19. Soy la viva imagen

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Una semana después, cuando ya hemos empezado las vacaciones de Navidad y es 20 de diciembre, me encuentro en la cola del Sadler's Wells, el teatro donde Lottie y su compañía de ballet van a representar El lago de los cisnes. Es de noche, aunque sean las cinco y media de la tarde. Estoy sola, mis padres no han venido ya que Charlotte solo me invitó a mí. Estoy cerca de entrar cuando de repente oigo una voz conocida a mis espaldas, que me dice:

—¡Abigail!

Al girarme, veo a Noah, sonriendo como siempre:

—¡Noah! ¿Qué haces aquí?

—Charlotte me invitó por ser su amigo —me responde —¿y tú?

—Igual —le digo yo —y...¿dónde estás sentado?

—En mi silla de ruedas —responde, burlón.

—¡No me digas! —le respondo, con ironía —Me refería a cual es tu sitio en el teatro.

—El palco siete, justo en el medio.

—Yo también, es decir, vamos juntos —le respondo.

La cola avanza hasta que nos toca entrar. Por dentro, el teatro parece el palacio de Versailles. Tan dorado y recargado. Es precioso, me hace sentir una princesa del siglo XIX que va a ver la ópera.

Llegamos a nuestro palco y yo aparto una silla para colocar ahí la silla de ruedas de mi amigo. Luego me siento a su lado y le digo:

—Charlotte tiene el papel protagonista.

—Lo sé —me responde él —¿a que le pega? Ella tiene cara de eso. 

—Pues la verdad no lo sé...no me sé el cuento.

—Pues te lo explico en un segundito porque sino no entenderás el espectáculo —me dice.

—Vale.

—Odette es una princesa que está bajo el hechizo de un brujo y su hija, Odile. El hechizo consiste en que la princesa es un cisne durante todo el día, pero por las noches recupera su forma humana. Cuando el príncipe Sigfrido la ve, se enamora perdidamente de ella, y descubre que solo hay una manera de salvarla del hechizo: jurarle el amor eterno. Y ya está, acaba bien.

—Muchas gracias —le respondo.

Pasados unos minutos las luces se apagan y el teatro se queda completamente en silencio. Empieza a sonar la música de este conocido ballet y en escena aparecen muchos bailarines, pero ella no.

La obra va avanzando y llega un momento en el que está ella sola bailando sobre el escenario, con su tutú blanco, tan puro como es ella misma. Danza con pasión, con entusiasmo, como si esa fuera su vida. Como si hubiera nacido para hacer esto. Sus movimientos son tan livianos que da la sensación de que en cualquier momento podría echarse a volar. Yo la miro sin ningún intento de disimulo. Me hipnotiza lo bien que lo hace.

Cuando me quiero dar cuenta, estoy desde la razón mirando la isla de la mente, la cual es mucho más bonita, grande y colorida.

En la realidad estoy mirándola. De repente me entran unas ganas enormes de tocar su piel, enredar mis dedos en su cabello y besarla. Necesito hacerlo. Lo necesito pero no puedo. No por lo menos ahora.

Mi razón no para de decir cosas, las cuales no escucho. Entonces me doy cuenta. Mi mente me dice que estoy completamente enamorada de ella y mi razón se calla. Porque tiene razón, ahora lo sé. Estoy totalmente loca por ella. No es una imaginación, es una realidad. Me he enamorado de una bailarina. De una bailarina pelinegra, dulce, amigable y cariñosa, que se enamora también de otras chicas.

Me enamora cada una de sus facciones, cada uno de sus gestos, cada una de sus emociones y su manera de afrontar las cosas. Ella en sí me enamora. Y además es que es guapísima. Nunca había visto una chica tan guapa como ella y podría pasarme una noche entera besándola si se me presentara la oportunidad.

Mi mente se satura muchísimo, porque no sé qué va a pasar...¿tenía que ser yo su enamorada? Estoy tan nerviosa que de repente empiezo a llorar en silencio. Así, sin más, muchas lágrimas me empiezan a rodar mejillas abajo y Noah lo ve:

—¿Qué te pasa? —me pregunta en voz baja.

—Estoy bien —le respondo susurrando también y, levantándome sigilosamente, añado —pero tengo que irme.

—¡Abigail! —dice él.

—Shhhh —dice una oleada de gente que quiere seguir disfrutando la obra.

Yo empiezo a correr por todo el teatro, deshaciendo el camino que he hecho hasta el palco. Miro un momento hacia atrás y veo cómo Noah me sigue, empujando la silla con todas sus fuerzas. Entonces llego a la calle y me siento en el primer banco que encuentro, llorando, ante la mirada atónita de la chica que está en la taquilla.

Unos segundos después aparece Noah. Al verme, empieza a acercarse a mí, diciendo:

—No te marches, por favor...quiero hablar contigo.

Yo le hago caso y dejo que se acerque. Una vez está a mi lado, dice, con una media sonrisa:

—Corres muy rápido, cabrona.

—Anda, haz el favor de volver a entrar —le respondo yo —no te lo pierdas por mí.

—Entraré solo si vienes conmigo —me responde, cruzándose de brazos.

—Lo siento amigo, pero no lo haré.

—Vale pues tú lo has decidido. Nos quedamos aquí.

—No por favor, entra —le respondo.

—Pues ven conmigo —me dice —es muy fácil: despegas el culo de aquí y volvemos al palco.

Ambos nos quedamos callados y, al ver que yo no digo nada, él me pregunta, acariciándome la cara para secarme las lágrimas:

—Vamos a ver, ¿qué te pasa?

—Estoy bien, gracias —le miento.

—Uy sí, ya lo veo —responde él, incrédulo de mí —estás llorando a océanos, pero ¡eh! Estás bien.

Yo permanezco callada de nuevo y él empieza:

—¿Se ha muerto tu madre?

—No.

—¿Tu padre?

—No.

—¿Algún otro ser querido?

—Gracias a Dios no se me ha muerto nadie —le respondo.

—Bien pues entonces no veo razón para que estés así.

Me quedo callada unos segundos, meditando qué decir. Finalmente pronuncio, en voz muy bajita:

—Estoy enamorada.

A Noah se le dibuja una enorme sonrisa en la cara y me mira diciendo:

—¡Ah! ¡Por ahí va la cosa! Vale, vale...pues chica, me habías asustado, pensaba que te pasaba algo malo.

—Noah, créeme, es malo —le respondo.

—Enamorarse nunca es malo —me dice él y, pasados unos segundos, añade —Y bien, ¿cómo se llama el afortunado?

—Ahí está el problema —le respondo —no voy a decirte quien es.

—Abigail si me cuentas algo, cuéntamelo entero...además, no voy a decirle nada a nadie.

Muchas más lágrimas empiezan a caerme de nuevo y él me dice:

—¿Por qué tienes miedo de admitir que estás enamorada?

—Porque no debería estarlo...no por lo menos de esa persona —le respondo.

—¿Temes que te digan algo por estarlo?

—Sí —respondo yo, con un hilito de voz entre sollozos.

Luego de unos segundos en silencio sepulcral él me dice:

—Dime quién es...solo así podré ayudarte.

—No te lo voy a decir —le respondo.

—Venga —insiste él.

—Que no...

—No voy a decirselo a nadie, Abigail, puedes confiar en mí.

Nos quedamos unos segundos en silencio y luego yo alzo la cabeza para mirarlo y decirle, lenta y pausadamente:

—Estoy tremendamente enamorada de Charlotte.

Él abre muchísimo los ojos, con emoción, como si fuera la mejor noticia que ha escuchado en este día.

—¡Lo sabía! ¡Lo sabía! ¡Lo sabía!

—Pero eso no es normal —le digo —¡Es una chica!

—¿Y qué? —me dice él —No pasa nada por enamorarte de chicas, Abby. Sino fíjate en mi...yo también me enamoro de mujeres. Y no me digas que es diferente porque no lo es. Si a mí me gustan las chicas a ti pueden gustarte también. Y no pasa nada, estás bien.

—Pero...

—Escúchame —me interrumpe —eso está genial. Estás enamorada, eso es lo que importa. Además, ella está loca contigo, así que tienes suerte.

—No es verdad —le digo, aún entre sollozos.

—Ella y yo somos amigos y hablamos de muchísimas cosas. Créeme cuando te digo que sí que está enamorada de tí. Además desde hace mucho.

Yo permanezco en silencio y él añade:

—Mira, Abigail...las cosas pasan y hay que aceptarlas. Hay cosas que vienen y van y otras que llegan para quedarse, como esto. Tu nunca has sido hetero, ¿vale? Y eso está bien. Tú siempre has sido, eres y serás lesbiana, al igual que ella. Y no pasa nada. La vida cambia, y hay que aceptarlo. ¿Me hablarás a mi de aceptación? A mi me pasó algo malo, a ti no...y lo acepté. Mira, yo estuve hasta los trece años sin esta cosa- dice, dando dos golpecitos en su silla- hasta una tarde nevada en la que yo volvía a mi casa después de quedar con mis amigos. Como era invierno y estaba nevando, el suelo deslizaba un poco. Fui a cruzar un paso de peatones y justo desde la esquina salió un coche. La conductora intentó frenar, y yo empecé a correr. Pero como el suelo deslizaba, al final me atropelló. La chica del coche llamó a emergencias y me ayudó. Estuve varios días en la UCI y al final sobreviví, pero me quedé así. El caso es que me deprimí muchísimo porque pensé que mi vida estaba acabada. Cuando me dijeron que llevaría la silla para siempre me puse a llorar porque pensaba que no podría hacer nada con ella. Pero poco a poco fui aprendiendo a hacer las cosas cotidianas con mi nueva condición. Me costó mucho, pero finalmente un día me miré en el espejo y dije: "Noah Sandler, sabes que nunca más volverás a caminar. Es duro pero es así. Lo mejor que puedes hacer es aceptarlo, y quererte tal y como eres". Y así lo hice. Lo tuyo es más fácil, además. Bastante más fácil. Lo mío fue de repente y un problema, algo malo. Enamorarse de alguien de tu género es algo paulatino y bueno. Por lo tanto, quiérete a tí misma. Eres lesbiana, estate orgullosa de ello. Yo soy una persona con movilidad reducida, y no puedo decir que esté orgulloso de ello porque obviamente me gustaría poder volver a caminar, pero me he aceptado. Es más, ahora soy más fuerte. Tú tienes que hacer lo mismo. Lo mismo e incluso más. Aceptarte y estar orgullosa de ello. Porque lo mío no, pero lo tuyo es algo bueno. Y si yo he podido con lo mío, tú puedes con lo tuyo. Has nacido así, eres así, y está bien.

Yo asiento tímidamente mientras me seco las lágrimas y digo:

—Gracias, Noah.

—De nada —me responde, abriendo sus brazos para que yo lo abrace.

Yo le hago caso y lo estrecho entre mis brazos. Él me da un beso en la mejilla y me dice:

—Abby...eres mi amiga, y te quiero seas como seas.

Yo esbozo una media sonrisa, y lo aprieto con más fuerza. Luego de unos segundos, nos separamos.

—¿Volvemos a entrar? —me pregunta él, señalando la puerta con la cabeza.

Yo niego y digo:

—No estoy preparada.

—Vale —me responde, con un tono para demostrarme que me entiende —¿y qué vas a hacer?

—Volverme a mi casa —le respondo —necesito un rato para mí misma. Necesito pensar. Mañana por la tarde seguramente vaya a Saint Paul para pedirle perdón a Dios por todo esto.

—¿Por qué?

—Noah necesito hacerlo. Me he enamorado de una mujer y quiero decírselo a Dios. Si quieres verme vés allí sobre las seis.

Él asiente y me dice:

—Hablaré con Charlotte después. Le diré que te has ido pero no el por qué.

—Vale —respondo mientras me levanto —¡Adiós!

—¡Adiós! —me responde él, haciendo el gesto de despedida lentamente.

Cuando ya he dado unos pasos, me giro de nuevo y observo cómo él se adentra de nuevo en el teatro. Medito hacerlo yo también durante unos segundos, pero realmente no estoy preparada, de manera que continúo el camino hasta mi casa. Una vez llego, llamo al timbre y abre mamá:

—Cariño, ¿estás bien? —me pregunta —Tienes los ojos enrojecidos, parece que acabes de llorar.

—Estoy bien, mamá —le miento —afuera hace mucho frío.

Después de cerrar la puerta, me dispongo a colgar el abrigo en el perchero y luego guardo los guantes, la bufanda y el gorro en el armario.

—¿Qué tal ha ido el ballet? —me pregunta ella.

—Ha sido maravilloso —le respondo —Una auténtica pasada...y ella baila genial. Pronto va a hacer las pruebas para entrar en el ballet real. Seguro que la admiten.

Ella esboza una media sonrisa y yo le digo:

—¿Dónde están papá y Aaron?

—Han sacado a las perritas —me responde ella.

Yo asiento y empiezo a subir por la escalera. Una vez llego a mi cuarto, me encierro allí. Entonces me tiro de espladas a mi cama, sin importar cómo caiga o en qué parte caiga. Solo quiero sentir el cochón. Una vez estoy así, un sinfín de recuerdos junto a Charlotte me acaparan la mente: Cuando la vi con ese vestido en la iglesia, cuando nos abrazamos aquella vez en el baño, cuando miraba en clase cómo ella se retocaba el cabello, aquél día que me la encontré yendo al instituto, cuando Aaron nos juntó a lo romántico en medio de la calle, cuando dormí junto a ella...sus miradas, sus risas, sus preocupaciones...y me recreo en todo ello. Me recreo tanto que incluso sonrío al pensarlo.

Me imagino a mí besándola y me recorre un escalofrío por todo mi cuerpo. Uno de los buenos, de los que nos hacen querer más.

Entonces me incorporo y me voy al baño que está al lado de mi habitación. Me miro en el espejo, sonriendo atontada. Me la imagino a mi lado, agarrándome desde atrás, como ha hecho en más de una ocasión. Ojalá estuviera aquí presente para volver a hacérmelo.

De repente un sentimiento de tristeza me entra en el cuerpo y me saca de ese aturdimiento. Me hace darme cuenta de que soy la viva imagen de todo lo que ha estado perseguido durante siglos, de los amores ahogados que han muerto en psiquiátricos, de las personas muertas en su lucha contra las llamaradas de una hoguera, de las almas infelices casadas de tapadera, obligadas a callar su verdadera felicidad, de los gritos de los seres que alzaron la voz en una sociedad que los oprimía, y terminaron sentados en una silla, con electricidad recorriendo todo su cuerpo. Me doy cuenta también de que soy la viva imagen de los millones de hijos en el mundo que han tenido que agarrar una maleta al decir en su casa lo que sienten, de las manos entrelazadas que han recibido piedras en la calle por estar tan juntas, de los millones de empleados que han sido despedidos de sus puestos de trabajo por enamorarse de quien no quiere la sociedad.

Y para hacer frente a ello, tengo que aceptar que no a todo el mundo le gustará que yo esté con Charlotte, y prepararme mentalmente para que alguien nos insulte o cosas peores. También tengo que luchar para que estas cosas no sigan pasando.

Entonces vuelvo a mi cuarto y mientras busco una hoja en blanco y un bolígrafo, entro de nuevo en mi velero. Esta vez ni siquiera remo, hay tantas corrientes que me arrastran a la otra orilla que solo me hace falta desanclar el barco para llegar hasta allí.

En la realidad he encontrado el folio y el bolígrafo. Me siento sobre la mesa de mi escritorio y empiezo a escribir:

Querida isla de la razón,

Nací y crecí sobre ti, pero no formo parte de ti. Eres un lugar al que le tengo cariño, porque siempre he estado ahí...pero no puedo estar más. Me marcho. Me marcho para siempre. Jamás volveré a pisarte, aunque te percibiré porque me cruzaré con muchos de tus ciudadanos por la calle. Gracias por todos los momentos que he vivido en ti, por toda la gente que he conocido que, si realmente me quieren, se vendrán conmigo.

Lo que pasa es que me he enamorado de esa persona que tú sabes bien, aquella chica que te abandonó hace meses. Gracias por todo, pero me marcho con ella, hacia un lugar donde la gente me verá guapa con mi vestido rojo, y me admirarán por ello, en vez de apartarme y tratarme como un bicho raro.

Tengo que darte las gracias por abrirme los ojos. Por hacerme entender que la sociedad en la que vivimos es superficial, y que la única manera de ser feliz de verdad es ser como eres, sin importar lo que digan los demás de ti.

Aún no estoy preparada para para salir del armario, pero sé que en algún momento lo haré. Es mi siguiente paso, mi meta para llegar a la felicidad.

Sé que Dios no acepta a las personas como yo, de modo que mañana iré a rezarle para pedirle perdón...quizás no vaya a su reino al morir, pero quiero estar con ella para siempre.

Con amor, Abigail. 


¡Hola, lector! 

¡Espero que este capitulo te haya gustado muchísimo!

Yo de esto solo tengo que decir algo: ¡POR FÍN, QUERIDA ABIGAIL, POR FÍN! ¡¡Qué ganas tenía de llegar a esta parte y a todo lo que viene de ahora en adelante!!

¡Venga, lector! ¡¡¡Corre a leer el siguiente que si este te ha gustado, el próximo el doble!!!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro