🦋Capitulo 45.🦋

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Vladmir

Cinco años atrás.

—¿Crees que soy idiota? —habla mi suegro con rabia mientras mi principessa entra a la casa.

—Claro que no, nunca he pensado cosa semejante, querido suegro. —respondo con sarcasmo, dándole una media sonrisa burlona. —Pero tampoco yo soy un idiota. Solo le advierto que podrá enviar a todo el ejército a intentar matarme, pero no lo logrará. Amo a Arabela, y ella será mi esposa. Pero tenga presente que lo que hizo hoy no lo toleraré nuevamente. —le abierto seriamente.

—¿Me estás amenazando? ¿Cómo te atreves? —habla furioso.

—Tómelo como quiera, advertencia, amenaza, me da igual. Y ya le dije, Arabela es mía, y usted ni nadie me alejará de ella. ¿Entendió? —afirmo con determinación.

Él me fulmina con la mirada. Sé que no soy de su agrado, pero mandarme a matar, y con su hija presente, eso es inaudito. No lo mando a matar solo porque es el padre de mi principessa, y sé que ella no me lo perdonaría nunca.

—Vete, no quiero verte, lárgate. —me dice muy molesto.

Me subo a mi deportivo con una sonrisa de triunfo. Mi suegro puede decir lo que quiera, que no me quiere ver más o que intentará matarme, pero amo a Arabela y, obviamente, no me separaré de ella. Nada de lo que él haga cambiará mis sentimientos o mi opinión.

Amo a esa chica como un loco, y hoy fue el mejor día de mi vida. Haber esperado para entregarnos en un solo cuerpo fue lo mejor. La hice mía, y yo fui de ella. Estas ganas acumuladas desde que la conocí ya no podía aguantar más.

Sabía que ella era la indicada, la perfecta, para entregarme a ella. Es curioso, virgen a mis veinte años, cuando muchos hombres la pierden a los trece. Pero a esa edad no tenía la mente para eso. Fue a los dieciséis cuando la conocí, y fue amor a primera vista. Decidí que era ella y que las cosas se harían como ella quisiera.

Mi teléfono suena, sacándome de mis pensamientos. Es mi padre, y la sonrisa que tenía se borra de inmediato. ¿Qué querrá ahora? Espero que no venga con la misma estupidez.

—Sí, padre, ¿qué quieres? —contesto molesto.

—Espero que ya estés de camino y no te hayas juntado con esa chiquilla. —dice con enojo.

—No entiendo cuál es tu problema. Ella es la mujer que amo, y no podrás impedir que estemos juntos.

—¡Es hija de nuestro enemigo! —habla alarmado.

—Son enemigos, pero no lo parecen. —respondo rodando los ojos, cansado de la misma discusión.

—Solo son apariencias, hijo, y lo sabes. Decidimos llevar la fiesta en paz, pero nuestra paciencia es poca.

—Sí, claro, ¿eso era todo? —cuestiono ya con muy mal humor.

—Claro que no. No sé cuántas veces te tengo que decir que no quiero verte con esa chica y quiero que te alejes de ella. O no querrás conocerme de verdad.

—¿Qué quieres decir con eso? ¡Si te atreves a ponerle una mano encima, te juro que me olvido de que eres mi padre y te mato! —grito con rabia, sintiendo la sangre hervir.

—Escucha, no eres nadie para amenazarme. Te tolero porque eres mi hijo y te quiero, pero no me hagas perder la paciencia. Sabes muy bien que tengo poca. Así que te quiero ya en casa. Además, tienes que saber algo importante. —me habla con rabia antes de colgar.

Maldita sea, padre. ¿Por qué siempre tienes que arruinar todo? No pienses que dejaré a mi principessa. Estás muy equivocado. Ella es mía, y nadie me alejará de ella.

¿Qué se trae entre manos? ¿Para qué quiere que llegue a casa? Mi teléfono vuelve a sonar, y es ella, pero no le contestaré en estos momentos. Estoy molesto por la llamada de mi padre, y no quiero que se preocupe. Además, para ella, su familia se lleva bien con la mía, y las cosas deben mantenerse así. Mi chica es muy inocente y demasiado buena.

En todo el trayecto a casa, no dejo de pensar en ella, en lo feliz que me hace y en lo bien que la pasamos hoy. Quiero más de ella, la necesito como el aire para respirar. Quiero pasar mi vida junto a ella, hacerla mía siempre, tener varios bebés y, a la vez, mantenernos lejos de esta vida. Ya veré cómo lo hago.

Me estaciono, y un coche llama mi atención, uno que nunca había visto. ¿Qué estará tramando mi padre? Al entrar, me encuentro con una pequeña reunión y camino hacia ellos. Me paralizo, sin poder creer lo que mis ojos están viendo.

—¡Por fin llegas! —exclama mi padre en un tono molesto.

Pero yo estoy en shock, sin poder creer que eso sea algo real. ¿Cómo es posible?

—Entonces, sí, tengo un hermano, y es idéntico a mí. —se expresa el susodicho con una sonrisa maliciosa.

Miro a mi padre confundido y enfadado, pero mi mirada se posa en esa mujer a su lado.

—¿Qué significa esto, Grigori Ivanov? ¿Quiénes son ellos? —pregunto con rabia mirando a mi padre.

—Al parecer eres idiota, no ves que somos idénticos. Obviamente, soy tu hermano. —habla el idiota que se parece a mí, sin dejar de verme con una sonrisa, pero no de felicidad, sino de burla.

—¡Yo no tengo hermanos! —vocifero con rabia.

—Sí lo tienes, tienes un hermano. —asegura la mujer, y vuelvo a mirarla. —Hijo, Alan es tu hermano.

—¿Hijo? Mi madre falleció hace mucho tiempo. —aclaro más rabioso. —Usted no es nada mío.

—Vladmir, te mentí. Tu madre es esa mujer, él es tu hermano gemelo. Cuando nacieron, nuestra relación no iba muy bien, ella no quería este mundo, y decidimos separarnos. Como eran idénticos, pensamos que cada uno se llevaría uno, con la condición de que nunca se apareciera por nuestras vidas. —Él habla con tanta tranquilidad, como si lo que hizo no fuera nada grave.

—Pero yo vengo a recuperar lo que a mí me pertenece. No me interesan esas estupideces de lazos familiares. —afirma Alan con una sonrisa.

—Tú te callas, idiota. —digo fulminando con la mirada a mi supuesto hermano. —¡¿Cómo pudiste ocultarme algo así?! —le grito a mi padre.

—No exageres. Ya puedes irte; la estúpida reunión ha terminado. —avisa mi padre mientras se llena un vaso con whisky.

Me quedo aún sorprendido, mirando fijamente al supuesto hermano. Es igualito a mí, excepto por el tatuaje que tiene arriba de las cejas. La rabia que siento aumenta más. Tengo ganas de golpear a mi padre por haberme ocultado algo así. Miro a la supuesta madre con odio. No puedo creer que toda mi vida me hicieran creer que estaba muerta.

Mi teléfono empieza a sonar, verifico, y es mi Arabela. Lo siento, amor, pero ahora no te puedo atender, pienso sin contestarle. Miro a mi padre que se toma el whisky con mucha calma

—¿Crees que estoy exagerando? Me enteré de que mi supuesta madre nunca estuvo muerta, y para el colmo, tengo un supuesto hermano. —especto con rabia.

—Supuesto no, no seas imbécil. Tú eres yo. —emite Alan con esa maldita sonrisa de psicópata que ya detesto.

—Imbécil eres tú, yo no soy tú. Tú eres una falsa copia. —le respondo fulminándolo con la mirada.

—Ya basta. Te informé de tu hermano porque él empezará a formar parte de la familia. Quiere ser parte de nuestro mundo, así que te comportas y te adaptas, ¿entendido? —niego con rabia. —Mira, hijito, no estás en condiciones de negar nada. Soy el que manda aquí, el líder. Se hace lo que yo diga, y ni tú ni nadie lo evitará.

Siento tanta rabia en estos momentos que sería capaz de matar a mi propio padre. Todos estos años viví engañado.

—Y ya te dije, terminas con esa chica, o me vas a conocer. —culmina dándole un último trago a su bebida y se va, dejándome con estos dos.

Mi teléfono sigue sonando mientras los tres nos observamos. Esto no lo acepto. Le envió un mensaje breve a mi principessa, que descanse y que luego hablamos. Es lo único que le envío. La rabia que siento no quiero que ella lo sienta. No quiero preocuparla. Cuando esté más calmado, hablaré con ella.

—Hermanito, ¿por qué no tratamos de llevarnos bien? También fue una sorpresa para mí enterarme de que tengo un hermano idéntico a mí. —me dice con una sonrisa sínica, y lo fulmino con la mirada.

—Eres un imbécil. Tú te pareces a mí, que es muy distinto, pero te advierto algo: no te metas conmigo, o lo lamentarás. —lo amenazo con rabia, mientras él solo se ríe.

—Mira cómo tiemblo, hermanito. Y no me amenaces porque no me conoces. Sería capaz de acabar contigo si me lo propongo.

—Inténtalo, y ya veremos quién gana, idiota. —espeto con rabia, viéndolo con odio. Él solo me devuelve una sonrisa estúpida.

Salgo de esa casa con furia, subo a mi deportivo y manejo a toda velocidad. Necesito adrenalina para calmar lo que estoy sintiendo. Todavía no lo puedo creer. Mi madre está viva, y tengo un hermano igual a mí. Por favor, esto es inaceptable.

Después de una hora conduciendo sin rumbo fijo, ya me siento más calmado. Busco mi teléfono para llamarla. Necesito escuchar su voz. Creo que eso me haría relajarme por completo. Ya la extraño.

Mientras busco mi teléfono, me doy cuenta de que no está. Mierda, debí dejarlo en la casa. Cuando estoy a punto de volver, un vehículo se cruza en mi camino, haciendo que pierda el control y me desvíe del camino. Hago una maniobra para no chocar, pero no puedo detenerme, y termino chocando con un enorme árbol.

(***)

Abro los ojos y observo el lugar desorientado, sin reconocer dónde estoy. ¿Qué rayos me pasó? Cuando intento moverme, mi cuerpo se siente pesado y sin fuerza alguna. La puerta de la habitación se abre, y veo entrar a esa señora que dice ser mi madre.

—Por fin despiertas, hijo. ¿Cómo te sientes? —me habla con emoción y ternura a la vez.

—No me digas hijo. No tengo madre. Mi madre falleció cuando nací, así que te puedes largar. —aseguro con rabia.

—No seas tan cruel conmigo, hijo. Intenté tenerlos a ambos, pero Grigori no me lo permitió. Fue decisión de él. No quería dos hijos y nos alejó.

—No quiero escucharte. No pienses que en algún momento te llamaré madre. Ahora lárgate. No quiero verte.

Ella me mira con tristeza, y yo mantengo mi mirada fría y llena de rabia. Que ella crea que solo por decir que es mi madre ya yo la voy a querer, eso es inaceptable. Sigo desorientado, sin entender qué rayos pasó y en dónde demonios estoy.

—¿Qué me pasó? ¿Y mi teléfono? ¿Por qué no me puedo mover? ¿Qué me hicieron? ¿Y dónde estoy? —cuestiono antes de que se vaya.

—Estamos en Rusia, y hace una semana chocaste con un árbol en la carretera. No encontraron tu teléfono.

—¿Qué? ¿Estás bromeando? ¿Cómo es eso posible? ¿Y qué demonios hacemos en Rusia? —la miro sin poder creerlo.

A mi mente solo llega Arabela y el día que un carro se atravesó en mi camino y pude ver al que manejaba, reconociéndolo como uno de los hombres de Marcello. Ese suegro es un maldito.

—Lo siento, no puedo decirte. —me dice, viéndome preocupada.

—Me lo dirás, o te juro que lo lamentarás. —hablo intentando moverme, pero aún se me dificulta. Poco a poco estoy moviendo parte de mi cuerpo.

—Está bien, pero por favor, no le digas nada a tu padre, o me irá mal. Prométemelo. —me ruega.

Esto es el colmo. Ahora tengo que prometer algo que no sé si vaya a cumplir.

—Bien, ¡¿pero habla de una puta vez?! —grito con rabia, perdiendo la paciencia.

—El accidente no fue nada grave, pero tu padre aprovechó eso y te trajo hasta aquí al ver que no despertabas. Pero creo que él te inyectó algo para que no lo hicieras, no sé muy bien. Si escuché, que aquí estarás lejos de esa chica.

Ese desalmado de mi padre ha sido capaz de drogarme y traerme aquí, solo para que me aleje de mi chica. Esas son cosas inaceptables. No sé cuánto tiempo ha pasado, pero la mujer no deja de observarme y mi cuerpo ya reacciona.

Cuando finalmente todas mis extremidades funcionan, me levanto de la cama con la mirada fija de la mujer. Camino hacia la puerta, ignorando sus súplicas de detenerme. Al abrirla, me encuentro con varios hombres custodiando la habitación. Lo que me faltaba. Veo llegar a mi padre y la rabia se intensifica.

—¿A dónde vas, hijo? —la sonrisa burlona de mi padre despierta en mí deseos de desfigurarle la cara.

—¿Te has vuelto loco? Me drogas y me secuestras, ¿qué te pasa? —increpo con furia.

—No te secuestré. Si estuvieras secuestrado, estarías amarrado y no lo estás. Y tampoco te drogué, el golpe que sufriste te dejó bien dormido. ¿Cómo crees que sería capaz de hacerte algo así, a mi propio hijo? Además, solo vinimos a hacer una visita y nos iremos en poco tiempo. Tranquilo.

—El detalle está en que no te creo nada y quiero irme ahora. No pienso pasar un minuto más en este lugar. —Él no dice nada y solo me regala una media sonrisa mientras me entrega un sobre que abro con desgana, encontrando fotos que me dejan en shock.

—Te vas a quedar el tiempo que se me dé la gana, a menos que quieras que esas fotos donde te estás cogiendo a esa estúpida ronden por todos lados. Tú decides.

Siento que la sangre hierve en mis venas e intento lanzarme hacia él, pero los hombres me detienen.

—¡Eres un maldito infeliz ¿Cómo te atreviste a hacer esto?! —grito intentando liberarme, pero no puedo.

—No seas tan dramático. Esta era la única solución que pude encontrar para que te alejes de ella. Agradéceme que no la maté. Y por si no lo notas, no podrás salir. Todo el lugar está rodeado de mis hombres. Te daré un mes para que te calmes y analices. Y si te portas bien, volveremos a Estados Unidos. Que descanses, hijo.

Él se marcha como si nada, con toda la calma del mundo, dejándome lleno de rabia. Necesito encontrar la forma de comunicarme con Arabela y buscar la manera de escapar de este lugar.

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