momento, no sé a dónde nos dirigimos; solo sé que no me importa si es contigo.

Natasha colocó el anillo en el dedo de Steve, quien, seguido de ello, entrelazó sus manos y besó sus pálidos nudillos.

Escuchó claramente el suspiro de Sharon a sus espaldas; tembloroso, como si fuera a quebrarse; no podía voltear a verla estando concentrada en la humedad de los labios sobre su piel, aunque por un minúsculo momento notó la expresión pensativa de James.

Solo así fue consciente del silencio brutal que los invadía. Natasha se tomó solo un segundo para voltear hacia los invitados, y un segundo bastó para notar la reflexión en tres rostros más.

«¿Qué tan crucial podría ser ese momento? No solo para ella, sino también para sus amigos más cercanos». Era la acción que generaba la reacción.

—Steven Rogers, ¿Acepta usted a Natasha Romanoff como su legítima esposa?—preguntó el sacerdote, sacándolos de su estupor. Sin rechistar, Steve respondió firme y claro.

—Acepto.

—Natasha Romanoff, ¿Acepta usted a Steven Rogers como su esposo?

—Acepto.

Se sorprendió a si misma de lo fácil que fue decirlo. La palabra salió de ella como si hubiera estado aguardando en la punta de su lengua.

Se miraron el uno al otro, anhelantes. Natasha no se apartó como creyó que haría a causa de los nervios. En cuanto el sacerdote ordenó a Steve que la besara, ella no retrocedió; dejando que él tomara su delicado rostro entre sus manos.

Le acarició las mejillas con los pulgares, acercándola despacio. Natasha percibió el calor que lo consumía, la punta respingada de su nariz acarició la de él. Por un momento quiso cerrar los ojos; pero no lo hizo hasta que él juntara sus labios despacio. El momento fue suave, iba lento; más en su interior era como sufrir una descarga eléctrica. Todo su cuerpo se paralizó, su pecho ardió y el aleteo en su vientre la hizo desear flotar.

¿Cómo podría describir lo que la hizo sentir? Creía que no podría siquiera seguirle el beso, era algo tan correcto en apariencia y tan inquietante en su cabeza. Debería ser reprochado por su dudosa veracidad, pero a la vez era tan correcto.

Ella se aferró a sus hombros y él a su delgada cintura; inclinándola en el proceso, haciéndola sonreír y causando que la ola de valentía los envolviera en un beso arrebatador, quitándoles el aliento.

Al abrir sus ojos, Natasha no halló inocencia, no halló nada más que un creciente deseo y la satisfacción de saberla suya en ese instante. Parecía orgulloso, lucía en verdad como alguien enamorado...

|||

La fiesta dio rienda suelta apenas minutos después, siendo ellos los fotografiados en todo momento. Ahora, Natasha y Steve estaban sentados en la mesa principal escuchando a Bucky dar su discurso antes de realizar su primer baile.

Natasha no sabía si su estado de ánimo era debido a las palabras de su amigo o al vino que le ofrecieron hace una hora y aun no terminaba.

—Nat, Santa Nat, alabada seas por la paciencia que has de tenerle a este hombre. Ustedes son mis mejores amigos; tú y este soquete a tu lado han hecho de mi infancia la mejor de todas, incluso cuando debíamos curar a Steve luego de sus arrebatos de callejón. ¡Tiempos realmente duros! Y...a lo largo de todos estos años he visto de cerca cómo se preocupaban el uno por el otro. Bien, Steve puede ser un remilgado, necio, a veces patético y algo llorón; pero tú lo haces mejor persona, tu significas todo para él. Estando allá en el campamento no hacía nada más que hablar de ti y yo decía: ¡Hermano ya, vete a dormir! Nat, nunca he visto a este tipo más feliz de lo que es contigo. Haces que su miserable vida cobre color— rió al ver la sonrisa de "te aniquilaré más tarde" en su amigo—. La cosa es...sé que ambos se harán muy felices, lo merecen. El amor es tan frágil que debe ser alimentado cada día, no deben dejarlo marchitarse. Cada persona es un lugar y un espacio diferente; es casi imposible que dos ritmos coincidan con tanta perfección. Quizá porque creo en la existencia de las múltiples realidades sé que de no ser aquí y ahora, en alguna parte, en otra época, ustedes dos volverían a encontrarse y serían tan perfectos como lo son ahora. Cuando encuentras a la persona correcta sabes que todo ha encajado en su lugar. Nada más puede hacer falta...la plenitud de saber que tienes a alguien que te conoce y entiende es la base para levantar muros sólidos. Espero que algún día pueda hallar a la indicada, así como tú, mi amigo—James miró al frente de reojo y volvió la atención a su copa—. Por ustedes.

Steve tomó la mano de Natasha cuando el cuarteto de cuerdas comenzó a sonar, se dirigieron al centro de la pista y ella envolvió sus brazos alrededor de él, que sostenía su cintura.

Su primer baile como una pareja casada. Era casi surreal siquiera pensarlo.

—¿Lo estás pasando bien?— inquirió él, tímido como nunca.

—Es mejor de lo que imaginé. Es perfecto. —desvió su mirada, enfocándose en el cuarteto de cuerdas tocando tras Steve.

—Gracias por quedarte, Nat.

—¿Qué dices? Gracias a tu idea estamos aquí ahora. Eso es...reconfortante.

—Es casi un milagro que haya funcionado.

—¿Eres feliz, Steve?—él asintió despacio—. Yo también.

—Aun recuerdo cuando aparecí con un anillo en tu apartamento. No me echaste a patadas por consideración.—bromeó.

Natasha recostó la cabeza sobre su hombro, venciéndose contra él, dejando que la abrazara con mimo y la meciera de un lado a otro simulando bailar.

—Te dije que te habías vuelto loco de repente.

Ella aspiró el aroma de su colonia y el jabón de su ropa. Steve pudo percibir el vino y el perfume que le obsequió; embriagándose al instante, manteniéndola más cerca de su cuerpo si era posible, girándolos lentamente.

—También estaba la opción de irme contigo.

—Eso no hubiera sido posible. Te necesitaban aquí, eres alguien aquí. Jamás lo habría permitido.

—He sido azotado por la guerra más tiempo del que debía soportar. Necesitaba ese pedazo de cielo, te necesitaba, Nat. Sí, soy egoísta, ¿Pero quedarme sin ti? Me pedías lo imposible.

Natasha podía oír su respiración frenética, parecía que podría quedarse sin aire. Movió las manos hacia su pecho, calmándolo. Si era honesta consigo misma, él también la había rescatado, deliberadamente, de un destino trágico. Al principio no quería dejárselo todo a su fe ciega, pero había de admitir que a la larga acabaría absorta en sus pensamientos; extrañándolo.

—Lo siento...

—¿Por qué?—respondió confundido.

—Por enfadarme el día de la conmemoración, no tengo derecho a opinar sobre tu relación con Margaret.

—Eso ya pasó, querida. Solo necesitábamos aclarar las cosas...

—Gracias por elegirme, Steve.

Cerró sus ojos, dejando que una fina lágrima corriera por su mejilla. Steve le acarició el cabello y besó su sien con ternura infinita. Podía percibir el miedo en Natasha, miedo a la manera drástica en la que cambiarían sus vidas a partir de mañana y a los nuevos retos que tendrían que enfrentar. No podrían ver aquello como una alianza, no más. No Steve y ella lo sabía. Muy en el fondo tenía miedo de dejar fluir a todas sus emociones.

Steve miró a los invitados quienes estaban atentos a su baile, lejanos y absortos, maravillados y conmovidos.

Pegó sus labios al oído de Natasha, decidido a compartir el único pensamiento que entonces invadió todos los espacios en su cabeza.

—Tú eres el lugar al que siempre quiero volver, en el que siempre quiero estar.

|||

¿No les pasa que desean algo con todas sus fuerzas y al final al destino y a Dios le vale madre? Me duelen los ojos y no por cansancio, sino de llorar de la pura frustración. Me siento fatal, y lo digo aquí como si no me importara lo suficiente, tal vez. 

Again, perdí la oportunidad de mi vida con una palabra chiquita, pero mortal. "No".  Tengo fichado al 14 de febrero como mi día de la mala suerte, literal todo el tiempo me ocurren desgracias. Pero esta vez lo que sea que esté ahí arriba, se pasó de lanza; hubiera preferido pasar otro año nadando en mi propia piscina de vómito. En fin, eso no me impidió darles este capítulo. Sé que ha pasado un tiempo y me salté dos cosas importantes que de seguro compenso en el próximo cap. Espero les guste :') La verdad no estaba con mucho ánimo de escribir cosas románticas pero ya programé dos más para luego, le eché muchas ganas eso sí, de verdad espero sea de su agrado. 

Gracias siempre por leer, chicos. 

Feliz día de la amistad :3

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