Capítulo 32

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—¿Camilo no entró a saludar?

—No, tenía que irse.

Ni siquiera podía disimular el rubor en mis mejillas.

—Qué extraño. Él siempre es demasiado cortés.

Estaba tan emocionado y sorprendido por lo que acababa de suceder que al principio ni siquiera noté la molestia en su voz. Solo cuando me detuve a prestar atención fue que me di cuenta que sucedía algo extraño.

—Madrina, ¿estás bien?

—¿Yo? Perfectamente. Y tú parece que estás en las nubes. ¿Hay algo que quieras decirme?

Por supuesto que pensé en contárselo. Estuve a punto de hacerlo en varias ocasiones, pero me daba un poco de vergüenza hablar de esto con mi madrina, y además no sabía por dónde empezar. Me senté en el sofá, con las manos temblorosas y una sonrisa de oreja a oreja.

—De hecho... Bueno, sucedió algo entre Camilo y yo...

Entonces, ella bufó. Luego hizo un gesto negativo con la cabeza. Mi sonrisa comenzó a apagarse y de pronto me sentí completamente avergonzado.

—Los vi por la ventana. Escuché la moto y me asomé para ver si eran ustedes y los vi. ¿Qué demonios está pasando, Antoni?

—Nada, yo... —comencé, pero no me salían las palabras. Mi madrina estaba muy molesta conmigo y yo no entendía el motivo—. Es que Camilo... Bueno, él me confesó que siente algo por mí y creo que...

—¿Qué es lo que crees tú? —inquirió ella—. ¿Que sientes lo mismo? ¿Es eso lo que me vas a decir?

Asentí con timidez. Era la primera vez en mi vida que mi madrina me gritaba. Jamás la había visto tan molesta.

—¡Esto es ridículo! No tiene ningún sentido... ¿No te das cuenta de lo que sucede, Antoni? ¡Está jugando contigo! ¿A ti desde cuándo te gustan los chicos?

—Lo descubrí cuando comencé a sentir cosas por Camilo —admití.

—Es claro lo que está pasando. Ese tipo te está manipulando. No puedes hacerte gay de un día para otro. ¡Es absurdo!

—Tal vez no me hice gay de un día para el otro. Tal vez siempre lo fui, o tal vez soy bisexual y lo descubrí ahora.

—¡Eso no se descubre así como así! Eso no... —Hizo una pausa para tomar una gran bocanada de aire. Luego se pasó la mano por el pelo y prosiguió—, no quiero verlo más aquí. No quiero que se te acerque. Si lo llego a ver cerca de ti voy a denunciarlo con la policía, ¿me oíste, Antoni?

—¿Qué? ¡¿Pero por qué?!

—¡Porque esto no es correcto! —gritó.

—¿Por qué? ¿Porque yo soy gordo y él es apuesto? ¿Porque no crees que nadie sea capaz de sentir algo por mí? ¡Dime por qué, madrina! ¡¿Por qué debería pensar que Camilo solo está jugando conmigo?! Vives diciéndome que confíe en mí mismo, que deje de pensar que todo el mundo quiere hacerme daño. Es justo lo que estoy haciendo ahora y tú me dices que está mal, que no es correcto. 

Entre todas esas preguntas me había faltado una, la más importante, la que pasé por alto porque jamás en mi vida creí que ese fuera el motivo.

—Tú no puedes ser gay, Antoni. No lo acepto.

Levanté ambas cejas.

— ¿Qué hay de malo? Te juro que no lo entiendo.

Entonces, ella se echó a llorar. Lloró con tanta amargura que por un instante tuve la intención de abrazarla, pero estaba tan molesta que probablemente un acercamiento empeoraría las cosas. Lloró durante unos momentos frente a mí, luego se marchó a su habitación sin decirme una sola palabra.

Yo me quedé parado en el comedor, con un nudo en la garganta y la terrible sensación de que había hecho algo muy malo.

Me metí en mi habitación y lo primero que atiné a hacer fue escribirle a Camilo. Cuando abrí su chat, tenía un mensaje suyo:

Dejé el teléfono sobre mi mesa de luz y me tumbé boca abajo en la cama. Abracé mi almohada y lloré. Lloré como hacía mucho no lloraba. 



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