Capítulo 5

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Esta semana he evitado salir a toda costa. No más Lori's ni The Búnker Club, aunque aún no estoy segura de a quien estoy evitando: a Elliot o a Christian.

Sigo en mi escritorio cuando Regina sale de la oficina de Hyde y camina hacia mi. Sé lo que va a decir, es viernes.

— ¡Tragos!

— No, por favor, hoy no.

— ¿Entonces cuando? Venga, no seas aguafiestas que tenemos que apoyar a Mina.

— ¿Por qué?

— ¿No te lo dijo? El chico que le gusta es gay.

— ¿Quién? ¿El cantinero de The Búnker Club?

— Si, iremos ahí antes de pasar al siguiente – se ríe.

— ¿Podríamos ir a otro lugar?

— No, no, no – mueve su dedo frente a mi – Búnker Club, todas, hoy.

— No lo sé, aún tengo muchas lecturas pendientes.

Regina rueda los ojos antes de apoyar su mano en su cadera.

— Tú siempre tienes lecturas pendientes, y necesitas distraerte, así que más te vale que no huyas.

Mierda. Pero tiene razón, no puedo pasarme el resto de mis días escondiéndome solo porque no sé que que siento por ellos. ¿Debería sentir algo de todos modos?

Todos comienzan a recoger sus cosas para irse, pero yo me tomo mi tiempo guardando libro por libro, camino perezosamente hasta la salida y dejo pasar al menos un autobús antes de ir a casa.

Me voy una ducha rápida y me pongo un conjunto discreto. Hoy no quiero llamar la atención, así que voy en modo invisible.

— ¡Ana! ¡Es hora! – Lindsay golpea mi puerta – ¡Mueve tu culo perezoso hasta la camioneta!

Ruedo los ojos. Si, soy perezosa pero paso mucho tiempo leyendo y eso cansa mi mente. De hecho, mis vacaciones perfectas serían en algún lugar donde pueda descansar con los ojos cerrados.

— ¡Ana!

— ¡Ya voy! Dios...

Tomo el bolso para abrir la puerta del departamento. Salgo hasta la calle donde las chicas ya me esperan en la camioneta, pero me detengo un momento. ¿Dónde mierdas está Kate?

Vania conduce su camioneta hasta el club al que vamos y antes de que Mina pueda escoger una mesa frente a la barra, corro hasta el fondo, a la mesa del rincón.

El mesero se acerca con la carta de bebidas y nos decidimos por mojitos, entonces aprovecho el momento para hablar con mi amiga.

— Vania, cariño. No quiero ser quien te diga esto pero prefiero que lo sepas y lo superes – Ella arquea la ceja y las demás se quedan serias.

— Suéltalo, sea lo que sea, solo dilo.

— Mi amiga Kate sale con Barry Connor. Trabajan juntos en el Seattle Times y cada ves que ella no llega a dormir es porque está con él.

— Bastardo – gruñe molesta.

— Lo siento mucho.

— No, está bien, agradezco que lo dijeras. Así puedo dar vuelta a la página.

— ¡Esa es mi amiga! – grita Regina.

— Yo no sufro por amor, hombres hay muchos... – Su vista recorre las mesas, hasta que se detiene al frente – Y hablando de hombres.

Me mira y hace una seña con la cabeza hacia la barra. Mierda, no quiero voltear, pero lo hago lentamente. Christian está recargado en la barra, pero no es él a quien Vania señaló, sino a Elliot.

¡Mierda otra vez! Están aquí, juntos. Me giro de nuevo hacia mí mesa tratando de hacerme pequeña e invisible.

— ¡Es tu chico! – chilla Mina – El pelirrojo.

— No es mi chico, somos amigos.

— ¿Amigos que cogen? ¡Eso me encanta! – ahora grita Lindsay.

— No te emociones, es más complicado de lo que parece.

— ¿Por qué? ¿No es... Bueno?

— Yo... Solo, no... – balbuceo – No voy a darte detalles.

Y sobre todo, no quiero hablar de lo que pasa con Christian. Por que ni yo misma lo sé. Volteo de nuevo hacia la barra pero me quedo inmóvil por la mirada de los ojos grises. Me vió.

Mierda... ¿Ahora qué hago? Volteo a mi lado, hacia Mina que suspira aún por el estúpido cantinero y le hago una seña antes de tomar su mano.

— Ven conmigo, sígueme la corriente.

— ¿De que? ¿Ana?

La llevo por las mesas hacia la barra y me detengo frente a mis nuevos chicos favoritos, dejando a Mina a mi izquierda. Frente a Elliot.

— Hola.

Ambos beben whisky en vasos de cristal tallados. Christian no ha dejado de mirarme, así que solo Elliot gira para verme.

— ¡Ana! Qué sorpresa. Me alegra verte  – Dice el pelirrojo y su amigo lo mira.

— Lo sé, he estado ocupada en el trabajo, pero estoy aquí con mis amigas. Por cierto, ella es Mina.

Tengo que levantar un poco la voz cuando el cantinero se detiene detrás de los chicos y rellena sus vasos. Le suelto un codazo ligero a mi amiga para que deje de mirarlo.

— Si, hola – balbucea y luego sonríe – soy Mina.

— Elliot – el pelirrojo estrecha su mano.

— Christian – ojos grises lo imita.

— Chicas, ¿Se toman un trago con nosotros?

Mina mira fijamente a Elliot, así que yo asiento hacia él para que pida las bebidas. Nos sentamos en las sillas frente a la barra con los chicos frente a nosotras. De espaldas a ellos, nuestras amigas curiosas no pierden detalle.

Esto es tan extraño. Elliot no deja de hablar y Christian solo observa en silencio. Mina asiente a casi todo lo que dice el pelirrojo, aunque no creo que realmente le esté prestando atención.

— ¿Por qué no vamos al departamento y seguimos charlando?

Siento la mirada de Elliot, pero sigo observando lo que queda de mi mojito en el vaso.

— Por supuesto – acepta Mina.

Mi vista viaja inmediatamente a la chica sonriente junto a mi y la tomo del brazo.

— Vamos a despedirnos de nuestras amigas – le digo a los chicos – Ya volvemos.

Arrastro a Mina hasta la mesa donde Regina, Vania y Lindsay siguen bebiendo. Tomo mi bolso y le paso a mi amiga el suyo.

— ¿Se van? – pregunta Regina.

— Si. Mina aceptó la invitación para ir  a su departamento.

— ¿Qué? ¡Pero Mina! ¿No tenías el corazón roto esta mañana?

— He pasado la página – dice con seguridad la más joven de las cinco.

— ¿Y cuál bombón te toca? ¿El castaño?

— ¡No! – grito sin pensarlo – Serán solo un par de tragos, nada de qué preocuparse.

Hago un ademán para restarle importancia al asunto, pero me miran incrédulas.

— Luego les cuento – tomo su mano para ir de vuelta hacia los chicos que nos esperan en la barra.

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