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 Lluvia que cae del cielo.

Lluvia que nos limpia

Lluvia que arrastra la inmundicia

Lluvia que nos empapa

Lluvia que nos cala los huesos y nos atrofia los pulmones

Lluvia que nos atormenta

Lluvia que diluye el sol

Lluvia que alimenta el fango

Lluvia salada como lágrimas

Lluvia amarga como l rabia

Lluvia... ácida como el pecado

Lluvia...

Lluvia. Lluvia. Gotas de lluvia

Llevaba lloviendo sin cesar trece años. Trece años rogando por que el cielo se cayera a trozos de una vez y los dioses dejaran de hostigarles con la maldita lluvia, pues sus lágrimas divinas eran ácidas y lo estaban destruyendo todo, convirtiendo la Isla de Atlas en un infierno embarrado, feo y sin esperanza. Trece años llevaban los dioses del cielo llorando la muerte del titán, ¡quién hubiera imaginado que les importaría tanto esa criatura fea, rara, irritable que llevaba custodiando los mares que rodeaban la isla desde más allá de las fronteras de la memoria. Tuvieron la osadía de tramar un plan perfecto para librarse de su celador pensando que así podrían salir a explorar el horizonte, y lo único que habían conseguido era esta lluvia ácida.

Para los habitantes de Atlas, la lluvia era una maldición. Para los tres soldados que habían asesinado al titán era el recordatorio de sus pecados porque siempre alguien tiene que pagar por los errores de la sociedad y la culpa cayó sobre tres soldados excepcionales. A uno, la culpa le atormenta todas las noches. Apenas puede dormir, bebe demasiado y se vio forzado a trabajar como mercenario cumpliendo los recados que la gente de Atlas le pide. El segundo trató de encontrar paz espiritual en un grupo religioso alternativo, pero solo sirvió para volverse a la larga más cínico al darse cuenta de que no era paz lo que buscaba, por fortuna, porque ésta difícilmente le llegaría. Y el tercero... El tercero se convirtió en el hombre más temido y en uno de los más detestados. Estuvo a punto de caer frente al titán, pero sobrevivió a sus heridas y se unió a La Orden de Alicanto pensando que así restauraría su nombre. Pero la Orden es temida por todos, así que él tampoco logró la redención.

Redención... ¿Qué significa esta palabra si no es estar en paz con uno mismo? Pues no hay juez más temible y duro que uno mismo y su condena.... suele ser la autocompasión.

Bien, si hay algo que admirar de estros tres soldados, es que ninguno cayó en ella. Era fuertes de espíritu antes de la lucha contra el titán y siguen siéndolo.

Nos encontramos en el final de los días y éste nunca parece llegar. En lugar de ello, la luvia sigue cayendo inmisericordiosamente. Esta es una historia sobre la gente, gente normal y corriente, algunas personas con habilidades excepcionales, pero gente común al fin y al cabo y cómo se las apañan para seguir el día a día, pues, vivir es luchar. Vivir es sufrir. Vivir es sentir... y vivir es cargar con los pecados y errores de uno mismo y el de tus seres queridos.

Trece años han pasado desde la caída del titán y la lluvia no ha parado desde entonces. Lloremos junto a los dioses. Los dioses somos nosotros y la lluvia ácida son nuestras lágrimas.

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