Capítulo 15

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng


Cuando abrí los ojos, lo primero que noté fue que no me encontraba en mi habitación.

Mi primera reacción fue de terror, pero inmediatamente mi cerebro se activó para devolverme los recuerdos de la noche anterior.

Nos quedamos hablando como por una hora, hasta que Camilo encontró una película que nos llamó la atención. Pero al final terminó siendo una porquería tremendamente aburrida, y supongo que en algún momento nos quedamos dormidos.

Hasta ahí, las cosas estaban clarísimas para mí. Lo que no lograba comprender, era cómo demonios había conseguido quedarme dormido en la cama y en la casa de un extraño. Bueno, quizá Camilo ya no resultaba tan extraño para mí, pero era la primera vez que iba a su casa y ahora me sentía tremendamente avergonzado por haberme auto invitado a quedarme a dormir.

Me removí en la cama y en ese momento noté que Camilo estaba acostado junto a mí. Estaba durmiendo profundamente, con la ropa y el calzado puesto. Tenía las manos guardadas en los bolsillos del canguro que llevaba puesto, y la capucha cubriéndole la cabeza. Probablemente no quiso despertarme y por eso no se cubrió con las frazadas, lo que me hacía sentir todavía más terrible.

—Ya despertaste —escuché su voz adormilada—. ¿Qué hora es?

Le di un manotazo a la mesa de luz tratando de tomar mi teléfono. Cayó al suelo así que tuve que girarme sobre mi cuerpo para tratar de alcanzarlo. Todo esto mientras Camilo bostezaba y se frotaba los ojos.

—Son las siete quince —dije cuando logré agarrar mi celular.

—Es tempranísimo. Vamos a dormir un ratito más.

—¿Qué? Pero estoy en tu casa y... No me invitaste a quedarme a dormir. Yo no sé en qué momento me quedé dormido pero en realidad no quería...

—Antoni, está bien —respondió con una sonrisa—. Quiero decir, a mí no me molesta que te hayas quedado dormido. En realidad es genial, porque significa que te relajaste y todo eso, ¿no?

Titubeé antes de darle una respuesta afirmativa.

—Pero de todas maneras... ¿Qué van a pensar tus abuelos?

En ese momento, a Camilo se le escapó una carcajada.

—¿Que nos quedamos dormidos viendo una película? Mira, en este momento lo que más me preocupa es que dejamos el helado fuera del refri.

—Y tú te cagaste de frío porque yo me dormí sobre las frazadas.

Y otra vez escuché su carcajada.

—Oh, por Dios, qué terrible.

—No te burles de mi desafortunada situación, Camilo.

—No me estoy burlando. En realidad estoy feliz porque no tuviste un ataque de ansiedad a mitad de la noche y dormiste como un bebé. Tú también deberías estar feliz por eso.

Se sentó en la cama, se quitó la capucha y se frotó los ojos. Yo solo lo observaba desde mi rincón, con una nube negra imaginaria flotando sobre mi cabeza.

—Por lo visto no vas a volver a dormir, así que... ¿Desayunamos? Si quieres después te llevo hasta tu casa.

—Bueno, yo... me gustaría lavarme la cara y adecentarme. No puedo sentarme en la mesa con el pelo revuelto y cara de dormido.

—Está bien —contestó Camilo mientras se levantaba de la cama para desperezarse—. Mientras tú vas al baño yo asalto el refri y veo qué hay para comer.

La tranquilidad que tenía Camilo al final terminó por obligar a mi cerebro a bajar revoluciones.

Seguimos su plan y luego de desayunar, me despedí de su familia y emprendimos marcha de regreso a mi casa.

—Voy a tener que invitarte a una pijamada para recompensar lo que pasó.

—Hablas como si hubieras hecho una cosa verdaderamente horrible. Date un respiro, amigo. Te quedaste dormido, y eso fue genial. Lo único malo fue la película que elegí. Qué maldito fiasco. La próxima vez eliges tú.

Solté una risa nerviosa.

Cuando Camilo se marchó y yo entré a mi casa, sentía que todo a mi alrededor se veía distinto. Me metí a mi cuarto y al quitarme la ropa, noté que el aroma del perfume que él usaba se había quedado impregnado en mi ropa.

Jamás hubiera imaginado que dormir en la casa de alguien más fuera tan interesante.

Luchar contra mi propio cerebro siempre era un desafío para mí, pero esta vez no fue difícil callar esa vocecita molesta que trataba de sabotear mis momentos felices. Tal vez había logrado desarrollar esas herramientas de las que tanto hablaba mi terapéuta. Y lo mejor, lo había hecho por mí mismo. 


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro