Cap 48. Hela

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Nicki y Jimmy nos esperaban sentados en una mesa que habían reservado en un buffet al estilo viejo oeste. Nos saludaron con la mano y una risita por la cara que traíamos del pasaje de terror. Se alegraban de que lo hubiésemos pasado mal y no me extrañaba después de la paliza que le habíamos dado durante toda la tarde al pelirrojo. Aunque, pensándolo bien, dudaba mucho que Paola y Amadeo hubiesen sufrido ahí dentro; me aguanté una sonrisa tonta y le besé la frente a mi amiga rubia al llegar a ellos. Ella me repasó de arriba abajo recordándome con una mirada de confusión que llevaba puesta la camisa de cuadros de Estani. Me encogí de hombros y, antes de que supusiese nada extraño, moví los labios en silencio para decirle que me la había prestado porque yo tenía frío. Puso los ojos en blanco como si la verdad la hubiese decepcionado y volvió a centrar su atención en su novio.

Ya podrías haberte fijado en que a Paola le falta medio tono de labios.

Nos dividimos en dos grupos de tres para poder soltar las mochilas y no dejar la mesa sola. Primero, fuimos las chicas a coger un poco de cada bandeja y así poder probar más cosas. Nos despachamos unos refrescos y a la mesa. Los chicos no tardaron en levantarse para ir a por su cena.

—¿Qué tal lo habéis pasado? —preguntó Nicki antes de introducirse la pajita en la boca, sorbió medio refresco y miró fija a Paola—. ¿Se asustó mucho Hela?

—¡Oh, sí! —chilló de repente y nos sobresaltó a las dos.

Sentí cómo el zapato de Paola me aplastaba el pie bajo la mesa para que le siguiese el rollo y me tuve que morder los labios para no arrancarle los pelos.

—No dejó de gritar la muchacha, ¿verdad, Hela? ¡Eres una escandalosa, tía!

Le eché una miradita de reojo; se había sentado a mi lado, las dos frente a la rubia. ¿Por qué se lo ocultas a ella?

—Solo me asusté un par de veces. ¿Y tú con Jimmy? —quise cambiar de tema porque no me parecía bien mentirle a Nicki, no quería poner en evidencia a Paola y tampoco tenía el derecho de contar nada que no me incumbiese.

—Sois inseparables últimamente.

—¡Nos va genial! —dijo eufórica y nos cogió las manos—. ¡Esta noche se quedará a dormir!

—¿Hoy domingo?

—¿Y tus padres?

—Entrará por la ventana, no creo que se enteren. —Amplió los labios traviesa y volvió a sujetar el vaso del refresco—. Tengo suerte de no vivir en un piso.

—Dudo que fueras a cancelar el plan aun si vivieses en un piso, chica.

—Quién sabe.

Los chicos llegaron riendo a carcajadas y con platos rebosantes de comida. Se acomodaron y decidimos que era el momento de empezar a comer, aunque Jimmy volvió a los dispensadores de bebida para rellenarle el vaso a su querida novia. Qué mono. Recibí un rodillazo de Estani, que se había puesto justo enfrente de mí, y el dolor de las raspaduras por haberme caído en el pasaje del terror me recorrió las piernas. Quería matarlos a todos con tantas señales ocultas. Cuando posó sus ojos en los míos y dejó entrever una sonrisa de lo más delatadora, comprendí qué significaba: «Ha llegado el momento de contárselo al grupo». Entonces, tragué el trozo de pollo empanado con salsa barbacoa y solté el tenedor nerviosa. Él también se aclaró la garganta una vez Jimmy volvió con nosotros.

—Murphy —espetó de sopetón.

Y tanto Amadeo como el pelirrojo reconocieron el famoso nombre, se atragantaron ante la atenta mirada de las chicas.

—No me jodas —dijo Jimmy, que de forma automática se palpó los pantalones y sacó el ventolín.

—¿En serio, amigo?

—En serio, colega —afirmó Estani y me miró solo para sonreírme.

—¿Se puede saber de qué habláis? —intervino Pao—. Hela, escupe, ¿sabes algo?

—Habrá una audición para jóvenes talentos y Estani ha pensado que podríamos participar —expliqué concisa porque mi cabeza no daba para más, estaba demasiado nerviosa.

—De la taberna de Murphy han salido muchos éxitos de hoy —siguió Jimmy para luego coger aire profundo—. No me creo que haya audiciones de nuevo.

—¿No había cerrado el «negocio» porque ya no iban cazatalentos? —intervino Amadeo.

—¡Exacto! Eso significa que, si vuelve a ponerlo en marcha, es porque tiene alguna colaboración o trato con alguien importante que necesita encontrar a gente nueva.

—Vale, vale. Creo que lo he pillado. —Paola se removió en la silla de hierro y madera, se giró hacia mí y me atrapó los mofletes entre sus manos—. ¿¡Vas a cantar en público!?

Asentí como pude y ella sonrió tanto que pude verle los colmillos. Nicki casi tira los vasos al levantarse para abalanzarse y envolverme en sus brazos.

—¡Eso es genial! ¡Quiero volver a verte cantar y podrás...! ¡Podréis destacar y conseguir algún tipo de contrato! —gritaba ansiosa a punto de romper a llorar, se apartó y empezó a besuquear a Jimmy para felicitarlo.

—La cosa es que ese lugar no está aquí en Madrid.

—¿Qué dices, Estani? No nos chafes la emoción de esa manera.

—Está en Cádiz, así que Hela y yo pensamos que podríamos hacer un viaje de un par de días, conocer el sur y...

—Ya sé qué excusa le pondré a mis padres. ¡Papá, mamá, tengo un proyecto de universidad que...! —La imaginación de Nicki enseguida se acabó, nos miramos todos y las risas fluyeron tan naturales como de costumbre.

—Será los fines de semana de diciembre —salté con la mano levantada para pedir turno de palabra a pesar de que ya había dicho lo que quería.

—Y, además, tendremos que ensayar bastante y grabar una cover para mandarla antes de que acabe noviembre.

—Si nos aceptan, iremos sin que nada pueda detenernos —espetó Amadeo.

—No pienso echarme atrás, soy un crack con el bajo —se autoconvenció Jimmy con la voz temblorosa.

—Entonces, ¿qué nos decís?

Estani ya sabía la respuesta que obtendría porque nos había visto reaccionar a todos. En aquel momento, el brillo de sus ojos era especial, distinto, como si hubiera encontrado su lugar en el mundo antes siquiera de saber qué saldría de ese experimento espontáneo. Amadeo se levantó y puso la mano en el centro, lo siguió Jimmy poniendo la suya sobre la de él, y los seguimos todos hasta reunir nuestras manos unas encimas de las otras. Sonreímos a la vez como si estuviésemos sincronizados, que lo estábamos, y de mi garganta seca afloró:

—Tengo miedo de las consecuencias que pueda traernos esta locura y sé que eso significa que lo conseguiremos.

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