Carta Nº2

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Londres, 10 de febrero del 2022

Querido Mike:

¿Cómo estás? ¿Te encuentras bien? ¿Eres feliz? Me gustaría que así fuera, no mereces nada más que dicha y una buena vida, te mereces lo mejor del mundo. No puedo mentirte, en serio lo hubiera dado todo por ser esa persona que estuviera junto a ti para hacerte tan feliz, pero ya han pasado muchos años, nuestro tiempo terminó.

Luego de haber completado la primera carta, decidí tomarme una semana porque necesitaba pensar, rememorar, soñar y, no hay motivo para ocultarlo, llorar. Así es, lloré por la nefasta niñez que tuve, me vi obligado a crecer más rápido que los demás; lloré por mi madre, a quien no le importé y prefirió irse con otro dejando a su hijo con alguien incapaz de cuidarme; lloré por ti y nuestra relación, fue lo único bueno que tuve en mis dieciocho años de vida, pero aun así, acabé destruyéndolo todo; y, finalmente, lloré por mí, aquel joven que no pudo vivir con la libertad que le hubiera gustado, que no pudo amar como tanto lo deseaba y, el mismo joven, que no luchó por la persona que amaba.

Creo que necesitaba desahogarme por cada una de las veces que me contuve y reprimí lo que sentía, y ahora que ya lo he hecho, estoy listo para continuar; esa es la razón por la que me encuentro escribiendo esta segunda carta.

Las fiestas no fueron una celebración para mí, sino una completa tortura que no me abandonaba a menos que me emborrachara hasta perder el conocimiento; dormir era la única manera de conseguir una falsa paz que duraba hasta que volviera a abrir los ojos. Esa fue una de las pocas veces donde me sentí tan miserable y perdido, dejé de salir de mi cuarto, luego siquiera me levantaba de la cama, no tenía fuerzas para seguir.

Ahora que lo pienso, fuiste la primera persona de quien me enamoré y también la primera en romper mi corazón. Aunque tampoco tienes la culpa de lo segundo, todo lo que sucedió y cada cosa que nos arruinó fue debido a mí, yo siempre fui el problema.

Pero te prometo que mis intenciones nunca fueron otras que amarte, a pesar de que no pude cumplirlo.

¿Sabes? Hay algo que no fui capaz de preguntarte porque no creí tener el derecho para hacerlo, así que quiero aprovechar este momento y decirlo. ¿Recuerdas el último día del año? ¿Recuerdas con quién estabas? ¿Recuerdas qué hiciste?

A diferencia de los otros días, mis amigos decidieron sacarme, en contra de mi voluntad, de casa para ir a una fiesta y celebrar la llegado del nuevo año. Comencé a beber a penas puse un pie en aquel lugar que odiaba, pegada a mí se encontraba una rubia que solo quería pasar el tiempo y divertirse, estuve a punto de gritarle y decirle que me deje en paz; pero no lo hice, los comentarios de mis supuestos amigos rememoraron mis miedos.

Esa tía está buenísima, ¿qué esperas?

Yo de ti ya estuviera en un cuarto con ella.

¿Acaso eres marica? Aprovecha.

Dejé que me besara a pesar de que solo quería apartarle y mandar a todos al carajo. Pero no acabó ahí, ella deseaba llevar todo al siguiente nivel y, me odio por admitirlo, estoy seguro de que hubiera terminado aceptando por la presión.

Sin embargo, volviste a salvarme.

Me dolió tanto verte con la anfitriona de la fiesta, esa bella pelirroja a la que siempre le gustaste y quien nunca me agradó, aunque lo segundo, probablemente, era por causa de los celos. 

Volver a verte a unos cuantos metros de mí provocó un gran cortocircuito en mi sistema, añoraba escuchar tu voz y sentir tu contacto, mis labios picaban por volver a juntarse con los tuyos; pero cada uno de esos deseos se resquebrajó cuando ella fue quien te besaba, cuando ella era quien te sonreía y, sobre todo, cuando ella era quien te llevaba a su cuarto y tú la seguías.

El dolor me dominó por completo, sabía lo que sucedería entre ustedes, así que salí de allí sin importar los llamados de mis amigos y la rubia. Me encerré con una botella que le había robado a mi padre; lloré como el patético que era, deseando ser ella; grité por lo harto que estaba de seguir viviendo así; maldije la vida que me tocó y los sentimientos que tenía por ti. Pero esa misma noche también tomé una decisión: Me alejaría de ti, pues tú merecías ser feliz con quien quisieras, y yo solo era un estorbo que no merecía tu amistad por verte de la manera en que te veía.

Con ello en mente, el primer día de volver a clases ni siquiera te regresé a ver, intenté convencerme de que no estabas allí. Mi teatro no duró más de una semana, puesto que era imposible evitar escucharte cuando hablabas con tus amigos o respondías alguna pregunta, y el golpe final, que derrumbó la barrera que había construido, fue cuando pasabas al frente y regresabas a verme de vez en cuando. ¿Cómo hubiera hundido mis sentimientos en el mar del olvido si tu sonrisa era más que suficiente para hacerlos flotar?

Aun así, seguí con mi plan de alejarme, mas fracasé rotundamente algunas semanas después.

Quizá haya sido una simple coincidencia u obra del destino, como la primera vez que interactuamos, nos tocó trabajar de nuevo en parejas. Estaba nervioso y, sin exagerar, creía que en cualquier momento mi corazón se saldría de mi pecho; por eso no te regresé a ver e intenté quedarme callado y dejarte hablar. Me sorprendí cuando dijiste que nos reuniéramos en tu casa, pero me alegró regresar al lugar donde pasamos tanto tiempo juntos.

Si bien al principio la situación fue incomoda, a medida que los minutos transcurrían, comenzamos a hablar. No pude evitar reír cuando escuchaba tus quejas sobre el trabajo, pero sobre todo, tu sonrisa era lo que captaba mi atención por completo, era la más hermosa que haya visto en toda mi vida (y déjame decirte que lo sigue siendo). Callé y mi cuerpo se movió por instinto acercándose a ti, mis manos viajaron a tu rostro y el contacto con tu piel me devolvió la vida, intenté detenerme pero mis ganas me dominaron y te besé con necesidad.

¿Crees en las famosas mariposas en el estómago? Porque yo sí, el contacto con tus labios no solo me hizo volar, avivó cada uno de mis sentidos y me llenó de éxtasis. Cualquier miedo o duda fue borrado cuando tú me correspondías con la misma necesidad y urgencia; éramos como dos adictos que habían estado en abstinencia y que ahora solo se dejaban caer al vacío.

Los besos ya no eran suficientes para nosotros, queríamos mucho más; las caricias y tus toques me hicieron sentir deseado, ninguna experiencia pasada se podía siquiera comparar; tu cuerpo completamente desnudo junto al mío, eras una obra de arte; los besos húmedos que recorrieron tu piel, al igual que tú hiciste con la mía. Esa tarde fue solo para nosotros dos, nos entregamos en cuerpo y alma, sin ataduras o mentiras, nos dejamos llevar por lo que tanto intentamos reprimir; me alegra decir que, al menos para mí, hicimos el amor.

Rodear tu cuerpo con mis brazos se sentía como estar en el mismísimo paraíso, cada segundo lo disfruté y adoré intentando grabarlo en mi piel y nunca olvidar aquella sensación tan majestuosa; era como si bebiera ambrosía, deleitabas mi cuerpo y alma.

Decidí que era momento de aceptar lo que sentía por ti, me sinceré y, con la mano en el corazón, te confesé mis sentimientos y admití que desde hace tiempo mi forma de verte cambió; confesé que quería crear y tener un vínculo más serio junto a ti, pues anhelaba el honor de ser tu pareja. No podía dejar de jugar con mis dedos debido a los nervios por saber tu respuesta, pero me relajé por completo al ver tu hermosa sonrisa dirigida a mí, al sentir cómo tus brazos me rodeaban y abrazaban con emoción, al escuchar tus constantes y las risitas nerviosas. Aquel catorce de febrero estuvimos por primera vez y nos convertimos en pareja.

Mi alegría era tan grande que mi rostro y estado de ánimo eran una clara señal de que algo bueno había sucedido. Y por supuesto que todos estaban en lo correcto, me concediste el grandioso privilegio de estar junto a ti, ¿cómo no podría estar feliz? Desde ese día, el catorce, mis miedos y dudas se esfumaron, los insomnios y las noches tristes se quedaron en el pasado; le diste luz a la oscuridad que rodeaba mi vida.

Este periodo de dicha y exultación se prolongó hasta mayo, solo se necesitó un desliz para que nuestros mundos se desmoronaran y cayéramos en picada a un vacío sin fin. Aquella tarde parecía igual a todas las anteriores, estábamos en nuestra burbuja de amor y cariño olvidando nuestro alrededor y, tristemente, en dónde nos encontrábamos.

Cuando escuché el fuerte golpe de la puerta contra la pared mis nervios se dispararon, recé para que no estuviera sucediendo lo que creía, pero mis mayores miedos se hicieron realidad; mi padre nos descubrió. En segundos, los gritos e insultos invadieron el cuarto; lanzó la botella casi vacía que sostenía contra la pared, los pedazos de vidrios saltaron e intenté anteponer mi cuerpo para que no te pasara nada; cada objeto que encontraba en su camino era arrojado con fuerza contra nosotros, mi piel dolía pero no pensaba dejarte expuesto, no me moví en lo absoluto.

Hubo un efímero instante de silencio y calma hasta que sentí cómo te alejaban de mí y los sonidos sordos de sus puños contra tus brazos que protegían tu rostro, así que no dudé y me lancé a protegerte, me interpuse. Sin embargo, eso solo lo hizo enojar mucho más porque de inmediato sentí dos golpes seguidos en mi rostro y otro en el estómago que me hizo caer, por consiguiente, una lluvia de patadas caía en todo mi cuerpo, una más fuerte que la otro. 

Lo último que recuerdo antes de perder el conocimiento fue haberte dicho que te fueras, logré sostenerlo y retenerlo hasta que salieras del cuarto y no lo solté a pesar de sus arremetidas, y cuando por fin me tranquilicé al saber que estabas a salvo, sentí un fuerte golpe en la cabeza haciendo que todo oscureciera. Desperté unas cuantas horas después con todo mi cuerpo adolorido, el simple intento de moverme o incluso respirar me causaba un dolor agudo que se extendía por todas partes; pero el daño físico no fue lo peor, por supuesto que no, pues las amenazas desquiciadas de mi padre contra ti me llenaron de terror porque era consciente de que él era capaz de cumplirlas y hacerte daño.

Los siguientes días los pasé pensando en qué poder hacer para protegerte, mi inmadurez junto a la preocupación y ansiedad me llevaron a una desesperada solución; alejarme de ti.

¿Sabes? Lo más seguro es que habría escrito de nuevo esta carta porque justo ahora la tinta se está corriendo por las lágrimas que no pude contener, pero como nunca llegarán a ti, no hay razón para preocuparme. Creo que debo terminar esta carta aquí, no me siento bien para continuar escribiéndote debido a que la tristeza y el dolor se sienten tan vivos como si todo hubiera sucedido ayer.

Nunca me perdonaré todo lo que sucedió después de aquel día, supongo que tú también nunca lo harás, y, por mi parte, sé que no me merezco tu perdón. A pesar de ello, hay días en los que no puedo evitar pensar qué hubiera sucedido si, mas ya no hay nada que pueda hacer ni cambiar, mucho menos si fui yo quien te destruyó.

Con todo el arrepentimiento y tristeza del mundo,

Jack

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro