Capítulo 24: El recuerdo de aquel oscuro abismo.

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❝ Home is wherever I'm with you ❞

Airy.

Año nuevo, propósitos nuevos, suelen decir. Año nuevo, mierdas nuevas era lo que yo repetía constantemente.

Nunca antes había querido tanto que me golpearan la cabeza contra la pared hasta ese momento, y eso que ya lo había experimentado numerosas veces.

—Nos encantaría que Airy formase parte de la próxima campaña de San Valentín de Sterling & Sol. —dijo finalmente la directora Sterling tras dos insoportables horas de presentación.

—Creo que es una idea que hay que reflexionar —sonrió falsamente Caleb—. Un escándalo sobre la gente con la que Airy sale o no sale, podría fastidiar la promoción del próximo disco de marzo.

Se veía cómo, implícitamente, esa sonrisa significaba que no le gustaba nada esa propuesta.

—Viendo los recientes rumores con Ren y la reacción del público, podría colaborar con nuestro embajador —siguió ella, ignorando al rubio—. Se ve que son buenos amigos, así que no veo ningún problema.

—Pero eso aumentaría los ya existentes rumores y sería como "confirmarlo" —señaló mi mánager.

—¿Eso no es algo bueno? —inquirió el director Blish de la nada—. Desde que están juntos, ambos han tenido mejor reputación.

Pude ver su cara de satisfacción, diferente a la mía y la de Caleb. No es que me molestara lo de la campaña, no, me importaba entre poco y nada. Estaba más ocupado centrado en cómo me sentía más desgraciado y miserable que de costumbre. Tal vez, solo era la abstinencia, pero el dolor de cabeza me estaba inutilizando las pocas neuronas que me quedaban después de años de adicción.

—Buenísimo —afirmó Caleb irónicamente—. Airy aún es joven en la industria. No sería para nada fácil lidiar con los fanáticos de un actor de la talla de Ren.

—No veo que eso sea realmente un problema. A todos parece gustarle la inventada relación que han creado en redes. —Se encogió de hombros.

—Eso si no cuentas los miles de comentarios insultándome, diciendo que solo me estoy aprovechando de la fama de Ren —indiqué, apoyando mi frente sobre la mesa.

—Y si no, puede ser con Char —sugirió la directora Sterling.

—¿Char? —Fruncí el ceño.

Prefería a Ren. Ni siquiera me acordaba de quién era Char, aunque su nombre sí me sonaba.

—El hijo de la directora —susurró Ren, dándome una patadita por debajo de la mesa.

—Ah, ese. —Mentira, no me acordaba.

—Sí, debiste conocerlo en la fiesta de año nuevo. Es un buen chico, trabajador y responsable.

Ah.

—Si soy sincero, me da igual, porque sé que mi opinión no será tomada en cue... ¡Auch! —El pisotón de Caleb casi me hizo desmayarme.

No solo tenía que aguantar las náuseas y el dolor de cabeza, sino la sensibilidad de mi cuerpo, la cual según yo, había perdido hacía tiempo. Ahora, cada vez que me movía o me golpeaban con una mínima fuerza, me dolía como un jodido infierno.

—¡Podrían estar juntos los tres! —sonrió el director Blish—. Me gusta la idea del triángulo amoroso en las campañas: "¿Con qué amante se quedará?" "¿Es el amor equivalente a una joya?"

—No creo que ese eslogan atraiga mucho, director Blish —musitó Caleb.

—No importa. Si de todas formas, Ren y Airy ya han trabajado juntos, ¿hay algún problema con eso, Ren? —cuestionó el padre de Nick con una ceja alzada.

—No, señor. A mí me parece bien.

—Pues ya está. Solo tendréis que acomodaros con Char, pero es un chico excelente, así que no pasa nada —concluyó este.

Me sujeté la cabeza, acariciando mis sienes y arrepintiéndome de cada una de mis recientes decisiones. Sentía que no había hecho nada bien desde hacía tiempo.

—Bien, entonces, ¿así quedamos? ¡San Valentín está a la vuelta de la esquina! Hay que comenzar con los preparativos —celebró la directora Sterling.

Su voz era tan jodidamente aguda e insoportable, maldita sea. Esperaba que la de su hijo no se pareciera porque, si no, iba a acabar estampando mi cabeza contra algún mueble.

Son solo dos semanas, Airelle.

—¿Y a Airy no le vais a preguntar? —interrumpió Caleb—. Digo, ya que queréis que todos se sientan bien...

—Pues preguntémosle. —El director Blish dirigió una mirada hacia mí.

—Lo que sea está bien —gruñí—, mientras esta reunión acabe ya.

—¡Airy! —me regañó Caleb.

—Mi cabeza está a punto de implosionar y lleváis dos horas discutiendo lo mismo.

—¿Por qué has venido estando enfermo? —me reprochó.

—No estoy enfermo —bufé, cruzándome de brazos—. Además, no tengo el lujo de poder tomarme días libres cuando vamos a sacar otro disco en marzo.

Ren, a mi lado, me miró con pena y, por debajo de la mesa, me dio un apretón de consuelo en el muslo.

—Lo estás haciendo bien —susurró.

—¡Tú insististe en querer sacarlo el día de tu cumpleaños y el resto te apoyó! Lo dices como si nosotros te hubiéramos obligado.

—No discutamos ahora. Si todo ha quedado aclarado ya, podéis iros mientras vuestros representantes se queden. —El director Blish parecía totalmente satisfecho con el resultado de la reunión.

Eso fue suficiente para que me levantara y saliera por la puerta a la velocidad de la luz, despidiéndome con la mano y un escueto: "adiós".

—Espera, Airy. —Ren me siguió, tomándome por la muñeca.

—Espero. —Me detuve al instante, sintiendo su cuerpo chocar contra mi espalda.

Probablemente, esas pequeñas acciones serían el máximo contacto físico que tendría con él durante un largo rato.

—¿Auch? Pero no te pares de la nada —se quejó, acariciándose la nariz y mejillas.

—No has especificado. —Me encogí de hombros.

—Idiota —masculló—. ¿Tienes algo que hacer ahora? ¿Estás ocupado?

—No mucho.

—¿Y si te vienes a mi despacho? —sonrió con inocencia.

—¿Para qué iría? —Esbocé media sonrisa.

—¿Para descansar? —Ni siquiera él parecía seguro de su propia respuesta.

—Eso lo puedo hacer en mi estudio.

—Ya, pero para que no estuvieras solo... —Hizo un puchero involuntario.

—Pensaba que teníamos que mantener la distancia. —Incliné ligeramente la cabeza,

—¡Solo te estoy ofreciendo ayuda! —Se cubrió el rostro, sonrojado.

—Cualquier cosa que me libre de escuchar una estridente voz como la de la directora Sterling me parece bien.

—La voz de la directora no es para tanto.

—Es capaz de perforar mi tímpano si la agudiza un poco más. —Chasqueé la lengua.

—Eso no debe ser físicamente posible —rió Ren.

—No la retes, que me acabaré quedando sordo —resoplé.

Metí mis manos en los bolsillos de mi pantalón y lo seguí. Al llegar, me tiré a su cómodo sofá, cerrando los ojos para descansar un rato. Llevaba sin dormir aproximadamente dos días.

—¿Y tú? ¿No tienes nada que hacer? —pregunté.

—Estudiar un guion, pero solo eso.

—Lo dices como si fuera lo más sencillo del mundo. —Hice una mueca—. ¿Nueva película?

—Serie —me corrigió—. Es fácil para mí.

—Ah, el prodigio de la actuación —me burlé—. ¿De qué trata?

—Serás idiota... Es un romance adolescente.

—¿Adolescente? —Alcé una ceja—. No sé, no te veo siendo un adolescente.

—No te atrevas a hablar de mi edad —carcajeó.

—Lo dices como si no estuviera en internet.

—Y tú lo dices como si fuera un anciano. —Me miró mal.

—Oye, no es verdad. Tienes veintiséis años, no ochenta y uno.

—Pues ha sonado lo contrario. —Se acercó, sentándose sobre el reposabrazos del sofá.

—Jamás. Tengo solo dos años menos que tú, estaría ofendiéndome a mí mismo. —declaré—. Y aunque fueras un viejo, en mi opinión, serías el viejo más lindo de Solaris.

Él se sonrojó.

—Ugh, cállate. Siempre tan idiota. Es bueno ver que no se pierden las costumbres. —Hundió sus dedos en mi cabello—. ¿Te sientes muy mal?

—Solo miserable, con ganas de vomitar y a nada de estampar mi cabeza contra tu estantería, pero bien, como todos los días.

—Mierda, Airelle, ¿estás seguro de hacer esto?

—Te lo prometí —le recordé.

—Aunque digas eso...

—Yo no rompo mis promesas —lo interrumpí.

—¿Merece la pena arriesgar tu vida por esa promesa?

—Mierda, Ren, mereces toda la jodida pena, ¿vale? Así que cállate, no me harás cambiar de opinión.

Coloqué mi brazo sobre mis ojos. No quería ver su reacción. No quería volver a vislumbrar la decepción en su mirada. Había sido horrible, como si lo hubiera traicionado de la peor de las formas existentes, Como si todas las expectativas que tenía sobre mí se hubieran derrumbado como una mera ilusión. No quería perder todas las esperanzas. Me negaba a ello.

No sabía cómo estaba siendo verdaderamente la situación para él, pero yo no podía evitar preguntarme todo el rato qué pasaría si fallaba: ¿realmente me abandonaría? ¿Me odiaría de por vida? ¿Me repudiaría?

Mierda, le había dado el poder de romperme el corazón y, aun así, él se negó y decidió cuidar de mí. Ren definitivamente era todas las cosas bonitas de Solaris.

Sentí una ligera presión sobre mis labios que me sorprendió, por lo que aparté rápidamente mi brazo, pudiendo ver cómo Ren se había inclinado para besarme.

—Pensé que no teníamos que tener contacto físico excesivo —murmuré sobre su boca.

—Cállate, solo es un segundo —ordenó.

Deslizó su mano hasta mi mejilla, acariciándola suavemente, con cariño y después se separó.

—¿Qué ha sido eso? —sonreí tontamente.

—Considéralo un... premio por tu comportamiento.

—¿Acaso soy un perro? ¿Guau?

—¡No! —rió—. Solo tómalo como motivación. Cuanto más duro trabajes, mejor será la recompensa.

—¿Eso significa que me besarás de nuevo si aguanto?

—¿Tal vez? ¡Pero no te confíes!

Carcajeé, asintiendo.

—Entonces, me toca comportarme bien.

—¿No tenías sueño?

—Un poco, ¿por?

—¿Quieres dormir en el sofá? ¿Saco la mantita?

—Estoy bien, tranquilo.

Ren no me hizo caso y sacó la manta, cubriéndome con esta. Luego, agarró un montón de papeles y se sentó en donde iba mi cabeza en un inicio, para unos segundos más tarde colocar un cojín sobre sus piernas y obligarme a tumbarme en su regazo.

—Descansa bien, ¿vale?

Me sorprendí a mí mismo, notando que ni siquiera me quedaban fuerzas para responderle y que, en apenas segundos, caí por completo.

—¿Te ha sentado mal la comida? —preguntó Mya, abultando su labio inferior.

Me sujetó la cara por las mejillas, analizándome. Luego posó el dorso de su mano en mi frente para tomarme la temperatura.

—No pasa nada.

—Acabas de vomitar hasta tu alma y estás febril. —Se cruzó de brazos.

—El alma no existe. —Lo abracé, tumbándome sobre él.

—Airy, no habrás estado bebiendo, ¿verdad?

—No, llevo sobrio desde la fiesta de Año Nuevo. No más alcohol para mí hasta dentro de mucho tiempo.

Acarició mi cabello mientras apoyaba mi cabeza en su pecho. Me agradaba la calidez de Mya, la sensación de ser cuidado y que todo estaría bien para mí.

—No te sobresfuerces en exceso, ¿vale?

—Acepto.

Mya rió antes de levantarse y dejarme en el sofá.

—¿Sabes dónde están los auriculares?

—Al lado de mi bajo —murmuré con mi cara hundida en un cojín—. ¿Vas a ensayar?

—Un poco.

—¿Y eso?

—Para ser sincero, he escuchado el rumor de que si seguimos manteniendo nuestros números y ventas, además del puesto en las clasificaciones, tal vez nos preparen una gira. —Intentó contener su emoción.

Yay —respondí yo.

—¿Ya lo sabías?

—No.

—¿Entonces? ¿Por qué tan insulso?

—No puedo ni siquiera procesar la información con las pocas neuronas funcionales que ya tenía, imagínate ahora sin ellas.

—¿Tú? ¿Neuronas? —bromeó.

—Compartimos genética —repliqué.

—¡Cállate!

—Has comenzado tú —sonreí, girando mi cabeza hacia él.

—Te odio.

—Me amas.

—Insoportable.

—Enano.

—¡Rascacielos!

—Pitufín.

—Ya están discutiendo otra vez —suspiró Tyler con aires de madurez al entrar al estudio junto a Lyle.

—¡Tyler! Airy se está metiendo con mi altura. —Mya hizo un puchero, abalanzándose sobre el teñido.

—Deja en paz a la gente de estatura media, gigante. —El teñido me miró mal.

—Ah, pero para cuando necesitas usarme de maniquí para darle regalos a Elián no dices nada, envidioso. —Le saqué la lengua.

—¡Son otros asuntos!

—Airy, te recuerdo que todos medimos alrededor de uno setenta y tú eres el único que supera el uno noventa —comentó Lyle.

—Haber crecido —sonreí con suficiencia.

—Sujetadme antes de que le corte los pies —gruñó Tyler.

—Qué miedo, el enano me va a robar los zapatos —me burlé.

—Imbécil —escupió él, sacándome el dedo del medio.

—Qué insulto más dolo...

—¡Airy, Mya! Alguien os busca abajo —informó un chico, irrumpiendo de golpe en el estudio.

—Ugh, ¿es urgente? —Hice una mueca.

—Sí.

Mya y yo compartimos una mirada de confusión, pero seguimos a la persona. Parecía uno de los que trabajaban en recepción. Bajamos por el ascensor hasta la planta baja, donde había varias personas reunidas que seguramente estaban charlando trivialmente.

—Está sentada en los sofás de la entrada —indicó, antes de irse y dejarnos tirados.

—¿Quién crees que pueda ser? —Mya estaba nervioso. Se notaba por la forma en la que jugueteaba con sus dedos.

—Alguien. —Me encogí de hombros—. Solo espero que de verdad sea urgente.

—Y lo es —bufó una voz a mis espaldas.

Me giré velozmente como si de instinto se tratase. Fruncí el ceño, tirando de Mya para que se quedara detrás de mí.

—¿Qué haces aquí? —cuestionó Mya con pánico.

—Asuntos familiares —dijo—. ¿Por qué me miráis como si os fuera a atacar?

Una sonrisa sarcástica se extendió por su cara. Obvié su expresión, viendo cuánto había crecido desde la última vez que nos habíamos visto.

—Eira —pronuncié con lentitud.

Era idéntica a Mya, por no decir que literalmente era una copia femenina de él.

—Airy —repitió con burla, cruzándose de brazos.

—No creo que tengas derecho a llamarnos familia.

—Una pena que compartamos sangre. —Inclinó su cabeza hacia los sofás—. ¿Nos sentamos para charlar o vais a quedaros de pie todo el rato? Ha sido un viaje cansado.

—Con esos tacones, ¿cómo no? —Rodé los ojos.

Sentí cómo las palpitaciones de mi corazón hacían eco en mi cabeza. Era insoportable.

—Tan amoroso como siempre, hermanito. —Se sentó de forma elegante, poniendo una de sus piernas encima de la otra.

—Contigo, siempre —sonreí falsamente.

Mya estaba temblando, así que decidí dejar que se quedara tras de mí. Él no tenía por qué revivir todo de nuevo.

—Bien, voy a ser directa porque te veo capaz de dejarme a medias.

—Qué bien me conoces —ironicé.

—Mamá tiene cáncer.

Silencio.

—¿Qué? —jadeó Mya.

—Está en quimioterapia y estamos haciendo todo lo posible para las otras terapias...

—¿Pero?

—¿Qué? —Ella fijó sus ojos en mí.

—Si vienes aquí, dudo que sea para informarnos amablemente de que nuestra queridísima madre se está muriendo —gruñí.

—Necesitamos dinero.

—Necesitáis dinero —repetí ferozmente—. ¿Y qué coño quieres que hagamos nosotros?

—Es nuestra madre. —Eira se mantuvo firme.

—¡Madre que nos echó de casa!

—¡Ella solo necesitaba...!

—¿Necesitaba qué? ¡Adelante! Dilo, a ver si lo puedo entender. —Me levanté, furioso.

Habíamos comenzado a llamar la atención.

—Sabes que no fue criada en la mejor de las condiciones, Airelle. —Me imitó.

—¡Fue tu culpa que nos echaran, Eira! —la acusé.

—¡Lo hice por vuestro bien!

—Oh, vaya, sí, seguro.

—¿¡Te crees que me gustaba ver cómo mamá consumía a Mya día a día!? ¡No entiendes la tortura que fue para mí ver cómo mi hermano mayor se apagaba poco a poco!

—¡Pero jamás lo ayudaste! —exclamé.

—¡Tenía quince años! ¡Nunca me incluiste en nada! ¡Erais Mya, Niss y tú, pero nunca yo! —elevó el tono—. No te atrevas a reclamar ahora cuando tenéis tan buena vida, mientras que yo me tengo que comer la actitud de mierda de mamá.

—Entonces, haberla abandonado. Es lo que se merecía, es lo que se merece —siseé.

—No puedo dejarla sola —dijo Eira.

—Ese es tu problema. —Agarré a Mya por el brazo, quien parecía aún impactado. Tiré de él para irnos—. No nos metas en tu mierda ahora.

Mya echó varias miradas hacia ella mientras la dejábamos atrás.

—Airy...

—Déjala.

—Solo tiene veinte años.

—¿Y? Fue lo suficientemente mayor para joderte la vida.

—Lo hizo por nosotros.

—Eres ingenuo, Mya.

—Y tú demasiado desconfiado. —Mya se deshizo de mi agarre—. Podríamos escucharla.

Las puertas del ascensor se abrieron, apareciendo Tyler y Lyle tras ellas, charlando con Ren. Los tres parecían estar riéndose de alguna broma que había soltado el primero.

—Escúchala tú. Yo me niego.

—Airy, por favor —suplicó Mya.

—Tú eres quien siempre ha tenido un corazón más blando, Mya.

—Y Eira y tú siempre habéis sido más calculadores.

—¿Y?

—Solo escuchémosle, Airy. —Mya me sujetó por la muñeca, rogándome con la mirada.

Solté un largo suspiro, mirando hacia Eira, quien seguía de pie, observándonos. Pareció estar debatiéndose por decir algo antes de abrir la boca y murmurar:

—Papá está muerto.

Silencio de nuevo.

Me acerqué a ella a pasos lentos.

—¿Qué has dicho?

—Papá está muerto.

—¿Cuándo?

—Dos años después de que abandonarais la casa, sufrió un accidente de coche y murió de camino al hospital. —Las lágrimas se acumularon en sus ojos—. Entiendo que mamá y papá nunca serán unos padres ejemplares, pero, por lo menos, no quiero dejarla sola en sus últimos momentos.

Y me dio rabia. Me mordí el labio inferior, aguantando las ganas de espetarle todas sus verdades, todas mis quejas, la realidad tras esa madre que ella estaba defendiendo.

—No voy a ofrecerle ni una ayuda a esa mujer —declaré.

—¡Airelle!

—Dile que la veré en el infierno al que me destinó —escupí, caminando hacia la salida del edificio.

Me negaba a seguir en Blish Records. Prefería volver a casa y seguir sufriendo allí.

—¡Espera, por favor! —gimoteó Eira—. De verdad, lo siento, ¿vale? Si estás enfadado por lo que pasó, lo siento. Nunca quise que me odiarais. Pensé que era una forma de ayudaros.

Ella intentó agarrarme del brazo, pero yo la aparté, haciendo que cayera de rodillas ante mí. Mya me miró con horror mientras se agachaba junto a ella.

—No puedes esperar que la trate bien cuando arruinó mi vida.

—¡No puede haberte arruinado la vida si ahora vives tan feliz! —rebatió, sollozando y levantándose con la ayuda de Mya.

—Feliz... —Chasqueé la lengua—. Curioso.

—Airelle, por favor. Solo necesito el dinero para hacerla feliz unos últimos momentos y te dejaré en paz para siempre.

El cuchicheo de las personas comentando la escena fue doloroso. Ver la sorpresa en el rostro de Ren también lo fue. Y tuve ganas de llorar, de vomitar, de gritar. Solo quería huir y salir. Detestaba el cosquilleo de debilidad que estaba avanzando por mi columna hasta llegar a mi cuello. Apreté los puños.

—¿Cuánto? —cedí.

—¡Eira! —chilló una voz que reconocía a la perfección. Ni siquiera opacada por las otras era más fácil de escuchar.

Char y Nelly se acercaron a ella, revisando que estuviera bien.

—La has traído —señalé, sintiendo el sabor de la traición en mi lengua.

—No iba a venir sola —masculló.

—¡Ni siquiera sabes el tipo de monstruo que es! —exploté por completo—. ¡No se merece ni uno de los recuerdos de felicidad que crees que necesita!

—Airelle. —Nelly intentó acercarse.

—¡Cállate la puta boca, mamá! —Y no podía describir la increíble sensación de alivio de por fin poder responderle.

—¡No seas maleducado!

No pude evitar encogerme ante el recuerdo de los golpes.

—Tú me educaste así.

—No comiences.

Su aspecto deteriorado fue una señal de que Eira no mentía, pero eso ni siquiera apeló a lo que quedaba de cariño en mí por ella, pero sí caló en Mya, quien estaba llorando, mirando su pálida y delgada figura.

—Mamá... —Él se cubrió la boca, sorbiendo su nariz.

—Mya, cariño. Cuánto tiempo. —Su voz se relajó mientras se acercaba para abrazarlo.

No me dio tiempo a agarrarlo y apartarlo.

Mientras las miradas se clavaban en mí, no pude evitar sentirme engañado. La escena de todo lo que quedaba de mi familia contra mí fue devastadora.

¿Tal vez realmente era mi culpa? ¿Tal vez mi madre siempre tuvo la razón cuando decía que era un desalmado?

Y me rendí. ¿De qué servía luchar contra una fuerza mayor a mí? Todo por lo que había estado esforzándome estos años, se había estado derrumbando poco a poco hasta que solo quedaron ruinas.

—Yo no voy a poner nada de dinero —sentencié—, pero si conseguís engañar a Mya, yo no voy a meterme.

—Airy —pronunció él con tristeza.

—Ya me da igual lo que hagas, Mya. Si tú eres capaz de perdonarlas, bien por ti. Tal vez, siempre tuviste la razón, mamá, yo debí morir en ese asqueroso sótano.

Abrí la puerta de una patada, sintiendo cómo mis mejillas se humedecían.

—¡Airelle, espera! —Ren corrió hacia mí, abrazándome por la espalda.

—No me mires, Ren. Me siento terrible.

—Estará bien —prometió—. No conduzcas en este estado, por favor.

—No quiero estar aquí.

—Lo sé, podemos ir a otro lugar, pero no conduzcas.

—¿Entonces cómo iremos? —bromeé, girándome para corresponder su abrazo.

Ren era cálido. Ren se sentía como el hogar que nunca había tenido. Con él al lado, se contrarrestaba la presión en mi pecho y el dolor en mi garganta.

—P-puedo intentar conducir yo —balbuceó.

Solté una carcajada.

—No hace falta, me quedaré. Podemos ir andando también.

Él sonrió genuinamente.

—Nada que comprometa tu seguridad, ¿vale?

—Está bien. —Asentí, acariciando su cabello.

Quiero besarlo.

—Airy, no te puedes ir aún. —Caleb salió por la puerta del edificio, rascándose la nuca—. Entiendo la fea discusión que habéis tenido ahí adentro, pero tenemos una reunión con la productora de Reminiscencia.

—¿No puedes ir solo tú? —Hice una mueca.

—Ojalá, pero Ren también se tiene que venir.

—Vale —acepté.

—Vamos después de la reunión, no te preocupes —me animó el teñido.

Volví a recepción agarrado de la mano de Ren. No podía parar de temblar y no sabía si era por el miedo, la rabia o la desesperación.

—Airy. —Mya tiró de mi sudadera.

—Dime —dije, más tranquilo.

—¿Qué es eso del sótano?

Tragué saliva. No podía decírselo. Un nudo se había instalado en mi garganta.

—Nada importante —intenté reconfortarlo.

—¿Mamá te encerraba en el sótano? —preguntó con un hilo de voz.

—¿Por qué piensas eso? —Me comenzó a faltar el aire y sentí náuseas.

—Estuve planteándomelo muchas veces —confesó entre lágrimas—. Cada vez que desaparecías de repente, la sangre en las paredes, la prohibición de bajar al sótano y lo que acabas de decir.

Abrí mucho los ojos.

—¿Cuándo...?

—Estaba jugando al escondite con Eira, éramos pequeños y...

El mundo pareció comenzar a girar a mi alrededor, a pesar de que estaba inmóvil en mi sitio. La imagen de Eira ayudando a Nelly a sentarse solo me mareó más.

—Un par de veces —revelé.

—Siempre que dices que ella hizo cosas horribles, ¿a qué te refieres? —insistió Mya.

—Nada —tosí—. Solo...

Tos, tos y más tos.

—Airy, ¿te encuentras bien?

—S-solo necesito aire —inspiré profundamente.

Daba igual. No llegaba el oxígeno a mis pulmones. Seguí tosiendo hasta caer al suelo. Ren se agachó a mi lado, preocupado, intentando sujetarme. Me cubrí la boca con el brazo, sintiendo solo dolor, sintiendo cómo mi interior se desgarraba.

Tomé una gran bocanada de aire inútilmente mientras seguía tosiendo. Hasta Caleb se preocupó.

—Tranquilo, Airelle, quizá es un ataque de pánico. —Ren acarició mi mejilla—. Está bien, te llevaremos a un lugar seguro.

No podía mantener los ojos abiertos. No podía mantener mi cuerpo erguido. No podía respirar. No podía hacer nada.

Tos, tos y entonces, fue vómito. Asqueroso. Encima de Ren y Mya.

—L-lo siento, yo...

Rojo. Era rojo. Mi vómito era rojo. No. Ese no era el color normal.

La respiración de Ren también se agitó mientras analizaba el viscoso líquido.

—Airelle —masculló—. Esto es sangre.

—¡Que alguien llame a la enfermera! —gritó Caleb, sacando su teléfono.

—Airelle, Airelle, mírame. —Ren me sujetó el rostro, con lágrimas en sus ojos.

Siguió hablando, pero no podía escucharlo bien. No podía verlo bien, era como si la estática típica de las televisiones antiguas se hubiera apoderado de mi vista.

—¡No te desmayes, Airelle! —rogó la voz de Ren, quebrada por completo.

Y entonces, todo se convirtió en un oscuro abismo.

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Awinmawe, awinmawe, awinmwe. 

La verdad es que estoy orgullosa de este capítulo. Me gusta cómo está escrito a pesar de lo que pasa JAJADJ. Intento mantener la tranquilidad aunque sé que me van a llegar más amenazas de muerte de las que tengo, pero bueno. En el grupo de Whatsapp ya me han dicho de todo, nada me afecta ahora mismo.

QUE POR CIERTO, muchos me han dicho que querían unirse, así que, si queréis hacerlo, mandadme un mensaje por privado (IG o Wattpad) para pedir el link o sencillamente, me pasáis vuestros números y nombres <3

 ¿Qué habrá pasado con Airelle? /sonríe

Plot twist: cáncer.

NO, MENTIRA.

No diré qué pasa, pero no muere. De verdad, que luego os paniqueais solos.

Podemos hablar de que se han besado jiji en vez del final, así seremos más felices :D.

La aparición de Eira es una sorpresa no tan sorpresiva, honestamente. Se ha revelado parte de por qué hizo lo que hizo, pero eso no es todo. El hecho de que el padre de Airy muriera y que ahora su madre tenga cáncer es curioso. Yo lo llamaría karma o poder del guion JAJAJA. Bromita. Simplemente, es algo que había planeado desde el principio.

¿Por qué simplemente matar a Nelly cuando podía torturarla hasta la muerte?

Una mini explicación del final es que Airy está teniendo un ataque de pánico, pero al mismo tiempo, está débil por la abstinencia c:. Ya luego, podéis ir rellenando las piezas solitos.

Hablando de otros asuntos, ¿qué os ha parecido el capítulo? ¿Opiniones? ¿Teorías...?

Eso sería todo, besitos de media mañana <3. OQM, GRACIAS POR LEER.

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