Capítulo 17: Tú y nadie más.

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

❝ Will you still love me when I got nothing but my aching soul? ❞

Airy.

Mierda, mierda, mierda.

¿Qué haces aquí, Henry Scott?

Aléjate de Ren.

No le toques la cabeza.

No te atrevas a tocarlo, jamás.

—¿Os conocéis? —Lilian frunció el ceño.

—Oh, bueno, sí, algo así. —Henry se rascó la nuca.

—Claro que nos conocemos. Bastante bien, diría yo, ¿verdad, profesor Scott?

Esbocé una sonrisa, intentando ocultar mis ganas de vomitar.

Estoy asqueado.

Hacía tiempo que no me sentía así; tan sucio y tan vulnerable.

—Cuánto tiempo, Airelle —rió con nerviosismo.

—Airy —lo corregí tajantemente.

—Airy... —repitió.

—No seas maleducado, Airy —resopló Caleb—. Perdónalo, odia que lo llamen por su nombre completo y cuando lo haces, se comporta como un niño pequeño.

No es verdad.

—No, no, tranquilo, estoy acostumbrado a las actitudes de Airelle... Airy.

—¿Te ha llamado profesor Scott? —preguntó Lilian, sorprendida.

—Era uno de mis alumnos.

Ren abrió mucho la boca.

—¿Y cómo era Airy en los estudios? Según él, era excelente. —Me sonrió de manera burlona, entrelazando sus manos por detrás de su espalda.

Apreté los puños, intentando contenerme.

Ni siquiera drogado podía deshacerme de estos asquerosos recuerdos.

—Oh, era el primero de la clase —sonrió con orgullo—. Siempre fue el mejor en todas las materias.

¿Cómo puedes sonreír así después de lo que hiciste?

—Ugh, ¿Airy? Sorprendente —bromeó Ren, dándome un codazo con suavidad.

No puedo más.

Tragué saliva, aguantando la respiración.

—¿Qué tal estás? Se te ve mejor. —Me miró de arriba hacia abajo.

—¿Qué vas a ver si llevo ropa holgada? —cuestioné de la forma más seca posible.

No quería tener esta conversación, menos con él.

—Airy... —Entrecerró los ojos.

—Profesor Scott —escupí, disgustado.

La única razón por la que seguía llamándolo de la misma forma era para que se arrepintiera y se acordara de lo que hizo, si siquiera se había sentido culpable alguna vez en su vida.

—Veo que no os lleváis tan bien, eh —señaló Lilian, intentando aligerar la tensión del ambiente.

—Bueno, no sé qué pensará él, pero era mi alumno favorito.

Si hubiera sabido lo que implicaba, jamás habría querido serlo.

—No puedo decir lo mismo. —Me encogí de hombros, sintiendo náuseas.

—Airy —susurró Ren, tirando de mi ropa—. ¿Por qué estás así?

Mientras que el trío siguió con sus asuntos, yo comencé a alejarme, ignorando a Ren, quien me siguió torpemente hasta el ascensor.

Le di al botón del tercer piso y me crucé de brazos, apoyándome sobre el espejo para intentar disimular el temblor de piernas.

—Airelle... Airy —me reprochó Ren—. ¿Qué ocurre? ¿Tan mal profesor fue Henry?

—No lo sé.

—Airy...

—Puedes llamarme Airelle.

Él se quedó callado durante unos instantes.

—Airelle —pronunció con cariño—. ¿Por qué solo me dejas a mí llamarte así?

—Porque me apetece.

—Qué seco —se quejó.

—Porque me gusta como suena en tus labios —confesé finalmente.

Se quedó con la boca abierta y, al llegar al piso, salí sin mirar atrás.

—¡Espera, Airelle! Te veo muy sincero últimamente —murmuró.

—Siempre soy sincero.

—Mentira.

—Yo no miento.

—Ah, ¿no?

—No me gusta que me mientan, así que no lo hago.

Me acerqué a uno de los sofás, sentándome para aliviar los mareos.

Voy a vomitar.

—¿Nunca has mentido?

Entrecerré los ojos.

—Lo he hecho, muchas veces.

A mí mismo, cada día de mi vida.

—Entonces, ¿por qué dices que no mientes? —Me sacó la lengua.

—No comencemos con las discusiones. —Intenté sonreírle.

—Oye, Airelle, ¿te encuentras bien? —Ren hizo un puchero y se fue acercando a mí cada vez más—. Estás muy pálido.

No, no me toques, no ahora.

Ren puso su mano contra mi frente, tomando mi temperatura.

—Aléjate, Ren —pedí.

—¿Eh?

—Por favor.

Quiero llorar.

—Airy...

Lo aparté de un empujón, levantándome para vomitar en la papelera más cercana.

No pude aguantar más.

El ardor de mi garganta no desapareció ni cuando lo solté todo.

Me senté, apoyando mi cuerpo contra la pared, observando el techo.

—Te dije que te apartaras. —Me cubrí los ojos, intentando aguantar las ganas de llorar.

Mi respiración estaba agitada y mis manos temblaban.

—Por Dios, Airelle. —Ren se acercó a mí, preocupado.

Tenía varias servilletas en la mano, que había sacado de la caja que había sobre la mesa.

—Déjame en paz.

Pero no me hizo caso. No me hizo caso y lo agradecí, con todo mi corazón.

—¿Puedo tocarte? —preguntó tímidamente.

Dejé caer mis manos en los costados de mi cuerpo, observándolo con lágrimas en los ojos.

Eres lamentable, Airelle.

¿Qué debía estar pensando Ren? Probablemente, no se querría acercar a mí nunca más.

¿Y si había visto el horror dentro de mí?

—Adelante.

Ren me limpió la boca y después secó mis lágrimas delicadamente. Acarició mi cabello, apartándolo de mi cara.

—Lo siento —se disculpó.

—¿Por qué?

—Debí obedecer.

Negué con la cabeza.

—No tiene nada que ver contigo.

—¿Seguro? —Acarició mi mejilla, pero apartó su mano.

—Seguro —musité, agarrándolo de la muñeca para dejarla donde estaba anteriormente.

¿Por qué eres tan cálido, Ren?

—Airy... —Dejó un beso sobre mi frente.

—Ren...

—Todo va a estar bien —aseguró—. No te dejaré solo.

Y eso fue todo lo que necesité para romper en llanto.

Ni siquiera me acordaba de cuándo había sido la última vez que había llorado delante de alguien; tal vez cuando tenía dieciséis años, delante de Niss. Pero de eso ya habían pasado más de ocho años.

Ren se quedó paralizado hasta que me rodeó con sus brazos. Me dejó hundir mi cabeza en su cuello, mientras seguía aguantando las náuseas.

Me sentía tan profanado, tan usado.

—No me dejes —pedí como un niño pequeño.

Era humillante, pero al mismo tan reconfortante; la posibilidad de pedir algo sin ruegos ni súplicas.

—Estoy aquí, no me iré.

No tenía ganas de moverme, mucho menos todavía de ir a la reunión.

Cerré los ojos, disfrutando de la embriagadora calidez de Ren.

¿Y si se entera de que te drogas?

Me aferré con fuerza a la tela de su ropa.

¿Por qué me desesperaba la idea de perder a Ren aún cuando no era nadie en mi vida ni yo en la suya?

—No quiero que me vean.

—Nadie te verá, Airy.

—No quiero ir a la reunión.

—Acabas de vomitar, ni de broma te dejo entrar a esa sala.

—Me regañarán.

—No si yo lo hago antes.

—¿Por qué lo harías?

—Porque, aunque no lo parezca, me importa tu salud, Airelle.

—¿Sí?

—Sí. —Ren me sujetó por las mejillas—. Así que no irás a esa reunión con la fiebre que tienes.

—¿Fiebre?

—¿No lo has notado? Tu temperatura es elevada, Airelle.

Negué con la cabeza, mirándolo a los ojos.

De alguna forma, no me importaba que él me viera en un estado tan lamentable, porque Ren no me iba a juzgar, ¿verdad?

Secó los rastros que habían dejado mis lágrimas sobre mi rostro con sus dedos pulgares.

—Caleb me obligará a ir.

—Caleb me la va a...

—¿Qué he hecho yo ahora? —cuestionó el mencionado, apareciendo por el ascensor.

Ren se relamió los labios.

—Airy acaba de vomitar, no puede ir a la reunión —explicó con rapidez.

—¿Airy? ¿Vomitar?

—Sí, y creo que tiene fiebre.

Caleb se acercó y también puso una mano sobre mi frente.

—Madre de Dios, ¿por qué has venido a trabajar así, Airelle?

—Estaba bien. —Sorbí mi nariz, volviendo a ocultar mi rostro en el cuello de Ren.

—Hay que llevarte a la enfermería.

—No.

—Tienes que descansar —insistió.

—Puedo hacerlo en el estudio.

—Pues déjame llevarte al estudio.

—No quiero.

—Airy... —pronunció con un tono de advertencia.

—Ren tiene que acompañarme.

—Ren debe estar ocupado, no seas caprichoso.

—De hecho, estoy libre hasta que acabe vuestra reunión y sea el turno de la mía —masculló tímidamente este.

—Pero no quiero molestarte con Airy...

—No, no, no. No te preocupes, me encargo yo. Ya debe ser la hora de tu reunión.

Caleb miró el reloj de su muñeca, abriendo mucho los ojos.

—Entonces, te lo dejo a ti.

—Sí, sí.

El rubio corrió rápidamente hasta el final del pasillo y dobló la esquina, desapareciendo. Después de eso, Ren se levantó y me ofreció una mano.

—No quiero.

—Airelle, levántate, anda. Te llevo al estudio.

—No.

Me encogí de hombros, abrazando mis rodillas.

—Airelle, cuando lleguemos al estudio, te prometo que no te molestaré más y te dejaré descansar en paz.

—No quiero ir al estudio.

—Te llevo a mi despacho —propuso.

—No quiero molestar.

—No lo harás —bufó—. Ya has visto cómo Tomi ama tu compañía.

—Me mira con asco.

—¡Es su expresión natural! —rió por lo bajo—. Dame la manita.

Sorbí mi nariz, obedeciendo. Lo seguí como si fuera un niño pequeño. De espaldas, Ren se veía más bajito y pequeño de lo que ya lo era. Y parecía inalcanzable; inalcanzable para alguien como yo.

Mientras que él era todas las cosas bonitas y brillantes de este mundo, yo solo era un cúmulo de caos y horror.

¿Quién querría permanecer al lado de algo así?

Cuando llegamos a nuestro destino, me tumbé en el sofá de Ren, acurrucándome entre los cojines. Entonces, él sacó una manta y me cubrió con ella.

—¿Por qué? —pregunté.

¿Por qué me cuidaba? ¿Por qué se tomaba las molestias? ¿Por qué se quedaba a mi lado?

—Obviamente porque tienes que descansar mucho —resopló, tirando de una palanca al lado del mueble, convirtiéndolo en un sofá-cama.

No me refería a eso, Ren.

—No quiero descansar.

—¿Hay algo que quieras? —Frunció el ceño, ya molesto.

—A ti.

Lo vi morderse el labio inferior antes de acercarse a mí y tumbarse a mi lado.

—No puedes tenerme a mí. —Hizo un puchero.

—¿Y eso por qué? —Rodeé su cintura con mis brazos.

—Porque no soy un objeto —bromeó.

—Ya lo sé.

Él acabó por girarse para mirar el techo, aún en mis brazos.

—Airy, cuéntame algo —pidió.

—Parezco un cuentacuentos.

—Porfi. —Hizo un puchero y batió las pestañas.

¿Qué podía contarle a Ren? ¿Tenía que ser algo personal o algo superficial? ¿Una tontería o una realidad?

—No tengo un mejor amigo como todo el mundo.

Él entrecerró los ojos.

—¿Y eso?

—La vida es cruel —dije.

—¿Y cómo vives sin alguien en quien confiarle tus secretos más íntimos, contarle sobre tu vida...?

Un nudo se instaló en mi garganta.

—Porque todo lo que tenía que decir, ya se lo confesé a quien necesitaba saberlo —revelé.

—¿Todo?

—Todo —afirmé.

—¿Y a quién se lo dijiste si no tienes mejores amigos?

—A mi mejor amigo —respondí rodando los ojos.

—Pero me acabas de decir que no tienes...

—Ren, tuve uno. —Esbocé media sonrisa—. Ahora ya no tengo.

Él arrugó la nariz.

—¿Dejasteis de ser mejores amigos?

—No, nunca dejaría de ser su mejor amigo.

—¿Y cómo es eso de que ahora no tienes mejor amigo...? Oh. —Se quedó en silencio.

Inesperadamente, se volteó y me rodeó con sus brazos para apretarme con fuerza.

—¿Has adivinado ya o lo voy a tener que decir en voz alta?

Silencio.

—¿Está muerto...?

Cerré los ojos durante un largo rato antes de abrirlos para asentir.

—Bajo tierra. Enterrado.

—Gracias por los detalles —masculló—. Totalmente necesarios.

—De nada, hombre, es un placer —reí.

A Ren no pareció hacerle ni pizca de gracia, porque se quedó con una expresión seria.

—Lo siento —musitó—, he sido muy entrometido.

—Qué va. Da igual.

—Es que, no me lo esperada —balbuceó.

—Que no importa —sonreí, hundiendo mi rostro en su cuello.

Ren olía a flores y a todo lo bueno que existía en Solaris. Me comenzaba a agradar la ciudad, a pesar de que nunca había sido mi intención quedarme a vivir por mucho tiempo.

—De verdad lo siento, Airy, entiendo tu dolor. —Sus ojos se cristalizaron.

—Dios, Ren, ¿por qué llorarías por una tontería así?

—¿Cómo no lo haría? La muerte nunca es algo de lo que reírse —apuntó.

—Fue hace cinco años, Ren-Ren.

—¿Y?

—La vida va y viene. Si llorase cada día por su muerte, su fantasma vendría para obligarme a seguir viviendo.

¿Cómo puedes decir eso cuando te estás matando? ¿De qué sirve que no llores si al final acabarás igual que él?

—Obviamente, no tienes por qué llorar todos los días, pero todos esos recuerdos... E-es i-imposible que los puedas olvidar como si nada —titubeó.

—Quién dijo que los haya olvidado, Ren.

—¿No lo has hecho?

Negué con la cabeza, subiendo ligeramente mi sudadera junto a mi camiseta para mostrarle de nuevo el tatuaje que me hice con el nombre de Niss. Se perdía por debajo de la cinturilla de mis pantalones, pero se leía a la perfección lo que ponía.

—Lo tengo tatuado.

Él estiró sus dedos, acariciándolo por encima; un escalofrío me recorrió todo el cuerpo.

—¿Niss no era tu hurón?

—Y también mi mejor amigo muerto.

—¿Llamaste así a tu hurón por él...?

—Sí. Me sirve para pensar que sigue entre nosotros.

Se quedó callado durante unos instantes, pensando.

—¿Puedo preguntar... por qué murió?

Me encogí de hombros, volviendo a abrazarlo.

Cálido.

—Una enfermedad.

—¿Cuál?

—No lo sé.

—¿No?

—Sí lo sé, pero finjo que no —confesé.

—Airelle...

—Te puedo decir que encontraron una cura temporal un año después de que se muriera... Y que era una enfermedad muy rara.

Me mordí el labio inferior, sintiendo por primera vez algo romperse en mí. Jamás me atreví a admitirlo en voz alta, pero la impotencia y culpa habían sido mis acompañantes más cercanos los últimos años. Ahora ya daba igual. Hacía tiempo que para mí había perdido sentido muchas cosas.

—Dios, Airelle, lo siento mucho.

—Ya te he dicho que no digas eso.

—Lo sien...

—Recompénsame contándome algo tuyo —lo corté, no queriendo escuchar de nuevo esas odiosas palabras.

Lo vi tragar saliva.

—¿De qué estilo?

—¿Tú tienes mejores amigos? Aparte de Samantha y Maxwell, digo.

Se quedó en silencio.

—Sí, varios...

—Eso es bueno —reí por lo bajo.

—Uno se suicidó.

—Guau.

—¿Cómo que "guau", Airelle? ¿Eres un perro?

—No sé qué decirte.

—Solo faltaba que te rieras —bufó.

—¿Quieres que lo haga...?

—¡No! —replicó espantado.

—Perdón, es que estaba procesándolo.

Ren me observó durante unos segundos antes de comenzar a carcajear.

—Eres un idiota, Airy. Al menos no has hecho que sea algo triste que decir.

—¿De nada?

Él volvió a dejar un beso en mi frente.

—Es un secreto que no le he contado a nadie, así que guárdamelo, ¿vale?

—No se lo has contado a nadie... ¿excepto a mí? ¿Por qué harías eso? —cuestioné.

—Confío en ti, Airelle.

—¿Por qué harías eso? —insistí.

—Porque eres tú. No sé, ¿debo tener más razones?

Me senté, liberándome de su agarre.

—No puedes confiar en alguien al que conociste hace menos cuatro meses.

El pánico me inundó.

—¿Y por qué no puedo? —Me miró, ofendido, sentándose también.

—Porque no nos conocemos. No sabes nada de mí. No sé nada de ti.

—Sé muchas cosas de ti —refutó.

—Eres muy ingenuo, Ren.

—¿A qué viene esto de repente?

—No puedes confiar en mí; no soy buena persona.

—¿Y por qué no eres buena persona? —suspiró.

—He hecho muchas cosas malas, Ren.

—No me importa lo que hayas hecho en el pasado, Airy.

—Hay algunas que ocurrieron hace poco —mascullé.

—Airelle, ya te he dicho que no me importa.

—No puedes decir eso cuando no sabes qué he hecho.

—¿Has matado a alguien? —Me sujetó por las mejillas.

—No.

—Pues no es tan grave.

—¿Y si le he arruinado la vida a alguien? ¿Y si he...?

En un rápido movimiento, Ren me tumbó contra el sofá y se sentó sobre mí, a horcajadas.

—No me has hecho nada a mí, así que no me importa.

—¿Y por qué...?

—Porque tú eres mi amigo, esa otra persona no —me interrumpió.

Aunque parecía una estupidez, no sabía por qué me reconfortaban tanto sus palabras.

No quería que Ren supiera qué tipo de persona era, no ahora.

Y lo recordé; recordé por qué esas palabras consolaban tanto a mi triste y despedazado corazón: Niss había dicho algo similar. Sin embargo, Ren no tenía nada que ver con él. No se parecían en lo más mínimo, ni siquiera en personalidad, pero una parte de mí estaba reprochándome para que por fin tomara una jodida decisión.

Tiré de su ropa, atrapándolo para estrecharlo entre mis brazos.

—Gracias por haber aparecido en mi vida, Ren-Ren —sonreí.

Una agradable calidez se instaló en mi pecho.

—De nada —bromeó, imitando mi usual tono sarcástico.

¿Por qué la existencia de Ren me hacía tan feliz?

---

Este es uno de mis momentos humildes en donde admito que me dormí cuando debía actualizar, pero bueno, lo hice KLASHDLAS. Todo a su tiempo.

Esta vez podemos ver que Airy se está despedazando ante Ren-Ren :D. Pero claro, no podemos solo hablar de Airelle cuando en el siguiente capítulo Ren confiesa un par de secretitos c:

Me ha costado escribirlo porque Ren es mi protegido. Sin embargo, la forma de convertirse en uno de mis protegidos no es divertida y os daréis cuenta jajan't.

Y bueno, de aquí en adelante no todo es tragedia, yay. Pero en los siguientes capítulos pasan cositas felices y románticas, para que no acabéis en depresión como yo, ah.

En fin, besitos de medianoche y nos vemos el viernes de la semana que viene :P.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro