Capítulo 2

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Apenas tuve tiempo de correr a casa y alistarme para la salida con las chicas.  Cambié la blusa de bibliotecaria remilgada por una de cuello halter y lentejuelas. La ventaja de tener senos pequeños es que puedo usar este tipo de blusas sin sostén.

Las chicas pasan por mi en el auto de Vania y corremos hasta The Búnker Club. Cuando llegamos Lindsay se apresura hasta una mesa en la parte central para sentarnos.

Un minuto después el camarero se acerca a ofrecernos la lista de bebidas y todas decidimos comenzar con Martinis.

— Gracias al cielo es viernes – suspira Mina.

— Y eso que solo atiendes el teléfono, cariño – señala Regina – Hyde se la pasa gritando órdenes para mí y para Ana.

— No hablemos del trabajo – Vania nos regaña – vinimos a divertirnos.

— Y hablando de diversión – la vista de Lindsay se fija en la puerta del club.

Elliot entra agitando sus llaves y se dirige rápidamente al bar. Lleva una camisa negra desabotonada de arriba y unos ajustados jeans azules.

Mierda, mierda – balbuceo – si me ve, va a pensar que lo estoy esperando.

— ¿Quién, cariño? ¿El pelirrojo?

— Es Elliot, el chico de ayer.

Las chicas abren mucho los ojos por la sorpresa y se miran una a la otra. Y como conozco lo discretas que podemos llegar a ser, golpeo la mesa para llamar su atención.

— ¡Hey! No lo miren, o por lo menos no lo hagan al mismo tiempo.

— ¡Yo primero! – grita Mina y levanta su brazo derecho como si acomodara su cabello.

Mira por entre el hueco de su brazo flexionado y sé que lo ha visto porque se ruboriza. Baja la mirada hasta nuestra mesa y sonríe.

— Ahora yo – Lindsay finge que tose y gira a su izquierda.

Elliot se recarga demasiado en la barra, haciendo que su trasero sobresalga en esos pantalones ajustados. Lindsay suspira mientras se gira hacia nosotras.

— No entiendo, ¿Qué tiene este chico de especial?

Cómo Regina está de espaldas a Elliot, voltea hacia la barra como si buscara a nuestro camarero y luce convincente. Su mirada recorre al pelirrojo y se gira de nuevo mientras muerde su labio inferior.

— Mierda, es sexy.

— Seguramente he visto mejores – asegura Vania y se gira hacia Regina, como si hablaran.

Gira su torso hacia ella pero su mirada busca al chico que estamos analizando a detalle. Lo observa de arriba a abajo y se vuelve en silencio hacia nosotras.

— Bueno, en realidad me gusta más lo exótico, como los brasileños – suelta una risita – Aunque no me importaría cruzar con él algunas palabras.

Todas soltamos una carcajada ruidosa ante las palabras típicas de Vania y es entonces que lo veo. Elliot se gira hacia las mesas y sus ojos me encuentran. Mierda.

Una sonrisa se estira sus labios y sus ojos brillan divertidos justo como ayer. Yo también le sonrío y levanto mi mano para saludarlo rápidamente antes de volverme hacia mis amigas.

— Ja - ja - ja – suelto una risa forzada – Ya me vió, disimulen.

Las chicas se cuadran en sus sillas como si les hubiera dado una orden y no me queda más que agachar la cabeza hasta que el pelirrojo se vuelve hacia la barra.

— Aquí tienen, señoritas – el camarero aparece con las bebidas – Cinco martinis y un Cosmopolitan para ti, de aquel caballero.

Coloca la bebida rosa junto a mi martini y señala con la cabeza hacia la barra. Elliot ya tiene su vaso de Whisky, así que lo levanta hacia mi a modo de saludo.

— No te quedes ahí, Ana, ¡sonríe!

Tomo mi trago e imito su movimiento.  Por el momento me concentro en mis bebidas y en mis amigas, pero la mirada insistente de Elliot no me deja, ni cuando se acerca una chica a hablarle.

— ¡Te lo ganan! – me apura Mina.

— Ya lo dije, Elliot solo me atrae, él puede irse con la morena esa si quiere.

Vuelvo mi vista a la barra. Elliot y la chica siguen hablando, pero de pronto ella se aleja. Él termina su trago de un solo movimiento antes de mirarme y hacerme una seña.

— Ya vengo – les digo y me levanto de la mesa.

Camino hasta la barra y me siento en la silla junto a Elliot. El bartender le pregunta si desea otra bebida, pero él se gira hacia mí y sonríe.

— ¿Quieres beber una copa conmigo? En mi casa.

— Yo, no lo sé, vine aquí con mis compañeras de la editorial, no sé si deba dejarlas solas.

Elliot voltea hacia la mesa por sobre mi hombro y sonríe. Saca la cartera de sus pantalones y le entrega unos billetes al bartender.

— Ya están grandecitas, seguro pueden cuidarse solas.

— Bien – asiento levemente – voy a despedirme.

Camino de vuelta hacia mis amigas, que ya me esperan con una gran sonrisa. Tomo el bolso y el móvil antes de beber de un trago el resto de mi Cosmo.

— Creo que voy, ¿Está bien?

— Claro que sí, ve y disfruta – se ríe Regina.

— El lunes queremos detalles – dice Mina.

Les hago una seña para despedirme, pero antes de que me aleje, Lindsay me llama.

— Ana – arquea ambas cejas – ¿Es pelirrojo natural?

— Si – digo y siento el rubor en mis mejillas.

Me alejo de ellas y voy hacia Elliot, que ya está junto a la puerta esperándome. Subimos a su camioneta y conduce hacia su casa, que no parece estar lejos de mi departamento.

El edificio en el que vive es un poco más lujoso que el mío, pero es básicamente un departamento de soltero en el piso 8. La decoración es en blanco y negro, electrodomésticos de lujo y un gran estante de libros.

— Es muy lindo – digo señalando la sala.

— Si, lo sé – Se acerca con dos vasos de cristal en la mano – una decoradora y una ama de llaves hacen maravillas.

Me entrega un vaso y ambos bebemos el líquido ámbar. No soy fan del Whisky, pero supongo que puedo beberlo a sorbos. Antes de que lo acabe, Elliot toma mi vaso y lo pone sobre la mesita.

— Te ves hermosa con esa blusa – susurra en mi oído y me arrastra con él hasta el sofá.

Sus manos se deslizan rápidamente por debajo de mi blusa y acarician mis senos. Me besa con fuerza y sin delicadeza, todo él es pura pasión.

Desabotono su camisa, mis manos recorren su abdomen siguiendo las líneas de sus músculos y jadea cuando aprieta mi trasero sobre los jeans.

Se levanta y me ayuda a hacerlo para ir hasta su habitación, una de las puertas en el pasillo. Ni siquiera se molesta en encender la luz o alguna lámpara de noche.

La ropa es lanzada a algún lugar de la habitación y terminamos desnudos en su cama. Sin duda Elliot es el chico más sexy con el que he dormido, pero no hay nada de él que me atraiga además de su físico.

Mis manos siguen recorriendo su torso y sus brazos cuando él me hace girar hasta quedar boca abajo. Me jala de la cadera hacia atrás, para apoyarme en mis manos y mis rodillas, él detrás de mi.

Nuestras respiraciones entrecortadas y jadeantes es lo único que se escucha. Escucho el ruido del empaque metálico siendo rasgado y entra en mi con un solo movimiento. Estoy tan concentrada en mi propio placer que no me detengo y llego al clímax antes que él.

Tan pronto como termina, busco mi ropa en el piso y me dirijo al baño a vestirme. Cuando salgo, Elliot está en boxers sentado en la cama.

— Me voy – le aviso.

— ¿Quieres que te lleve?

— No, no estoy muy lejos y seguro aún encuentro un taxi.

— Bien.

Se deja caer de espaldas en la cama, así me salgo de ahí rápidamente con los tacones aún en la mano. Tomo mi bolso y me acerco a tomar la perilla de la puerta. Pero antes de que pueda girarla, alguien lo hace y la empuja desde afuera.

— ¿Qué mier...? – me interrumpo a mi misma.

El chico frente a mi me mira confundido y sus ojos me recorren de arriba a abajo, con un semblante serio. Es tan alto y delgado como Elliot, pero su cabello es cobrizo y la barba incipiente le da un aspecto mayor. Pero lo que de verdad me deja sin aliento está detrás de esos lentes de pasta: Los ojos grises más hermosos que haya visto jamás.

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