◖፧Rusty heart፧◗↳⋆1⋆↲

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El disentimiento se incrementó conforme las oleadas de humo arrasaban la zona; la guarnición tuvo que dividirse en tres: una ayudaba a los policías heridos, la otra se mantenía firme ante los ataques provenientes de aquellas máquinas supremas, protegiendo de cierta manera al resto, mientras la última se enfocaba en destruir al ejército. Más de la mitad de No Zone estaba destruida, ardiendo en llamas por los explosivos que disparaban los robots y con la infraestructura hecha añicos; los líderes mostraban un coraje incomparable hacia aquel hombre de gran mostacho que se limitaba a mofarse de ellos, ansiando que el cuartel central fuera eliminado junto a los seres antropomórficos, ya sentía el dulce sabor de la victoria posarse en su paladar.

El científico Zails dirigía la tropa de médicos y auxiliares, llegando a preocuparse por tener muy pocos recursos para seguir atendiendo a los oficiales; la teniente Zamy se encargó de coordinar los escudos, unas barreras holográficas que cambiaban de color y hasta permitían hacerse invisibles por cortos intervalos de tiempo, dándoles ventaja para desorientar a las máquinas; el comandante Zonic lideraba a los más entrenados, siendo capaces de reducir la tropa contraria, una buena suerte que terminó cuando un vendaval los hizo estrellarse en diversos lugares, no solo se separaron y perdieron armas, sino quedaron rodeados y amenazados de muerte.

—Maldita sea... —el chico de orbes esmeralda quedó inmóvil por el dolor, torpemente se levantó estando de pie unos segundos hasta caer de nuevo, dándose cuenta de la herida en su costado izquierdo. Jadeante, se arrastró un poco para sostener un anillo teletransportador; ejerciendo una fuerza contraproducente para volver a caminar hacia el humano.

—¡Espera! ¡¿A dónde crees que vas?! —le gritó su amiga pelirosa, a quien se le podría considerar como su hermana, cortando su paso antes de seguir.

—Tengo una idea, en este estado somos inútiles para luchar, cúbreme y yo enviaré a Nega a un lugar "seguro" —dijo entrecortado, la eriza asintió y volvió a extender su escudo, sin percatarse de que los artefactos vivientes anticiparon su plan; fueron separados a fuerza, la chica estrellándose contra unos escombros y el azul siendo llevado ante el hombre.

—¡Zonic!

—Pequeño erizo, tu herida no se ve nada bien. Eres muy precipitado, espero entiendas que esto no es personal —habló el maníaco teniéndolo enfrente; muy confiado, ordenó que todas sus tropas se posaran detrás suyo, con tal, ¿qué harían unos moribundos?

—¿R-reuniste a tus robots, N-Nega? —sonrió ladino, el mayor supuso que ese adolescente ya estaba delirando, así que mandó a soltarlo para que cayese arduamente contra el suelo, éste apenas se levantó sonrió aún más, viendo a otro erizo albino estar cerca de los robóticos—. ¿S-siempre eres así de confiado?

Eso molestó al robusto. Ordenó al aparato de acero que aplastara al cobalto, no obstante, el susodicho lanzó el anillo por encima de ellos y al instante el portal se abrió, la oportunidad perfecta para que Zilver los tomara desprevenidos y empujara dentro del vórtice; las tres máquinas más grandes se aferraban a la corteza para no ser succionadas, una de ellas hirió al blanquecino dejándolo aturdido y sin ser capaz de usar su telequinesis.

—¿Quieres una mano? —en hora buena llegó la rosada, disparando láseres de su manopla hasta ver perderse a todos los rufianes en el vacío cósmico mientras el portal se achicaba; ambos chicos suspiraron aliviados y cansados—. Ojalá ese loco no vuelva a darnos problemas, por cierto, ¿dónde está Zonic?

Esa pregunta resonó como eco en la zona de lucha, volteó y caminó por todos lados, siendo ayudada por el de orbes miel para encontrar al peli-azul, pero nada, los dos se miraron aterrados cuando se dieron cuenta de que no solo habían enviado al cabeza de huevo, sino también al muchacho.

[.   .   .]

Horas después abrió los ojos y miró a su alrededor, un lugar oscuro y desolado; apenas recordaba que sucedió, breves imágenes pasaban por su mente dándole a entender que lograron vencer al villano, y como resultado, él tuvo que acompañarlo, aunque no lo veía en ningún lado, quizás cayeron en direcciones opuestas.

Débilmente se paró y sostuvo su herida del costado para recorrer el sitio, uno el cual era muy atípico a como todos lo mencionaban; nunca se le dio la oportunidad de ver qué es lo que rondaba en el agujero negro, y ese sería el momento perfecto para averiguarlo, sino estuviera tan herido claro. Buscó entre sus cosas el rastreador, encendiéndolo con la esperanza de que sus compañeros supieran en dónde estaba; luego encendió las luces de su visor, con eso tuvo la iluminación suficiente para dar un pequeño recorrido.

Todo estaba empolvado, el camino de piedra, restos de equipo médico y químico, soldaduras oxidadas, trozos de tabiques, el fin, aquello estaba más lleno que vacío. Algo confundido por encontrarse con tantas cosas decidió investigar, levantando los desechos hasta encontrar algo útil, mas los documentos que hallaba estaban tan viejos que la tinta era imperceptible; largo rato pasó antes de que recibiera una señal del equipo, un pitido indicándole que pronto llegarían. Ya tranquilo siguió examinando el entorno, y sin querer apartó unas vigas que rápidamente se interpusieron en su camino.

Soltó un bufido y se dio la vuelta, chocando con una cápsula maltratada y arcaica; dudoso, limpió la etiqueta y lo único que aún se podía leer era "proyecto Z", las otras letras estaban borrosas y descoloridas por el desuso, los botones posiblemente no funcionaban sumando el vidrio agrietado. Esperó a que sus subalternos llegaran, pero el tiempo pasaba y la ansiedad no le favorecía en nada; las preguntas que se formulaba carecían de respuesta, la impaciencia ya no la toleraba y el deseo de saber qué era el proyecto lo condujeron a tratar de abrir la cabina. Presionó todos los botones, jaló las palancas, tiró de unas cuerdas adheridas a los bordes, y nada, esa cosa estaba sellada.

Inspeccionó cada detalle minuciosamente sin encontrar alguna forma de abrirla, hasta percatarse del borde inferior (el cual tenía una pequeña cerradura y una llave ya incrustada), los que dejaron aquello o fueron muy descuidados o muy imbéciles. Con cuidado giró la llave y la cubierta se abrió produciendo un humo muy espeso que obligó al cían a alejarse; tras toser varias veces y lograr apartar la humareda, finalmente vio al dichoso experimento, solo que, no fue lo que esperó.

Un chico reposaba en el fondo de ese contenedor, para ser específicos un erizo de piel bronceada, pelaje azabache y vetas y franjas rojas, lo curioso es que llevaba el mismo atuendo de los demás Zone Cops, solo que negro y la armadura sin los colores resplandecientes, quedándose con un amarillento opaco; lentamente se acercó, pudo distinguir que oscilaba unos dieciocho o diecinueve años por su apariencia, asimismo notó que dormía sereno, sus facetas no demostraban imperturbabilidad alguna. Como si fuese un niño pequeño, lo primero que hizo fue picar esa mejilla morena con un dedo, no vio ningún movimiento y menos signos de que respirara, que pena, no estaba vivo.

O eso pensó antes de que un golpe lo mandará a chocar contra las anteriores vigas, ocasionándole más daño del que ya tenía.

—Tranquilo... N-no voy a hacerte daño —alzó las manos en señal de paz, el contrario se acercó y le agarró del cuello pretendiendo asfixiarlo—; e-espera... ¡E-es-escúchame!

Ni con toda su fuerza pudo liberarse. Ese hombre no parecía esforzarse, simplemente lo levantó como si no tuviera peso y ya estaba obstruyéndole el aire; empezaba a tener miedo cuando su respiración se volvió forzosa y su cuerpo se congeló de poco a poco, en medio del pavor que sentía, admiró los ojos abiertos de aquel ser, un rojo tan brillante que le hacían competencia a los rubíes, esos orbes hipnóticos que aunque le daban terror, también le generaban curiosidad. Una corriente de adrenalina le recorrió la espina dorsal, como si estuviera yéndose a un limbo.


Justo cuando desfallecía, alguien apartó brutalmente al azabache, Zilver y Zamy corrían apresurados hacia su dirección preocupados y alegres por encontrarlo; la chica lo apoyó en su regazo permitiéndole recuperar el aire, temiendo por las marcas que sobresalían del cuello cerúleo al casi morir estrangulado. El plateado en cambio, se mantuvo alerta por si el chico los atacaba de nuevo, siendo eso cierto, mas cuando caminó unos pasos, se tambaleó y de su cuerpo salieron chispas, como si de un cortocircuito se tratase, hasta el punto en que el rojinegro miró por última vez al trío antes de que sus ojos se tornaran grises y cayera al suelo, sin señal de volver a levantarse.

—No nos pagan lo suficiente para tratar con esto —alegó Zilver, estupefacto por presenciar aquello.

En efecto, no les pagaban lo suficiente, pero, la paga no era importante; el de púas azules al igual que los otros dos estaba consternado, sin embargo, quería conocer ese experimento, un sentimiento de intriga que simplemente no podía expresar. Y, en el fondo, muy en el fondo de su mente tan escéptica, lo tomaba como un presagio de alguna catástrofe, porque ese sujeto fue quien le dio la experiencia más cercana a la muerte.


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