🦋Capitulo 6.🦋

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Arabela

Siento que mi corazón se está rompiendo. No, él seguro está bromeando. No puede hacerme esto, ¿por qué? No puede alejarme de él. Eso no. Me importa una mierda si está decepcionado o lo que vaya a hacer, pero él no me alejará de mi ruso.

Con el corazón latiendo rápido y las lágrimas empezando a salir, me levanto del suelo. Me duelen mis nalgas por la caída, pero olvido eso y subo las escaleras, entro a mi habitación y saco mi teléfono para llamarlo. Pero él no contesta. ¿Por qué no lo hace? Eso es tan raro. Siempre responde al primer tono.

Empiezo a llorar más fuerte mientras pienso en todo lo que dijo mi padre. Nadie me va a separar de él. Nadie. No importa lo que tenga que hacer, no dejaré que me separen de él. Si tengo que volver a enfrentar a mi padre, lo haré. Con rabia, tiro al suelo todo lo que tengo en mi tocador: perfumes, maquillaje, todo queda hecho un desastre.

Espero a que pase un tiempo prudente para llamarlo. Tal vez está manejando y por eso no contesta. Sí, debe de ser eso. Después de un rato, estoy segura de que ya llegó a su casa, así que vuelvo a llamarlo. Pero nada. ¿Por qué mierda no contesta? No puedo quedarme aquí. Tengo que salir a buscarlo.

Antes de salir, llega un mensaje y es él, diciéndome que descanse y que luego hablamos. Ese mensaje no me gusta. Él nunca dice eso. Siempre hablamos en el momento. ¿Qué mierda está pasando? Vuelvo a llamarlo y nada. Me tiro a la cama con frustración. Esta situación no me gusta nada. Dejo fluir mis lágrimas. Todavía no entiendo por qué mi padre no quiere que esté con él.

No sé en qué momento me quedé dormida, pero veo que ya amaneció y los recuerdos llegan, uno que me duele. Mi padre no puede hacerme esto. Reviso mi teléfono: son las nueve de la mañana y no tengo ninguna llamada de él, ni un mensaje de buen día, nada. Esto no es bueno. Sus mensajes eran lo primero que leía cuando me despertaba.

Vuelvo a llamarlo, pero nada. Esto me está desesperando. Necesito verlo, saber que todo está bien. Salgo de mi habitación y hay dos imbéciles que no me dejan salir.

—¿Qué les pasa? ¡Quítense de mi camino! —grito con rabia.

—Discúlpenos, señorita. Tenemos orden de su padre de que no puede salir —asegura uno sin verme.

Mi cara es de sorpresa. No puede ser. Él no puede hacerme esto. No puede encerrarme. Se volvió loco. Con rabia, entro a mi habitación, tirando la puerta. Camino de un lado a otro. Estoy alterada y muy nerviosa. No sé qué hacer. Vladmir no toma mi llamada y eso me tiene al borde de una crisis existencial.

Pasan varias horas y nada. He enviado mensajes, pero ninguno ha sido contestado. ¿Será que le pasó algo? No, no puedo pensar en eso. Él está bien. Los recuerdos de ayer llegan a mi mente. ¿Y si alguien lo interceptó y le hicieron algo? No, él está bien, me repito muchas veces.

No entiendo qué pasa. ¿Por qué mi padre cambió de parecer con nuestra relación? Algo debe haber sucedido con esa familia para que mi padre dijera eso. Ellos se llevan muy bien, y si pasó algo, no es bueno. Las dos familias más peligrosas de la mafia siendo enemigas no es bueno.

Estoy en la cama, sentada con las lágrimas saliendo solas. Estoy angustiada, no sé qué hacer. No puedo salir. Mi madre intentó darme de comer, pero no quise. La verdad, no creo que por mi garganta pase algo de comida con la angustia que tengo. Me quedo viendo fijamente hacia mi ventana y se me ocurre algo. ¡Oh sí! Saldré por ella, eso haré. Voy al baño, me ducho y me cepillo los dientes, que no lo había hecho por los nervios. Me pongo ropa cómoda.

Miro por la ventana, observo afuera. No veo a nadie vigilando, pero el suelo está muy lejos. No importa. Busco algo para poder sostenerme, pero no veo nada. Aunque la pared está hecha de unos mosaicos que sobresalen. Por suerte, soy buena escalando.

Busco varias sábanas y las amarro al pomo de la puerta. Esto parece de película. Cuando veo que está resistente, empiezo a bajar con todo el cuidado posible. Ya estando abajo, me dirijo hacia donde están los coches de lujo, con mucho cuidado para que no me vean. Por suerte, sé dónde están cada uno de esos idiotas guardaespaldas y podré esquivarlos.

—¿Adónde crees que vas?

La voz de uno de los hombres me detiene cuando estoy a punto de entrar a uno de los coches. Volteo para verlo. Tiene los brazos cruzados y me mira con cara de pocos amigos. Es uno de mis guardaespaldas, que siempre está conmigo.

—Le pregunté ¿a dónde cree que va? —me mira con seriedad.

Mis nervios no se hacen esperar. ¿Ahora qué hago?

—Por favor, déjame ir. Solo saldré un momento y regreso, pero no le digas a mi padre. —le pido, él niega.

—Sabe que, si no lo hago, estaría en problema con él. —expresa seriamente.

Él tiene razón, pero necesito salir.

—Pero él no lo sabrá. No le diré nada. Además, tendrías puntos conmigo. Soy la única heredera y pronto podría tomar el cargo de mi padre. Te podré recompensar muy bien. Podrás ser mi guardaespaldas personal y tendrás un mejor sueldo. —hablo tomando una postura seria, aunque con los nervios a flor de piel.

Le he mentido descaradamente, porque la verdad aún no sé si tomaré el cargo. Él se queda mirándome fijamente; al parecer, lo está pensando.

—Pero he sido su guardaespaldas personal desde siempre. ¿Es que no lo ha notado? Y lo seguiré siendo. Bien, váyase, pero si su padre me dice algo, diré que nunca la vi irse. Usted será la responsable de todo. —me advierte seriamente, pero me da una media sonrisa.

—Gracias. Te prometo que desde que tome mi posición, serás bien recompensado. —le aseguro con seriedad.

—No se preocupe. Siempre le serviré. Ahora, váyase, antes de que alguien más la vea conmigo, y no olvide regresar.

Él se va, y sin pensarlo mucho, me subo a uno de los deportivos que tiene. Son unos cuatro, aparte de varias camionetas y carros antiguos de colección. En fin, tiene muchos. Cuando estoy a punto de encender el carro, suena mi teléfono. Verifico, y es él. Mi corazón se acelera.

—¿Por qué rayos no contestas el maldito teléfono? —hablo con la voz a punto de quebrarse, pero él no me habla y mis nervios crecen. —Ruso de mi vida, háblame. ¿Qué pasa? —pregunto en un susurro.

—Ya no podemos vernos más. —dice de repente. Su voz suena diferente, pero no presto atención a ello. No, él no puede estar diciéndome eso. Es mentira.

—No digas tonterías. Estoy saliendo de mi casa. Nos vemos en el mismo lugar. —digo y cierro sin esperar respuestas.

Apago el teléfono. No quiero que llame y vuelva a decirme algo así. Prendo el carro y salgo a toda velocidad. Solo veo cómo los idiotas comienzan a protestar y se dirigen a sus vehículos. Por suerte, el portón está abierto, y yo acelero como nunca.

Las lágrimas recorren mis mejillas. Lo que dijo mi padre eso no pasará. Él no puede alejarme de él. Eso no lo permitiré. Tengo que hablar con Vladmir, y si tenemos que irnos lejos, nos iremos. No me importa nada. Debí proponérselo hace tiempo, desde que lo pensé, y quizás ya estaríamos bien lejos haciendo nuestra vida.

Llego a nuestro lugar, que es un lindo parque, donde nos vimos por primera vez. Me limpio las lágrimas, respiro profundo, salgo. Él ya está. Sonrío como una tonta y corro hacia él, me le tiro encima, lo abrazo fuerte. Pero mi abrazo no es recíproco. Me alejo y lo miro. Su rostro está inexpresivo. Me mira con tanta indiferencia.

—¿Podrías explicarme qué demonios pasa? Mi padre dijo que no podemos estar juntos y tú me dices lo mismo. No entiendo nada. ¿Dime que es una broma?, por favor. —exijo sin dejar de verlo y sin poder evitar que mis lágrimas vuelvan a salir.

—No es broma, todo es verdad. —habla muy serio y alejándose de mí. —Lo nuestro no puede continuar. —reafirma sin dejar de caminar, dirigiéndose a su carro.

No, esto debe de ser una muy mala broma.

Estoy intentando asimilar lo que me acaba de decir. Esto no puede ser, debe de ser algún sueño o una broma, un mal chiste, sí, eso debe de ser. Lo veo alejarse, pero no puedo dejar que se vaya sin que me dé una explicación a todo esto.

—Es mentira, es mentira, es mentira. —vocifero repetidas veces mientras le comienzo a pegar en la espalda, antes de que llegue al carro.

Él se voltea y me agarra los brazos, deteniendo mis golpes. Nos miramos a los ojos; veo molestia en su mirada, y yo estoy dolida, sin entender nada.

—Arabela, lo nuestro se acabó. —habla tan fríamente. Niego repetidas veces sin creer nada de lo que dice.

—No, no entiendo, ¿por qué? Si estábamos bien, no hace poco me confesabas tu amor, hicimos el amor, me entregué a ti. No comprendo. —balbuceo sin evitar que mis lágrimas sigan saliendo. —¿Qué hizo mi padre? ¿Fue él, verdad? ¿Te amenazó en algo? No le hagas caso y escapémonos, alejémonos de todos, seamos felices lejos de todos, tú y yo nada más. —le ruego desesperada, sin creer nada de lo que me está diciendo.

Pero él no me dice nada, y mis labios tiemblan. No sé cuánto tiempo ha pasado, pero él me mira seriamente y aún no me suelta. Sus manos presionan muy fuerte las mías, y ya me molesta su agarre.

—El problema es que todo esto fue un simple juego de adolescentes y tu padre no tiene nada que ver en esta decisión. —me habla con fastidio.

Lo miro sin creer lo que me dice.

—No me mientas así, eres malo mintiéndome. —le pido llorando desconsoladamente.

—No te estoy mintiendo. Acepté venir para decírtelo en tu cara, esto se acabó. —reitera, soltándome bruscamente y volviendo a caminar.

—¿Dices que estos tres años solo fue un juego? Tus besos, tus caricias, la forma en que me miras y cuando me hacías el mejor sexo oral, ¿era solo un juego? —le grito, y él se detiene. —Lo de ayer, ¿todo fue un juego? Me hiciste tuya, maldita sea, ¿y dices que era un puto juego? —grito y caigo al suelo; mi corazón está destrozado.

—Ya te dije que esto se acabó. Deja de hacer el ridículo y compórtate como una mujer madura. Además, no tengo la culpa de que salieras toda una putita. —habla enfurecido. Lo miro, y sigue igual de inexpresivo, pero a la vez me mira con repugnancia. —Fuiste una gran puta, solo eso, así que déjame en paz.

Yo estoy tan desconcertada. Él nunca me había hablado así; sus palabras duelen en lo más profundo de mi alma. Esa mirada no es de él, nunca fue así, no entiendo nada.

—¡Cállate, eres un imbécil! —grito más molesta, y las lágrimas no dejan de fluir.

Como una estúpida, gateo intentando acercarme a él, pero él retrocede, y mi corazón se rompe más de lo que ya está. No sé qué estoy haciendo; me veo patética rogando, pero esto es algo que no comprendo y no puedo asimilar.

—Deja de arrastrarte. De verdad, pareces una puta rogona. ¿Por qué te comportas así? Debes aceptar cuando un hombre te rechaza. Aunque no te niego que te ves bastante ardiente. ¿Quieres que follemos por última vez? —habla con una media sonrisa de arrogancia y a la vez espeluznante.

Lo miro más desconcertada que nunca. ¿Quién es este hombre? Lo desconozco totalmente. Lo miro con mucha rabia; cómo se atreve a tratarme de puta. Lo que no entiendo es por su trato, si antes no era así.

—¿Por qué? —digo, apenas mi voz sale y es temblorosa. —¿Por qué me engañaste? ¿Por qué me dices esas cosas? ¿Por qué me tratas de puta cuando sabes muy bien que no lo soy? —hablo con rabia, parándome y viéndolo fijamente.

—No hagas preguntas estúpidas y ya lárgate, que no quiero verte nunca más. —espetó con molestia. No, este no es el hombre del que me enamoré.

Lo observo fijamente mientras las lágrimas no dejan de brotar. Su rostro no refleja nada, ningún sentimiento, no se muestra arrepentido por sus palabras. No muestra al chico que me enamoré, el que siempre me decía que me amaba y todo lo que le gustaba de mí. Es alguien totalmente diferente y cambiado. No es mi Vladmir. No entiendo qué lo hizo cambiar de un día para otro. No entiendo nada.

—Maldita sea, necesito una puta explicación. Me estás destrozando, ¿no lo ves? —digo acercándome a él, pero esta vez no retrocede. Aprovecho y le doy una fuerte bofetada.

Él no se mueve, no hace ni dice nada, pero me mira con mucha rabia, como si se estuviera controlando para no pegarme. Sería el colmo que hiciera algo así.

—Ya te dije, todo fue un juego nada más, y conseguí lo que quería. —asegura sin verme.

—¿Qué? ¿Me usaste para acostarte conmigo? —pregunto con rabia y dolor, pero él se queda callado y no me mira. —Mírame a los ojos y dímelo. ¿Dime que no me amas? ¿Dime que no me deseas? —le grito, volviéndolo a bofetear. Él me mira directo a los ojos.

Ojos que antes me miraba con amor, ahora reflejan rabia y ¿odio? O sea, él me odia. No entiendo.

—¡No te amo, nunca te amé y nunca lo haré, entiende eso, estúpida! —vocifera. —Todo esto solo fue un plan para engatusarte y tenerte, entiéndelo y deja de arrastrarte como una puta, valórate un poquito y deja de rogar.

Sus palabras salen tan fríamente que me dejan impactada y temblorosa. Todavía no puedo creer que él sea este hombre frío y despiadado, no se parece en nada al Vladmir cariñoso y tierno de antes. Mi rabia es tan grande que lo vuelvo a abofetear y él no evita mis golpes, pero puedo ver la rabia brotar de su cara. Mi corazón está roto en mil pedazos.

—¿Ya te cansaste?, ¿ya te desahogaste?, ¿quieres seguir pegándome? Habla, porque tengo que irme a hacer cosas mucho más importantes y estoy perdiendo mi valioso tiempo contigo. —espeta con enojo y determinación.

Me limpio las lágrimas con rabia y lo fulmino con la mirada. Lo miro con ganas de matarlo, porque eso es lo que quiero ahora mismo.

—¡Eres un maldito desgraciado, infeliz, poco hombre! —grito al borde de las lágrimas.

—No tan poco hombre, porque no estarías aquí rogándome. —me agarra de la cintura y me pega a él. Intento soltarme, pero no puedo. —Dime, ¿quieres ir a que follemos una última vez? La verdad, te ves bastante apetecible.

Siento su mano en mi vagina, la cual aprieta con fuerza.

—Pero creo que no. No tengo tiempo para ti. —me suelta bruscamente, casi haciéndome caer. —Ya en la noche me iré a coger a otras. —dice con una sonrisa burlona.

Todavía estoy tratando de asimilar cada una de sus feas palabras, comprender todo esto. ¿Él tiene otras? No puede ser, según era virgen, o sea, que hasta en eso me engañó. Él sigue viéndome burlonamente, maldito.

—Eres de lo peor, nunca pensé que fueras así. No quiero volverte a ver en toda mi vida, te odio. —digo con rabia, sin poder evitar las lágrimas.

—Por fin ya lo entendiste. Yo tampoco quiero verte nunca más. Aunque aún lo estoy pensando. Creo que nos podemos despedir de buena manera, pasarla bien. No me vendría nada mal tener tu boca en mi pene y tragándote todo mi semen, hasta ahogarte. Luego, con mi pene, recorrería esas ricas tetas que tienes.

Habla con tanta burla y me mira con descaro. De verdad que desconozco a este hombre. Antes de irme, lo abofeteo de nuevo. Con cada bofetada que le doy, siento que libero un poco la rabia que siento, pero no es suficiente. Lo que quisiera es matarlo. Él me agarra del brazo con fuerza y me mira con rabia.

—No vuelvas a pegarme o no te irá nada bien. —espeta rabioso.

Sus ojos reflejan tanta rabia, como nunca lo había visto. Debo confesar que causa mucho miedo. Pero tengo que ser fuerte.

—Maldigo la hora en que me enamoré de ti, Vladmir Ivanov. Te juro que te arrepentirás de esto, pagarás con lágrimas de sangre por lo que acabas de hacer, te lo juro. —aseguro, escupiéndole en la cara. Me suelto de su agarre empujándolo.

Corro hacia el carro, entro y manejo a toda velocidad sin dejar de llorar. Me siento horrible, no pensé que esto iba a pasar, que me destrozarías de esa forma. ¡MALDITO! Grito con más rabia, pegándole al volante.

Me la vas a pagar, juro que te arrepentirás.

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