Yo paso de lo imposible a lo posible en un sueño.
Un suspiro.
Un recuerdo.

Paso de vivir en sombras a bailar en luces.
Entre rutas.
Entre solsticios de invierno.

Igualo sensaciones cómo tristeza con esperanza.
Felicidad con odio.
Añoranza con fastidio.

Trazo gritos entre extremos.
Extremadamente callada.
Extremadamente ruidosa en mi mente.

Giro entre adicciones.
Adicción a la escritura.
La lectura de bellos escritos.
Adicción al amor no vivido, pero si expresado.
Rencor olvidado.
Anhelos callados.

Lloro sin lágrimas con canciones.
Con palabras qué marcan mi latido.

Sentimientos nuevos sin nombre.

Soy esa constelación infinita, ese conjunto de estrellas convirtiéndose en supernovas, estrellas enanas muriendo y creando agujeros negros sin fin.

Soy lo qué he leído, sentido y trazado.

Soy esa muchacha qué todos miran y nunca comprenden.

La qué permanece en eterno silencio.

La qué siente mucho y no sabe cómo gritar sino escribirlo.

La qué con 18 primaveras muertas en su placar pareciera de 100 años de edad en torno a mi personalidad.

La qué comprende la vida mejor qué nadie, viví más vidas de las qué hubiera preferido.

La qué tiene un alma sabia.
A veces terca y reacia
Pero siendo la mejor consejera.

Soy la misma infinidad del infinito.

(A mi yo de 18 años de mí yo de 23, niña, estoy orgullosa de ti).