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Era lunes, aquella mañana por alguna razón creí que Matías vendría a buscarme para ir juntos al Instituto, pero... no lo hizo, sentí miedo *¿quizás se habrá enfadado por lo que pasó?* no lo creía, se me hacía difícil imaginármelo de esa forma, en definitivo no era el Matías que llegué a conocer en esos días, él era una persona simple, alegre y de una actitud audaz, ciertamente existía la posibilidad de que haya enfermado, aun así me tenía preocupada.

Mis ganas de ir a la escuela sin él se los llevaba el viento, pero no me quedaba de otra o perdería las clases por un día, sólo esperaba que en donde sea que esté se encontrase bien.

Después de días volví a subir al bus escolar sola, caminé hasta el rincón de atrás y me senté, en ese momento observé el vacío que había en el asiento de mi costado, así o más vacía me encontraba yo.

Estando en el aula, sentí una angustia mucho mayor y es que cuando Matías no estaba... pareciera que todo mi ser se me derrumbaba por dentro, el lugar estaba tan calmado como siempre lo era antes de que llegara Matías, nadie más notó su ausencia, me quedaba pensando en todo cuando:

— ¡Planeta Tierra llamando a la enamorada! —era Verónica, mi mejor amiga clamando por un poco de mi atención—. ¿Qué ha pasado de ti Liz? andabas muy desaparecida últimamente con aquel chico nuevo ¡creí que te habías olvidado de mí!

—No creas eso Verónica; es verdad que me apegué al chico nuevo, quería hacerle sentir bienvenido —omití su primer intento de llamar mi atención.

—Mi intuición de amiga me dice que te está gustando aquel chico ¿cómo es que se llamaba? Marcos... Mateo, ¡Matías! ¡sí... ese es! ¡ya sabes que quiero que me lo cuentes todo!

— ¿Acaso es muy obvio? —inquirí sonrojada.

— ¿Qué si lo es? ¡claro que sí! ¡es tan tierno! Supongo que como él no asistió a clases podría sentarme a lado tuyo.

En ese momento la maestra comenzó su clase, no pude prestarle mucha atención, mis pensamientos me lo impedían, decidí ponerle al tanto a Verónica de lo que había ocurrido en esos últimos días.

Horas más tarde la clase culminó, era momento de regresar a casa como solía hacerlo, pero con Matías el caminar a casa... se hacía agradable.

Entonces ¿así se siente cuando alguien te importa? cuando procuras negarlo pero de esa forma te engañas a ti mismo y es que simplemente no logras estar sin esa persona, aquella que pareciera ser la pieza faltante de tu inacabable rompecabezas, aquella que de alguna manera hace que ames los lunes y que tus días grises se tornen a color, esa persona que te hace sentir que no eres tú... sino alguien mejor.

Me encontraba a unas calles de casa cuando lo vi, creí haber alucinado pero era él.

Esa sensación mágica que me brotaba del pecho siempre que lo tenía cerca esa vez era más fuerte que las anteriores, no podía expresar todo lo que sentía cada que lo veía, me perdía en lo más profundo de sus ojos café claro, tenía un sin fin de emociones que sólo aparecían cuando Matías estaba cerca mío, nada se comparaba a la felicidad que sentí en ese momento.

— ¿Cómo has estado mi pequeña? —era el mismo Matías con la misma sonrisa cautivadora de siempre.

— ¡Tú tan tranquilo mientras toda la mañana me la pasé sumamente preocupada por ti! —crucé los brazos y entré en un mar de lágrimas inquietantes.

—Por favor, no llores mi pequeña Liz —secó mis lágrimas acariciando enternecidamente mis mejillas ¡qué lindo era oírlo decir mi nombre y que sonriera mientras lo pronunciaba!—. Lamento no haberte avisado antes y evitar que te preocuparas de ese modo... no asistí a clases para buscar algún trabajo como te lo había dicho.

— ¡No tienes de qué disculparte cuando la que tiene que pedir disculpas soy yo! Lamento tanto la brusquedad de mi padre...

—Descuida... no importa, iba de camino a casa pero si me permites primero te acompaño hasta la tuya y luego iré a la mía, no tengo problemas, además es mi culpa que estés así.

Así lo hizo, me acompaño hasta mi puerta y se despidió con un suave y tierno beso en mi frente... prometió mantenerme al tanto esta vez y que vendría todos los días a casa para ir juntos al Instituto.

Estaba segura de que me esperaba un excelente día al siguiente pese a que tenía mis clases de violín.

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