⓿➐ - Amistad, Amor y Putrefacción

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Amor.

Tal concepto era lo que inmediatamente se le venía a la cabeza a Besettelse cuando pensaba en Lieben. Ellas se habían conocido a muy tierna edad y habían congeniado a la perfección, a pesar de las particularidades que las diferenciaban. Besettelse era sumamente engreída y arriesgada, aunque siempre planeaba detalladamente cada acción y decisión que tomaba en su vida. Nunca hacía algo que no le supusiera un considerable beneficio, pero tenía la suficiente astucia para aparentar cordialidad y afabilidad ante los demás. Lieben, por el contrario, se consideraba a sí misma muy tímida, y prefería confiar ciegamente en el curso del destino antes que tener que nadar a contracorriente. Le resultaba demasiado complicado tomar decisiones por cuenta propia, de modo que seguía mansamente las disposiciones de la gente que la rodeaba, sin importar si le resultaba conveniente o no.

Probablemente, su insólita concordia había nacido como consecuencia de que sus personalidades, más que contraponerse, eran increíblemente complementarias. Como Beset era quien siempre asumía voluntariamente el papel de mando, Lieb nunca tenía que preocuparse por pensar demasiado. Algunos de sus conocidos en común opinaban que aquello no era una verdadera amistad, sino una falsa relación amical tóxica basada en la interdependencia, pero ellas no lo sentían de esa manera. Al fin y al cabo, eran felices juntas y se necesitaban mutuamente.

Lieben tenía en gran estima a Beset, y la consideraba un modelo idílico a seguir. Por su parte, Besettelse realmente apreciaba a Lieb de corazón, aunque esta última no podía imaginar a qué enfermizo nivel. Su relación era tan adorable como la de un parásito y su hospedero, pero no era sencillo reconocer cuál era el rol que cumplía cada una. A pesar de que su amistad daba la impresión de ser negativa por donde se le viera, lo cierto era que sus días transcurrían pacíficamente. Se mantenían juntas prácticamente todo el tiempo, ya sea haciendo trabajos en grupo, de la escuela en un inicio y luego de la universidad, o simplemente charlando de diversos temas banales. Si bien poseían otras amistades, absolutamente nadie era capaz de interponerse entre ambas ni tampoco integrarse a su inseparable dúo.

Su vida parecía sumamente serena, lo que alimentaba de manera constante el sentimiento que Besettelse consideraba "amor". Era consciente de que el sumiso afecto que le profesaba Lieben no era del mismo tipo que el suyo, pero eso no hacía sino inspirarla a fortalecer su vínculo con ella. Asumía que, tarde o temprano, llegaría a ganar la total devoción de su amiga para así poder llevar su relación hasta el siguiente nivel. Y no había nada ni nadie que pudiera impedirlo.

Posiblemente su plan se hubiera concretado sin problemas, pero una soleada mañana Beset recibió una impactante noticia: Lieben había iniciado una relación amorosa con alguien más. En un inicio se negó a creer que algo de tal magnitud pudiera ser verdad, pero cuando su amiga se lo confirmó con alegre ingenuidad se vio obligada a aceptarlo. A pesar de ello, Besettelse se mantuvo firme en pensar que aquel hecho de naturaleza fortuita era inverosímil por dos razones transcendentales.

Primero, porque a lo largo de los años todas las decisiones importantes que Lieb había tomado siempre habían dependido de su estricta supervisión, y en ese caso Beset no había tenido la más mínima oportunidad de expresar su opinión antes de la tragedia. Segundo, porque si bien "estar prácticamente todo el tiempo juntas" implicaba desde horas hasta días en los cuales no se veían cara a cara, Besettelse se encargaba de mantener bajo continua vigilancia a Lieben, ya sea mediante leales confidentes, o realizando ella misma las labores de espionaje. De ese modo se aseguraba de estar al tanto del derecho y el revés de la vida de su amiga, pero incluso con ese comportamiento obsesivo no había podido encontrar indicios previos de la terrible noticia.

Luego de mucho reflexionar, Beset recordó que su rutina de vigilancia se había visto fuertemente alterada hace no mucho tiempo. Ella no había podido mantener contacto con Lieb durante un par de semanas por culpa de un toque de queda impuesto debido a ciertos rumores sobre un posible ataque demonista a la ciudad. Dicho atentado nunca llegó a producirse, pero el miedo generado por la simple posibilidad generó una convulsión a nivel social y comunicacional que imposibilitó la ejecución del espionaje.

Aun considerando aquel infortunado hecho, a Beset le resultaba sumamente difícil admitir que en poco menos de catorce días alguien hubiera podido lograr lo que ella no había conseguido tras años de esfuerzo continuo. Además, todo se tornaba mucho más extraño al tener en cuenta que, así como ella no había podido salir de su casa por el toque de queda, Lieben tampoco habría tenido la oportunidad de ir a algún lugar para conocer a alguien. La fuente de información de Beset era escasa, ya que su amiga se había mudado a un apartamento a vivir sola cuando ingresó la universidad, de modo que no podía contar con extraer detalles a su familia.

De cualquier forma, Besettelse decidió repasar toda los datos que poseía en base a lo que sus informantes le habían comunicado, además del testimonio que había podido obtener de la propia Lieben. Así se enteró de que el nombre de su antagonista era Fett Dika, un extranjero krakoviano que, si bien Lieb describía como peculiarmente encantador, las otras personas que lo habían visto opinaban con unanimidad que su existencia era absolutamente desagradable. Dado que era imposible obtener más referencias de aquel hombre, Besettelse decidió encontrarse cara a cara con su rival, cosa que le resultó sencilla de lograr ya que Lieben parecía muy emocionada por presentárselo.

El día prometido llegó y, aunque Beset había considerado sensato fingir amabilidad antes de dar el golpe de gracia, le fue increíblemente difícil controlar las inmensas ganas de reír al momento de conocer al sujeto. Catalogarlo como un simple obeso mórbido sería ineficaz para describir la verdadera inmensidad de su ser. Su cuerpo era tan colosal y sus extremidades tan cortas y abultadas, que su único medio para trasladarse era una especie de silla de ruedas motorizada, sumamente reforzada para soportar el descomunal peso de su tripulante. Además de su desagradable aspecto general, su rostro tenía un aura inquietante, tal vez por sus saltones ojos maliciosos o por el extraño gesto de burla que mantenía deformada su boca de labios delgados.

El casi incontrolable deseo de explotar a carcajadas que invadía a Besettelse desapareció en el preciso instante en que reflexionó sobre las implicancias del caso. Su amada Lieben estaba emparejada con un individuo definitivamente repulsivo, lo cual era doblemente inaceptable. Beset consideraba a su amiga una belleza incomparable, con la apariencia de una preciosa y pálida muñeca rubia de porcelana. Sus conocidos tenían la misma opinión, y algunos añadían que la propia Besettelse también tenía aspecto de muñeca, con su largo y sedoso cabello negro, y sus delicados pero pícaros rasgos faciales. De esa manera, ambas constituían un dúo cercano a la perfección femenina, por lo que para Beset la simple existencia de Fett no era más que un insulto a aquel equilibrio estético formado entre ella y Lieb.

A pesar de todo, la chica fue capaz de dominar sus deseos por burlarse o criticar al indeseable sujeto, y mantuvo una enorme sonrisa durante la presentación. Estaban en el apartamento de Lieben, de modo que mientras que la anfitriona se retiraba a la cocina a preparar un aperitivo, los dos invitados se mantuvieron conversando en la sala de estar.

―Dime, ¿a qué te dedicas? ―preguntó Beset con empalagosa dulzura, centrada en sacarle toda la información posible al hombre―. ¿Estudias algo o...?

―Me sorprende la cantidad de odio que brota de tu persona, realmente me sorprende ―cortó Fett lanzando una risilla burlona―. Soy consciente de que mi aspecto humano puede resultar repulsivo para muchos insensatos, pero nunca había sentido tanta hostilidad.

―¿A qué te refieres? ―Besettelse mantuvo su sonrisa forzada, fingiendo ingenua confusión―. No me pareces repulsivo ni nada por el estilo. Eres como un osito de felpa.

―Por el Gran Arkoroth, realmente nunca creí que un ser humano pudiera llegar a sentir tanta animadversión. Ni siquiera mis peores enemigos han llegado a despreciarme tanto.

En ese preciso momento, Lieben ingresó a la sala llevando algunos bocadillos, por lo que la situación tensa se diluyó con rapidez. Pero Beset había descubierto que el gordo era alguien mucho más sagaz de lo que había considerado en un inicio. Aquel desagradable sujeto había logrado ver a través de la máscara amable que la chica había intentado mantener hasta el momento, lo cual era inaudito. Beset conocía a la perfección su propia capacidad manipulativa, y por lo general le resultaba sumamente sencillo conseguir que los demás cumplieran sus caprichos, especialmente si se trataba de hombres.

La velada continuó sin mayores implicancias, y finalizó cerca del anochecer. Lieben parecía muy feliz de la aparente buena impresión que su mejor amiga y su pareja habían tenido mutuamente. Besettelse y Fett, luego de despedirse de la ingenua chica, partieron juntos internándose en las silenciosas calles de la ciudad.

―Supongo que no es necesario seguir fingiendo ―suspiró Beset a mitad de camino, endureciendo su mirada―. Seré directa, cerdo: aléjate de Lieben.

Fett detuvo su silla motorizada y emitió una fuerte carcajada.

―¡Increíble! Que forma de vida tan rara eres, muy rara, sorprendentemente rara.

―Cállate y escucha ―espetó la chica, colocando un pie en una de las ruedas de la silla―. No me agradas, no me pareces buena persona y tu existencia es un insulto a la belleza de Lieb. Así que...

―Ya veo, ya veo, realmente lo veo. Por lo general prefiero mantenerme encubierto, pero dada la situación...

El gordo comenzó a mirar de un lado a otro para asegurarse de que no había más gente alrededor. Beset, viéndose ignorada, pateó con fuerza la rueda haciendo tambalear la silla acorazada.

―No me importa qué quieras, mugriento lechón. Más te vale no volver a acercarte a Lieben o te arrepentirás.

Besettelse empezó a empujar la silla con toda su escasa fuerza con la intención de tumbar al tipo, pero un inesperado suceso se lo impidió. Fett, que hasta ese momento se había mantenido inmóvil, se abalanzó con increíble rapidez sobre ella. En pleno vuelo, su voluminoso cuerpo comenzó a mutar, creciendo y oscureciéndose, mientras que un par de nuevas extremidades de aspecto insectoide emergían a cada lado de su hinchado abdomen.

―Comprende tu posición, preciosa muñeca ―gorjeó el monstruo, con una voz chirriante y aguda.

Beset, enmudecida por la sorpresa, se limitó a observar al que hasta hace unos instantes había sido un humano. Si con su apariencia de obeso resultaba desagradable a la vista, con su nueva forma era absolutamente repugnante y aterrador. Parecía una gigantesca pulga negra, pero sus extremidades superiores e inferiores, así como su rostro conservaban características vagamente humanas.

―Qué... ¿Qué eres? ―murmuró Besettelse, inmovilizada por las colosales manos humanoides de Fett que le apresaban la parte superior del cuerpo.

―¿Acaso importa? No lo creo, realmente no lo creo. Fuiste directa conmigo, así que también lo seré contigo. Necesito a tu amiguita para cumplir mi cuota con el Corruptor de Almas, ¿entiendes? No quieres ver al Corruptor enojado y yo tampoco, así que no hay nada que podamos hacer.

Beset no comprendía nada. Ni lo que estaba sucediendo ni lo que le decía la monstruosa criatura. No sólo era el miedo lo que le impedía pensar con claridad, sino el insoportable olor a cloaca que emergía del sudoroso y palpitante cuerpo de pulga que tenía tan cerca.

―¿Por qué... Lieb? ¿Por qué justo ella?

―Tiene un alma pura... ¿Cómo expresarlo mejor? ―Fett se rascó la cabeza con una de sus largas extremidades centrales de insecto, supurando un líquido verdoso al contacto―. Tu amadísima Lieben es, utilizando una expresión popular de estos lares, tan inocente como una cebolla madura. ¿Era así? ¿O era un tomate fresco? No tengo ni idea, la cuestión es que su alma vale mucho. Y al Corruptor le gustan las cosas que valen mucho, ¿lo captas?

―Pero...

La pulga acercó su deforme rostro al de Beset y lo lamió con la multitud de lenguas que emergieron de su orifico bucal. Ella, atenazada por el hedor y la sensación repulsiva, no pudo contenerse y vomitó copiosamente encima del monstruo.

―Tú tienes un psicomorfo podrido ―afirmó Fett, limpiándose el vómito con sus patas centrales―. Hasta a mí me das asco, realmente das asco. ¿Cómo has conseguido llegar a ese nivel de putrefacción espiritual siendo tan joven? ¡Por el Gran Arkoroth! He devorado genocidas y psicópatas más limpios que tú.

Besettelse no respondió, sintiendo que las náuseas volvían a invadirla.

―No voy a matarte. No eres una amenaza y yo prefiero evitar derramar sangre inocente ―continuó el monstruo, acariciando los labios de la chica con sus puntiagudas extremidades―. Pero no te entrometas, por favor. Me llevaré el alma de tu amiguita, pero te dejaré parte de su cuerpo ¿No crees que sales ganado? Podrás hacer lo que quieras y...

Beset, enfurecida, se sobrepuso al asco y mordió con todas sus fuerzas una de las patas de Fett. Este no se inmutó y, en lugar de retirar su extremidad, comenzó a introducirla lentamente en la garganta de la chica, ahogándola.

―Tu soberbia es increíble, completamente increíble. Protervos humanos, no saben cuándo rendirse.

Fett se especializaba en diversos tipos de tortura no letal, de modo que consiguió insertar su larga y viscosa extremidad hasta alcanzar el estómago de Beset. Sabía que podía llegar hasta los intestinos y tal vez un poco más allá dada la flexibilidad de su brazo insectoide, pero no era su intención causarle un daño físico y mental irreparable. Tan lentamente como la había introducido, extrajo su pata hasta que la desafortunada pudo recuperar el aliento.

―Tenemos un trato entonces, desabrida muñeca putrefacta. Permite que me lleve el alma de tu Lieben y no tendrás mayores problemas conmigo. Necesito tiempo para prepararla, tal vez dos o tres semanas.

―Pú... drete ―respondió la chica con un enorme esfuerzo que la hizo escupir sangre—. Cerdo.

Undankbare hure... Debería quebrarte por dentro y por fuera, pero soy un buen tipo, ¿a que sí? No encontrarás en este universo a alguien tan gentil como yo.

Fett soltó a Beset con poca delicadeza y regresó a su forma humana mientras se acomodaba en su silla motorizada. Ella cayó al piso expectorando espuma rojiza, incapaz de levantarse por el tremendo ardor que sentía en el abdomen y la garganta. Estuvo retorciéndose por el dolor durante unos minutos, siendo observada atentamente por Fett, hasta que él lanzó un suspiro de aburrimiento y se puso en marcha, desapareciendo en la oscuridad de la noche.

...

Le tomó cerca de dos horas recuperarse por completo, tirada patéticamente en aquella solitaria y lóbrega calle. Besettelse nunca había sufrido una humillación de tal magnitud, por lo que su orgullo herido sobrepasó con creces el temor que la atenazaba tras haberse topado con algo sobrenatural. Se sentía débil y sucia por el desagradable contacto que había mantenido con la pulga gigante, pero le causaba incluso más desazón pensar en lo que le sucedería a Lieben.

Con mucha suerte y tenacidad, Beset consiguió arribar a su casa en plena madrugada e inventó una historia sobre un accidente que, si bien no resultó creíble, permitió que su angustiada familia no la interrogara dado su frágil estado. Tras ello, se vio obligada a guardar reposo absoluto durante un par de semanas, mientras que se recuperaba en cuerpo y alma. Algunos de sus allegados más devotos fueron a visitarla, pero a quien ella quería ver era a Lieben, quien no apareció durante toda su convalecencia ni contestó a sus mensajes.

Finalmente, Besettelse consiguió recobrarse casi por completo y, a pesar de que su familia le recomendó alargar su descanso, decidió planear algo cuanto antes para confrontar a Fett Dika. Sentía que era imperativo acabar con el monstruoso gordo con sus propias manos, ya que sólo de esa manera podría salvar a Lieben, además de permitirle limpiar su manchada dignidad. Sin embargo, su objetivo fue obstaculizado al declararse un estado de emergencia a nivel nacional debido a un inesperado ataque proveniente de Punta Hereje que obligó a evacuar a toda la población de la ciudad.

Debido a que comunicarse con Lieb continuaba siendo imposible, Besttelse decidió escabullirse de su familia para buscar a su amiga. Recordaba perfectamente que Fett había indicado que necesitaba más de dos semanas para lo que sea que pensara hacer, así que todavía tenía esperanzas de estar a tiempo. A pesar de que reconocía que adentrarse en las calles desiertas de la ciudad con los herejes pululando era casi un suicidio, temía más el funesto final que parecía aguardarle a Lieben. Por otro lado, la noticia de la presencia de caballeros inquisidores por la zona tampoco resultaba ser una ventaja, ya que si alguno de ellos la encontraba merodeando seguramente la escoltaría forzosamente hasta el refugio más cercano.

Aun con todo en contra, Beset consiguió pasar desapercibida tanto para atacantes como para defensores, valiéndose del conocimiento que tenía de las callejuelas de la ciudad. De esa forma, llegó a la casa de Lieben incluso antes de lo que había esperado. Pero su buena suerte llegó a su fin en ese momento, ya que exactamente en medio de la entrada del edificio de apartamentos se topó con un aterrador individuo que, sin lugar a dudas, debía tratarse de un hereje.

Llevaba encima una desgastada túnica profundamente roja que le cubría del cuello a los pies. Era imposible distinguir su rostro, ya que estaba cubierto por una máscara blanca sin ojos ni boca, adornada únicamente por un triángulo negro en su centro. Aquel espantoso sujeto despedía un aura inquietante que viciaba el aire a su alrededor, haciéndolo difícil de respirar. Beset fue incapaz de esconderse a tiempo y se mantuvo estática, observando la máscara blanca del hereje sin poder ocultar su horror.

―Te saludo cordialmente, Hija de Eva ―pronunció el individuo con una voz rasposa e inhumana, como si sus cuerdas bucales estuvieran hechas más para rugir y berrear que para hablar—. ¿O eres una Hija de Lilith? Que raíz espiritual tan peculiar...

Besettelse dio un respingo por la impresión, pero se mantuvo callada. La aplastante presencia del sujeto le causaba una extraña sensación de desesperación y tristeza que no era capaz de controlar. Sentía que, poco a poco, iba perdiendo las ganas de vivir, sumiéndose en un abatimiento abrumador.

―Sí, tu espíritu está podrido y tu alma es espantosa ―prosiguió el enmascarado luego de emitir un sonido similar a un cacareo entrecortado―. He de eliminar todo testigo, pero soy incapaz de siquiera dañar a una criatura tan maravillosamente corrupta como tú.

―¡Cállate! ―espetó Bes, despertando de su depresivo ensimismamiento al recordar que Fett también la había insultado de similar manera―. ¡No sabes nada de mí!

―Odias y anhelas venganza. Ojo por ojo y diente por diente, eso puedo comprenderlo. ―El individuo se hizo a un lado, dejando la entrada libre―. No soy quién para detener tu deseo de corromperte aun más. De todas formas, sólo estoy aquí para purgar a la criatura que pretendes castigar, así que te concederé el beneficio de dar el primer golpe.

Con un nuevo cacareo, el hereje se transformó en una mescolanza líquida de aspecto sanguinolento y desapareció en el cielo. Beset se demoró un par de minutos en recuperarse de la sensación incómoda que le había producido aquel encuentro, y decidió ingresar al edificio sin dilación. Toparse con aquel atroz sujeto y sobrevivir ilesa le había renovado los ánimos, ya que asumía que nada podría ser peor que eso.

Tal como esperaba, los pasillos estaban desiertos y como no tuvo encontronazos con otros herejes pudo avanzar con rapidez. Cuando llegó al apartamento de Lieben lo encontró cerrado con llave, pero eso no la detuvo. Tomó un extintor que encontró cerca y a base de fuertes golpes consiguió desprender la puerta de su marco.

―¡Lieb! ―exclamó mientras ingresaba a toda prisa, pero el horror la obligó a detenerse.

Su amiga, a quien amaba con todo su corazón, estaba convulsionando en el piso del recibidor, mientras Fett, en su forma de insecto, removía sus entrañas con sus múltiples lenguas a través de una herida que le había abierto en el vientre. Sin que Besettelse pudiera siquiera procesar lo que acababa de ver, la enorme pulga se desprendió de su víctima y saltó contra ella.

Sin embargo, el reducido espacio de la estancia impidió que lograra atraparla por completo. Fett terminó empotrado contra la pared, sosteniendo uno de los brazos de Beset. Pero ella no se encontraba a su lado, sino que había caído un poco más lejos, con un creciente charco de sangre debajo suyo. La pulga se recuperó del golpe rápidamente y volteó para observar a la chica, mientras que lamia el sanguinolento brazo que le había amputado.

―Sabes tan mal como esperaba, realmente mal ―chilló Fett, lanzando la extremidad al suelo―. ¿Por qué has venido, repulsiva muñequita? ¿Crees que eres la heroína de esta historia? ¿Piensas que puedes salvar a alguien, repugnante forma de vida inferior?

Besttelse, sin poder levantarse, comenzó a arrastrarse con dificultad ayudándose del brazo que le quedaba. Le resultaba extraño no sentir dolor, tal vez por el miedo y la adrenalina, pero era una ventaja que debía aprovechar. Finalmente, su torpe desplazamiento se vio impedido al chocar con el inerte cuerpo de Lieben.

Aquello fue la gota que rebalsó el vaso. Su amiga apenas respiraba, señal de que continuaba con vida, pero la herida abierta en su vientre no auguraba nada bueno. Beset se mantuvo unos segundos observándola, con la boca abierta y los ojos llorosos. Luego volteó para clavar su mirada en Fett.

―¡Encima eres capaz de aumentar tu nivel de odio! Si no fueras una simple humana realmente serías aterradora.

Beset se levantó con suma lentitud, jadeando por el esfuerzo y el agotamiento producto de la hemorragia. Fett intentó burlarse de ella, pero la chica se abalanzó contra él, haciendo uso de las pocas fuerzas que aún tenía. Aquel acto fue inútil, y el monstruo le empaló el abdomen con sus dos patas centrales, levantándola en el aire.

―Insensata...

Pero Besettelse se negó a darse por vencida y, a pesar de las múltiples hemorragias que la estaban matando lentamente, comenzó a golpear el deforme rostro de su enemigo con su único brazo. Pero los manotazos que era capaz de propinar eran tan débiles que no causaban el más mínimo daño al colosal insecto negro.

―No sabes cuándo rendirte, en verdad que no lo sabes ―murmuró Fett, con su chillona voz teñida de un tono inusitadamente compasivo―. ¿Pero qué has logrado? Perder la vida por alguien más no vale...

La repugnante pulga gigante no pudo terminar la frase. Se quedó estático, con su mirada de ojos saltones dirigida al vacío, y un peculiar gesto de sorpresa plasmado en su amorfo rostro. Luego de unos segundos, su enorme cuerpo perdió la estabilidad y se desplomó pesadamente en el suelo, liberando a Bes del empalamiento. La chica, sin importarle qué había sucedido, se arrastró hasta llegar al lado de Lieben, cuya respiración se había tornado mucho más débil.

―Ambas morirán pronto ―sentenció una rasposa voz―. Tú por la pérdida de sangre y ella por la infección bacteriológica de Yeer-Sinah.

Besettelse dirigió su cada vez más difusa mirada hacia el origen del sonido y descubrió que cerca de la entrada estaba parado el sujeto aterrador vestido de rojo que había visto antes. Una de sus negruzcas manos, descompuesta y de dedos inhumanamente largos, se encontraba levantada, sosteniendo un ensangrentado pedazo de carne con apariencia de órgano. Al parecer, había asesinado a Fett simplemente atravesándole el lomo con dicha mano para arrancarle el corazón de cuajo.

―Ambas morirán pronto... ―repitió.

Besettelse fue incapaz de contener el llanto y se acurrucó junto a su amada Lieben, pidiéndole perdón por no haber podido salvarla.

―A menos que aceptes mi oferta ―añadió el hereje.

Beset, agonizante, miró al tipo sin comprenderlo bien.

―Soy un Emisario de la Hemorragia, tengo cierta influencia en Punta Hereje. Tu atroz raíz espiritual y tu increíble fuerza de voluntad son elementos que no puedo pasar por alto.

―¿Qué... significa... eso?

El Emisario emitió un cacareo y ladeó lentamente su rostro enmascarado hasta tenerlo en una posición completamente horizontal.

―Ven conmigo. Únete a nosotros. Podrás saciar tu sed de sangre y mancillar tu alma cuanto quieras. A cambio de servirnos, te juro que mantendré a salvo a esa humana que tanto anhelas proteger.

Besettelse, en un punto cercano a la muerte, fue incapaz de responder. Pero, decidida a aceptar cualquier cosa con tal de amparar a Lieben, asintió débilmente antes de lanzar su último suspiro. El Emisario se acercó a su cadáver y lo estudió durante unos instantes. Luego colocó una mano sobre el pecho de la chica para corromper su carne, influyendo sus venas con la sangre proveniente del corazón monstruoso de Fett que sostenía en su otra mano.

Transcurridos unos minutos, Besettelse volvió a respirar, pero dada su letal experiencia se mantuvo en un estado comatoso mientras su recién adquirida capacidad regenerativa surtía efecto. Durante el proceso de resucitación, había recuperado su brazo perdido por completo y, en general, el único cambio físico visible en ella eran unas largas líneas negruzcas que se extendían por sus brazos y piernas hasta perderse en sus uñas.

Tras ello, el Emisario centró su atención en el cuerpo agónico de Lieben. La infección que estaba acabando con ella era mucho más compleja que la hemorragia de su vientre, pero no era nada que no pudiera arreglar. El individuo buscó en el interior de su túnica y extrajo un puñal de filo ondulado, con el cual cortó la palma de una de sus manos podridas. La sostuvo encima de la herida de Lieben y dejó que cayeran tres gotas de sangre sobre ella. Luego de unos momentos, la abertura comenzó a cerrarse y la respiración de la joven se regularizó.

Finalmente, el Emisario tomó a ambas chicas bajo sus brazos y salió del apartamento, donde se encontró a una veintena de Verdugos Negros, gruñendo con rabiosa desesperación.

―Limpien el lugar.

Los Verdugos rugieron y entraron a montones a la vivienda, peleándose por devorar todo a su paso. El cuerpo inerte de Fett resultó ser el platillo principal y, a pesar de haber perdido uno de sus corazones, la inmensa pulga no cesó de emitir constantes chillidos de agonía hasta que el último pedazo de su carne fue consumido.


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