13.

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Nunca me había importado tanto mi aspecto personal. Siempre me ponía lo primero que encontraba en el armario sin darle mucha importancia.

Ahora era todo lo contrario.

Quería verme bonita esta noche.

Mi primera idea fue un top de color negro junto a unos pantaloncillos cortos pero rápidamente descarto la segunda pieza puesto que las piernas se me ven como dos huesos de pollo—si, así de delgada estoy—. Anabela me había señalado unos pantalones largos de cuero pegados al cuerpo que cubrían mis piernas, y una blusa de tirantes finos de color vino no tan pegada al cuerpo. En los pies traía unos zapatos cerrados de color negro. Mi cabello estaba en una cola alta que las puntas me llegaban al cuello. No traía tanto maquillaje, solo mascarilla de pestañas y labial color rojo. Repaso mi vista en el espejo y le doy aprobado. Cuando las personas me conocen siempre dicen cosas como: "pareces de 18", "no aparentas la edad que tienes", "¿en serio tienes 25 años?", "pareces una niña".  Se que para muchos esos comentarios son un halago pero a mi no me gustan en lo absoluto.

—¿En serio no vas a venir?—me giro hacia Ana que me mira desde su cama

—No me apetece.

—¿El alma de la fiesta no quiere asistir a un mitin?—frunzo el ceño—Matt también estará.

—La verdad es que quiero quedarme—se encoje de hombros.

Que rara está.

—No te creo nada. ¿Te sucede algo con Matthew? ¿Han discutido?

—No somos un matrimonio como para discutir—se ríe—De verdad que no pasa nada, mujer. Ve tranquila.

—¿Cómo puedo ir...?—no me deja terminar, me toma de los hombros y me arrastra hacia la puerta.

—Que estoy bien, que solo quiero quedarme durmiendo.

—Pero...

—Tú disfruta—vuelve a cortarme y abre la puerta de la habitación—Emborráchate, mueve el esqueleto y si es posible tírate al bombón que está loco por ti.

—Él no está...

—¡Buono sorte, cugina!—grita y me cierra la puerta en la cara.

¡¿Pero qué le pasa a esta chica?!.

Doy un largo suspiro y giro sobre mis talones para irme pero choco contra el pecho de alguien y doy un respingo.

—¿Te asusté?—pregunta y me tenso al darme cuenta de quién es.

¡Merda, que no haya escuchado la parte donde Anabela lo menciona!

—¿Alessia? 

Salgo del trance.

—Eh si—aclaro mi voz—Quiero decir...Hola.¿Hace cuanto estás aquí?

—Acabo de llegar. Mi habitación es la primera del pasillo lateral—lo señala—Y quise venir a acompañarlas. ¿Dónde está Anabela?

—Dice que no le apetece venir.

—Que raro—alza una ceja—Matthew dice lo mismo.

¿Qué les pasa a esos dos?

—¿No te parece sospechoso?—le pregunto en un susurro y él se ríe.

—Muy sospechoso.

Caminé con Axel hasta las afueras del hotel, atravesamos las calles cuesta abajo. Al final de la calle se encontraban las personas de nuestro viaje—y algunos malgaches— sentados en círculos alrededor de la fogata. Un hombre vestido de camisa roja y pantalones blancos tocaba una bonita melodía con su guitarra.

Saludo a Fred y junto a Axel me siento a su lado. Una mujer joven reparte cocteles que según Fred son muy típicos de la región, bebo y lo único que identifico en la deliciosa bebida es el pequeño chorro de ron que posee.

Una pequeña brisa recorre la noche y maldigo por haberme puesto esta blusa con falta de tela. ¡¿Por qué el clima de África tiene que ser así tan loco?!. Me abrazo a mi misma luego de frotar mis frías manos para entrar en calor. De reojo observo como Axel se quita el saco para colocármelo en los hombros y cubrirme, me da una sonrisa y yo me sonrojo. Cada vez más este hombre parece sacado de una novela romántica del siglo pasado.

—¿No tienes frío?—le pregunto en un susurro.

—Estoy bien—asegura. 

El hombre de la guitarra tocaba una canción un poco más movida, ni siquiera me di cuenta que a su lado había otro hombre con la misma vestimenta tocando tambores. Una mujer de tez negra y vestido con mosaicos de colores cálidos se levanta y comienza a bailar.   

—Faltan pocos días para que termine el viaje—comenta Axel de repente.

—¿Quieres que termine?—pregunto.

—Por supuesto que no—contesta mirándome fijamente.

Trago grueso al mirar como se relame los labios.

Quiero besarlo.

—Yo tampoco quisiera que terminara. Eso significa volver al trabajo y la verdad no tengo muchas ganas—me encojo de hombros.

—¿Siempre supiste que serías arquitecta?

—De pequeña me gustaba mucho pintar. No pude entrar a la Academia de artes plásticas de Roma así que opté por la arquitectura.—me quedo callada por unos segundos—¿Tu siempre quisiste ser médico?

Asiente—Desde pequeño. Me apasiona lo que hago y me gustan los niños, desde que comencé a estudiar medicina supe que quería especializarme en pediatría.

Le sonrío levemente.

—Serías un gran padre, Axel.

Su rostro adquiere una expresión que no logro descifrar, traga grueso y luego me sonríe levemente. Abre la boca para decirme algo pero...

—Chicos, iré a acostarme, estoy algo cansado—avisa Fred. Ambos asentimos y le deseamos buenas noches antes de que se marchara.

—Creo que yo también me iré—le digo a Axel—No quisiera dejar tanto tiempo sola a Ana, la noté un poco indispuesta.

—En ese caso...—se levanta y me extiende su mano para ayudarme, le dedico una sonrisa.

El camino hacia el hotel es silencioso pero para nada incómodo, o bueno, al menos por parte de Axel que se ve tan relajado y yo en cambio me siento una maldita adolescente nerviosa y ansiosa.

Caminamos por los pasillos y me detengo en la puerta de la habitación.

—Yo...ehm...

Genial estúpida ya empezaste a tartamudear.

—Fue una velada agradable—él me da una leve sonrisa. Me acerco y me levanto en puntitas para besar su mejilla, la cercanía me provocan ganas de besar algo más que su mejilla.

Entonces él parece leerme la mente.

Acuna mi rostro con sus manos y besa mis labios con la fiereza que siempre lo hace y a mí me encanta que lo haga. Arrugo su camisa con mis manos atrayéndolo más hacia mí, estampa su mano contra la pared detrás de nosotros mientras me besa con fuerza.

¡Joder, siento que voy a morir de esa famosa tensión que comienza por la letra "s"!

Entonces se separa de mis labios y mi cerebro me pide a gritos que lo atraiga de nuevo pero mi parte racional me da una cachetada para que no actúe como lanzada.

—Me estás volviendo loco, Alessia—susurra acariciando mi mejilla, nuestras agitadas respiraciones se mezclan—Esta situación me está volviendo loco.

Mis sentidos se paralizan. ¿Estoy viviendo un sueño? Porque este hombre no puede ser real, me niego a que sea real. Siempre sabe que decir, que hacer para dejarme muda.

—Será mejor que entre ya—susurro.

¡¿Pero qué rayos me pasa?!

Axel ni siquiera parece sorprendido, solo se separa asintiendo levemente. Me da una sonrisa de que no pasa nada.

—Buenas noches, Alessia.

—Que descanses—le digo y observo como se aleja a pasos lentos.

¿Por qué no lo detengo?

Maldita bipolar.

Muerdo mi labio y me paso las manos por el cabello. Lamentándome de la situación abro la puerta de la habitación y pego un grito ahogado con lo que acabo de ver, me doy la vuelta de inmediato.

—¡Mierda!—se escandaliza el chico.

—¡Tienes tres segundos para vestirte Matthew Scott!—le ordeno de espaldas aún, creo que no podré dormir por culpa de lo que he visto—¿Tenías que hacer tus cosas en mi cama con el chino, Anabela?

—Japonés—me corrige indignado.

—No sabía que vendrías tan temprano, cugina—responde ella.

—Eso no responde a la pregunta de ¿por qué en mi cama y no en la tuya?

—Fallas técnicas—responde el chico—Ya puedes darte la vuelta fantasliana.

Me giro y lo miro molesta a lo qué me responde con una sonrisa inocente.

—Supongo que esta es la parte en que me voy ¿no?—duda y suelta una risita.

Prácticamente sale corriendo luego de giñarle un ojo a Anabela y esta le lanza un beso a lo que yo ruedo los ojos.

—Hoy duermes ahí—la señalo—¿Podías al menos ponerle seguro a la puerta?. Y yo que estaba preocupada por ti. Realmente me he ganado el trofeo de estúpida del año.

—Relájate, cugina—se sienta en la cama—¿No ibas a pasar la noche con tu Christian Grey?

—Yo nunca dije que pasaría la noche con él—digo pasando los dedos por su chaqueta la cual ni siquiera mencioné devolvérsela—Además...¿no pudiste compararlo con algún otro personaje literario?

Ana se muestra pensativa.

—No lo creo—responde—Es inteligente, fornido, tiene una mirada penetrante, es muy directo...¿no querrá introducirte al sadomasoquismo?

—Oh cállate—suelto una carcajada.

—Ahora que te miro bien te pareces a Anastasia Steele—me señala—Eres inocente, tímida y...oh ¡perdiste la virginidad a los 21 como ella!

Abro mis ojos como platos.

—¡Te dije que eso no se mencionaba!—ella se suelta a reír—Hoy no tengo ganas de discutir con vena irritante, te lo digo en serio, Anabela Caccini.

—Un momento—alza su dedo y luego me señala—¿No le estarás guardando un falso luto a la escoria?

Suelto un bufido—Definitivamente estás loca.

Ana me da una mirada de advertencia y yo me meto en el baño. Miro mi reflejo en el espejo y toco mis labios recordando el beso de hace unos minutos. Mi corazón se acelera como un loco de tan solo recordarlo y me asusta que lo haga.

—No eres el único que se está volviendo loco, Axel—susurro para mí misma y suspiro.      

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