⚓︎ | chapter 18: now i hold it like a grudge

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libro dos: pecados en lo profundo
capítulo dieciocho: ahora lo guardo como un rencor
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🪭 Bhez Ju, Shu Han

DE HEREJE A CREYENTE había solo un paso y Galina lo había cruzado de la mano de una Sankta. Esa era la única manera en la que Galina podría creer en los Santos, con la prueba fáctica de que existen porque la visitaron personalmente. No era una cuestión de fe como Inej, era un hecho que conocía como cualquier lección que había aprendido. Los Santos eran reales porque Sankta Svetlana la había visitado.

De la misma manera, Galina aprendió que los barcos podían volar por experiencia propia. Esa era la manera en la que su mente funcionaba. Ella creía cuando veía. Por eso se había pegado a Tolya desde que el Ruiseñor aterrizó en Bhez Ju, porque era mucho más sencillo escucharlo parlotear sobre Mako o recomendarle algún libro de poemas que esquivar los intentos de sus amigos para hacerla hablar con Kaz.

Era la primera vez que se encontraban en el mismo espacio desde su discusión un mes atrás y más allá del saludo de parte de Kostya y Taraji, no habían intercambiado ninguna palabra. Galina no podía decir lo mismo de miradas, porque desde que había puesto un pie en ese bendito barco volador había tenido los ojos de Kaz clavados en su nuca como una flecha que había hallado su diana.

Aún así, Galina no creía en las promesas que Inej, Jesper y Nina hacían sobre los verdaderos sentimientos de Kaz y las supuestas mentiras que le había profesado en la noche que todo acabó. Galina le creería cuando las palabras salieran de su propia boca. Ya que no lo harían, en cuanto a ese tema continuaría siendo una no creyente, rozando la herejía por el resentimiento que seguía instalado en su estómago.

Más allá del traumático viaje en el barco volador, Shu Han había recibido a Galina sin inconvenientes y con una especie de emoción infantil al recorrer el nuevo país con la mirada de una turista sorprendida. A pesar de ser un país que tampoco era amable para con los grisha, Galina no sentía el peso de una misión suicida descansando sobre sus hombros como lo había sido su tarea de matar a Darya. Sin esa preocupación y sin ninguna amenaza tan temible como la Sombra o los grisha más poderosos del mundo; Galina podía apreciar la belleza de Shu Han sin que ningún pensamiento negativo interviniera. Los colores tan vivos que parecían gritar, el olor a las especias y la armonía y paz de sus habitantes la tranquilizaban, como si no estuviera rodeada de un grupo de ladrones y viniera de un país cuyo sello principal fuera el crimen.

Tanta tranquilidad le había dado, que ahora Galina estaba arrodillada frente a un pilar rodeado de velas, flores e inciensos para honrar a sus muertos.

—Es Suntsa Sar, se debe honrar a los muertos para desearlas un descanso pacífico —les había explicado Tolya al detenerse y señalar al resto de las personas que pasaban y pronunciaban sus plegarias—. Cuando terminemos, seguiremos nuestro camino.

—No hay tiempo para los rezos —había refutado Kaz con una mirada desdeñosa hacia el pilar y Tolya—. Tenemos que movernos rápido.

—Siempre hay tiempo para los muertos —le respondió Tolya arrodillándose y sin perder los estribos por su falta de respeto—, o luego regresarán solo para atormentarte.

Kaz había partido enfurruñado hacia donde se erguían los puestos del mercado con Jesper y Wylan a sus espaldas. Inej no tardó en unirse a Tolya y la siguieron Nina y Zoya. La única que no tuvo una respuesta inmediata fue Galina, su conciencia partiéndose en dos por su pasado sin religión y su presente como descendiente de una Sankta. La tierra del suelo podría haberla hecho decantarse por el grupo de Kaz, pero bueno, justamente ese era su impedimento: era el grupo donde estaba Kaz. Además, Tolya dijo que se trataba sobre los muertos y ella tenía varios a quienes suponía que les gustaría recibir alguna oración de su parte.

Hola, mamá, papá, saludó en sus adentros con fe de que la escuchaban, no soy la Galina que ustedes dejaron atrás pero espero no decepcionarlos.

Una criminal, una asesina, en las peores noches Ketterdam la llamaba un monstruo, y aún así pedía que sus padres no estuvieran decepcionados en su descanso eterno. Era Galina Starlington solo en nombre, porque no sentía que fuera lo que uno se esperara de alguien con su apellido.

Espero que estén en paz donde sea que se encuentren y tampoco se decepcionen si no puedo llegar ahí con ustedes. Espero que Darya lo haya hecho.

Sus manos se cerraron sobre sí mismas cuando llegó el turno de la hermana que le había sido arrebatada por las garras de la oscuridad.

No soy una persona religiosa, pero tienes que saber que pido todas las noches para que estés descansando en paz y alejada de lo que sea que pretenda el Darkling. Lo mereces luego de tus años de lucha. Ahora déjanos a Mako y a mí que nos encargaremos de terminar lo que empezaste. Tú solo observa con una sonrisa y si quieres lanza algún rayo.

Galina tomó uno de los inciensos apagados de un recipiente y quemó la punta con la llama de una vela. Lo habría hecho con su propio fuego si no hubiera peligro de que terminara arrestada y en un laboratorio para que unos médicos shu realizaran experimentos con su cuerpo.  Lo apoyó sobre uno de los escalones del pilar y se puso de pie limpiando la tierra de su vestido.

Y gracias por encontrarme, Darya.

—Vamos, es hora del té —las llamó Kaz, pasando detrás de ellas y dirigiéndose hacia la dirección de la casa de té.

Se dignó a seguirlo solo cuando Inej y Nina también lo hicieron. El resto se quedaría esperando en la habitación de la posada hasta que este intermediario les diera más información. El plan era simple e idéntico a los que siempre realizaban en Ketterdam. A los que solían realizar en Ketteedam. Inej vigilaba desde las sombras, Galina era la distracción en caso de un ataque o huida con su fuego y Kaz actuaba en el plano principal, en este caso junto a Nina.

—Creo que deberíamos hacer un cambio —decretó Nina durante su camino con un tono cantarín que le puso los pelos de punta a la rubia.

—No va a haber cambios —negó Kaz sin alterar su paso.

—Escucha un poco antes de que el "no" salga tan rápido de tu lengua.

—Como si pudiera evitarlo —farfulló Galina desde el fondo, pero solo Inej la escuchó y le regaló una sonrisa cómplice.

—Nadie va a creer que estamos casados, Brekker. Somos bastante parecidos, podrían confundirnos con hermanos.

—Bien, somos hermanos.

—Perfecto, ahora solo necesitamos una nueva esposa.

Los pasos de Kaz y Galina se detuvieron en simultáneo. Las personas los rodeaban molestos por su estorbo en el camino y se movieron hacia un costado cerca de un puesto con diferentes piedras preciosas. Galina se detuvo porque se imaginó a lo que Nina quería llegar, pero no comprendía por qué el Bastardo del Barril lo había hecho. ¿Otro de sus tantos "no" no bastaba para evitar que la Mortificadora garabateara sobre su perfecto plan?

—Le mandaste una carta a la intermediaria, y le dijiste que querías hablar con ella al respecto de uno de los objetos del Discípulo junto con tu esposa —explicó Nina como si nada, apoyada en la pared y acomodando su sombrero—. Necesitas una esposa para no quedar como un mentiroso. Y para que se te borre esa expresión agria en general.

—Lo único que necesito es que dejes de hablar. No compliques el plan, tú eres mi esposa y los roles ya están definidos.

—Sí, pero en realidad...

—Zenik...

—¡Escucha esto! Hay una falla en tu plan y es toda la gente del mercado. Es una zona demasiada concurrida y en caso de necesitar una distracción, dudo que Galina cause nada más que inconvenientes.

—Perfecto. Me voy a la posada —celebró Galina con una sonrisa y la mano de Inej la atrapó antes de que se escapara.

—Nina tiene razón, Kaz. Hay mucha gente como para que Galina cause un fuego y si por alguna razón la descubren podrían perseguirla y atraparla por ser grisha.

—Nadie va a atraparme, no sean ridículas —resopló la Inferni cruzándose de brazos—. Puedo manejarme y sé lo suficiente de shu como para salir de alguna situación comprometedora.

—Por esa razón tú tienes que ser la esposa.

—Cállate, Nina. Ese no es el plan. ¿Y desde cuándo nos disgusta un poco de peligro?

—Zenik e Inej tienen razón.

La voz de Kaz hizo que los puños de Galina se apretaran. Aún luego del viaje y de su caminata por la ciudad, sus ojos no habían recaído ni un solo instante sobre el rostro de su antiguo amigo. Tampoco pensaba darle el gusto ahora cuando, por supuesto, se ponía de acuerdo con la mismísima Nina, a quien apenas soportaba, solo para llevarle la contra a ella. Ahora sí tenía ganas de prender fuego algo.

—Lo dudo —respondió de manera escueta con su atención puesta en un carro de frutas.

Escuchó a Kaz acercarse un paso pero no volteó la cara.

—Sabes el idioma, eres buena actuando si así lo amerita la situación y mejor aún, tienes tu propia imitación de un objeto de valor incalculable para corroborar nuestras identidades.

Al escuchar eso, la mano de Galina se apoyó sobre el pomo de su daga con una media sonrisa creciendo en sus labios y un ceño fruncido que no evidenciaba el enojo esperado. Era más una sorpresa fingida, que alimentó poniendo la otra mano sobre su pecho.

—Casi suena como si, para que la historia que inventaste tenga más sentido, me necesitaras.

—No es así.

—Se le parece bastante.

—Bien, lo haremos de una forma u otra con una esposa, ya sea Zenik o seas tú. Haz lo que quieras, Galina.

Esa frase.

Esa misma frase que le había dicho en su oficina y había provocado que Galina se marchara convertida en un torbellino de furia y tristeza, una combinación peligrosa que se estaba materializando de nuevo ahora. Creyó captar el aroma a cenizas y fuego crepitante, y se dio cuenta que provenía de sus palmas. Creaban pequeñas volutas de fuego que se convertirían en algo más grande si así lo deseaba.

Kaz le dio la espalda dispuesto a continuar hacia la casa de té y Galina atacó.

Fue la ira transformada en un monstruo sin control, arañó su corazón y se burló de que estuviera viviendo una vez más la misma situación. Quedaban desestimadas las palabras de confianza de sus amigos, de que Kaz había mentido por alguna razón que solo a él le parecía factible. No era ninguna mentira, era la pura verdad, y la repetía para que le quedara bien clara.

Y ya no cabía ninguna duda de que Galina y Kaz no volverían a ser lo que alguna vez fueron. Galina recordó con una puntada de ese monstruo en el pecho lo que le había contado Nina la noche en la que la secuestraron, el inicio del fin: los Starlington son difíciles de amar. Galina lo haría aún más difícil.

Tomó las solapas del saco de Kaz y lo pegó a la pared sin que sus pieles se tocaran. Inej la llamó y escuchó que Nina hablaba en shu para tranquilizar a quienes pasaban por la calle y a los comerciantes. El único que no hacía nada era Kaz, no trataba de soltarse ni la obligaba a hacerlo. Solo se quedó quieto mirándola y sus ojos se encontraron por primera vez desde hace un mes. A Galina le era imposible aplacar su furia, la cual solo aumentó al cruzarse con los ojos de Kaz que expresaban tan poco, pero que ella siempre había podido arrancarles algo. Cuando nadie veía nada y Kaz era una un iceberg flotando a la deriva en el océano, Galina nadaba hacia el fondo para hallar lo que se ocultaba debajo.

Aquello que Galina vio solo sirvió para avivar su fuego. ¿Por qué parecía entretenido? ¿Por qué el maldito Kaz Brekker parecía entretenido cuando Galina podría matarlo si dejaba que sus pensamientos intrusivos se adueñaran de su cuerpo?

—Galia, suéltalo.

—Sí, no causen una escena que aquí no hay stadwatch que sobornar.

A Galina no podría importarle menos. Que los encerraran en una celda juntos y vieran lo que ocurría. Golpeó su espalda contra la pared para borrarle la expresión complacida y acercó su rostro para que no se perdiera cada ángulo cruel de su rostro.

—Por supuesto que voy a hacer lo que quiero —espetó con ganas de escupirle—. Y voy a aceptar tu show de pareja casada, pero no por ti. Lo haré porque es lo que nos dará más chances de tener éxito. Lo que significa más chances de salvar a mi hermano.

Lo soltó de mal modo y esquivó el brazo de Inej con su enojo sin dejar de controlarla. Su visión se tornó roja y su mente reproducía los momentos de la noche de la pelea, alimentando su fuego y eliminando lo poco que le quedaba de buen carácter.

Haz lo que quieras, Galina.

Obvio que iba a hacer lo que quisiera, y si se lo decía una vez más, la próxima misión de Galina al regresar al Barril sería matarlo para que se arrepintiera del desastre en el que la había convertido.

🌼 Casa de té Chá Bû Xīn, Bhez Ju, Shu Han

EL AMBIENTE EN LA casa de té era denso a pesar de que el sol estuviera alto en el cielo y Shu Han viviera en un eterno verano. No lo había sido todo el día, había empezado a sentirse poco después del mediodía cuando tres adolescentes aparecieron y se sentaron en silencio. La mujer más alegre, con un vestido rojo y un rostro pálido con pecas que resaltaban más gracias a su sonrisa, ordenó un té de crisantemo. El muchacho vestido de negro asintió cuando le trajeron la tetera y las cuatro tazas, sacando un reloj de bolsillo para vigilar la hora. La única que en ningún momento se había movido era la rubia en el medio de ambos, quien cruzada de brazos parecía estar trazando los planos mentales del lugar exacto en el que colocar una bomba.

No habían intercambiado un mero sonido desde el altercado entre Galina y Kaz. Inej se había ido a vigilarlos desde un techo y Nina la había mirado con un ruego destellando en sus ojos para que la salvara. Galina lamentaba haberlas involucrado en el medio de su conflicto con Kaz, pero se los recompensaría una vez que volvieran a Ketterdam.

Ahora estaba más tranquila, pero no quería tentar su suerte. Había pedido un vaso de agua y cada vez que la tela de su vestido rozaba con la pierna de Kaz tomaba un sorbo. El agua tan fría ayudaba a calmar el fuego que le subía por la garganta y amenazaba con transformarse en palabras que no podría recuperar.

—¿Cómo creen que sabrá? —preguntó Nina para cortar con el silencio.

Fue Kaz el que le contestó sin disimular su malhumor.

—A té.

—Sí. Pero, ¿es floral? ¿Amargo? ¿Un poco dulce con toques de mantequilla...?

—Caliente. Y húmedo.

Esta vez, Galina agarró su vaso para que su boca no se atreviera a formar una sonrisa. En cambio, Nina suspiró harta de las escuetas respuestas de Kaz.

—Santos.

Cuando la intermediaria llegó, se presentó como Ohval y escuchó con atención los saludos de los tres criminales encubiertos. Si fuera otra ocasión, Galina le habría dicho que amaba su atuendo y los accesorios que tenía en el cabello. Pero era un momento serio, en el que debían ganarse su confianza para que aceptara venderles Neshyenyer. No podían correr riesgos.

Al acabar las introducciones, Ohval sirvió el té de crisantemo en las cuatro tazas y colocó los dedos dentro de la suya, para luego salpicar hacia delante y apoyar las yemas mojadas en el medio de sus cejas. Nina no tardó en imitarla, pero Galina se vio en un aprieto al bajar la mirada hacia sus guantes. Era evidente que lo que acababa de hacer Ohval era una costumbre importante en la cultura shu y no iba a poder imitarla con su mano enguantada. De la misma manera, si se quitaba el guante y enseñaba el tatuaje del Cirque Hart toda su historia se desmoronaría. Sin contar las cicatrices, que también serían bastante peculiares de explicar.

Al final, decidió sacarse únicamente el guante izquierdo para esconder el tatuaje de su muñeca derecha. Realizó el mismo movimiento que Ohval sin darle importancia a las cicatrices para que la shu tampoco las tomara en cuenta. Estuvo a punto de ponérselo de vuelta, pero prefirió dejarlo sobre la mesa para demostrar que no tenía nada que ocultar.

El problema llegó cuando las tres mujeres se quedaron mirando a Kaz. Incluso Galina, realizando las acciones necesarias para actuar como era debido, lo observó con las cejas alzadas esperando que se dignara a poner los dedos en el té. La única muestra de que Kaz percibió sus ojos sobre él, fue centrar los suyos en Ohval con un filo desafiante.

Galina lo iba a acuchillar.

—Quisiéramos que nos contactara con uno de sus clientes, el Discípulo —dijo Nina en shu para cortar la tensión, lo cual parecía que era su trabajo principal en esa misión.

—Su pronunciación de nuestro idioma es excelente para una ravkana —la felicitó Ohval, dejando entrever que no era ajena a cierta información sobre ellos.

—Vaya oído que tiene. Mi hermano y yo somos de Ketterdam, pero nuestra madre es ravkana. Los padres de su esposa también son ravkanos pero se crió en Kerch con nosotros. Por eso ambas tenemos afinidad por las reliquias de los Santos.

—¿Esposa? —preguntó la intermediaria dándoles un vistazo a Galina y Kaz, sin tocarse, casi que sin mirarse y con las sillas bastante separadas—. Me sorprende. Lo esperaba por la carta que me mandó, pero creí que su esposa no había venido. Pensé que los kerch eran más afectuosos.

Que los Santos me ayuden.

Si a Galina le hubieran pedido que actuara como la esposa de Kaz un mes atrás, se habría muerto de la risa y habría aceptado sin dudarlo dispuesta a cumplir ese desafío. Haría todo lo más incómodo posible para que Kaz luego la reprendiera y ella le dijera que se tomara las cosas con más calma y que le fuera a hacer un café como el buen esposo que era.

Sin embargo, el rencor apenas le permitió sonreír y Galina tuvo que poner todo de sí para mirar a Kaz con amor. La adoración con la que solía verlo en algunas ocaciones: cuando explicaba sus planes y la rubia no podía creer cómo se le habían ocurrido, cuando hacía rogar por su muerte a alguien de una pandilla rival, cuando la iba a buscar al cuarto secreto de la academia para acompañarla al Club Cuervo, o cuando compartían un tiempo a solas y conversaban como si fueran un chico y una chica normales que no estaban rodeados de los peligros del Barril.

Ahora Galina guardaba todo eso como un rencor.

—Somos cariñosos de más, no se preocupe, pero lo guardamos para cuando estamos solos porque nuestros amigos se han quejado bastante —le explicó Galina con una sonrisa tirante y le hizo ojitos a Kaz mientras apoyaba la cabeza en su hombro por un segundo que pasó demasiado rápido—. ¿No es así, solecito?

—¿"Solecito" tiene problemas con las costumbres de mi cultura?

Kaz todavía no respondió, solo la observó, y Galina le quiso arrancar la oreja de un mordisco. Apoyó el mentón en su mano para acercarse a él lo más posible sin tocarlo y le devolvió la mirada moviendo sus dedos descubiertos para que supiera lo que tenía que hacer.

—Vinimos hasta aquí para esto, amor —dijo con un tono que esperaba que sonara amenazador y dulce a la vez—. Si lo arruinas, vas a ver lo que te espera en casa. Y mi hermano no estará nada contento.

Como si se tratara de un acto de magia, Kaz le hizo caso sin quitarle su atención. Dejó los guantes a un costado junto al blanco de Galina y realizó el gesto que Ohval les había indicado. Galina no recordaba la última vez que había visto las manos de Kaz, completamente sanas, escondidas al público por un motivo que no se veía a simple vista.

Galina sabía que su actuación se vería más creíble si entrelazaba sus dedos con los de Kaz, pero esa era una línea que ni su rencor le haría cruzar. Se limitó a tomar un poco de su té igual que los demás y disimuló su mueca de asco para no faltarle el respeto a Ohval más de lo que ya lo había hecho Kaz.

—En fin —habló Nina para retomar la parte importante de la conversación—, nuestro contacto dijo que, desde que el Discípulo se retiró, ha vendido parte de su colección personal.

—Buscan algo específico.

—La Neshyenyer —intervino Kaz por primera vez.

—La Neshyenyer está en Ahmrat Jen.

—Por lo que sabemos, esa es falsa, una réplica que pusieron después de que la hayan robado —la contradijo Galina.

—No sé nada de eso.

Ohval hizo un asentimiento de cabeza hacia una de las mujeres que servía el té y puso la mano encima de la tetera. Una señal que a ninguno le gustó nada.

—¿Y si le dijéramos que el Discípulo puede fijar el precio? —inquirió Nina rápido.

—Diría que tienen mucho dinero disponible, para ser ladrones.

Ese era un buen momento para que Galina interviniera como habían planeado, que mostrara su daga como la prueba de que coleccionaban objetos sagrados. Pero prefirió mantenerla escondida porque no creía que la shu fuera a creer que se trataba de una imitación. Así que por una vez, al ver el legado de su familia amenazado, se quedó callada.

—No somos ladrones, somos coleccionistas.

—Reconozco a los ladrones cuando los veo. Si quieren la espada tendrán que robarla en Ahmrat Jen.

Al instante, Ohval se puso de pie y se fue por el mismo camino por el que apareció. Lo que sucedió a continuación fue el caos del crisantemo, o ese sería el nombre con el que Galina lo llamaría al contárselo a los demás cuando se reagruparan. Kaz se paró para seguirla, pero la camarera a la que le había hecho la señal le derramó el contenido de una tetera encima para detenerlo. La mano de Kaz se apoyó en la mesa para estabilizarse y Galina notó que respiraba con dificultad. Antes de que pudiera detenerla, Nina cometió el error de apoyar su mano encima de la de Kaz para calmarlo. Buenas intenciones, malos resultados.

—Brekker, solo respira.

—Nina...

No hubo tiempo de nada, Kaz se soltó y comenzó a caminar para alejarse sin un rumbo fijo. Y sin sus guantes.

—Galina, ¿qué...?

—Yo me ocupo —la interrumpió y subió la cabeza para encontrar a Inej y hacerle una seña clara: que siga a Ohval.

Ella tampoco esperó y agarró los guantes antes de salir corriendo, siguiendo el sendero de destrucción que dejaba Kaz mientras avanzaba. Se chocaba con las personas y empujaba carros para que lo dejaran pasar, en busca de un sitio tranquilo donde quedarse apartado del resto del mundo. Al cruzar un túnel, lo vio a punto de chocar con un puesto de pasteles llenos de crema y frutas, y Galina se apresuró pidiendo permiso en shu para alcanzarlo. Apenas lo tuvo a su alcance, realizó el mismo movimiento que más temprano y lo atrapó del saco para apartarlo del camino.

Lo condujo por otro lugar que resultó ser una calle cerrada por la que no circulaba nadie y solo había una fuente con algunas flores blancas y rosas flotando en el agua. Kaz se terminó sentando con la espalda apoyada en la fuente, controlando sus respiraciones como podía, y Galina se acuclilló frente a él para cerciorarse de que no fuera a desmayarse o tener un ataque de nuevo.

Esto no era lo que Galina pensó que ocurriría cuando aceptó a actuar como la esposa de Kaz, pero supuso que no podía permitir que la mente maestra diabólica muriera antes de tener la espada.

—Deberías haber seguido a Ohval —la retó Kaz, sacando más aire que voz pero Galina lo comprendió y puso los ojos en blanco.

—Inej se está encargando, yo no podía dejar que te encerraran en la prisión shu porque como dijo Nina, aquí no hay stadwatch a los que sobornar.

El sonido del agua cayendo fue lo único que le respondió, así que Galina decidió sentarse dándole la espalda a Kaz para que pudiera recomponerse. Inej los encontraría o Nina, o se reencontrarían en la posada, pero no podía abandonar a un Kaz afectado de esta manera solo. Con su suerte, se desmayaría junto a la fuente y terminaría ahogado.

—No le mostraste la daga.

—Si es otro reto, guárdatelo —espetó sin voltearse—. Tuve un presentimiento. Dudo que Ohval hubiera creído que es falsa y no puedo perderla, no cuando Mako sospecha que también sirve para matar a los monstruos del Darkling.

—No es un reto. Hiciste bien.

Ahora fue Galina la que no le respondió. Solo se dio vuelta para darle los guantes, hasta que se dio cuenta de su error. Había agarrado un guante negro de Kaz... y el guante blanco de ella. Era una imagen graciosa ver ese par junto, uno corto, oscuro y con una tira de velcro para ajustarlo; y el otro largo, claro, imposible de perder de vista. Se los quedó mirando por un momento, pero se los extendió de todas formas.

—Te lo presto hasta que Nina te dé el tuyo, no me lo manches o te mato.

—Tú eres la que está manchando tu vestido sentada ahí.

—¿Esta cosa vieja? Estaba en el fondo de mi armario, me lo regalaron las orzayas y los temmers del orfanato hace dos semanas.

—¿Dos semanas? ¿Viejo?

—No sabes como funciona la moda. Ahora los colores de la temporada son el blanco y el verde.

—No podría saberlo.

Galina sintió que Kaz estaba por agregar "porque tú no estás en casa", ya que ella era la que le hablaba de moda y le aconsejaba qué camisas y chalecos comprarse para ponerse debajo de su característico saco negro. Pero él no dijo nada, así que ella tampoco.

El silencio fue interrumpido por Kaz, que a espaldas de Galina trataba de colocarse los guantes, pero las manos le temblaban. Galina esperó unos segundos, pero cuando fue evidente que no lo conseguiría, se dio vuelta sobre su eje para quedar sentada enfrentándolo con una mano extendida. Un pedido tácito, silencioso, por el que no tendrían que hablar. No se los dio de inmediato y ella tampoco supo si era mejor irse más lejos para dejarlo solo con sus propios demonios. Kaz tomó la decisión por ella.

Cuando Galina tuvo los dos guantes de nuevo en su poder respiró hondo. Dejó el blanco sobre sus piernas y abrió el negro con las puntas de sus dedos acercándolo a la mano de Kaz, con cuidado de no tocar su piel descubierta. Ajustó el broche de velcro y fue el turno del blanco, que sería más difícil porque era más largo. Kaz se quitó el saco negro y otro azul oscuro que tenía abajo, para quedar solo con su chaleco también negro (por supuesto) con un estampado de flores amarillas. Eran casi imperceptibles debajo de todas sus capas de ropa y porque el diseño era tan enrevesado que parecían cualquier cosa menos flores. A Galina se le hizo divertido el contraste de ella con solo un vestido y un chal con colores vivos y Kaz lleno de ropa con la que podría camuflarse en la Sombra. Algunas cosas nunca cambiaban.

El guante blanco fue más complicado pero al terminar de ponerlo, sus manos se mantuvieron un segundo de más sobre la de Kaz, quien no pareció inmutarse. No se alejó, ni tembló. Al levantar la cabeza, descubrió que la mirada del Bastardo de Barril al que no le importaba lo que hiciera estaba puesta sobre ella. El tiempo se detuvo por unos segundos en ese rincón escondido de Bhez Ju que les pertenecía solo a ellos. Parecía que habían sido arrojados al pasado en el que, aunque fuera peculiar que sus ojos estuvieran atraídos a los del otro como la luna persiguiendo al sol, a veces ocurría que Galina y Kaz se veían inmersos en un encuentro en el que no hacían falta las palabras.

Galina había leído mucha poesía en el mes que estuvo en el Orfanato Sankta Margaretha. Los poetas y poetizas escribían sobre el instante en el que el corazón se paralizaba, lo comparaban con el vuelo de una estrella fugaz y el aleteo de una mariposa. Pero Galina lo compararía con la caída de un rayo, un segundo en el que todo se iluminaba y el ruido aturdía tus oídos para no dejarte pensar en otra cosa. Así se sentía su corazón cada vez que Kaz... simplemente era Kaz.

Sin embargo, las cosas no eran como antes y al rayo le siguió un trueno que le recordó a Galina que el chico frente a ella no estaba interesado en nada que la incluyera. Kaz no había dicho algo que indujera esos pensamientos, esas ideas que provocaban que su pecho se agitara como si ella fuera la que odiaba que la tocaran. El rencor le ganaba a cualquier emoción distinta que amenazara a florecer, por lo que volvió a su antigua posición para no tener que verlo. La mano sin su guante estaba fría y la forma de abrigarlo estaba en la mano de Kaz, pero el frío no se debía al clima sino a aquello que se pudría en su pecho.

Ese haz lo que quieras, Galina, todavía no podía ser borrado de su cabeza, una espina que era incapaz de arrancar de su corazón destrozado. El rayo lo partió en mil pedazos. Y si Kaz no hacía nada para juntarlos y repararlo, Galina tampoco se esforzaría. Por lo que iba a quedar roto hasta nuevo aviso. Hasta que otro momento robado como ese se atreviera a amenazar con juntarlo y Kaz fuera el protagonista de la gran hazaña.













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Solo voy a preguntarles: ¿qué opinaron de esta primera interacción Kalina post pelea?

Yyyyyy... prepárense para los próximos caps que son una dupla maravillosa💛.

Love you at midnight, Vic
❤️❤️❤️

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