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Días después Anahí leía unas historias de esas que inundan una aplicación donde pasan de todas clases de novelas, sea ficticias, de romance y muchas otras, la observé leer atentamente alguna con la que estaba muy entretenida.

Por un lado ella era una chica muy buena dando consejos, tímida, tranquila y pacífica que parecía una niña frágil o una muñequita de porcelana que cualquier movimiento en falso podía provocar que se rompiera en miles de fragmentos y por el otro lado estaba esa chica espontánea, atrevida, arriesgada, que cuando entra en confianza decía más groserías que un chico.

— ¡Esta historia es tan triste, Liz! No puedo creer todo lo que tuvo que pasar el personaje para llegar a ser lo que es y reencontrarse con su verdadero amor que conoció en su juventud —allí estaba Anahí con su lado vulnerable.

—Lo sé, fui yo quien te recomendó la novela, lo leí hace tiempo cuando aún tenía mi laptop, así me tranquilizaba las veces que mi padre me regañaba y huía del mundo por unos instantes —me resistía a mostrarme triste, aunque decidida, en momentos le contaría detalle tras detalle hasta aburrirla con la historia de mi vida.

—Eres mala —bufó como una niña y cruzó sus brazos resignada—. Sabes que me pongo sentimental con estas cosas y me recomiendas historias que revuelven mis emociones.

— ¿Dónde quedó aquella chica de pelos ondulados como las holas del mar que solía ser atrevida y espontánea como si el resto del mundo no le importara en absoluto?

—Hmmm —pareció pensar unos segundos—. Esa sólo es mi armadura —admitió con timidez.

— ¿Podemos ir a tomar café luego de que hayas leído, Anahí? —cambié el tema de conversación.

— ¿Qué te parece si realizamos una pijamada en tu casa? —parecía entender mis fechorías.

—Me parece mejor, así te preparas para horas de estar escuchándome.

—Cómo crees, déjalo fluir, verás que todo estará mejor luego de contármelo, aunque me intriga ¿te sientes segura de decirlo?

—Si no lo digo terminaré ahogándome en mis propios sentimientos, necesito liberarme, si no lo hago no podré seguir, es necesario que me acomode a la idea de que ya no puedo hacer nada más que salir adelante con mi vida.

—Está bien, puedes contar conmigo, estaré para ti sin importar que mojes mi ropa con tus lágrimas y mocos —me brindó una sonrisa con la que supe que todo estaría bien—. Eres mi única amiga, no puedo permitirte que sigas así, me alegro que hayas recaudado el valor suficiente y la seguridad necesaria para contármelo, me siento afortunada de que me confíes algo tan personal para poder ayudarte con lo que esté a mi alcance —agregó.

—¿Nos vemos en casa esta noche?

—Cuenta con eso.

Informé a mi abuela sobre la futura presencia de Anahí en su casa y de la pijamada a realizarse en la noche, después de todo era ella quien tenía que autorizar ya que vivía bajo su techo y sus reglas, pero mi abuela era algo "moderna" no estaba estrictamente en contra de que tuviera novio, salga a fiestas y esas cosas, era más bien una persona muy abierta, dejaba que tome mis propias decisiones sin importar si estaban bien o mal, siempre y cuando me cuidara y no me metiera en problemas grabes.

Quería que me caiga y tuviera raspones para aprender a sanarlos con mis manos sin la ayuda de otros, a crecer y madurar como persona.

No entendía entonces la actitud de mi padre, quizás él hiso lo que quiso sin aprender absolutamente nada durante toda su vida.

Me movía en círculos memorizando las palabras con las que contaría mi historia, una tras otra como aprendiendo una lección para un examen importante al cual debía aprobar para pasar a la siguiente fase, así me sentía, como si contar mi historia haría que pudiera pasar, seguir con mi vida, de cierta manera ponía mis esperanzas en que eso sucediera.

Nada de eso me haría olvidar a Matías, lo mucho que lo amaba sin medidas, no iba a desaparecer aun si intentara cuánta maneras de olvidarlo, de borrarlo de mi vida, de que mis sentimientos no giraran en torno a su nombre cada que lo escuchara, dejar de pensarlo, de seguir armando un mundo inexistente donde él se encontrase a mi lado y no hallaría nadie cómo separarnos, porque el amor que sentimos no se separaba, se fortalecía con las adversidades que se interpusieron ante nosotros.

Observaba al reloj colosal ubicada en un lado de la pared dando las 16:24 p.m. Seguía siendo temprano, mis nervios y ansiedad no entendían de tiempo.

Me convertí en un ir y venir dentro de la casa de mi abuela donde generalmente vivía hace casi dos meses, llevaba almohadas de varios colores y texturas a mi habitación, preparé palomitas de maíz, compré refrescos sabor fresa y menta, algunas películas por si decidíamos verlas. Pero lo que no pude preparar era a mí misma.

21:17 p.m. y la pequeña aguja seguía girando pese que a mí, el tiempo pareció detenerse o ir más lento de lo normal desde que me alejaron de Matías.

Anahí llegó pacífica a la casa, actuaba precavida y esperando a que yo decidiera dar el primer paso en la conversación y le confesara todo. Lo cierto era que después de mi intento de preparación, no estaba lista pero la decisión ya estaba tomada, tomé una cantidad exorbitante de aire y luego l0 dejé salir.

Pasaron incontables horas sumidas en llanto y Anahí dándome ánimos para recobrar fuerzas y seguir con mi historia, me quedaba trabada con cada episodio que pasamos, los recuerdos estaban allí, como humo en el aire, cada palabra me dolía, perderlo me dolía más, debía ser fuerte, pese a mis sollozos Anahí comprendió todo lo que le confesaba.

—Entonces —sollozos tras otros—. Eso fue lo que pasó —introduje cuando al fin terminé.

—Y-yo, lo lamento tanto, Liz —de su rostro angelical comenzaron a escabullirse lágrimas, por pena, por rabia, indiferencia y otras más, entendí que realmente comprendió todo aquello y le dolía tanto como a mí, después de todo se hallaba en su estado frágil—. Cuando comencé a conocerte, te admiré por salir adelante olvidándote de tu dolor, de no caer cuesta abajo, ahora te admiro más, separarse de la persona que uno ama no es fácil.

—Comprendí perfectamente de malas maneras que no lo es —admití lanzando un suspiro entrecortado—. Yo realmente lo amab...lo amo —corregí—. Pero prefiero pensar que esto es como un tipo de prueba o una enseñanza que si las sobrepasamos cada quien por su lado, tal vez... un día nuestros caminos se hagan uno solo para caminar.

— ¿Por qué no enfrentaste a tu padre? Que esté consciente de tu felicidad, que acepte al chico que sacó lo mejor de ti, al que te ama y te protege, debieron escapar juntos, no sé, enfrentarse a los que se opongan o algo así —daba consejos sacando su lado atrevido y arriesgado.

Ella, una doble mezcla que coincidía en un solo tarro.

—Quisiera contagiarme de tu manera tan alocada y arriesgada de ver al mundo, pero no, mi padre es una persona muy influyente, un "NO" de mi padre es un rotundo "ni lo intentes, tampoco lo sueñes, ni menos: pienses"

—Liz, en serio, podrías dejar de ser tan golosa en los recesos, se te llena la boca de comida, a veces hasta pareces una ardilla con los cachetes inflados juntando provisiones para invernar. Por qué mejor no guardas algunas monedas y lo llamas desde un teléfono público —definitivamente su lado de niña frágil desapareció quedando solo la atrevida y... a decir verdad, un tanto grosera.

—Buena idea, pero no conozco su número, ni el de su madre ni del lugar donde trabaja.

—Al menos lo intenté —cruzó sus brazos y de nuevo reapareció la niña frágil—. Es inevitable no sentir indignación con lo que me acabas de contar ardilla.

—¡Oye! ¿Ahora me apodarás?

—También es inevitable no ponerte apodos con la imagen de ardilla que se me vino a la cabeza. Al menos te quité lo triste ¡debes agradecer eh!

—Ojalá y me quitaras también la impotencia junto con el dolor de perder a Matías.

Nos quedamos exhaustas después de estar conversando por horas, el sueño ya nos iba invadiendo aunque no lo suficiente para mí.

Anahí dormía a un lado de la extensa cama, me despojé de la manta que me cubría y me coloqué en el balcón a apreciar el amanecer que se aproximaba, ya me era tan rutinario despertarme a ese horario y esperar a que amanezca recordándome que comienza un nuevo día y que de esa forma era cómo me lo hacía saber, dejándome apreciar una vez más lo hermoso de sus colores que solían ser mi compañía en la espera de volver a reencontrarme con el chico de la hermosa sonrisa.

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