Capítulo 30: Algo tan grande como lo que siento.

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

❝ When everything, everything, everything you touch turns to gold, gold, gold ❞

Ren.

Está oscuro. Mi habitación, la casa, el mundo. Todo está oscuro y no existe nada que logre iluminar ni un vestigio de este abismo.

—Hay que irse, Serafín. —Mamá toma un par de cosas y las mete en una maleta improvisada—. Antes de que vuelva él.

—Pero mamá...

—¡Date prisa! —ordena.

Y sin siquiera dejar que agarre nada más, tira de mi brazo para llevarme a la puerta y tal vez, escapar de ahí. Sin embargo, nuestro intento es frustrado porque, nada más abrir, la imponente figura de un hombre fornido bloquea el paso.

—No puedo dejarte sola ni un segundo, ¿eh? —Su voz es dulce, pero su tono es tan aterrador como el olor a sangre impregnado en su cuerpo.

—Rouge —pronuncia mi madre, completamente atemorizada—. Yo no...

—Lleváosla. —Su orden es tajante y suficiente para que dos hombres entren a nuestro hogar y se la lleven. A pesar de sus súplicas, no la liberan y la arrastran hasta el sótano.

Entonces, el hombre se agacha a mi altura y las luces del recibidor se encienden. Me dedica una filosa sonrisa y no sé si estoy paralizado del miedo o tranquilo porque ya he aceptado las consecuencias.

—Serafín —dice hasta con cariño.

—Papi. —Trago saliva.

—¿Cuántas veces te he dicho que no tienes que imitar las acciones de tu madre? —pregunta.

—Yo... no sé.

—¿No sabes? —Su mano se dirige a mi muslo, descubierto debido a que estoy utilizando un pantalón corto de pijama. Comienza a apretar lentamente, pero con fuerza, haciéndome daño—. ¿Segura?

—Yo... ¿Muchas veces?

—Sí... ¿Y por qué nunca me haces caso? —Me pellizca justo donde tengo un moretón recién formado.

Y duele, duele como si estuviera ardiendo en el infierno.

—Papi, para por favor —ruego con lágrimas en los ojos—. No lo volveré a hacer.

—La última vez me dijiste lo mismo, Serafín. —Acaricia mi mejilla con su dedo pulgar.

—Yo...

—¿Tú? —repite con mofa.

—No podía dejarla sola.

—Tu madre está loca, Serafín. No puedes seguir sus mismos pasos.

Asiento lentamente.

—Sí, papi.

Entonces, se sienta en el sofá y palmea sus piernas como una señal; una orden. Me subo como puedo y me posiciono correctamente.

—Eres una niña preciosa, Serafín. No puedes dejar que te carcoma la cabeza con sus discursos ilusionistas y llenos de falsas esperanzas.

—Pero papá...

—¿Me abandonarías, mi niña?

No soy una niña.

—No, papá.

—Me alegro. —Acaricia mi mejilla antes de inclinarse para dejar un beso en mi frente—. Porque me perteneces, para siempre.

Y silencio de nuevo.

Fue allí cuando me desperté repentinamente, tomando una gran bocanada de aire. Me encontraba lleno de sudor y sintiéndome, por primera vez en mucho tiempo, falto de algo. Lo peor fue no tener ni condenada idea de qué era; la incertidumbre del futuro; el miedo a lo que iba a ocurrir a partir de ese momento.

El repetitivo traqueteo que se podía escuchar a través de la puerta de la habitación del centro de rehabilitación fue lo suficientemente curioso para que me asomara sin siquiera tocarla. Descubriendo así, que había un chico joven sobre Airy. Fruncí el ceño al escuchar gemidos que no sabía a quién de los dos pertenecía.

Ambos no parecían haberme escuchado, porque comenzaron a discutir, aún con el zumbido sonando de fondo.

—Dios, Axel, estás siendo demasiado agresivo —se quejó mi pelinegro.

—Calla y aguanta, imbécil, ya casi acabo.

—¿Cómo tienes tantos clientes con esa personalidad de mierda? —cuestionó.

—Soy encantador cuando quiero.

—Conmigo no quieres.

—Deja de llorar y aguanta. Seguro que con tu noviecito no te quejas cuando te hace algo así.

—Mi novio no se sube y se sienta encima de mí descamisado —declaró Airy.

—Bueno, para todo hay una primera vez. ¿Le interesarán los tríos?

—Tócalo y te arranco las manos.

—Antes de que lo hagas, te tatuaré un pene en la frente.

Abrí mucho los ojos, sin saber dónde meterme en una situación así.

Había venido para visitar a Airy después de un largo tiempo sin siquiera poder hablar con él, para encontrarme una escena de lo más curiosa.

—Esto... ¿Hola? ¿Interrumpo algo? —El pelinegro medio rapado que estaba sobre Airelle se giró con cara de sorpresa y se bajó de un salto—. Puedo volver luego si eso.

—¡No, no, no! No es lo que parece —dijo, nervioso.

—Cálmate, Axel, ¿quieres? —Airy, en cambio, se mostró más tranquilo.

—¡Y una mierda! Me niego a que otra pareja celosa me intente apuñalar con mis propias agujas.

—Ren no es así, ¿verdad, cielito?

Hice una mueca de asco.

—¿Vas subido? —cuestioné.

—Algo, aunque me han bajado la dosis. —Se encogió de hombros—. ¿No vas a preguntar qué estaba pasando?

—¿Tengo que hacerlo?

—Podrías, no sé, mostrar algo de celos. —Hizo un puchero.

Rodé los ojos, divertido.

—¿Y qué hacíais?

—¡Le estaba tatuando! —exclamó el tal Axel—. Nada sexual, solo trabajo.

—Oh... —Me relamí los labios—. Espera, ¿¡tatuando!? ¿Airelle?

—¿Qué pasa? —El mencionado se revolvió el cabello con una mano.

Me di cuenta de que él iba semidesnudo también y, maldita sea, tal vez eran las hormonas o todo el tiempo que llevaba sin verlo o los meses que llevaba sin follar, e incluso los tres a la vez, pero estaba muy, muy guapo.

—Te he dejado solo durante dos semanas y media.

—Soy como un pato; me puedo morir de soledad. —Hizo un puchero.

Aguanté la risa.

—¿Un pato?

—Un pato —afirmó.

—Interesante comparación.

—Cállate y ven para darme un beso, abandonador. Ni mi padre me había dejado solo tanto tiempo.

Entonces, estallé en carcajadas y obedecí.

—Hola, patito, perdón por dejarte solo. —Besé su mejilla.

—En los labios.

Entrecerré los ojos y atrapé su boca con la mía.

—Joder, ¿me tengo que salir ahora de la habitación? —inquirió Axel.

—Deja de llorar y termina el tatuaje. —Airy se tumbó sobre la camilla improvisada y me miró—. ¿Te vas a quedar, Ren-Ren?

—Supongo, ¿quieres que me vaya?

—No, quiero enseñarte lo que me he tatuado en el tiempo en el que hemos estado separados. —Entrelazó nuestras manos.

—Ugh, nunca había conocido el lado romántico de Airy y no sé si quería hacerlo. —Axel volvió a su posición anterior y nos ignoró.

—Cállate, tatuador poco profesional. —Airy le sacó la lengua.

—El pene en la frente sigue siendo una opción viable —lo amenazó.

Airy hizo un gesto burlón antes de volver a mí.

—¿Y a qué viene lo de tatuarse? —Hundí mis dedos en su sedoso cabello, que había crecido bastante desde que lo conocí hasta ahora.

No lo podía considerar realmente largo porque apenas le llegaba a la nuca y había partes que ni siquiera eso. Sin embargo, las puntas de algunos mechones comenzaban a ondularse.

—Tenía que sustituir las agujas de algún modo. —Se encogió de hombros, recibiendo un gruñido por parte de Axel y otra advertencia.

—¿Sustituir...? —Me costó entender el chiste—. ¡Tú ni siquiera te pinchabas...! ¿Verdad?

—Claro que no, pero estoy en un centro de rehabilitación. Algún chiste debo poder hacer sobre drogas.

Inspiré profundamente, negando con la cabeza.

—Al menos te lo tomas con humor y ya no pateas a la gente.

—Caleb dice que, si lo vuelvo a hacer, me deja aquí más tiempo.

—¿Así que solo te portas bien cuando hay un castigo de por medio? —bromeé.

—Tal vez. Puedes probarlo.

Abrí mucho la boca cuando me di cuenta de que estaba provocándome de nuevo.

—No, gracias. Tú ya te portabas bien conmigo. —Tiré de una silla para poder quedarme a su lado—. ¿Y qué es eso de que somos novios? No me había enterado.

Airy enarcó una ceja.

—¿No nos hemos estado besando cada vez que vienes?

—Sí, pero he venido como dos veces y no sabía que habíamos oficializado esto. —Hice una figura imaginaria con mis dedos.

—¿Acaso quieres que prepare una cena romántica y te pida que seas mi novio? —preguntó sarcásticamente.

—¡No! Aunque... Bueno, la cena no estaría mal —tosí.

—Cuando me saquen de aquí, te llevaré a una isla paradisíaca si quieres, pero cuando salga.

—No quiero eso —reí—. Solo tengamos una cita normal.

—Eso también estaría bien, digo, teniendo en cuenta cómo nos conocimos y todo lo que ha ocurrido.

—Supongo. ¿Qué te estás tatuando? —Comencé a hacer circulitos con mi dedo índice sobre la piel descubierta de su hombro.

—Muchas cosas.

—Qué detallada explicación, gracias —ironicé.

—Es que son cosas sueltas que se suponen que tienen sentido una vez que está completo, pero aún me quedan un par de sesiones.

—¿Un par de sesiones? ¿Cuánto lleváis con esto?

—Aproximadamente, nueve sesiones de siete horas. —Axel contestó por él.

—¿Sesenta y tres horas? ¿Lleváis sesenta y tres horas? —cuestioné, impresionado.

—Bueno, sesenta y tres horas justas no, porque hemos tenido percances y todo eso, pero se podría decir que sí —replicó Airy.

—¿Cuánto te has tatuado? Yo solo estoy viendo tu brazo derecho y parte del cuello y pectoral.

Airy desvió la mirada e inspiró profundamente.

—Es que no me has visto con los pantalones bajados.

Fruncí los labios.

—¿Airy?

—Verás, Ren-Ren —sonrió con inocencia—. Si iba a tatuarme, quería hacerlo a lo grande, ¿sabes?

—¿Qué tanto te has tatuado y qué tanto te falta?

—Solo me quedan las costillas, la mano y un poco de la cadera. —Chasqueó la lengua.

Me sujeté el puente de la nariz.

—Te he dejado solo durante dos semanas y media, Airelle —le recordé.

—¡Pero me has dejado solo! —Hizo un puchero.

—¡A ti te encanta estar solo!

—Ya no. Te he dicho que soy como una pato; puedo morir de soledad.

—Tu personalidad sí que ha cambiado con todo esto. —Acabé por carcajear.

—¿Ya no te gusto?

—Yo no he dicho eso.

—Tampoco lo has negado.

—Oye, que si no lo quieres tú, yo sí —intervino Axel mofándose.

—Vete a la mierda, Axel. Yo solo le pertenezco a Ren-Ren.

—Vaya —una sonrisa se asomó por mis labios—, creo que me gusta esta nueva personalidad.

—¿Ves? Viva la positividad.

Arrugué la nariz.

—Eso ya da miedo si viene de ti.

—Auch, ¿por qué?

—No sé. Positividad y Airy en una misma frase no combinan a no ser que sea: "Airy detesta la positividad".

—Eso duele.

—Lo siento —reí por lo bajo—. Déjame compensártelo.

—¿Cómo?

—Te llevo a una cita.

—Pensaba que tenía que hacerlo yo.

—Cuando salgas ya me llevarás a algún lugar; hoy me toca invitarte a cenar.

—¿Y cuándo hemos acordado eso? —cuestionó mordiéndose el labio inferior ligeramente.

—Nunca. Lo he decidido ahora.

—Ah, entonces acepto. Acepto cualquier cosa que sea escapar de aquí o que venga de tu parte. —Sus dedos rozaron mis labios.

—Ugh, ¡terminé por hoy! Ya me sentía como el sujetavelas. —Axel volvió a bajarse de un salto y se puso su camiseta—. Nos vemos otro día, Airy.

Se me había olvidado por completo que seguía presente.

—Va, ya recojo yo. Déjanos en paz, llevo demasiado tiempo sin ver a mi Ren-Ren. —Se sentó para abrazarme.

Yo no pude hacer nada más que sonrojarme de la vergüenza. Menos mal que no se me había escapado ningún chiste sucio o insinuación.

—Antipático —declaró el tatuador, limpiando la zona que había trabajado—. No te suelto de nuevo la charla porque ya sería demasiado, pero ya sabes, cuídatelo para que no se te infecte.

—Sí, señor.

—Soy menor que tú.

—Sí, niño.

—Imbécil.

—Un placer —sonrió con sorna el pelinegro.

—Bien, me voy yendo. —Axel terminó con Airy para ponerse a recoger sus materiales y herramientas, despidiéndose rápidamente para desaparecer tras la puerta.

—¿Os conocíais de antes? —pregunté con curiosidad.

—Qué va. Solo que casi setenta horas juntos hacen muchas cosas.

—Cierto... ¿Me enseñarás tus tatuajes?

Fingió pensárselo.

—La próxima.

—¡Pero has dicho que querías hacerlo!

—Lo he pensado de nuevo y prefiero que lo veas terminado. —Me sacó la lengua.

—Idiota.

—Con gusto. —Hizo una pequeña reverencia antes de vestirse—. Ahora llévame a esa cita.

—Mandón. —Me crucé de brazos.

—No parece disgustarte.

—Fastidioso.

—¿Es un fetiche nuevo que he descubierto? Porque no lo has negado.

—Sigue así y te abandono aquí —le advertí.

Entonces, fingió cerrarse la boca con una cremallera imaginaria, haciéndome reír. Se me hacía demasiado complicado enfadarme con él, maldita sea. Eso iba a ser mi perdición. No, él era mi perdición.

—¿Lo del traje era realmente necesario? —se quejó el pelinegro.

—Código de vestimenta —respondí escuetamente.

Le Soleil Doré —leyó el cartel con burla.

—De hecho, lo has pronunciado mal...

—Sí, sí, el políglota. Cállate.

—No me mandes a callar —le reproché.

—Terrible, Ren.

—¿Por qué? —Fruncí los labios.

—Era tu momento para decir que te callara yo, estilo película romántica. —Se metió las manos en los bolsillos.

—¿Por qué haría eso?

—Para que te besara —respondió como si nada, haciéndome sonrojar.

—No quiero que me beses, idiota —mentí.

—Qué mal mientes —rió, sacando un cigarrillo y encendiéndolo.

—No he mentido. ¿Vas a fumar de nuevo? Pensé que lo habías dejado.

—Ojalá fuera tan fácil —anheló, exhalando lentamente el humo que había aspirado.

—Preferiría mil veces cualquier otra cosa. —Me tapé la nariz con mi brazo.

—¿Otra cosa como qué?

—Un vaper. —Me encogí de hombros.

—Sigue siendo igual de dañino.

—Al menos huele bien.

Airy esbozó media sonrisa.

—Supongo que me tocará. —Tiró su cigarro y lo pisó, apagándolo, a pesar de que ni siquiera había consumido la mitad.

La fila comenzó a avanzar, hasta que por fin llegó nuestro turno.

—Ren Keller —le indiqué a la camarera, quien nos guio a una mesa discreta, lejos de los grandes ventanales, pero que tampoco se encontraba en una esquina.

—A mí me apetecía helado —murmuró Airy.

—Después podemos ir.

—Vale —accedió con facilidad.

—¿Quieres comer algo en específico...?

—Qué va. Elige lo que quieras, yo me adapto.

—No hace falta que te adaptes. Elige algo —le insté.

—Me da igual, como de todo.

—Pide algo.

—¿Te puedo cenar a ti? Porque eso es lo único que me apetece ahora mismo.

—No seas idiota. Elige algo de la carta.

—Ni siquiera sé qué es el Coq au Vin o el Confit de Canard —se quejó—. Y cómo menciones algo sobre mi acento, me levanto y me voy.

Carcajeé para mí mismo.

—Pollo al vino o confit de pato.

—Eh... —Frunció el entrecejo—. Sí, cualquiera de esas dos suena bien.

—Airelle...

—No me importa la comida, Ren. He venido para pasar tiempo contigo... Y para escapar de esa prisión.

Sonreí con ternura y le lancé una patadita por debajo de la mesa.

—Idiota.

—Oye, ya fuera bromas, insisto en que deberías ampliar tu arsenal de insultos. Ya va siendo viejo el "idiota".

—¡No te intento insultar! —Comencé a reír.

—Tampoco me siento muy querido, ¿sabes?

—No te voy a llamar "cielito".

—Me puedes llamar "mon chéri".

—Dios, no. ¿Por qué siempre te acuerdas de las cosas más vergonzosas?

—No me acuerdo de las cosas más vergonzosas; me acuerdo de todo lo que tenga que ver contigo.

—Idiota —repetí por enésima vez en el día.

—Bueno, me tendré que conformar con el "idiota" —suspiró—, pero siempre estoy abierto a cualquier apodo cariñoso.

Tu es un idiot complètement gigantesque, Airelle. —Me crucé de brazos—. Mais je ne peux m'empêcher de t'aimer de tout mon cœur.

—¿Estás presumiendo que sabes hablar francés?

—Puede ser. —Aparté la mirada, fingiendo molestia.

—Qué elegancia —se mofó—. Solo he entendido algo de que soy idiota y tu corazón de no sé qué.

—Y solo vas a entender eso. —Le saqué la lengua como un niño pequeño, satisfecho por haber podido decir algo tan cursi en francés sin que Airy lo entendiese.

Llamé a algún camarero para realizar nuestro pedido y nos quedamos en silencio sin ningún tema de conversación más. Cómo no, si llevábamos gran parte del día hablando. En mi defensa, quise aprovechar mi día libre con Airy, a quien no había visto durante mucho tiempo.

Oh, por Dios, ¿me estaba volviendo pegajoso? Ni siquiera éramos pareja... ¿o sí?

—¿Qué tal con el grupo? —pregunté, rompiendo un poco el hielo.

—Uhm. —Se encogió de hombros.

—¿Qué significa eso?

—Lyle me vista de vez en cuando para recordarme que me advirtió sobre las drogas y me actualiza sobre el mundo exterior; Tyler viene cada semana con Elián y jugamos a algo o simplemente charlamos hasta que se cansa de mí; y Mya, a él llevo sin verlo desde el hospital.

—Oh, ¿y eso?

—Debe estar enfadado... enfadado, decepcionado, asqueado, disgustado...

—Airy —lo interrumpí—. No creo que sea eso.

—Me odia —afirmó sin contemplaciones.

—Es tu hermano.

—Y Nelly es mi madre y aun así la odio. La sangre no tiene nada que ver.

—Pero erais muy unidos.

—Rompí la confianza que teníamos.

—Tú tenías problemas con los que estabas lidiando solo —argumenté.

—Supongo. Es algo distinto. No sé. —Con un suave movimiento de muñeca, giró su copa de vino en pequeños círculos, viendo el líquido revolverse por sí solo.

—Seguro que lo solucionáis —lo consolé—. Será que está enfadado.

Era una situación fraternal en la que no debía meterme y lo entendía. Nunca tuve hermanos porque mi madre cayó muy enferma después de darme a luz, así que no podía comprender esa profunda conexión; sin embargo, si Airy le tomaba tanta importancia, no podía juzgarlo.

—Espero.

—¿Cambiamos de tema? —carraspeé, notando la tensión que se había estado formando poco a poco.

—Adelante.

—No se me ocurre un tema...

—Puedo proponer uno, pero no te puedes enfadar.

—Me estás dando miedo, Airelle.

—Entonces, no sigo.

—No, no, hazlo.

—Bien, en una hipotética situación en la que pudieras quedar embarazado, ¿qué tan bueno crees que serías ocultando el embarazo de tus fans?

Elevé ambas cejas, estupefacto.

—¿Qué acabas de decir?

—Nada, mejor déjalo.

—No, no, espera, estoy procesándolo —reí con fuerza—. Me has dejado anonadado.

—Ugh, ¿y ese vocabulario?

—Cállate.

—Cállame.

Apreté los labios, notando cómo el ardor en mis mejillas comenzaba a viajar a otras partes de mi cuerpo.

—Yo creo que un ocho —lo ignoré.

—¿Un ocho?

—Sí.

Él asintió lentamente.

—Es bueno saberlo.

—¿Hay alguna razón por la que querías saberlo?

—No, simplemente era curiosidad. He tenido mucho tiempo libre en el centro.

—Se nota —confirmé, viendo los pequeños trazos de tinta que asomaban por el cuello de su camisa.

Y pensar que aún le quedaban más tatuajes por hacerse.

—¿Cómo has conseguido que me dejen salir?

—Secreto.

—Suplicaste, ¿verdad?

—¡Cállate!

Él soltó una carcajada suave.

—Qué gesto más bonito.

—Desde aquí puedo notar cómo te estás burlando. —Me sonrojé, cruzándome de brazos.

Nos trajeron la comida poco después, aunque apenas la tocamos porque estuvimos más tiempo poniéndonos al día y hablando de trivialidades que centrados en el lugar donde estábamos.

Eso no quitaba el factor de que podía notar las miradas curiosas del resto de comensales atravesándonos. Sabía que era impactante ver a Airy en público, sobre todo porque, por más que se intentó ocultar, el rumor de sus adicciones e internamiento en un centro especializado recorrió las redes sociales como pólvora. En adición, estaba el hecho de que cada día se confirmaba aún más la supuesta relación que teníamos él y yo con fotos antiguas nuestras que sacaron de algún lugar, las escenas filtradas de Reminiscencia, el beso de Año Nuevo y, simplemente, todo lo que nos rodeaba.

No me importaba que lo supieran. Realmente no lo hacía. El problema radicaba en Airy. ¿Él lo sabía? ¿Se enfadaría? ¿Nos negaría? Eran tantas preguntas con respuestas ambiguas que directamente parecían no tenerlas.

—Vaya, ¿a quién tenemos aquí? —Una conocida voz interrumpió mis pensamientos.

Me giré sin siquiera ocultar mi expresión de desagrado.

—Creo que nadie te ha invitado a esta fiesta, Calvin.

—Tampoco quería, viendo a los invitados... —Le dedicó una mirada de soberbia a Airy.

—Vete a tomar por culo —lo insulté.

—Esa boca, Ren —se mofó—. Deberías tener cuidado; los drogadictos son agresivos.

Mi mirada se dirigió automáticamente al pelinegro. No era justo. Él se estaba esforzando, no tenía por qué vivir esto. Sin embargo, para mi asombro, Airy se mostró tranquilo, hasta apático, antes de sonreír con falsedad.

—¿Lo dices por experiencia propia, Calvin? —Jugueteó con los cubiertos, girándolos ágilmente en sus dedos.

—¿Qué? —rió nerviosamente el susodicho—. Lo decía por ti.

—¿Por mí? ¿Cómo es eso posible? —Fingió ofenderse el pelinegro—. Que yo sepa, quien tiene escándalos confirmados es alguien cuyo apellido comienza por T y termina con hompson, ¿verdad, Calvin Thompson?

Abrí tanto la boca de la sorpresa que casi sentí mi piel desgarrarse.

—Te veo valiente, Hilliard.

—No sabía que la valentía era visible.

—Eres insoportable.

—Gracias, me esfuerzo en serlo —sonrió con burla.

—¿Cómo lo soportas? —Esta vez Calvin me habló a mí.

—Porque conmigo al menos tiene temas de los que hablar —contestó Airy por mí.

—Te crees muy inteligente, ¿no?

—No tanto, pero al menos yo soy capaz de utilizar el cerebro y no aprovecharme de niños.

Y esa fue la gota que colmó el vaso, porque Calvin golpeó la mesa, tirando la copa de vino sobre la camisa de Airy.

Yo solo quería tener una cita normal.

El pelinegro se levantó con demasiada calma, lo que me asustó. Medía más que Calvin, lo superaba por tres cuartos de cabeza.

—¿Problemas de control de la ira? Te puedo recomendar a mi terapeuta; se llama Sara. Es buena en lo que hace.

—Te debes creer mucho solo por follar con Re... —Ni siquiera pudo terminar la frase porque Airy realizó una maniobra con su pierna para tirarlo al suelo, tan rápido que pareció que Calvin se había caído solo.

—Oh, vaya, qué resbaloso debe estar el suelo por el vino, ¿no? —La actitud pasiva-agresiva, pero filosa y sarcástica de Airy imponía más que el Airy totalmente agresivo o pasivo.

—Tú, pedazo de...

—Cuidado con esa boca; hay niños escuchando —lo regañó.

—Que te den.

—Bueno, qué feos deseos. Mira, yo por caridad puedo recomendarte un lugar excelente en Turquía —comenzó a hablar Airy, a lo que lo miramos con confusión—. Son expertos en implantes capilares. Te podría ayudar con esas entradas...

—Henry tenía razón, eres insufrible —escupió, levantándose y recomponiéndose.

—Oh, ¿Henry Scott? Supongo que sois tal para cual, igual de cortos. —Se encogió de hombros, mofándose.

—¿Me acabas de llamar tonto?

—¿Yo? —Airy fingió locura—. Yo no te he llamado tonto. En todo caso, eres inmune a los zombis.

—¿Qué?

—So —rió solo el pelinegro.

Yo me levanté de mi silla, viendo que la discusión podría salirse de control en cualquier momento. Me puse al lado de Airy y tiré de su chaqueta.

—Yo tampoco lo he entendido —musité en voz baja.

—Se supone que los zombis comen cerebros, ¿no? —Se señaló la cabeza.

—Sí, pero ¿qué tiene que ver ser inmune...? ¡Ah, ya!

—¿Ves?

—Qué ocurrente —reí.

—Me sale natural —presumió.

—Tus gustos van decayendo cada vez más —gruñó Calvin, observándome con odio.

—Qué te den, cabeza de antorcha. —Le mostré el dedo del medio.

—Oh, vaya. Es la primera vez que escucho un insulto distinto de tu parte. Diez de diez —me felicitó Airy, haciéndome sonrojar.

Era una tontería, entonces, ¿por qué me agitaba tanto esa estúpida sonrisa?

—¿Ya has dejado de fingir ser una linda mariposa para mostrar tu lengua de serpiente? —cuestionó irónicamente.

—No, solo me he dado cuenta de que no merece la pena ni tenerte respeto. Hablas mucho para ser alguien que consiguió casi toda su fama gracias a mí.

Airy me dedicó una expresión de sorpresa con un resquicio oculto de orgullo.

—Puedo sacar tus trapos sucios y lo sabes... —amenazó.

—Lo dices como si yo no lo pudiera hacer también —lo confronté.

—Los tuyos son peores.

—¿Estás seguro de eso? —sonreí maliciosamente.

Tragó saliva, agitado.

—Sois tal para cual —farfulló, hastiado.

—Mentes brillantes piensan igual —respondió Airy, haciéndome carcajear.

—Dios —bufó el pelirrojo, yéndose—. Iros a la mierda.

—¡Danos indicaciones, por favor! Se ve que tú conoces el camino a la perfección.

No volvimos a recibir respuesta de Calvin, pero al menos, esta vez no me sentí pisado o humillado. De hecho, había sido divertido. Lo había disfrutado.

—Perdonad, pero, lamentablemente, debemos pediros que os retiréis amablemente del local. No toleramos enfrentamientos así, es la política del restaurante —nos abordó un camarero.

Al fijarme en nuestros alrededores, me di cuenta de que habíamos hecho una escena y que, seguramente, mañana estaría en redes sociales. Lilian iba a matarme, a mí y a Airelle.

—Sí, perdonad —me disculpé, apesadumbrado—. Ya nos vamos.

—¿Por qué nos iríamos si ha sido el calvo...?

—Nos vamos, Airelle. —Tiré de él, pagando en caja y huyendo lo más rápido posible.

—Ugh, qué odioso es tu ex. ¿Cómo lo soportabas?

—Yo qué sé —reí.

—Caleb nos va a matar y Lilian se encargará de enterrarnos, o viceversa —silbó.

—Y que lo digas.

—¿Vamos a por un helado? —preguntó, como si nada pasara.

—¿Acabamos de crear una polémica de la que seguramente mañana todo el mundo se enterará y solo te apetece comer helado?

—Sí, ¿por?

—Airy...

—Tampoco podemos cambiar lo que ha pasado. Al menos podemos ir a tomar helado para que no se nos arruine la noche. Blissful debe estar abierto.

Abrí la boca, pero la volví a cerrar, cediendo.

—Pues tocará.

—Bien —aplaudió—. Invito yo.

—Lo que quieras, Airy —sonreí con cansancio, intentando no pensar en las consecuencias del día siguiente.

Nos subimos en su coche y, mientras estábamos dentro, nos cambiamos de conjunto a uno más casual y menos formal como lo eran los trajes con corbata.

El camino fue corto y cuando llegamos al lugar, cerca del puerto, estaba casi vacío. Ya casi iba a ser medianoche, pero en Solaris, la noche era cuando más viva se encontraba la ciudad. Ambos pedimos sabores completamente distintos el uno del otro, lo que nos llevó a compartir los helados mientras paseábamos por las calles de la ciudad.

—Dios, ¿por qué tan amargo? —Airy cerró los ojos, intentando tragar el bocado que había tomado de mi postre.

—¡No está amargo! Está muy rico.

—Eso es porque no has probado el mío. —Me extendió su tarrina.

—Solo es chocolate.

—¡Es el mejor chocolate de la ciudad!

Giré los ojos, agarrando un poco y, debía aceptarlo, sí que estaba bueno.

—Eso no quita que el mío también esté bueno —le reproché.

—Yo no dije que estuviera malo, solo amargo.

Le di un golpecito en el brazo.

—Tan fastidioso.

—Te encanto —contestó con el mismo egocentrismo de siempre.

—Ugh, lamentablemente. Soy demasiado débil ante tus encantos —me quejé.

—Qué te puedo decir, yo también soy débil ante ti.

Tragué saliva, sabiendo perfectamente que mis orejas y mejillas debían haberse enrojecido.

—Te quiero —confesé de la nada.

Él se volteó, sin palabras.

—¿Vamos a comenzar a volvernos tan cariñosos de la nada? —bromeó.

Y me sentí estúpido.

Tiró su tarrina de helado a una papelera de reciclaje cercana, mientras que yo me acabé mi cono, avergonzado.

—Qué bonita la noche —cambié de tema como pude, con la voz temblando.

—Ven un momento. —Me agarró de la muñeca y me arrastró hasta que llegamos a una especie de acantilado que no sabía que existía en Solaris—. Tyler me mostró este lugar.

Se podía vislumbrar toda la ciudad, con sus luces y su viveza habitual, pero desde un lugar muy elevado.

—Es hermoso. —Tragué saliva.

—¿Verdad que sí?

—Sí. —Asentí.

—Oye, Ren. —Pasó sus brazos por mi cintura.

—Oigo, Airy.

—Nunca te lo pregunté bien —susurró.

—¿De qué hablas? —Coloqué mis brazos en su pecho, manteniendo una distancia de seguridad.

Aún me sentía mal. Aún me sentía como un idiota.

—¿Puedo besarte?

Su pedido me arrebató el aire en cuestión de un instante.

—¿Desde cuándo preguntas?

Ni siquiera me había dado cuenta de cuánto se había acercado tanto hasta que pude notar su respiración contra mi piel.

—Desde siempre.

Sus dedos se habían colado por debajo de mi sudadera, rozando mi piel con suavidad, provocándome escalofríos cada vez que completaban su recorrido hasta mi espalda baja. Las manos de Airy ya no se sentían tan frías como de costumbre.

—¿Y a qué esperas?

Él se inclinó ligeramente, quedando a solo milímetros de mí.

—A que me digas que sí.

Exhalé, completamente embriagado por su presencia, por la aspereza de su voz, por la calidez que desprendía, por la ternura en su mirada, por él.

—Sí, haz...

Y juntó nuestros labios. Me di cuenta, en ese instante, que no necesitaba más. Con Airy bastaba y sobraba. Él, tal vez, era mucho más de lo que llevaba buscando toda la vida.

Pero lo sentía venir, algo tan grande que me dejaba sin palabras.

Así que, me aferré a ese momento, a ese recuerdo; el tenerlo en mis brazos y poder tocarlo sin miedo.

—Yo también te quiero, Ren-Ren —dijo finalmente contra mis labios, liberando todas aquellas bestias que había encerrado en mi estómago y que se encargaban de revolver mi interior reconociendo todo lo que sentía por él.

Todo lo que sentía por Airelle.

---

Holaaa. Bueno, realmente no tengo muchas ganas de escribir una notita, pero en fin. Debía este capítulo desde el viernes y hasta ahora pude actualizarlo.

He estado algo desanimada con AMDV porque no le encuentro el rumbo a la historia últimamente. El hecho de escribir capítulos enteros y luego descartarlos por completo y de la nada me consume más de lo que pensaba y, honestamente, tuve que reescribir este capítulo tres veces. Y no eran fragmentos cortos, no. Fueron capítulos de 2000 a 3000 palabras en los que trabajé mucho tiempo. No ha sido la primera y dudo que sea la última vez, pero esta vez no sé por qué me ha afectado tanto. Por eso, espero que entendáis la tardanza para el capítulo.

Como medio compensación, quise hacerlo feliz para vosotros, porque Airy y Ren se merecían un poco de alegría en la vida después de todo. Ahora estaría gritando porque estos dos se han besado bien, por una vez, pero me siento emocionalmente consumida JASKDHA.

Espero que lo hayáis disfrutado, ¿qué opináis del capítulo? Os estaré leyendo.

Besitos de media mañana <3.

Psdt: por fin puedo llamar a Airy "tatuado" HAKSJD.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro