⚓︎ | chapter 12: simile of galina as a star

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libro dos: pecados en lo profundo
capítulo doce: símil de galina como una estrella
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🪦 Cementerio Black Veil, Ketterdam, Kerch

ALGO EN EL AIRE cambió cuando Inej se apareció en la puerta del mausoleo sin emitir ni una palabra. A pesar de haber llegado a una conclusión y haber creado los primeros cimientos de su plan, Kaz releía los papeles sobre los negocios de Pekka Rollins como si fueran su novela favorita. Luego de conseguir el apoyo de los Despojos y que Jesper y Wylan regresaran con el nombre del niño que escondía Pekka, Kaz se sentía con el poder de revivir a todos los muertos de Black Veil y tenerlos bajo su comando.

Pero en todos los pensamientos que se creaban en su cerebro, en cada paso del plan que poco a poco terminaba de perfeccionar; colgaba un hilo que se balanceaba en busca de un sitio donde asentarse. Lo que más tiempo le llevaba, y la razón por la que todavía no habían salido del cementerio para destruir a Pekka Rollins, era porque Kaz todavía no sabía cómo incrustar una pieza faltante a su plan.

¿Cómo rescataría a Galina?

El Cirque Hart era una fortaleza junto al agua repleta de grisha que podrían detener su corazón antes de que siquiera terminara de cruzar el puente tambaleante que conducía a su entrada. Debía tratar el tema con cuidado y hasta que estuviera seguro, no se atrevía a iniciar la caída de Pekka. Porque apenas hubiera signos de peligro, Saksa se retraería y usaría a Galina como una ventaja aún más peligrosa contra él. Contra los Cuervos en general. Pero las horas lo estaban volviendo impaciente y estaba dispuesta a pensar en algo antes de que saliera el sol. De solo imaginarse a Galina en el Cirque Hart...

Un escalofrío similar recorrió su columna vertebral y reverberó en su pierna rota, al ver a Inej llegar con una lentitud extraña. A su alrededor, los demás también lo notaron y Nina fue la primera en acercarse. A nadie se le pasó desapercibido el momento en el que se descubrió el rostro y se vieron lagrimas recorriendo sus mejillas.

—Inej, ¿qué pasó? —le preguntó Nina con una mano en su hombro.

—¿Alguien te atacó? —Jesper se puso de pie al instante y tomó sus pistolas acercándose hacia la puerta, a punto de comenzar a apuntar.

Inej solo negó con la cabeza pero sus ojos... sus ojos no se apartaban de los de Kaz. Él sintió como las manos de los muertos lo tomaban de los hombros para congelar su alma.

—Estaba vigilando el Cirque Hart —comenzó a hablar en voz baja y con un tono que era una copa de cristal al borde de desplomarse—. Vi a... vi a Galina...

Tragó duro y Kaz fue empujado por las manos de los muertos, y avanzó hacia la suli con una tranquilidad que no era más que una fachada.

—Vi a Galina y a Kostya hablar por una ventana. Las luces empezaron a parpadear como todas las noches y a los minutos...

Inej Ghafa, el Espectro, el demonio del Barril que se movía por las sombras sin ser vista y mantenía la calma bajo la tutela de sus Santos; rompió en un agudo llanto doloroso de presenciar. Sus piernas cedieron con un ruido que nunca habrían hecho y se sentó en una silla, escondiendo su rostro con un brazo. Ninguno de los presentes tuvo que preguntar. Todos comprendieron. Kaz comprendió. Creyó que las almas en pena lo habían hecho sumergirse en su más tenebrosa pesadilla porque lo que el silencio y el las lágrimas de Inej respondían no podía ser posible.

—No —fue lo único que dijo Jesper con una mano en su boca y dando un paso hacia atrás.

Wylan se colocó junto al zemeni igual de conmocionado, mientras que Nina, negada a la clara situación frente a la que estaban, se arrodilló frente a Inej apoyando las manos en sus rodillas. La única razón por la que Kaz seguía respirando era porque estaba seguro de que era un gran malentendido.

—Inej, querida, sé que es duro, pero tienes que decirnos qué es lo que viste —le habló con un tono de voz que hizo que Kaz sospechara que intentaba calmar los latidos de su corazón, para que la pena se hiciera a un lado y pudiera explicarnos.

—Kostya... Kostya salió de la parte de atrás del Cirque Hart cargando... cargando... con el cuerpo de Galina. Galina no se movía. Galina...

Era mucho lo que los dones de Nina podían hacer, pero nada para aliviar las heridas de un corazón roto, ni un Sanador experimentado podría hacer eso. Así que nada pudo hacer para evitar que el corazón de Inej se hiciera pedazos y le siguiera el de Kaz. Ese corazón retorcido, roto pero arreglado a la fuerza de golpes, recibiendo el disparo de gracia que desencajó una parte para siempre.

—Galina no respiraba.

El Bastardo del Barril ya no se sentía como un chico con suerte. Lo había sido unas horas antes, con un plan claro, un objetivo listo para derrumbar bajo su furia y una venganza que sería saciada luego de años de espera. Hacía apenas unos momentos se las había estado ingeniando para rescatarla de las garras de la que pretendía ser su dueña. Porque a pesar de su escritura, Galina Starlington sería incapaz de ser proclamada propiedad de nadie más que de sí misma. Ella quería libertad y Kaz había hecho todo lo posible para dársela.

Kaz Brekker no necesitaba razones para querer liberar a Galina Verlaten de las cadenas que la condenaban al Cirque Hart. Pero las tenía, y las había usado a pesar de que solo le traerían mas problemas que beneficios. Porque un cuervo no olvida el rostro de quien lo ayudó en el pasado y a Kaz le encantó el fuego detrás de los ojos de Galina. Un incendio forestal contenido que quería desatarse en el mundo, que golpeaba contra las rejas que lo mantenían encerrado y estiraba su mano para robar la llave. Kaz había buscado desesperadamente darle la llave.

Ahora el fuego se había extinguido al igual que algo en el pecho de Kaz. Por eso mismo, cuando Inej extendió un sobre en su dirección, lo único que atinó a hacer fue a tomar su bastón con más fuerza.

—Kostya lo dejó a un lado. Es para ti.

Kaz, era lo que se leía en el sobre con una letra dispareja y escrita con tanta fuerza que la tinta podría reflejar sus ojos. Kaz retrocedió hacia la habitación anexa del mausoleo, donde estuvo solo para apoyarse en la mesa sin que ninguno de sus Cuervos presenciara cómo le temblaban las manos. Sus respiraciones lo traicionaron, pero se obligó a controlarse para que la Mortificadora no pudiera oírlo desde el otro lado. Abrió el sobre y sacó la carta con la delicadeza de alguien que trataba con algo a punto de romperse.

Si estás leyendo esto, primero que nada quiero que sepas que sigo muy enojada contigo. Enojadísima.

Y también: ¡te lo dije! Bastardo vengativo, te dije que esto nos explotaría en la cara. En mi cara. Eres un idiota, espero que me estés extrañando aunque sea un poco en tu corazón lleno de ira encarcelada y pensamientos de muerte. Sin embargo, extráñame todo lo que quieras pero no intentes nada. Lo digo en serio, Kaz, desde aquí veo el humo salir de tu cabeza.

No quiero que intentes nada para rescatarme. Si es que lo estás haciendo. Si no estás haciendo nada y solo quieres destruir a Pekka, entonces deja de leer la carta y olvídate de mi nombre. Pero si sí lo estás intentando, deja de hacerlo. Yo ya tengo algo planeado, llamarlo plan es mucho, pero así es como empiezan los tuyos, ¿no? Una idea más o menos pensada que sale bien porque eres demasiado inteligente e hiciste un pacto con el Diablo.

De verdad, Kaz, no intentes nada. Yo sola voy a salir de aquí. Cuando salga, voy a encontrarlos. Y tal vez las historias de Nina me alcanzaron, porque si esta es la última vez que escuchas de mi, tienes que saber que el destino hizo una cosa bien. Debes saber a qué me estoy refiriendo.

G.

Kaz leyó la carta como tres veces hasta apretarla en su puño y guardarla en su bolsillo. Galina tenía un plan para escapar del Cirque Hart y no había querido que él hiciera nada más que esperarla. No estaba seguro si lo habría hecho, no porque no confiara en sus habilidades, sino porque igual se las rebuscaría para asegurarse que estuviera bien. Pero ahora...

La única razón por la que Kaz no había caído era por su bastón, porque sus piernas le habrían fallado y sus ojos le ardían como solo lo habían hecho una vez en el pasado. Tal vez la habían descubierto en el medio de su escape o la escucharon hablar sobre el plan con Kostya o... No importaba. Porque Kaz de igual manera iría al Cirque Hart y lo destruiría hasta que no quedara ni un solo recordatorio de que había existido. Hasta que no quedara nada más que cenizas, como Galina habría querido.

—... Kostya puso su cuerpo en la carretilla que va al puerto.

Apenas escuchó ese comentario de Inej, perdido en la conversación que tenían sus Cuervos del otro lado del mausoleo. Siendo una persona calculadora, que no se movía sin analizar los lugares donde iba a pisar, Kaz fue poseído por su dolor cuando atravesó a su grupo de amigos y caminó sin mirar atrás. No escuchaba nada, no veía nada, solo avanzaba por las calles de la ciudad que debería ser suya con una memoria queriendo resurgir para hundirlo en las profundidades. Se movía por las sombras con la certeza de que lo ocultaban y si no lo hacían, mataría a quien fuera que se le cruzara en su camino. Kaz ni siquiera pensaba, en sus oídos solo escuchaba los latidos de su corazón, más fuertes con cada paso que daba. Hasta que aquello que esperaba pasó justo frente a él.

Su bastón se colocó frente al hombre con las riendas de su caballo y golpeó sus manos para que la soltara. El animal y la carreta se detuvieron junto a Kaz, y el hombre debió ver algo en su rostro, al temible Dirtyhands que se cernía desde la oscuridad sobre su siguiente presa; ya que lo único que hizo fue quedarse quieto. Se convirtió en una estatua como si Kaz no fuera a notar su presencia, pero tenía suerte, porque poco le interesaba lo que pasara con ese hombro.

Su anterior convicción se desvaneció cuando fue hora de enfrentarse a la verdad. Kaz avanzó con la mirada baja hacia la carretilla y ajustó sus guantes en un intento por hacer tiempo. Para que las palabras de Inej no fueran ciertas, para rogar que los ojos de su espía se hubieran equivocado. Sin embargo, Kaz levantó la vista y no le costó nada encontrarla.

Tenía sentido que Galina fuera una estrella. El sol era una estrella y daba calor, así que las estrellas normales, las plateadas, las que titilaban; también debían hacerlo. Como Galina solía hacerlo. Era tibia, su presencia era amena en la cercanía, agradable al tacto. Era como si el café que no paraba de consumir nunca le compartiera parte de su calor, y le diera energía para que fuera la estrella que siempre había sido aunque solo ahora supieran por qué.

Kaz odiaba acercarse demasiado a las personas, sentía una debilidad odiosa por los cuerpos. La piel le recordaba a los cadáveres congelados, a la noche que murió Jordie, a él pudiendo haber sido uno más del montón y cómo tuvo que tocarlos, aferrarse a ellos una y otra vez para poder salir vivo de allí. Al mar que había tenido que nadar como si fueran las aguas que conducían al reino de la muerte y la barcaza lo estuviera persiguiendo para llevarlo de regreso. Toda esa noche se resumía en sus manos enguantadas para que la fragilidad de los cuerpos no lo perturbara, la piel fría, muerta.

Con Galina era menos difícil. Ella siempre era tibia, una estrella que orbitaba cerca de él recordándole su presencia con comentarios irónicos, exigencias ridículas y pasos de baile que lo perseguirían hasta que estuviera a punto de morir y viera a la muerte bailar hacia él.

Según lo que había leído, las estrellas a pesar de estar encendidas llenas de luz, podían estar muertas. Y no te darías cuenta nunca, porque tardarían una cantidad exorbitante de años en apagarse. Como Galina, que había muerto hacía unas horas sin que él lo supiera. Sin que Kaz pudiera hacer absolutamente nada para evitarlo.

¿Perdiste algo? Eso había sido lo primero que le había dicho Galina cuando se vieron en el Cirque Hart.

¿Qué es lo que me queda? Le respondió Kaz en su pelea en el techo la última vez que hablaron. Galina estaba furiosa y había querido que frenara todo por el bienestar del grupo. Pero Kaz había actuado como alguien que no le quedaba nada para perder.

¿Perdiste algo?

Cuando se lo preguntó, Kaz no le había respondido nada. Demasiado perdido en estudiarla de pies a cabeza y saber si estaba en lo correcto, la había dejado ir con su silencio para tenerla de nuevo enfrente al día siguiente al entregarle la cantidad de kruge acordada a Saksa.

Sí. Eso le respondería ahora.

Galina tenía puesto el mismo vestido que siempre usaba en el Cirque Hart. Esa monstruosidad dorada llena de adornos. Pero era diferente, antes parecía resplandecer. Ahora Kaz lo veía opaco y oscuro, al igual que a la chica que llevaba. Un brazo colgaba por fuera de la carretilla. Su pecho no se movía, llevaba marcas de manos en su cuello y los ojos cerrados. Una mano de Kaz se aproximó con suma lentitud para reposar en la mejilla de Galina. Eso fue confirmación suficiente porque la siempre tibia Galina, Galina la estrella en el cielo; estaba helada como Kaz solo había sentido otro cuerpo.

—Galina —dijo su nombre como si eso fuera a despertarla, como si el sonido de su voz la hiciera recapacitar.

Como si alguna vez Galina hubiera seguido sus órdenes sin agregarle algo suyo, un inciso para que todo fuera más interesante y peligroso.

En todas las historias, el príncipe salvaba a la princesa antes de que esto ocurra y si no, siempre estaba el beso del verdadero amor. Pero ni Kaz, ni Galina eran príncipe, ni princesa; ellos debían ser los Reyes del Barril y la muerte no se debería ni haber atrevido a tocarlos. Sin embargo, Kaz estaba parado solo en el medio de una noche sin estrellas frente a una pila de cadáveres y Galina encabezaba la torre como si fuera la Reina de los Muerto.

Por supuesto que Inej no se había equivocado. Nunca lo hacía y no tenía sentido que empezara ahora. Lo que había visto había sido, y la carta que Kaz leyó fue un aviso tardío de un plan que nunca se terminó de ejecutar.

Galina Starlington estaba muerta, y se había ido al único lugar en el que Kaz Brekker no podría hacer un trato para salvarla.












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Un minuto de silencio para Kaz que se quedó viudo.

Uno no se da cuenta de lo que tiene hasta que lo pierde y Kaz aprendió la lección. Me fue muy difícil escribir esto porque no me imaginaba a Kaz teniendo otras emociones que tristeza y furia contenidas. No iba a reaccionar, solo va a hacer todo lo posible para vengar a Galina y tal vez después se largue a llorar a mares y mares. Pero ahora me parecía que Kaz (como el personaje complicadísimo que es) no iba a tener una escena trágica toda melodramática.

Pero bueno, Kaz siempre fue difícil de escribir, se hace lo que se puede.

y NO, acá no vamos a hablar de que se canceló Shadow & Bone porque la van a salvar, estoy SEGURA (me lo dijeron las voces). Así que con esperanza se sigue este fic y esta saga, y con suerte HBO nos da Six of Crows y descorcho un champán.

Hay que abrazarnos mucho.

Por ahora, seguimos con la programación habitual en el próximo capítulo🧟‍♀️.

Love you at midnight, Vic
❤️❤️❤️

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