Me encontraste

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—Mamá... ¿Por qué no has llegado?

Preguntó en susurros un niño de apenas 6 años. Su kimono, piel y cabello estaban sucios, caminaba descalzo y tenía varios raspones en su tembloroso cuerpo.

Siguió caminando entre los callejones mientras miraba a todos lados y se abrazaba a si mismo en un intento de darse valor.

—¿Mamá? ¡Mamá! —Exclamó al reconocer a la mujer tirada a un lado del camino.

Cubrió su boca con horror y sus ojos se aguaron al momento en que vio las condiciones de su madre.

Golpeada y ensangrentada, su piel se había tornado blanca mientras que sus labios y uñas azules, el obi de su kimono estaba desecho y sus ojos abiertos estaban completamente vacíos.

El niño sintió como el aire se escapaba de sus pulmones al tiempo que corría a aferrarse al cadáver de su madre, no le importaba el hedor que comenzaba a emanar de este, solo deseaba sentir su calor una vez más, pero ni el ardiente sol de verano había logrado preservarlo.

—L-lo... P-p-prometi-ste mamá... —Sollozó mientras un zumbido comenzaba a escucharse en la lejanía—. ¡Mamá despierta! ¡¡Mamaaaaaaaaaa!!

—¡¡No!! —Gritó un adolescente mientras se sentaba en el sofá que usaba como cama.

Su cabello azul oscuro se pegaba a su pálida frente por el sudor que perlaba todo su cuerpo, respiraba agitado en un intento por ahuyentar el vacío que sentía en su pecho y cubrió su boca cuando las náuseas se hicieron presentes en su estómago.

Sintió un toqué en su espalda y de inmediato se volteó acorralando contra el sofa a la persona que lo tocó y apuntó su cuello con la punta de su tridente, pero se apartó horrorizado al reconocer esos cabellos y ojos castaños.

—¿Mukuro qué pasa? —Preguntó Tsuna con la intención de acercarse.

—¡No vengas! —Lo detuvo Mukuro mientras cubría sus ojos—. Solo... Dame un momento para tranquilizarme... No es nada, de verdad, ya pasó, fue hace mucho, ya...

Paró sus murmullos al sentir un calor familiar envolviéndolo.

—Si te tiene así es algo importante, no voy a preguntar nada, así que al menos no te lo guardes. —Lo arrulló Tsuna mientras acariciaba sus cabellos.

Mukuro no pudo aguantarse más al escuchar esto y se aferró llorando a su cielo.

Creía que estaba bien, que ya no dolía. Pero sigo siendo un niño perdido sin tí.

Un rato después ambos estaban sentados en el sofá, solo que Mukuro apoyaba su cabeza en las piernas de Tsuna que seguía acariciando sus cabellos.

—¿A qué viniste? —Preguntó Mukuro una vez se calmó.

Ni siquiera se molestó en limpiar el rastro de lágrimas, si alguien podía ver su lado débil, era Tsuna.

—Mi intuición se disparó hoy cuando pensé en ti, así que vine.

—No me gustan los atunes. —Tsuna le dió una ligera palmada en la cabeza por su broma.

—Tonto, pensaba cómo convencerte de asistir al colegio de verdad.

—¿Otra vez con esto? Mi trabajo es matar y manipular a nuestros enemigos, no necesito ir a un colegio para eso.

No necesito normalidad, ni la merezco.

—Mukuro, no todo en la vida es la mafia. Ken y Chikusa mismos quieren estudiar, bueno, Ken solo quiere jugar... Pero igual quiere ir al colegio. Fran necesita una educación apropiada y que le des ejemplo también. Y personalmente quiero que experimentes un poco de normalidad, te la mereces después de tanto tiempo.

Al escuchar esto Mukuro se tensó y tomó asiento correctamente, evitando la mirada de Tsuna.

¿Será su superintuición? ¿Nuestra conexión mental? ¿O tal vez...?

Sacudió su cabeza para quitarse esa idea de la mente, ya basta de buscarla.

—Ni que fueras mi madre. —Un nudo se formó en su garganta y su estómago  se revolvió nuevamente al decir esto.

—Si fuera tu madre me destrozaría verte sumergido solo en el bajo mundo. —Mukuro sintió que su corazón se saltó un latido—. Soy tu amigo, y me duele mucho que no quieras salir del bache en el que estás. —Confezó Tsuna mientras miraba sus manos.

Mukuro sostuvo su cabeza en una mano y retuvo un suspiro quebrado.

Ver la mirada de Tsuna había sido demasiado para él, era demasiado parecida.

—Lo haré, así que por favor cambia esa cara. Bastante tengo con mi depresión. —Una verdad disfrazada de un humor muy negro.

—Lo sé. —Dijo Tsuna con una sonrisa comprensiva—. Por eso no pienso dejarte solo.

Ninguno dijo nada después de esto, solo enlazaron en silencio sus manos y se quedaron así hasta que el celular del castaño sonó, marcando el momento de separarse.

—Te enviaré algunos panfletos para que elijas a qué colegio asistir. —Dijo Tsuna ya en la entrada.

—Me quedaré en Kokuyo, no me gustan los otros uniformes. —Tsuna rió por su respuesta y se puso de puntitas para despeinarlo.

—Eres un mimado Mukuro, Kokuyo será entonces. ¡Nos vemos mañana! —Se despidió y echó a correr de vuelta a Namimori.

Mukuro observó su figura desaparecer y se apoyó en el marco de la puerta con cansancio.

—Sí que te gusta cuidar de Mukuro. ¿Seguro que no te gusta? —Le preguntó Reborn a Tsuna tras aparecer de la nada y saltar sobre su cabeza.

—¿¡Por qué todos dicen lo mismo!? ¡Ya dije que no es así!

—¿Entonces por qué es?

—Eso... Ni yo lo sé, ¿vale? Sé que no me gusta de esa forma, pero no puedo dejarlo solo ni quiero. Siento que si lo pierdo de vista me arrepentiré como nunca en la vida.

Reborn le dió unas suaves palmaditas como señal de apoyo al ver la expresión contrariada de Tsuna y recordó las palabras que Viper le dijo una vez.

"No podrás entenderlos, ni lo intentes, solo... No seas tan cruel de separarlos de nuevo."

Nunca lo entendió y ella no le dió más detalles. Probablemente, Viper era la única que conocía el torbellino de emociones que era Mukuro en ese momento.

Decidí no buscarte más, que me vengaría de este mundo que te dañó y me sumiría en la oscuridad por no haberte protegido. Pero aún así... No puedo... No si me sigues buscando...

Jaló sus cabellos azules mientras las lágrimas volvían a caer por su rostro.

Lo recordaba todo como si hubiera sido ayer.

Los gritos de los hombres que los sacaron de su casa y exigían una compensación.

El miedo y frustración al no poder hacer más que aferrarse al kimono de su madre mientras corría con él en brazos.

—¡Solo ve por favor! ¡Te prometo, no, te juro que te encontraré pronto!

Cuanto se odiaba por haber creído ciegamente en sus palabras.

¿No había dicho su padre lo mismo para después dejarlos solos con ese infierno?

El primer día tembló de miedo y hambre sin saber dónde esperar a su madre.

El segundo día robó algo de comida y se ocultó tras unas cajas al ver a los mismos hombres que los habían perseguido.

El tercer día salió en su busca.

¿Habría cambiado algo si hubiera buscado ayuda?

¿Su madre hubiera tenido al menos una muerte menos dolorosa?

Ese 6 de agosto de 1945, el zumbido que escuchó mientras se aferraba a ella fue la señal de la tragedia.

Más de 70 000 personas perdieron su vida a causa del arma nuclear Little Boy que cayó sobre Hiroshima sin previo aviso, él fue uno de esas víctimas, aplastado junto al cadáver de su madre por uno de los edificios que sucumbieron a la explosión.

Ella sufrió tanto por él... Y él no solo no pudo vivir para honrar su sacrificio, murió de forma rápida y sintiendo el alivio de pensar que podría reunirse con su familia.

No merezco llamarme hijo tuyo, solo arruiné tu vida.

Fue el karma lo que hizo que reencarnase en Estraneo, que recordara sus vidas pasadas, y al mundo que destrozó la única vida en la que tuvo luz y calor.

Incluso en esta vida solo sirvo para romper cosas...

Iba a destrozarlo todo por ella, para que el mundo sufriera por su perdida... Para que su recuerdo dejara de doler al menos un poco.

Aún así... Cumpliste tu promesa.

Soltó un quejido al recordar esto.

La cálida llama naranja que iluminó su mundo una vez más.

La sonrisa y mirada que una vez lo acompañaron.

Las manos que siempre lo arrullaron y cuidaron.

El calor que añoró en sus últimos momentos.

Me encontraste...

Porque a pesar de que ya no tuvieran la misma sangre.

Aunque ella ahora fuera un él.

A pesar de que no lo recuerde de forma conciente, sabe que ella sigue ahí.

La reconoce, y llora, porque a pesar de cuánto la ha dañado, de cuánto tiempo ha pasado y que ya no pueda llamarla.

Solo puede agradecer el milagro de haberse reunido y cuidarla desde la distancia.

Aúnque eso pensaba hacer, sigues sin querer dejarme.

La luz que nunca lo dejó.

—Gracias... Mamá...

El único alma al que llamaría de esta forma, era el alma de Tsunayoshi Sawada, la reencarnación de su madre.

Fin

Yo: 😀...

Reborn: 😐...

Verde: 🤔... ¿Qué tomaste al escribir esto?

Yo: ¿El aire cuenta😀?

Reborn: Trae las máscaras anti-gas.

Ambos se van al almacén a buscar las dichosas máscaras y Mosca Verde se queda acariciando la cabeza de la atontada autora.

Yo: Bueeeeeeno, ahora que ya reaccioné y no hay bebés en la costa, quiero decirles que ni idea de dónde salió esto. Estaba pensando que el domingo será el día de las madres y en un juego fanmade de KHR en el que abarcan las vidas pasadas de Mukuro, y ¡bum! Surgió esto que se acaban de leer.

Verde: ¿No habría sido mejor subirlo el día de las madres? —Preguntó ya con la máscara.

Yo: No pude esperar para subirlo😅.

Reborn: Y por eso eres una dame-autora😑.

Yo: Igual me quieres😘.

Antes de que Reborn dispare a la autora Mosca Verde se interpone y señala a su pantalla que mostraba: 1494 palabras.

Ciao ciao amores😘😘😘😘

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