Esperanza

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Yo era la típica persona que no creía en lo sobrenatural, pero me gustaba investigar sobre estos temas y la curiosidad a veces me llevaba a ir más allá.

Estaba en el instituto, recientemente me mudé y por suerte pude conseguir nuevas amistades.

Las cuales no supe si me convenían, pero al menos me aceptaron como uno más del grupo.

Uno de estos días, en la cafetería del centro, mis cinco amigos decidieron contarme una historia:

El colegio fue construido en el año 1800, resistía por las numerosas reformas que se realizaron, en aquel entonces, pocos años después, llegó una muchacha joven y bella, pero que era el blanco de las burlas de sus compañeros.
Un alma inocente y sin maldad siendo llevada a cometer locuras.

Era un día oscuro y de lluvia cuando sus compañeros decidieron gastarle una broma muy pesada. En aquel entonces, las muchachas debían llevar vestidos al colegio, los pantalones en aquel lugar eran considerados para hombres.

Mientras ella pasaba por los pasillos intentando pasar desapercibida ocultándose el rostro con su largo pelo castaño, un joven se acercó por detrás e hizo jirones su vestido, desde arriba hasta abajo.
Una gran raja, que dejaba descubierta su pálida desnudez.

La muchacha corrió al baño sintiéndose humillada, después de tantas veces ya no iba a soportar ni una humillación más, no más miseria y dolor.

Golpeó el espejo del baño después de mirarse por una última vez considerándose una abominación haciéndolo añicos.

Cogió uno de los pedazos, el grande con punta prominente, y se cortó el cuello, dejando que su color carmesí empapase su ropaje mientras ella daba su último suspiro en el frío suelo de los baños.

Esta historia la escuchaba atentamente, y cuando hubo dado a su fin, un escalofrío recorrió mi cuerpo erizándome la piel.

La gente dice que el alma de la muchacha, su fantasma, sigue rondando por los baños del colegio, y si deseas llamarla, simplemente deberás poner las velas negras alrededor del espejo con algunos daños aún visibles, apagar las luces, y decir su nombre siete veces.

Pocos se atrevían a hacer este ritual, y el último que se hizo fue hace mucho tiempo. Nunca se supo de lo que les pasó a aquellos chicos que intentaron llamarla.

Pero aquí estábamos nosotros, pensando que eran puras patrañas y con una curiosidad inminente que nos llevó a los baños para realizar el ritual.

Me ofrecí a invocarla hechos todos los preparativos; me levanté, eché el aire que contenían mis pulmones con fuerza temblorosa y pronuncié las palabras que se requerían:

— Esperanza.

1 vez.

—Esperanza.

2 veces.

—Esperanza.

3 veces.

—Esperanza.

4 veces.

—Esperanza.

5 veces.

—Esperanza.

6 veces.

Mi garganta comenzó a secarse, mi frente estaba sudorosa y mi respiración era irregular, por alguna razón el miedo se abalanzó ocasionando que parara un instante, pero retome el control instantes después:

—Esperanza.

7 veces.

Nada.

Silencio, únicamente escuchaba las respiraciones de mis compañeros, aceleradas como la mía, nada ocurría.

—No venimos para burlarnos de ti, Esperanza.

Mis amigos comenzaron a cansarse de esperar, uno se rió de mis palabras, y le siguió el siguiente, la cadena continuó hasta que todos inundaron los baños con el sonido de las risas.

Todas menos la mía.

Me mantenía de pie mientras el resto estaba en el suelo, entre las velas negras observando las grietas del viejo espejo conservado.

El fuego de las velas empezó a realizar una extraña danza a una velocidad inhumana, que no podría ser ocasionada ni con la intención de apagarlas con un soplido.

Mis ojos lograron observar entre la penumbra a través del espejo y la luz de las velas una sombra que se movía.

Todo ocurrió muy rápido, en mis oídos se escuchaba el sonido de un corte rápido y limpio.

Algo me agarraba, no tuve el coraje para volver a mirar al espejo, sentía unas uñas largas que pasaban por mi cuello, lentamente y clavándose profundamente en mi piel hasta que las gotas comenzaron a caer y mi respiración se veía completamente entrecortada.

Cualquier movimiento retorcía mi cuerpo de dolor, ardían los laterales de mi cuello al toque mortífero.

—No osaste a burlarte de mí—. Sus manos seguían encima y sus uñas viajaban de un lado a otro introducidas en mi cuello, como un cuchillo que viene y va, pero aflojó el agarre.—Vive, pero no me invoques nuevamente, si no quieres caer en las garras de la muerte.

Su voz era femenina, suave, y a la vez perturbadora, su delicadeza al pronunciar esas palabras entre susurros se quedaron clavadas en mí para una eternidad, como aquella cicatriz alrededor de todo mi cuello.

Huí, no volví a casa, fui a buscar una vida nueva, dejando los cadáveres de mis compañeros en aquel lugar bañado en sangre, dejando a mi familia, todo lo que me pertenecía.

Todos los días la cicatriz ardía, palpitaba, era similar a un collar de pinchos clavándose en mi garganta blanca.

Recordándome aquella voz dulce, la sangre y la maldad y dolor que ocasiona el sonido de las risas que fueron llevadas a la tumba. El dolor de la burla que aniquila la pureza.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro