Número seis y número nueve

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"Puedes saber mucho sobre las personas por las habilidades que tienen, finalmente, nadie sabe más de salidas, que un preso”.

Esa misma noche, en cuanto llegó a su casa, Marcos se puso al corriente con los mensajes que habían llegado después de que Amelia lo anexara al grupo de los 10 primeros y él hiciera lo propio con su hermana.

Había tres nuevos contactos en el grupo, aunque no los tenía registrados, afortunadamente tenían nombres de contacto legibles, o casi todos, uno solo tenía la letra  “E” y un emoji de un castillo.

Chat

Amelia: Bueno chicos, tenemos tres nuevos integrantes, que se suponía iban a ser cuatro.

~Garcés M.: Momento, momento, en eso estoy.

E. 🏰: Oigan, ¿no les parece que tener un grupo llamado “Los diez primeros” es un poco peligroso considerando que probablemente nos revisan el teléfono?

Marcos se detuvo en ese mensaje y volvió a leer el nombre del grupo que ahora decía “Proyecto final de matemáticas”, soltó una pequeña risa y respondió directamente a ese último mensaje.

No he leído los demás mensajes pero, ¿en serio les pareció buena idea ponerle “Proyecto final de matemáticas”?

~Garcés M.: ¿Qué tiene? Son matemáticas, es una materia que se presta para tener un equipo muy grande.

Y cuando acabemos la escuela, ¿cómo por qué seguiríamos hablando en el grupo?

Amelia: Para cuando acabemos la escuela ya se nos habrá ocurrido un mejor nombre.

De acuerdo.
Y a todo esto, ¿quiénes son los nuevos?

Omali:) : Optamos por no presentarnos hasta que estuviéramos todos en el grupo.

Tiene sentido.
¿Cuántos faltan?

Amelia: Si sí entra el otro que se supone conocen, dos.
Elías, ¿no habías dicho que tenías información útil?

E. 🏰: Así es.
¿Alguna vez habían notado que debajo del número que hay en nuestras puertas están grabadas nuestras iniciales?
Porque yo lo noté hoy, y me memoricé algunas, así podremos buscar a los/las dos que faltan.

Gran idea, ¿qué iniciales tenemos?

Amelia: A. M.

Uriel: U. M.

Acá somos M.O. y Z.O.

E. 🏰: E. C.

Omali:) : O.H.

~Garcés M.: De mi parte es M. G.
El chico que va a entrar ahorita que me conteste es G. F.

E. 🏰: Entonces faltan las iniciales de las puertas 6 y 9.
X.R. en el 6 e I.D. en el 9.

I.D. va a ser un problema. Hay que buscar entre los Díaz y los Domínguez.

De pronto, la conversación se vió interrumpida por un nuevo contacto ingresando al chat, Uriel se incorporó de su cama con sorpresa al leer su nombre.

—Gyan —susurró antes de que una suave sonrisa se hiciera presente en su rostro—. Al fin encontraste tu camino, amigo.

Apretó su teléfono a su pecho un momento, recordando los momentos que había pasado con Gyan y pensando que tal vez ese era un buen momento para retomar su antigua amistad, exhaló un suspiro y volvió al chat.

Chat

Usuario anónimo: Hola, hola, una disculpa por entrar apenas, pero no podía contestar, estaba trabajando.
¿De qué me perdí?

Amelia Mtz: Básicamente ya nos encontramos ocho de los diez primeros y estamos dando teorías de cómo encontrar a seis y a nueve; sus iniciales están grabadas en sus puertas y son X.R. e I.D.

Usuario anónimo: Eh… bueno, cuando yo llegué aquí, me asignaron un sector para vivir que no coincidiera con el de los demás, tal vez buscar el sector que les asignaron nos ayude.

E. 🏰: Bueno, creo que fuiste al único que asignaron, porque a mí me dijeron en dónde No podía quedarme, pero me dejaron escoger.

Omali:) : Eso al doble.

~Garcés M.: Eso al cubo

Amelia Mtz: A mí no me dijeron nada.

Marcos Olv: A mí tampoco.

Princess Z: Menos.

A mí tampoco

E. 🏰: Tal vez porque ustedes llegaron antes que nosotros, era poco probable que coincidieran.

Los hermanos Oliveira intercambiaron una mirada rápida antes de reír suavemente y volver al chat.

Los sectores donde podrían buscar eran “Hospital”, “Cruces” y “Murallas”, por regla, ninguno de ellos podía vivir en el primero así que solo quedaban los últimos dos; esos sectores les dieron una idea a Mikel y a Gyan, quienes prometieron hablar con sus candidatas e informar los resultados.

Al día siguiente, temprano en la mañana, Mikel salió corriendo de su apartamento para tomar el camión que lo llevaría hasta Cruces, el trayecto no era largo, y por fortuna recordaba que Xitlali le había dicho que paseaba los perros de sus vecinos, en las entradas. Con lo que no contó fue con que “Las entradas” era una manzana completa repleta de estas.

—Oh, brillante —exhaló apoyándose en sus rodillas al darse cuenta de eso—. Esto sería más sencillo si le hubiera pedido su dirección… o su contacto.

Mikel comenzó a caminar por las calles de la manzana rogando por que, casualmente, Xitlali pasara por su lado en ese momento. Una mujer lo vió pasar tres veces por la misma calle y se acercó a él con ligera sospecha, interrumpiendo su caminata.

—Jovencito, ¿buscas algo?

—Más bien, a alguien, señora —confesó Mikel con cierta pena—. Hay una chica que vive en esta zona que se dedica a pasear perros…

—Oh, buscas a la chica de la perrera —exhaló la mujer con una sonrisa mucho más simpática—. ¿Necesitas sus servicios?

—Eh… sí —respondió Mikel un poco aturdido pues su mente le jugó una mala pasada.

—Mira, estás en la avenida principal, llega a la esquina y gira a mano izquierda —indicó la mujer apuntándole la esquina de la avenida—. Avanza hasta la calle Bradbury y busca la entrada doce, allí vive.

—Muchas gracias, de verdad —exclamó Mikel con una sonrisa—. ¿Sabe en qué casa vive?

—Pregunta por ella al guardia de la entrada, él te indicará su casa —afirma la señora dándole una palmada en el hombro—. Todos la conocen como la chica de la perrera, así que puedes preguntar así.

—A mano izquierda hasta Bradbury, entrada doce y pregunto al guardia por la chica de la perrera, bien, lo tengo —repitió Mikel obteniendo la confirmación de la mujer—. Mil gracias, de verdad.

—No hay de qué, muchacho —afirmó ella antes de dar media vuelta y seguir su camino.

Mikel siguió las indicaciones que le dió la mujer, pasando por tres calles con entradas, observando por dentro las casas todas iguales como barrio norteamericano hechas de ladrillo biodegradable y concreto procesado.

Llegó al lugar indicado, un amplio arco amarillo pergamino hecho de tablaroca lo recibió con un número doce hecho en metal tipo herradura clavado debajo de lo que parecía un timbre. El arco protegía un pesado portón de enrejado metálico color plata y la cabina del vigilante se veía desde ahí.

Mikel se acercó al enrejado y tomó dos barrotes entre sus manos como un preso antes de agitar una de sus manos y silbar llamando la atención del guardia en la cabina, quien lo llamó por el comunicador.

—¿Sí, a quien busca?

—Hola, buen día —saludó Mikel acercándose a la bocina al otro lado del arco—. Estoy buscando a la chica de la perrera, me dijeron que vivía en esta entrada.

—Así es —aseguró el hombre—. ¿Vas a solicitar su apoyo?

—Sí.

—¿Ubicación?

Mikel se quedó en blanco unos momentos, tratando de procesar lo que había escuchado y al no hallarle sentido optó por preguntar directamente.

—¿Qué?

—Te explico, chico —exhaló el hombre al notar la confusión en su voz—. Para no solicitar el nombre de los visitantes solicitamos su dirección. Solamente necesito el sector de donde vienes, o si vives aquí, tu manzana.

—Oh, comprendo, okey —murmuró Mikel asintiendo un par de veces—. Límites.

—Límites, bien —repitió el hombre antes de que el portón comenzara a abrirse—. Pasa chico, casi hasta el fondo de tu lado derecho, casa veintidos.

—Casa veintidós a la derecha, gracias —contestó Mikel pasando a un lado de la cabina y saludando al vigilante con un gesto de mano.

Mikel avanzó por la calle, alabando mentalmente la coordinación de los vecinos para tener todas las casas pintadas de los mismos colores, sus vecinos no podían escoger un solo color para pintar y eso que ellos no pintaban, no compraban la pintura y vivían en un mismo edificio.

Llegó a la casa indicada, la cual estaba rodeada por una pequeña cerca de madera parda y desde la casa de al lado se escuchaban los suaves ladridos de un cachorro, Mikel sonrió suavemente acercándose a la puerta, notando así el afiche que informaba los servicios de entrenadora, cuidadora y paseadora de perros de Xitlali. Leyó rápidamente antes de tocar.

—Un momento —clamó la voz de Xitlali desde adentro, pasaron unos momentos hasta que abrió—. ¡Mikel!, que sorpresa. ¿Tú eres quién me busca?

—Sí, pero no por tus servicios como encantadora de perros, yo ni siquiera tengo perro —respondió el chico con una sonrisa que le sacó una suave risa a Xitlali—. ¿Estás ocupada?

—No, para nada, pasa —aseguró ella haciéndose a un lado para dejarlo pasar—. ¿Qué te trae por aquí?

—Antes de decirte, ¿puedes responderme dos preguntas? —Xitlali asintió sin reparo, poniendo sus manos en su espalda y esperando las preguntas—. ¿Cómo te apellidas?

—Romero —contestó ella con ligereza—. Romero Vargas.

—Bien y… ¿cuántos años llevas viviendo aquí?

—Varios, más de cinco si es lo que te interesa saber —replicó ella dando a entender que ya sabía cuál era el rumbo de la conversación—. Responderé la tercera pregunta implícita si tú respondes la pregunta que acabas de hacer.

—Llegué de ocho —respondió él dejando en evidencia sus habilidades matemáticas.

Xitlali sonrió ampliamente con emoción, corriendo en su lugar antes de soltar un chillido de alegría que complementó con un pequeño salto.

—Tengo Síndrome de Personalidad Múltiple —exclamó con felicidad por primera vez en su vida, Mikel sonrió con amplitud.

—Esquizofrenia… y depresión, larga historia —replicó antes de acercarse a abrazarla.

—¡Esto es genial! —grito Xitlali aún saltando de alegría—. Eres mi primer amigo en años y siempre quise conocer a uno de nosotros.

—Bueno, te tengo una noticia que te hará aún más feliz.

Mientras Mikel hablaba con Xitlali, Gyan caminaba hacia la farmacia donde Irene trabajaba; al llegar al local, se asomó discretamente por la puerta para asegurarse que ella trabajara ese día y no tuviera que hacer el ridículo entrando y saliendo de la nada.

La vió recostada en su silla detrás del mostrador mirando con aburrimiento los medicamentos bajo la vitrina, inhaló con fuerza pensando en todas las cosas que podían salir mal y se concentró en calmarse mientras exhalaba, entrando a la farmacia con manos temblorosas.

—Irene —llamó sobresaltando a la aludida.

—¡Gyan! —exclamó Irene al verlo—. ¡Hola!, que sorpresa verte por aquí en domingo.

—Sí, lo sé —murmuró Gyan un poco apenado—. Perdón por asustarte.

—No te preocupes —asegura la chica haciendo un ademán con sus manos para restarle importancia—. ¿Qué te trae por aquí?

—Ahm… quería hablar contigo, de hecho —respondió él, acercándose un poco al mostrador—. Vives en Murallas, ¿cierto?

—Cierto.

—¿Desde hace cuánto?

—Uhm… —Irene alzó la vista al techo mientras contaba con sus dedos—. Desde hace ocho años, casi nueve, ¿por qué?

Gyan exhaló una suave risa de alivio que hizo que Irene frunciera el ceño confundida lo mirara interrogante.

—¿No sabes lo que significa? —preguntó Gyan al verla, Irene negó con simpleza—. Los únicos que pueden llevar más de cinco años en la ciudad son los diez primeros y los médicos.

Irene abre la boca un poco angustiada y trata de buscar una forma de salvarse de las implicaciones de lo que acaba de decir, pero Gyan la calma con sus manos.

—Descuida, no creas que yo compro ansiolíticos cada semana por gusto —comentó sutilmente causando una chispa de reconocimiento en los ojos de su amiga.

—Tú también eres de los primeros —masculló la chica con una muy leve sonrisa.

—Tengo TAG —respondió Gyan bajando la voz.

—TLP —contestó Irene inclinándose para estar más cerca de él.

Más tarde ese día, dos nuevos contactos fueron anexados al grupo y Amelia casi se cae de su silla al ver el primero.

—¿Xitlali? —exclamó con la respiración acelerada, sintiendo que de pronto tenía un ataque de pánico.

Espero les guste
Atte: Ale Bautista

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