🦋Capitulo 65.🦋

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Arabela

Unas voces y risas de alegría me despiertan de mi sueño. Abro los ojos despacio para adaptarme a la luz. Mis ojos buscan a Vladmir, pero no está a mi lado. Debe de estar con los niños. Con toda la calma del mundo, me dirijo al baño y hago mis necesidades. Me miro al espejo y tengo ojeras de cansancio por no dormir mucho.

¿Y cómo se duerme con tremendo hombre a mi lado? Un hombre que me prende con solo verlo o escuchar su voz. Hombre que hace que mis piernas se debiliten y casi no pueda mantenerme en pie. Todo eso lo provoca ese ruso, al cual amo con locura, y no creo que deje de amarlo.

Desde que lo vi por primera vez en ese parque, dictaminé que él sería mío para toda la vida. Creo que las cosas van por ese camino, a pesar de lo que hemos vivido y de las cosas que nos separaron. A pesar de todo, estamos juntos, y no lo dejaré nunca.

Cuando estoy lista, salgo de la habitación y las risas resuenan en todo el lugar. Risas que reconocería en cualquier lugar. Mis dos hermosos niños están jugando con su padre.

—Hoy amanecieron muy alegres. —hablo mientras me acerco a ellos.

Los tres sonríen cuando me ven. Mis dos niños salen corriendo hasta llegar a mí. Intentan abrazarme, pero mi enorme panza no se lo permite. Me acomodo en un sofá, y ellos aprovechan eso para llenarme de besos en toda la cara. Al detenerse, ambos acarician mi barriga.

—Mami, ¿cuándo vendrán las gemelas? —pregunta Alessio sonriendo, sin dejar de acariciarme la barriga.

—Ya queremos que estén con nosotros, para jugar mucho. —dictamina Alessandro dándome besos en toda la barriga.

—Pronto, mis amores. Solo quedan poquitas semanas y les aseguro que están ansiosas por salir, conocerlos y jugar con ustedes. —aseguro mientras sonrío.

Trato de no llorar, pero es un caso imposible. Ya estoy llorando amares. Mis niños son tan lindos y tiernos. Los amo con mi vida, haría lo que fuera por ellos, y por estas niñas lindas que están por llegar. Las amo tanto y sé que las amaré más cuando las tenga en mis brazos.

Estas últimas semanas todo ha sido un caos. Mis hormonas están cada vez hechas un desastre. En un momento estoy alegre, pero de repente estoy muy molesta y con ganas de salir a matar. Si no fuera por mi ruso, quedaría loca. Aparte de que los vómitos y mareos no ayudan. Aunque se me han calmado, pero vuelven y eso me pone muy furiosa.

Parezco una enorme pelota, y Vladmir dice que me ama así, pero yo protesto y lo llamo mentiroso, que él no amaría a una bola como yo. Y cuando digo eso, lloro como nunca. Pero él, a pesar de mis cambios de humor, no se aparta, siempre está conmigo. Si tengo algún antojo, sale y me lo consigue; es tan tierno, menos en la cama, cuando estamos en ella, me devora sin compasión. Ahora que no podemos tener sexo con penetración, nos complacemos con sexo oral, tremendos orgasmos que me da con esa boca.

—Mami, ¿por qué lloras? ¿No quieres que juguemos con nuestras hermanas?

Las voces de mis niños me hacen volver a la realidad. Ambos me limpian las lágrimas que siguen saliendo.

—No es eso mis amores, lloro de emoción, de felicidad. Ustedes me dan mucha alegría. —les aseguro con una sonrisa limpiándome las lágrimas.

—Espero que yo también esté incluido en esa felicidad. —escucho a Vladmir.

Él se nos acerca, me da un beso en la mejilla y acaricia mi barriga.

—Todos están incluidos, mi ruso. Ustedes son mi vida, no sería feliz si no están a mi lado. —respondo con una enorme sonrisa. Él va a responderme, pero una voz bastante conocida nos interrumpe.

—¿Y el tío favorito también está incluido?

—¡Tío Fabrizio, ya regresaste! —exclaman mis dos niños al mismo tiempo, mientras salen corriendo tras mi hermano.

Veo asombrada a Fabrizio. Hace tanto tiempo que no lo veía, desde que se fue a Estados Unidos hace unos cuatro meses, según él llegaría después que nacieran las gemelas. Ha tardado demasiado y lo extrañé mucho. Con algo de dificultad y ayuda de mi ruso, me levanto del sofá.

—Hermano, al fin llegas, pensé que no regresarías nunca. Me hiciste mucha falta. —hablo entre lágrimas. Algo que es difícil de controlar.

Al llegar a su lado, lo abrazo como puedo; la panza no me deja hacerlo bien.

—Hermana, también te extrañé. Pero ya estoy aquí, además, ¿pensabas que me iba a perder el nacimiento de mis sobrinas? Eso nunca. —asegura con una sonrisa y limpiándome las lágrimas. —Ya no llores, estoy aquí, sé que te hice mucha falta, y como no, me amas demasiado.

—Tonto, no te vuelvas a ir. O mandaré a que te corten la cabeza. —respondo haciéndome la enojada.

—Eso no puedo asegurarlo, y tampoco creo que me puedas cortar la cabeza. No podrías vivir sin mí. —dice con arrogancia.

—Cuñado, bienvenido. ¿Dime que no volverás a irte? Tu hermana solo habla de ti, y de mí nada, creo que ya ni existo. —habla mi ruso mientras ambos se dan un abrazo.

—Imagínate, ella me ama más que a ti, tienes que aceptarlo. —responde Fabri con una sonrisa.

—De eso no estoy muy seguro. Cuñadito. —contesta Vladmir igual sonriendo, mientras se coloca detrás de mí y me abraza.

—Bueno, tal vez te ama más a ti, porque tú eres él que la empotra en la pared. —asegura mi hermano con una sonrisa, y lo miro con los ojos bien abiertos.

—¿Cómo dices esas cosas? Recuerda que los niños están aquí. —espeto pegándole en la nuca. Vladmir y mi hermano solo se ríen.

—Perdón, hermana. Solo bromeo, y no me pegues. Pero necesito hablar contigo. Ponernos al día.

Con una sonrisa, le digo que sí. Vladmir se lleva a los niños, y Fabri y yo nos dirigimos al gran jardín, mientras él hace bromas sobre mi panza. Que se me va a explotar, que, si es seguro que son dos y no cinco, que parece que me tragué una ballena y otras bromas más. La verdad, lo que me dice no me afecta, al contrario, solo me río.

En silencio, nos acomodamos en unas de las reposeras cerca de la piscina. Yo me dedico a acariciarme la barriga sin dejar de sonreír. Ninguno dice palabra alguna, pero no me quejo. Tenerlo conmigo ahora es muy bonito. A pesar del poco tiempo que sabemos que somos hermanos, nos queremos como si nos hubiéramos criado toda la vida. Siempre deseé tener uno, y lo tengo, y eso me hace feliz.

—Cuéntame, ¿cuándo es la boda? —su pregunta me emociona.

—Tenemos pensado casarnos cuando nazcan las niñas, lo que aún no sabemos es cómo llamarlas. —respondo con una gran sonrisa acariciándome la barriga.

—¿Puedo ayudarte a buscarles un nombre? —me pregunta con emoción en su voz, mientras sonríe.

—Claro que sí, eres su tío. —aseguro con una sonrisa.

El silencio vuelve, y me acomodo mejor en la silla. Cierro los ojos sin dejar de acariciarme la barriga. Me siento feliz, tranquila y en paz.

—Entonces, ¿cómo te sientes? —su voz me hace salir de mis pensamientos, abro los ojos y lo miro confundida sin entender a qué se refiere, él suspira y se acomoda para quedar frente a mí, mirándome con seriedad. —Después de torturar a Marcello de la manera que lo hicieron, ¿cómo te sientes? Es tu padre a pesar de todo.

Sus palabras me dejan pensando. La verdad, desde que torturamos a mi padre y a Alan, no lo hemos vuelto a hacer. Solo están encerrados, con comida una vez al día. No hay otro tipo de tortura, pero es que nos la hemos pasado también en familia que nos olvidamos por un momento de ellos. Ya hace dos meses, y no sé cómo me siento. Tengo sentimientos mezclados, estoy confundida, siento odio, ira, dolor, y a la vez el sentimiento que una vez le tuve a mi padre. Con tantas cosas mezcladas es un lío, no sé qué responderle.

—¿Podemos hablar de otra cosa? Te juro que no sé qué siento, y en este momento no tengo ganas de responder. —respondo tratando de que mi voz no se quiebre. Él me mira seriamente.

—Bien. Te entiendo, de todas formas, hablaremos luego de ello. —me asegura con una media sonrisa. —Quería comunicarte algo. ¿Te acuerdas del cargamento que transportaríamos a México y que nos habían robado?

Abro mucho los ojos cuando me hace la mención, lo había olvidado por completo.

—La verdad lo había olvidado, es que han pasado tantas cosas que en comparación eso es una tontería. ¿Por qué vienes con eso ahora? ¿Qué pasó? ¿No me digas que encontraste al maldito que lo hizo? —cuestiono con una sonrisa. Él asiente.

—Los mexicanos me contactaron. Al parecer, alguien les había enviado un cargamento de droga, pero la que les llegó no fue la prometida; una parte era falsa, y que estaban buscando al responsable para acabar con él. Sabes cómo es el cartel de México, ellos no juegan con sus cosas. Bueno, el caso es que investigando nos enteramos de que el responsable fue la bestia, y sabes bien quién es ese, ¿verdad?

Mis ojos se abren de par en par. No lo puedo creer, lo que faltaba. Alan está en todo. La verdad ni me sorprende, eso es una tontería en comparación a lo que ha hecho.

—Alan fue el responsable del robo y de entregarla a los mexicanos. El cuñado no es ningún tonto. Iré hacerle una visita. —hablo mientras intento levantarme, pero Fabri me sostiene del brazo, evitando que lo haga.

—No lo creo. Estás a punto de parir, además, no creo que mi cuñado no te deje ir. —espeta él sin soltarme el brazo.

—Alan fue el responsable del robo y de entregarla a los mexicano. El cuñado no es ningún tonto. Iré hacerle una visita. —hablo mientras intento levantarme, pero Fabri me sostiene del brazo, evitando que lo haga.

—Solo será una visita, nada más. No haré ningún esfuerzo. Vamos, llévame, tú estarás presente. Y así podrás ver cómo ellos quedaron. Por favor. —expongo con un puchero.

—Ni se te ocurra. Te quedarás aquí, no te llevaré, yo mismo te obligaré a quedarte, no me obligues a decirle al ruso, y él sabrá cómo retenerte. —advierte con voz molesta.

Me cruzo de brazos viéndolo molesta. Yo no lo puedo creer, mi propio hermano me está amenazando.

—Y no me mires así, no me vas a convencer. Deja tu cara de mafiosa para otro, ya a mí no me causa nada. —asegura con una sonrisa.

—Está bien. Entonces háblame de lo que hiciste en Estados Unidos. Sin guardarte nada. —exijo volviéndome a sentar. Él da un suspiro largo y se sienta.

—¿Te acuerdas de Ivonne, la hija de Jackson? —pregunta serio. Asiento viéndolo confundida. —La estaba visitando en la cárcel.

—No entiendo, ¿por qué razón harías eso? —pregunto con obvia confusión, pero él no me responde, solo se queda viéndome con una media sonrisa.

Trato de entender por qué visitaría a esa chica. Sé que él me había dicho que visitaría a la chica que proclamó como suya con apenas haberla visto. De repente, mi mente se ilumina. Mierda, pero qué tonta. Ivonne es esa chica. ¿A mi hermano le gusta Ivonne? No lo puedo creer.

—Por tu rostro sorprendido, creo que ya te disté cuenta. Por el momento, no diré mucho, ya luego te diré con más detalle. Así que no preguntes. —expone con una sonrisa algo perversa.

—No insistiré, pero ¿sabes que puedes confiar en mí? ¿Verdad?

—Claro que lo sé, hermana. Pero hay algo más. También me enteré del motivo por el cual Alan quería matar a Ferrano. Tu suegra me informó que hace unos años atrás, Alan tenía una novia y ambos tenían pensado casarse. Pero ella fue violada y asesinada cruelmente delante de sus ojos. Al parecer, ese acto desencadenó en Alan ese ser perverso y demente que es ahora. Nada lo justifica, pero hay personas que cambian cuando pasan por algo doloroso, y tú muy bien sabes que es así.

Mi rostro está en shock, sorprendida ante esa información. Nunca me imaginé que ese demente pasara por algo así. Debo reconocer que es duro ver que maten y violen frente a tus ojos a alguien a quien amas y con quien tienes planes. Yo no sabría cómo reaccionaría si mataran a mi ruso frente a mí. Además, él nunca tuvo una familia que le diera amor.

Sé que las personas cambian cuando sufren algún desamor o algo así, como le pasó a él. Yo también cambié con la supuesta traición de mi ruso; eso me hizo ser alguien que quizás no quería ser. Ahora mismo no me afecta ser como soy, me siento orgullosa y creo que no cambiaría nada de mí.

Solo pienso que Alan debe tener algún problema mental muy serio.

—Tu padre, digo Ferrano, ¿es el responsable? —él niega con molestia. Aún no le gusta que diga que él es su padre; no se acostumbra.

—No fue Ferrano ni tampoco Marcelo, fue un árabe que se dedica a las drogas y al tráfico de trata de blancas. Alan no lo sabe, aún sigue creyendo que fue Ferrano, y hay algo que me sorprende, y es que tu ruso conoció al árabe. Solo espero que mi cuñado no tenga pensado trabajar con esa gente. —explica con molestia.

Lo último que dice de que mi ruso conoce a ese individuo me deja pensando; en ningún momento Vladmir ha mencionado algo al respecto.

—No, no creo que mi ruso haga algo así. —aseguro.

—Mi principessa, ¿a qué te refieres? ¿Qué es lo que yo no haría? —Vladmir se acerca con una sonrisa maliciosa.

Antes de que yo diga algo, siento un dolor muy fuerte bajo mi vientre que empieza a aumentar cada vez más. Y no puedo evitar gritar de dolor. Escucho las voces de mis dos hombres favoritos, pero no puedo pronunciar palabra; el dolor cada vez es peor. De repente, el dolor pasa. Pero un mareo invade mi cabeza, todo me da vueltas. El dolor vuelve y mucho más fuerte, y lloro desesperada, pensando lo peor.

Mis ojos se van cerrando. Siento cómo me cargan y comienzan a caminar, pero eso ha sido peor; el dolor es insoportable y el mareo es horrible.

—Mi Principessa, resiste, no cierres los ojos, tienes que estar conmigo, vamos, no te duermas. —la voz de mi ruso la escucho desesperada.

Creo que entramos al vehículo, y aún sigo escuchándolo, pero el dolor y el mareo están aún presentes; sigo llorando con desesperación sin dejar de agarrarme la barriga. Abro los ojos y veo esos hermosos ojos color miel mirándome preocupados.

Ya no resisto más y todo se torna negro.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro