34. Tu parte humana

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Corrimos sin detenernos, hasta llegar a aquel pentagrama blanco. Pero una bruja nos detuvo el camino antes de llegar al altar donde yacía Amanda. Abrió ambos brazos sirviéndole de barrera entre Amanda y nosotros.

— No los dejaré pasar. El ritual no puede ser interrumpido hasta que la última gota caiga.

— Si no obtienen hasta la última gota de su sangre, el ritual no tendrá efecto — interpretó Raguel de sus palabras.

Miré por encima del hombro de aquella pelirroja, centrando mis ojos en la chica que yacía indefensa del otro lado. Esa chica por la que había ido en contra de los Cielos y cruzado todo el Infierno. Su pálido cuerpo se encontraba recostado de lado sobre la superficie del altar, mis ojos percibieron que tenía el cuello expuesto, y sobre este se remarcaba una superficial herida, que libera un pequeño caudal que caía por una rendija del altar, que llevaba su sangre a un cáliz ubicado al final del recorrido.

Raguel parecía estar mirando lo mismo que yo, y lo reconoció de inmediato.

— El Santo Grial — dijo —, se creyó perdido durante siglos — Entonces pareció comprenderlo todo —. Así que Cronos lo tenía, eso explica por qué se ha perpetuado su vida tanto y acrecentado su poder a niveles de un príncipe del infierno.

Mis dientes castañearon en sólo pensar que estaba sacrificado la vida de Amanda por poder, por algo tan mundano e impuro, algo tan propio de las sombras, de la corrupción. No lo valía, ni todo el poder del mundo valía una sola gota de la vida de Amanda. No lo entendía, no entendía por qué estos demonios no podían ver lo que yo veía en esa chica.

Apunté mi espada en dirección a la bruja pelirroja, y no tardé en formular una amenaza.

— Como ángel tengo prohibido herir a humanos — le informé —, pero ya he faltado a muchas reglas para llegar aquí, no me molestaría romper una más.

La bruja me miró horrorizada. Sí, bruja, hablo muy en serio. Al final, tomó la decisión más sabia, se apartó, liberándonos el camino.

Mayo fue la primera en llegar. Observó a Amanda y pude percibir cierto alivio de su parte que me sorprendió.

— Está viva — me comunicó su estado y la escuché suspirar.

— Pero no por mucho — agregó el demonio que nos acompañaba al acercarse. Fruncí los labios. No me gustó su comentario, pero no estaba mintiendo. Amanda tenía que salir del Infierno de inmediato y recibir ayuda, sino... no quería ni pensar lo que sucedería.

Me paré junto al altar y planeé las manos sobre su cuerpo, de manera nerviosa, pero sin tocarla. No sabía cómo proceder sin complicar su situación.

— Para la hemorragia con esto — Raguel me alcanzó un pedazo de tela, yo lo presioné contra su cuello, interrumpiendo el caudal rojizo.

A continuación, pasé mis brazos por debajo de las piernas de Amanda y por detrás de su espalda, con cuidado la levanté del altar y la apoyé contra mi pecho.

— Te he recuperado — le dije a la Amanda inconsciente —. Ahora volverás con nosotros.

— Oye, Chris, mira — me señaló Andrei hacia una de las paredes de fuego que estaba conjurando Malcolm. En ella, el fuego se apartó creando un círculo, por el cual, segundos después, atravesó el cuerpo de Cronos. Se paró en medio del pasillo y clavó sus ojos en Amanda, quien estaba recostada en mis brazos.

Pasé saliva.

Estábamos perdidos.

Que Cronos pudiera librarse tan fácil de aquellas murallas de fuego no me sorprendió. Ningún mestizo era rival para un demonio milenario como él, que ha vivido solo para hacerse más poderoso. Incluso, los ángeles de la legión no lo eran. ¿Quién podría hacerle frente? Talvez sólo el mismísimo Dios podría destruirlo, pero Él no interfería en los problemas de sus creaturas, sólo las dejaba fluir. A veces el libre albedrio se volvía una dádiva problemática.

— Vámonos — ordené de inmediato —. Rápido.

— ¡No podemos dejar el Santo Grial Aquí! — me informó Raguel de manera nerviosa.

— Entonces, tómalo, pero rápido — lo insté.

Raguel cuando llegó al altar, encontró el Grial volteado, al parecer cuando saqué a Amanda del mismo lo había golpeado. Ahora todo el contenido estaba regado por el altar y cayendo de a gotas hasta el suelo. Parte de la sangre había borrado el pentagrama. El chico lo tomó con cuidado, se quedó unos segundos hipnotizado, viendo a aquel instrumento sacro y, cuando pareció librarse del trance, lo guardó en el interior del bolso que llevaba junto a sus libros.

Queríamos avanzar por aquel pasillo de llamas, pero nadie se atrevía a moverse. Cronos interfería nuestro camino. Se encontraba varios metros de distancia, inmóvil, sin apartar sus ojos cabríos de nosotros, ni por un segundo.

— ¿Él va a pelear?, esta es una situación imperdible — dijo Jared entre sorprendido y emocionado, como si estuviera asistiendo a un acontecimiento especial y único en la vida —. No es un evento muy frecuente en el infierno — dio una aclaración a pesar de que nadie pidió una.

— ¿Cómo no interferir? — al parecer Cronos escuchó sus palabras — Si mis vasallos son inútiles o son traidores — Jared pasó saliva, ya que se sintió aludido —. Si quiero que las cosas salgan bien, tengo que hacerlo por mí mismo.

Lo miré fijamente. Él estaba quieto en el lugar, pero era evidente que no nos dejaría pasar por su lado tranquilamente. Una vez que estuviéramos a su alcance, bastaría un solo golpe suyo para matarnos.

Mis alas se agitaron con nerviosismo. A pesar de ser un ángel puro, eso no ayudaba mucho, seguía siendo poca cosa contra un demonio del tamaño de Cronos, que había estado durante milenios juntando poder.

De repente, alrededor de Cronos, del suelo y del techo, comenzaron a surgir sombras antropomórficas. Eran los hombres sombras, sus huestes, cuales le obedecían como meros esclavos sin conciencia.

Llegaba una sombra tras otra. Era imposible seguir la cuenta. Estábamos perdidos. Sólo un milagro podría librarnos de esta situación.

Pasé a Amanda de mis brazos a los de Andrei, por más de que no quería alejarla de mí sabía que era lo más inteligente. Con Amanda en mis brazos no podría defendernos de Cronos y de sus huestes, además, con Raguel herido, estaba solo.

Una de esas sombras se acercó a nosotros. Yo la espanté con mi espada. No logré darle, pero sí hacer que retrocediera varios pasos.

La sombra, esta vez con varias compañeras más, intentaron acercarse de nuevo.

— ¡Aléjense! — dije, volviendo a esgrimir.

De repente, una voz queda salió entre susurros. Se escuchó rasposa y adolorida. Giré la vista cuando volví a escucharla. Abrí los ojos ante aquella imagen sorpresiva. Los párpados de Amanda estaban abiertos, se veían pesados, ya que cubrían parcialmente sus ojos, y estos, me miraban fijamente.

— ¡Amanda! ¿Despertaste? — Caminé veloz hasta ella, quién aún permanecía en brazos de mi amigo. Mis ojos se enrojecieron de la emoción. Vi que sus labios se movieron con debilidad. Me acerqué a su boca para escucharla mejor.

— No les hagas daño.

— ¡¿Qué?!— No entendía, eran las huestes de Cronos.

Cronos levantó su mano y nos señaló. Había llegado nuestro fin, eran cientos, no, miles de sombras, nosotros cinco no podríamos contra ellas.

— Atrápenlos — les ordenó a las sombras.

Me posicioné frente a Amanda y a mis amigos. Presioné con fuerza la empuñadura de mi espada sagrada y me preparé para luchar con las sombras para cuando vinieran por nosotros. La protegería a Amanda y a mis amigos. Moriría por ellos.

Miré a las sombras como una presa mira a un depredador, esperando a dar la pelea. Achiné los ojos, y sentí como el metal sacro resentía mis células.

Esperé, pero estas no se movieron.

¿Qué estaba sucediendo?

Al parecer nosotros no éramos los únicos sorprendidos. Cronos frunció los ojos y repitió su orden, pero esta vez con más ahínco.

Nada.

Ninguno de los hombres sombras se movió. Sólo tenían sus rostros sin facciones inclinados en dirección a Amanda.

Me sorprendí al ver como Amanda estiraba su mano fuera de su cuerpo, y lentamente y con dificultad, apuntó su dedo índice hacia su padre.

¿Qué...?

— Atrápenlo — de sus labios agrietados y violáceos, se escapó aquella orden. Y sólo eso bastó para que las sombras giraran y fijaran su atención en Cronos.

— ¿Qué hacen? ¡Les ordené que los atraparan! ¡Obedezcan! — Cronos estalló de furia.

Las sombras ignoraron su imperativo y dieron los primeros pasos en su dirección.

— ¡Es suficiente! ¡Yo soy Cronos su dueño! ¡Su Dios!

— Ellas ya no te siguen a ti — le aclaró la bruja, quien había estado viendo la escena a unos metros.

Cronos, luego de escuchar aquellas palabras, se carcajeó irónico y negó con la cabeza para sí mismo.

— Nadie puede negar que mi sangre corre en ella — dijo sin apartar la mirada de Amanda, mientras las sombras se trepaban en él.

Cronos logró deshacerse de las primeras, pero estas lo atacaron en olas, sujetándose a sus pies, manos y cuerpo entero, lo cubrieron como una bola de sombra.

— Rápido, los hombres sombra no lo detendrán por mucho tiempo — nos anunció Jared y fue el primero en correr —. Vamos, guapo — le dijo a Andrei, empujándolo por el brazo.

Andrei le respondió sólo con un gesto de asco por el cumplido, sin embargo, haciéndole caso y dejándose empujar por este.

Los cinco corrimos por el pasillo de fuego, esquivando las llamas y los hombres sombras por igual, pero ninguna de las dos eran un obstáculo para nosotros. Ya que las llamas alejaban al peligro y las sombras sólo se centraban en mantener a Cronos inmovilizado.

Cuando llegamos al final del pasillo de fuego, nos encontramos con Malcolm agotado, que apenas podía conservar las murallas erguidas.

— ¡Váyanse! — nos dijo — No podré mantener las murallas mucho más.

Sin perder tiempo así lo hice, pero no pude avanzar mucho cuando me percaté que Amanda se había aferrado a la camisa negra de Malcolm y se negaba a soltarla, obligando a Andrei a detenerse.

— Ven con nosotros — escapó de sus débiles labios aquella sugerencia.

Él negó sin siquiera pensar en la propuesta de ella.

— Soy un demonio, y pertenezco a este lado, al infierno.

— Eres un mestizo como yo, y he podido ver en ti. Ven conmigo, por favor — le suplicó con dolor en la mirada. Ella no podía dejarlo allí.

Una punción molesta se sintió en mi pecho de pensar las cosas que habrán pasado esos dos en el Infierno. Todo ese tiempo que yo no estuve aquí para protegerla, talvez... fue Malcolm el que lo hizo en mi lugar.

Yo hubiera preferido que se quedara en el Infierno, sabía que al hacerlo corría peligro y posiblemente Cronos lo mataría al ser liberado, pero el pensar que aquel medio demonio nos acompañaría me dejaba una sensación agridulce en la boca. Me obligué a no pensar así, él nos había ayudado, sin él seguramente no hubiéramos llegado hasta el altar.

— Si te quedas te matará — dijo Amanda lo que todos ya sabíamos —. Lo sabes.

Las murallas de fuego cayeron. Ya no eran posibles para él sostenerlas. Cameron fue liberado, al igual que su serpiente, la cual se encontraba en muy mal estado. Su padre corrió hasta esta, para socorrerla.

— Tú ya no tienes nada más qué hacer aquí — esta vez fui yo quien interfirió —. Al ir en contra de Cronos has rechazado al infierno y a los demonios. Ya no perteneces a este lugar — y no mentía. Ya nadie lo aceptaría. Los demonios eran seres despreciables, llenos de pecados y corrupción, pero había algo que valoraban entre ellos y eso era la lealtad. Perdida esta, ya no eras un demonio de valor.

Malcolm bajó la cabeza, al igual que sus brazos. Volvió a levantarla segundo después para darnos una respuesta afirmativa.

— ¡Rápido! ¡Ya no hay tiempo! — esta vez fue Mayo la que nos alertó, al ver como las sombras comenzaban a ser rechazadas por Cronos.

Corrimos de vuelta al pasillo, con Malcolm siguiéndonos. Jared también nos siguió, no parecía tener intenciones en quedarse a ver qué sucederá una vez que Cronos lograra liberarse de las sombras.

— Yo también voy con ustedes — nos dijo, mientras apretaba el paso para no quedarse atrás —. Todavía soy un incubo joven y tengo muchos sueños húmedos de los que alimentarme.

— A ti nadie te ha invitado, quédate — Andrei le contestó de manera irónica, pero sin obvias intenciones de obligarlo a quedarse.

— No seas malo, angelito. ¡No quiero morirme sin antes haberte probado!

— ¡Estás loco! — Andrei no podía ocultar su gesto de sorpresa y disgusto.

Increíble. Nunca creí que volveríamos del Infierno con Amanda y dos demonios más.  

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