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— ¿Qué hace Bam cuando mamá no está en casa?

El pequeño sin dudar, responde con toda la firmeza que puede tener un niño "no abrir la puerta y no hablar con extraños" siendo interrumpido por una estrepitosa risa. Era la mujer vestida con prendas estériles, su adorada madre, quien cada noche partia a cumplir su labor como enfermera en un hospital de la localidad. Es cierto que, como padres las personas del servicio de salud, sacrificaban mucho en su hogar, en cualquier época del año, su presencia era necesaria y más aun en esa ciudad donde la gente parecia no querer seguir con su vida. Un ruidoso beso fue dejado en su mejilla izquierda, apareció una marca de labial que el infante no se molestó en limpiar porque se sentía más protegido. Ya estaba en cama, su peluche en brazos y cubierto hasta el cuello con su manta de estrellas.

No era su primera noche en casa, por lo que al despertar, ya conocia la rutina que debia seguir. El número de celular de la mujer escrito en una trajetilla que se encontraba junto al teléfono de la casa, su comida guardada en el refirgerador y el número que debia presionar en el microondas pegado en una post-it color amarillo chillón. Su madre le habia explicado cada cosa y él atendió a todo desde que estaban viviendo allí con cuidado.

Lo último que recuerda el castaño antes de establecerse en esa casa, es haber subido a un avión junto a su madre, quien al tratarse de un proceso tan agotador, le permitió dormir durante la mayoria del trayecto. La primera semana, se quedaron en un departamento, en lo que conseguian un lugar más acogedor y ella encontraba trabajo, lo que fue extenuante, pero no imposible. En menos de un mes, se encontraron cambiando sus pocas pertenencias a un lugar más grande, lo suficiente como para que un niño tuviera más libertad y a partir de allí, pese a pensar con cabeza fria que era una locura dejarlo solo, no tenia dinero y tampoco la confianza suficiente con alguien para pedir favores y por supuesto, no dejaria su hijo en manos de un extraño. Siguio siendo una mala idea, pero el niño siempre ayudó en lo que pudo, captando de inmediato las indicaciones para facilitar las cosas a su preocupada madre.

En total, cumplirian un año de estar viviendo allí a la mañana siguiente. Antes de que fuese despertado por la alarma, bajó de cama para ir hacia la cocina, sus piecesitos frios alcanzando cobijo en unas pantuflas verde olivo, apretando con un bracito a Cupcake contra su pecho. Por alguna extraña razón, despertaba todos los días a eso de las 4:30, cuando el sol no tenia intenciones de asomarse aún, pero esa madrugada como las últimas, tomó un curso distinto junto al rumbo de sus pies al llegar hasta el ático en lugar de la cocina donde por supuesto, no le esperaba un vaso de leche sino una melodia agradable. Tan inocente como extrañado, se aproximó a la ventana,  cortando sus pasos ante una mala palabra de la boca de un joven rubio que se encontraba sentado en la viga de la ventana, ignorando la presencia del niño curioso que, no hizo mas que examinar sus facciones desde la claridad que le ofrecia el foco en el techo. Era él, sin duda.

Por otro lado, se encontraba Mark Tuan, un  adolescente complicado, pero atractivo que encontró comodo subirse en pijama al techo de una casa que se encontraba aparentemente vacia, tras una discusión con su padre. No mentiria, se asustó al divisar la mano de un niño trazando la forma de una flor con un dedo, pero al conocer de la existencia del mismo sólo le restó importancia. Colgó la guitarra en su espalda, liberando su aliento frio antes de ver como este abria la ventana, saludandolo con una enorme sonrisa que llegó a sus ojos.

— Peter Pan, viniste hoy también.

Mark bufó, dispuesto a negarse tal cual intentó la primera vez, pero arrepintiéndose en el proceso. Recordaba la primera noche en que sucedió, él se encontraba en una situación para nada similar y el niño apareció, decidiendo que era aquel personaje ficticio sin darle oportunidad de defenderse.

—¿Eres Peter Pan?

— ¿Qué crees?

BamBam estiró un brazo, tocando su mejilla brevemente, todo esto mientras evaluaba su rostro en silencio.

— Yo creo que eres Peter Pan.

— ¿Por qué?

— ¿Porque otra razón estarias en mi ventana?

Desde esa noche, no apareció al menos hasta dos días después y allí estaba, sentado una décima vez junto al mismo niño que le llamaba Peter Pan, pero al que no habia puesto un alto debido a que le pareció graciosa la situación.

— No podia dormir.

El niño le invitó a entrar, tomando asiento en el mueble bajo la ventana en una posición de jefe indio con Cupcake en sus piernas.

— ¿Peter Pan no duerme?

Ya sentado tan comodo como él, con la libreta y lápicero en medio de ambos, pasó el instrumento hacia el frente, verificando sus clavijas distraidamente.

— Estoy mal y no puedo dormir si estoy mal, escribo sobre como me siento para no decir cosas feas de las que me podría retractar luego.

— ¿Qué es retractar?

La manera en que ignoró todo y extrajo sólo lo que le llamó la atención fue encantadora. Se preguntó si eso era la inocencia, porque la queria de vuelta.

— Es cuando haces o dices algo que hace daño y cuando te das cuenta que fue malo, porque lástima a alguien, sientes ganas de no haberlo dicho nunca.

Lo puso en palabras sencillas, recordando que se trataba de un niño que a duras penas entendia el idioma. Atrapó la manito que tomaba el lápiz con su mirada, viendo como le dió vuelta a la libreta, rayando algo en la última página que desde su lugar no era entendible.

— ¿En qué quedamos sobre tocar las cosas ajenas sin permiso?

Que es malo.

— ¿Y entonces?

— También es divertido.

Eso desapareció cualquier rastro de dureza en su expresión, abriendo apetito a una gran curiosidad sobre lo que este trazaba en el papel. Su duda fue resuelta cuando este le mostró por cuenta propia, cortando el ruido producido al rasgueo constante de las cuerda.

— ¿Quién es ese?

Preguntó señalando un dibujo de lo que parecia un niño con un traje curioso y lo que parecia una pala.

— Eres tú. Mira, está la guitarra también.

Medio sonrió.

— ¿Y en dónde estás tú?

No entiendo.*

Mark tampoco entendió, pero con una idea en mente le arrebató de sus manos y lo dibujó. Muy pequeñito con alas, mostrando su tarea al niño como buscando su aprobación.

— ¿Tinkerbell?

Mark lo señaló tras asentir, pero Bam frunció el ceño.

— Yo, niño.

— Eres lo que eres, pero también puedes ser lo que quieras y eso no es malo ¿te parece malo? Eres un niño hada.

Explicó despacio, ganando otra sonrisa del niño y asentimientos efusivos.

— Soy Tinkerbell.

— Está bien, eres Tinkerbell.

Como ese, los encuentros se prolongaron durante años donde Mark, contrario a enseñarle un mundo de en sueño que todos esperarian de algo relacionado con Disney, le enseña cosas que le permiten aprender sobre lo que es la vida real, preparandolo. Sin esperar que también recibiria una que otra enseñanza a cambio; Mark le regaló sinceridad y Bam otro modo de ver la vida.

— ¿Me enseñarás a volar?

— Eres muy pequeño.

Él azabache frunció el ceño, señalando el cigarro entre sus dedos.

— Eso dijiste hace un año. Ya tengo doce.

Cuatro años en total desde que se conocian y dos desde que lo vió con uno en mano por primera vez.

— ¿Para qué sirve?

Mark lo pensó un poco, pero realmente no lo suficiente.

— Para volar.

— Yo también quiero volar.

Sigues siendo muy pequeño.

Como venía haciendo desde que cumplió doce, golpeó su brazo con cierta fuerza, bajando del mueble a velocidad para huir de un contrataque.

— ¡Siempre dices lo mismo!

Mark contuvo la respiración, retirando la mirada antes de tomar una decisión. Bajó también, pero en lugar de devolver el golpe, se sentó en el suelo para evitar ser visto. Aunque ahora conocia a la mamá del niño y pasaba sin problemas a casa, ya no se topaban sólo en la madrugada y en ese momento no estaba oscuro, tampoco seria bueno que lo atraparan fumando.

— Hazlo, si te gusta yo mismo te daré uno cuando venga.

Estaba tomando un riesgo al ofrecerselo, pero no pretendia detenerse con tal de mostrarle un punto. Venga, que la primera vez y sin experiencia no debia ser muy agradable. Probablemente se lo pensaria dos veces antes de recibirle uno a alguien en la calle y no se equivocó.

— Es...horrible, casi tanto como tú, mentiroso.

Tosió mientras Mark daba palmadas en su espalda, riendo mientras se lo quitaba para apagarlo. Desde sus ojos cristalizados, apareció una mirada perturbada que golpeó fuerte su estómago.

— No debes confiar en todo lo que te dicen. Te lo dije antes.

— No pensé que tú mentirias también.

— Todos lo hacemos alguna vez. No deberias sorprenderte si una persona cercana lo hace, incluso son ellas las que tienden a lastimarte.

Estuvo realmente enojado, por lo que se alejó unos días en los que se dedicó a pensar en la situación. Tampoco subió a verlo en la madrugada, como sucedia habitualmente, Mark incluso llegó a pensar que ese seria el fin de su amistad, que al final se habia asustado antes de aburrirse o tal vez, fueron las dos cosas al mismo tiempo.

— Para que sepas, no estoy enojado contigo.

— ¿Estás seguro?

Aprendió a decir lo que pensaba, lo cual le resultaba fácil, mas no ameno en ocasiones.
Cuando finalmente apareció en medio de la madrugada, Mark bajó la cabeza para ocultar su propia sonrisa.

— Lo estoy, no soy mentiroso como tú. En realidad, te agradezco por traumatizarme.

Rodando los ojos. Estaba siendo sarcástico y él sólo quiso darle un golpe en la nuca, pero se detuvo a mirarlo seriamente.

— Quiero decir, fue una experiencia desagradable y ahora nunca lo intentaré. Lo que es bueno porque estuve leyendo sobre los efectos de fumar y de hecho, tú deberias dejar de hacerlo ¿sabes? Porque...

No hubo forma de detener su sermón. Se detuvo a escuchar, encontrando increible estar siendo regañando por un niño, lo que de hecho en su vida, no aparecia en la lista de cosas por lograr.

Al paso del tiempo sus visitas dejaron de ser frecuentes. Mark logró entrar a la universidad con veintidós, después de tomarse un par de años tras salir de la secundaria. Al menos estudia porque quiere y no por obligación o él estudiará lo que quiera  decia su padre al teléfono cada que su ex mujer lo contactaba lo cual ocurria con frecuencia en el último año. Él no estuvo vagueando, trabajó para ayudar en casa, también ahorró lo suficiente como para pagar sus estudios y mudarse a la ciudad con objetivos claros.

— Mark, llevame contigo.

El adulto, ahora con cabello morado, quedó perplejo ante la petición del adolescente. BamBam ya tenia quince y hace años que el juego de Peter habia terminado. Recordar que no le habló por un mes, pero que luego le persiguió con palabras de disculpa, insistiendo volver a hablarle, siempre era digno de recordar.

Contrario a él, el tailandés era extrovertido, por lo que no se le hizo difícil conseguir amigos, pero jamás prefirió a cualquiera de estos sobre el mayor. Mark pensó que tendria un mejor futuro donde planeaba ir, que resignandose a vivir allí...encontrarse pensando en ello siquiera, fue tan impactante que se detuvo abruptamente. Ahora volvia a ser tan serio como la mayoria del tiempo y su tono severo.

— No.

— Oh, vamos. Si el problema es dinero, también ahorré; si lo es mi mamá, ella estaria encantada siempre y cuando vaya contigo, ya lo hablamos, claro que me hizo prometer que no me olvidiaria de ella, Mark, es mi mad-

— No soy un niñero. Soy tu amigo.

Sintió que no podía consigo mismo y que cuidar de él, seria muy arriesgado. No pondría en peligro la vida de él, pero Bam siempre tenia una estrategia para conseguir derretir las inhibiciones del hombre.

— Porque eres mi amigo y quieres lo mejor para mí, sabes que es lo mejor, ¿no es así?

Visualizó la otra mano sobre la propia, regresando la mirada a su carita soñadora. Se habia acostumbrado tanto a él y ciertos hábitos que ya le era imposible negarse a las peticiones que este hacia. Tiró de su mano y se colocó de pie a la par, acunando ambas manos entre las propias.

— ¿Es eso lo que quieres?

Este asintió y fue entonces, cuando Mark imitó el movimiento con pesadez, y el joven aprovechando la situación, saltó a sus brazos. Mark colocó una mano en su cintura y la otra en su cabeza, descolocando su peinado lo que provocó que este se apartara gritando una maldición junto a su nombre mientras cubria su cabeza.

Pensó que cuidar de una versión adolescente de Tinkerbell, seria difícil y no se equivocó en absoluto, pero al menos aquel en su pelea de emociones, siguió brindandole su brillo cuando sentia que todo fue hecho en vano; iluminando cada rincón oscuro con sus frases absurdas y depejando su mente ensañada con el mundo cuando algo no salia bien.

BamBam resultó ser más mágico de lo que el chico creyó que él era cuando estaba pequeño. Mejor dicho, el único ser mágico que conoció en su vida.




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(BamBam adolescente, bebecito hermoso)

(Este es nuestro Peter Pan)

Ya sé, las edades puede que no concuerden con las eras, pero es mi fanfic y ajá, gracias a Mark en esta sesión fue que llegó la iluminación. Todos digan: gracias Mark.

¿Qué tal? Ya sé que están cansados del MTBB por mi perfil, pero es que este ya lo tenia planeado desde hace mucho tiempo. Ya saben que el cumpleaños de BamBam fue hace poco y justo ese día cumplí yo también, entonces tiene un doble significado para mí.

No tiene lemon, porque desde el principio tenia claro que seria muy soft así que espero que haya cumplido el objetivo de derretir sus corazoncitos. Muchas gracias por leer.

Iré corrigiendo poco a poco.








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