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Alessia

—¿Señorita Caccini?—Jack hace presencia en mi oficina—Hay alguien que quiere verla.

—Que pase—le sonrío y él asiente para marcharse.

Me quedo congelada en mi silla cuando a los segundos esa figura esbelta y elegante que no me atrevo mirar a la cara hace presencia en mi oficina.

—Buenas tardes, Señorita Caccini.

Respiro hondo y pongo el mejor empeño para que no se de cuenta de mis nervios.

—Buenas tardes. ¿Qué la trae por aquí?—dudo.

Julia sonríe sin mostrar su dentadura, deja en bolso en la silla y se cruza de brazos.

—Ya estamos bastante adultas para andar con rodeos—sus ojos penetran los míos—Necesito que te alejes de mi marido.

Se me detiene el corazón por segundos.

—¿Disculpa?.

—Ni siquiera te atrevas a negármelo—me habla con tanta rabia que me asusta—¿Acaso me crees estúpida? Eres la mujer que me contestó cuando Axel estaba en Nueva Zelanda y por supuesto que he notado como se miraron aquel día en el hospital. Así que vengo hasta aquí a decirte que no quiero verte cerca de mi esposo. Tenemos una pequeña y no voy a tolerar que mi familia se destruya por tu culpa.

Me levanto de mi asiento.

—Si ya terminó le voy a pedir que se retire—hablo firme y sin apartar la mirada de ella.

La rubia ríe sarcásticamente. Se acerca a pasos lentos y queda a corta distancia de la mía, me toma de sorpresa cuando clava sus uñas en mi antebrazo.

—Solo eres una puta para Axel—el corazón se me estruja—Date tu lugar y esfúmate de nuestras vida.

Me suelto con ímpetu de su agarre, sus uñas dañan mi piel en el proceso.

—No voy a tolerar que venga a mi trabajo a ofenderme de tal manera—guardo la compostura en todo momento—Le pido nuevamente de favor que se retire o voy a llamar a seguridad.

No puedo creer que haya venido a montar esta escena.

Se me queda mirando por unos segundos pero luego toma su bolso.

–Ya estás advertida.

Eso es lo último que dice antes de marcharse. Ni siquiera me di cuenta de que Brick estaba parado en la puerta, estático y sorprendido.

—Principessa...

No digo nada. Simplemente las lágrimas salen por si solas. Estoy llena de rabia, dolor e impotencia. Es una mezcla de sentimientos que se resumen en lágrimas.

Mi jefe de equipo me envuelve en un abrazo cálido, un abrazo que necesito más que nada en este momento.

—No creas nada de lo que dijo—susurra.

—¿Escuchaste...todo?

—Sí—afirma—No eres una puta, Alessia, se que te sientes así pero no lo eres. Necesito que eso lo tengas bien claro, principessa.

No digo nada. Solo dejo que las lágrimas alivien la sensación de amargura que me ha provocado la visita de Julia.

(...)

—¿Estás segura de que quieres que no te lleve a casa?

Le doy una pequeña sonrisa.

—Segura. Necesito estar sola, caminar un poco, pensar en todo—doy un suspiro pesado.

—Está bien.—acepta sonriendo.

Cuando miro al frente me encuentro a quien quiero evitar más que a nada en estos momentos.

—Ay no—exclamo.

—¿Qué sucede?.

—Axel...está aquí—le respondo y me giro de lado para que no me vea pero es demasiado tarde...se que sus ojos ya captaron mi presencia.

—¿Qué? ¿Dónde?.

—Disimula—le doy un golpecito con el bolso por estar mirando a todos lados como una cámara de vigilancia.

—¿El que está junto al Ford Edge?

—No se ni carajos de auto—le reclamo nerviosa.

—Bueno...déjame decirte principessa que ya se está acercando a nosotros.

¡Ay no!  

—Alessia.

Este día no puede ir peor...

Doy la media vuelta enfrentándolo. Estaba tan sexy con su camisa blanca de mangas, llevaba los dos primeros botones desabrochados , sus vaqueros negros le quedaban estupendamente, su cabello negro perfectamente peinado, esos ojos...

—¿Qué haces aquí?—pregunto casi en un susurro.

—Necesitamos hablar.

—No lo creo.

Me da una mirada de reproche. El avellana de sus ojos va hacia mi jefe de equipo quien le da la mano rápidamente.

—Brick Woods. No habíamos tenido el placer de presentarnos aquel día en el hospital.

—Axel Powell—le responde el saludo pero no de una forma tan amistosa como Brick.

¿Celoso?

—Princcipesa, creo que es hora de irme, tengo cosas que hacer—le abro los ojos como plato. ¡No puede dejarme sola!—Te veo mañana—besa mi mejilla y mira a Axel—Un placer conocerte formalmente.

El peli negro asiente y Brick se marcha.

—Principessa—repite Axel en tono de fastidio y se ríe amargamente alzando sus cejas.

Oh sí, está celoso.

—No tengo nada que hablar contigo Axel—le aclaro—Lo mejor será que te vayas.

—Si que tienes que hablar—se muestra serio—Vamos al auto.

—No.

—Alessia...—advierte—Solo hablemos.

—Estoy aburrida de hablar de lo mismo—escupo—Nosotros no tenemos nada y es inútil hablar de lo mismo.

—¿Eso es lo que quieres?—duda acercándose.—se sincera y dime si eso es lo que quieres.

No. No es lo que quiero.

Pero si lo que debo.

Escucha...—doy un respingo cuando me toma del antebrazo suavemente, sus dedos rozan justo donde Julia dañó con sus uñas mi piel—¿Qué es esto?—mira extrañado el lugar y maldigo por ser tan pálida y que cualquier corte o golpe me deje la marca de esa forma tan llamativa.

—No es nada, un accidente de trabajo.

—¿Accidente de trabajo?—inspecciona el arañazo.

—Axel, por favor déjalo así—sus ojos se fijan en los míos y trago grueso porque el corazón no deja de latirme, recordándome cada que estoy cerca de él cuanto lo quiero–Será mejor que te vayas.

—Déjame llevarte a casa al menos.

¿A solas en su auto? Ni pensarlo.

—Puedo caminar.

—No diré nada para incomodarte—asegura suspirando, al parecer se ha rendido—Por favor, déjame llevarte a casa—repite.

Suspiro derrotada y asiento levemente.

No te hagas la víctima, sabes que quieres pasar tiempo con él.

Te odio, subconsciente que solo hace darme terapias de choque.

El caballeroso gesto de Axel al abrirme la puerta del copiloto me derrite. Creo que soy tan estúpida que solamente con que respire ya me derrite.

Me río de mí misma.

Al instante que Axel se sube al auto mi teléfono avisa que me ha entrado una llamada, lo saco de mi bolso y noto que es Brick. Llamaba para saber si había dejado las llaves de su casa en mi bolso.

—No pierdes la cabeza porque la tienes pegada al cuerpo.

Ya mamá, no me pegues—bromea—No tengo otro remedio que volver a la oficina. Hasta mañana Principessa.

Me despido de Brick y guardo mi teléfono. Axel me mira fijamente dándome a entender que no se ha perdido detalle de la rápida llamada. Observo como aprieta su mano contra el volante.

—¿Estás con ese imbécil?—parece explotar y veo que no conocía esa faceta suya de celoso compulsivo.

—Axel...—advierto. No dejaré que se exprese de esa forma de mi amigo.

—Respóndeme Alessia. ¿Te gusta?.

¿Y esta escena ahora?

—Brick es mi amigo, joder—me exalto—Y si me llegara a gustar no es tu asunto. Estás casado, tienes una pequeña—mi garganta se quema con esas palabras—Solo...sal de mi vida y arregla las cosas con tu esposa.

—¡¿Cuándo carajos vas a entender que con la única que quiero arreglar las cosas es contigo?!—se altera. Sigo sin mirarlo—Se que soy un maldito cobarde, tenía que haberte contado la verdad desde el principio. Solo déjame repararlo, Alessia.

—Yo no quiero arreglar nada—la voz me tiembla.

—¿De verdad?—siento como se acomoda en su asiento—Dímelo a los ojos. Dime que no sientes nada por mí, quiero escucharlo porque ayer no sentí lo mismo mientras hacíamos el amor. Tampoco me quedó claro cuando me echaste de tu casa.

Cierro los ojos tratando de controlar el nudo que se ha formado en mi garganta. Tan débil soy que siento unas terribles ganas de llorar. Hago el intento de abrir la puerta del auto pero ni siquiera me di cuenta cuando le puso el seguro.

—Abre la puerta—le exijo—O te juro que comenzaré a gritar.

—Bien—prende el motor del auto—Puedes gritar las veces que quieras pero de este auto no sales. Le daremos la vuelta a toda la ciudad, a Otawa si es posible, pero vamos a hablar. 

—Que maduro—ironizo.

—No eres la más indicada para decirlo.

Lo doy una mirada asesina pero me ignora y no me queda de otra que bufar y echar mi cabeza hacia atrás apoyándola en el asiento,  maldiciendo mil veces la hora en que nací.

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